LA
ÚLTIMA TENTACIÓN DE ZOÉ VALDÉS
Calificada de "pornógrafa" por el régimen de Fidel Castro, la escritora
cubana más popular del momento llega a Chile para promocionar su nuevo libro
de cuentos.
Por Sonia Lira
El problema
más grave que enfrentan los escritores de la nueva narrativa cubana poco
tiene que ver con literatura. Tampoco tiene directa relación con Fidel
Castro, ya que la mayoría vive fuera de la isla y, dentro de ésta, las
autoridades tienen preocupaciones más urgentes.
"Llevo todo
el tiempo hablando de Cuba. De literatura me preguntan menos", declaró
hace poco Zoé Valdés, escritora nacida en La Habana, pero radicada en
París. Su frase refleja muy bien la trampa en la que suelen caer los autores
que crecieron con la Revolución: la contingencia de su país termina por
opacar sus méritos artísticos.
Zoé Valdés
no está ajena a este fenómeno. La autora cubana más popular del momento
llegará a Chile el 14 de marzo en una gira promocional de su último libro,Traficantes
de belleza (Planeta, 1999), del cual Qué Pasa adelanta uno de sus cuentos.
Su visita será la oportunidad para conocer un poco más a la autora e informarse
de una generación de escritores que comparte algo más que su origen caribeño.
Entre los
nuevos narradores cubanos figuran los nombres de René Vázquez Díaz (La
isla del cundeamor), Mayra Montero (Como un mensajero tuyo), Cristina
García, (Soñar en Cubano), Eliseo Alberto (Caracol Beach) y Oscar Hijuelos
(Los reyes del mambo). Todos ellos se aproximan de diferentes formas a
la situación en la isla, aunque no suelen ser recalcitrantes opositores
a Castro, ni tampoco sus incondicionales.
De este
grupo, sólo algunos permanecerán -junto a un Lezama Lima o a un Alejo
Carpentier- por sus méritos literarios y no por las circunstancias políticas
de su obra. Y mucho de ello dependerá de si vencen la tentación de convertirse
en un eco de lo que quieren escuchar en Europa y en el resto de América:
paisajes exuberantes, personajes sobrenaturalmente sexuados, todo condimentado
con la curiosidad política que despierta el régimen cubano a fines de
siglo.
Zoé Valdés
no está a salvo de este peligro. La novela que la lanzó a la fama, La
nada cotidiana, la escribió cuando vivía en La Habana en un momento en
que su desilusión por el destino de Cuba llegó a su clímax, por lo que
en el texto abundan frases clichés que encantarán a los detractores de
Castro. Además, la historia de cómo se publicó es tanto o más interesante
que el propio libro.
"Yo escribí
el libro entre el '93 y el '94 y tuve que sacarlo de Cuba por dos vías,
utilizando a un periodista y a unos balseros que accedieron a llevarse
mi manuscrito. Me fui a París para dar unas conferencias y allí se me
hizo saber que era mejor que no volviera a La Habana nunca más", contó
a la revista Interviu.
A partir
de entonces, la escritora publica a razón de un título por año, con buena
acogida entre los lectores y con un magnetismo especial para atraer importantes
premios literarios:Te di la vida entera resultó finalista del Premio Planeta
España en 1996, y Sangre azul hizo lo propio con el concurso de literatura
erótica La Sonrisa Vertical. Su última novela, Café nostalgia (Planeta,
1997) confirmó su popularidad como escritora, mientras un crítico de New
York Times la comparó con Anais Nin y señaló que en su obra había un énfasis
en lo "picaresco".
En sus entrevistas,
nunca pierde ocasión para hablar contra Fidel Castro y contar anécdotas
sobre el fanatismo del régimen: "Mi abuela me llevaba al coro de ángeles
de la iglesia y estuvieron a punto de no darme la pañoleta de pionera.
Cuando estábamos todos formados, el director del colegio hizo el último
intento: ¿De quién quieres ser hija de Dios o de Fidel? Y mi abuela, que
no era boba, me enseñó dos dedos para que dijera de los dos".
Admiradora
de Cabrera Infante, asegura que la oficialidad de Cuba se ha encargado
de difundir que es una "pornógrafa". Calificativo que también han usado
contra ella los disidentes establecidos en Miami: el Nuevo Herald la bautizó
como la "Madonna de las letras cubanas" por cultivar un erotismo "despojado
de todo misterio".
Pero estas
acusaciones no han logrado moderar su personalidad desenfadada ni sus
respuestas provocadoras. Consultada en una oportunidad sobre cuál era
su manía literaria inconfesable, la escritora, respondió: "En La Habana,
por el calor sofocante que hacía, me acostumbré a escribir desnuda y me
resultaba muy rico sentir el tacto de los pelitos de la silla, era una
sensación muy extraña".
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