GRUTA

Laura le dice que lo ama, pero cada día son más las peleas, las dudas, el miedo. Hace un año que viven "juntos" entre calles y residencias. Asdrúbal habla todo el tiempo de sí mismo. Ella permanece casi siempre callada, y esa actitud lo irrita, porque presiente que ese silencio es un telón que oculta a seres que sin conocerlos los detesta. Cada día el fermento se envenena más. Todo es frágil. Está cansado de caminar agachado.

La noche es sangre y esperma y la voz de Leonard Cohen en The future. Teléfono y máscaras. Párpados que se cierran, gritos que se esconden, recuerdos que se pliegan. El silencio aldaba. Escorpiones azules en cada trazo de palabra que lame el vacío. Para qué escribir, para qué masturbarse si tinta y esperma van a parar a la basura.

Walter Benjamin y Sid Vicious, Kalimán y Lou Reed, Leopoldo María Panero y José Gregorio Hernández, y las ganas de llamar a N y decirle con Borges:

Puedo darte mi soledad, mi oscuridad, el ansia de mi corazón; estoy tratando de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.

Todo anda mal. La neurosis y el sudor son la caldera de una fábrica imposible.

Asdrúbal le escribe palabras a N con el candor y la angustia con la que quizá Simón El Bobito se dedicaba a pescar en un balde. Asdrúbal la busca entre cartografías de sábanas, en calles diferidas, en silencios al otro lado del teléfono. Sus palabras son tachaduras entre paréntesis, puntos suspensivos en una hoja en blanco.

La escritura se precipita entre nubes de asfalto, mientras la sangre deambula en la estepa de la hoja. Los cabellos manchándose en el crepúsculo. Los gritos oxidándose con la humedad de la nada. La melancolía cayendo a los abismos del pañuelo. Los pasos en el desierto de un reloj de arena, y la ventana abierta para acariciar la claustrofobia. La sintaxis teje los silencios con los hilos de la incoherencia, y las manos esculcan en el vacío para encontrar las palabras que dibujen un paracaídas ¿Hacia dónde voy si una miríada de semáforos me alumbran de rojo? El punto es, que mientras las manos se sumergen en el océano espermático de la soledad, la vida fluye más allá de esta hoja. Hace tiempo que intento escribir, pero las palabras se resbalan hacia la nada.

Acróbata
De
La
Nada
Eyacula
dentro
de
una
media

y

vuela
para
quedar
suspendido

e
n

s
u

b
o
n
g
e
e

j
u
m
p
y
n
g

d
e

v
a
c
u
i
d
a
d

PARIA

Asdrúbal era consciente de la situación en la que estaba; cómo no iba a estarlo, si justamente era él quien la padecía. ¿Pero no se estaba tomando demasiado en serio? No era bastante factible que mientras él se estaba masturbando en la oscuridad de su cuarto, ella estaría tirando con Efrén o con Carlos o incluso con algún otro que él desconocía, porque en rigor ¿qué conocía de ella?

Llamó a casa de S. para averiguar si sabía algo. Dizque no había llamado, que ella tampoco sabía nada. Volvió a acostarse. Intentó leer, intentó ver televisión, intentó dormirse, intentó cagar (tampoco). Un impulso infrateórico lo llevó a la calle. Buscó distraerse dando una vuelta por la Javeriana, luego por la Luis Ángel Arango. Fue hasta OMA de la 19 con Cuarta. Volvió a llover. Entró a cine de seis en la Cinemateca Distrital. Se sentía sin rumbo, no sabía a qué asirse, a quién apelar.

Asdrúbal pensaba en la técnica del distanciamiento. La idea era desneurotizarse. Había diferido todo, a razón de no se sabe qué. Inevitable-no-pensar-dadas-estas-circuncunstancias-en-Sam-Brown, la rubia integrante de los coros de Pink Floyd en el concierto Pulse. Por lo demás, las pulsiones oníricas deambulaban entre el golpear incesante de los martillos formidables, que con sus ruidos creaban masas estocásticas de vacuidad 1, justo ahora, cual Heráclito enterrado en un barril de mierda.

ERES UN JUGUETE Y NO PUEDES VOLAR 2

Salgo de la habitación creyéndome un personaje literario: flatulencias de La acción comunicativa en gavilla con los eructos de Altazor. Subo por la ruta por donde sueles bajar. Pienso en ti, aunque salte de una cita a otra: el amor está por inventarse, a pesar de que nunca seremos la pareja perfecta, la tarjeta postal. Las palabras no conmueven son lava volcánica debajo del mar. Espero la noche y su oleaje de olvido.

Peregrinar hacia la página sin discurso, con las manos que pican la cebolla de la rutina, con los ojos ardiendo de eclipse neón. Los gritos son la narrativa de una epistemología ulcerada. Por lo demás, podría enviarle las palomas mensajeras de la telepatía, o coger un bus para ir hasta donde ella y decirle absolutamente nada de lo que siento. Ella podría llamarse Ulrica, pero no se llama así.

La eyaculación de ideas es igual de exangüe a la erección de mi logos. Pasemos ahora a ella, que pesa 49 kilos, y es de signo escorpión. Ella me entrega un libro de Jacob Taubes. Tomamos una aromática. La acompaño al paradero. Llego a clase y alguien está hablando de la Retombée. Pienso en su rabia, en su silencio, en sus manos.
El ser está hecho migas. Señoras y señores: esto es la vida, y aquí sigo jugando a las güevonadas. Por ahora dedicarse a leer Almohadones y fundas de Luke Heather.

Asfixiado del encerramiento, salgo dándomelas de Richard Ashcroft. Camino por Teusaquillo, La Soledad, El Park Way, La Caracas. Después de tres horas, lo único que tengo claro es que estoy lejos de ella.

Apagar la televisión e iniciar a navegar entre un caudal seminal de ausencias. Caída libre. De niño me pensaba como esos hombres solitarios que pueblan algunas páginas de Días de mi infancia, en la que Gorki nos cuenta de aquellos personajes que vivían en la estrechez de sus habitaciones; seres parecidos a los de la película de Ingmar Bergman, In the Presence of a Clown o incluso a los de Tucher el justo de Kesten. Ese tipo de seres eran los que me atraían, y que con el transcurrir de los años llegaría a convertirme.

La cama: una embarcación atra(n)cada en un puerto sin agua. El tiempo: una cascada inmóvil.

VERDAD Y MÉTODO

Lo sublime, si ha de ser despertado en nosotros por causas exteriores, tiene que ser informe o consistir en formas inaprensibles, envolviéndonos en una grandeza que nos supere.
Goethe

No era ninguna exageración, pero el punto era que deseaba mandar a esa puta a una celda en donde cuarenta negros gonorriénticos se la metieran. Después de lo cual, mandábamos a preparar de ese ají bien bravo como lo hacen en Ipiales, para embadurnárselo por entre ese hueco. A esas alturas de la bajeza, no necesitaba ni a Freud, ni a Lacan, ni mucho menos al señor Bergson, necesitaba algo más humilde, más real y concreto, algo así como mi amor por ti no se murió, no, no, no, no, tú lo mataste, que es diferente. Es que para pensar en esas zorras, uno no necesita aferrarse a ninguna teoría, ni a ninguna disciplina, ni dedicarse a fotocopiar textos de Lucia Guerra, Hélène Cixous, o Yagatri Chakravorty Spivak. Una perra de esas lo único que quiere es plata y verga.

No busco sublimar nada; lo que intento es ser descarnado ante las pulsiones que se desencadenan, cuando una golfa de estas se mete con la soledad de uno, y de buenas a primeras te calientan y después salen huyendo. Aquí no puede haber personaje posible. El único personaje que podría hacer su epifanía en la hoja es este vacío en el cual náufrago. Miles de años de cultura reducidos a un culo, a un hueco, a un vacío, a un agujero negro. Treinta y seis mil millones de espermatozoides suicidándose hacía un nombre que se va por el inodoro, y yo en esa agua, y yo bebiendo la sed de mi lengua reducida a maldiciones deambulando por la sabana en blanco. Le estoy haciendo el sexo oral, se la estoy clavando por el tímpano a golpe de tambor.

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1. Palacios, Alfredo L. La fatiga y sus proyecciones sociales. Buenos Aires, Editorial Claridad, 1944. P.39.
2. Lasseter, John, Docter, Pete, Stanton, Andrew y Ranft, Joe. TOY STORY. Walt Disney Pictures. 1995.