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El rol del Facilitador en la Construcción de Consenso y la Gestión de Conflictos
Carmen McCormack
Introducción
La palabra facilitar en un sentido amplio, nos remite a la idea de
“hacer más fácil” algo, lo que presupone que existe alguna
dificultad. También requiere que haya “algo” o “alguien”, de alguna
manera “externo” a la cuestión o que ocupe un lugar “vacante”, que
facilite el avance o mejore el estado actual de la situación. Ese
alguien es el facilitador, es decir, el sujeto de la acción de facilitar.
Antes de entrar en una reflexión sobre el rol del facilitador,
voy a realizar algunas especificaciones respecto de los contextos de aplicación
de los procesos de facilitación a los que me voy a referir.
Ellos son:
a) la facilitación para la gestión y/o resolución constructiva de conflictos.a) Facilitación para la gestión y/o resolución constructiva de conflictos
b) la facilitación para operativizar reuniones de trabajo, el trabajo en equipos, etc.
c) La facilitación para conducir procesos de diálogo, procesos de planificación cooperativa, procesos de toma de decisiones, entre otros procesos de este tipo.
b) La facilitación para operativizar reuniones.
Muchas veces asistimos a reuniones de trabajo en las que , una vez
terminadas, nos queda una sensación de pérdida de tiempo,
ineficacia y/o malestar por múltiples razones, que podrían
traducirse en frases como: “no me escucharon”, “no pude decir lo que quería”,
“no sabemos hacia dónde vamos”, etc.
En estos casos un facilitador ayuda a los miembros a interactuar de
un modo más efectivo enfocándose en el “cómo” los
participantes interactúan, para ayudarlos a concentrarse en el objetivo
y/o el contenido de la reunión.
c) La facilitación para conducir procesos de diálogo,
de planificación cooperativa, de toma de decisiones.
Estos son habitualmente procesos prolongados y de reuniones múltiples
donde el facilitador no sólo facilita las reuniones, sino que también
diseña y conduce estos procesos participativos, generalmente
conformando un equipo de varios facilitadores que desempeñan múltiples
tareas. La finalidad no es necesariamente llegar a un acuerdo, sino ayudar
a diseñar procesos participativos, con participación plena
de todos los sectores involucrados, para arribar a conclusiones inclusivas
asumiendo responsabilidades compartidas.
Necesidad de cambio
La filosofía de nuestro sistema democrático promueve
valores como el protagonismo, el respeto por el otro, la tolerancia, la
responsabilidad, la solidaridad. Sin embargo, los índices crecientes
de violencia, el individualismo, la fragmentación de la sociedad
nos llevan a buscar nuevas respuestas que permitan trabajar para un cambio
social basado en formas de convivencia que fortalezcan los lazos sociales
y promuevan formas más pacíficas y participativas de resolver
las situaciones que a diario se nos plantean en nuestras relaciones con
los otros.
Una de las características particulares del mundo actual
es su velocidad de cambio, la permanente aparición de nuevas situaciones
y conceptos que globalizan y modifican las condiciones de vida y las relaciones
entre las personas y los grupos sociales.
Cuando hablamos de la modernidad y su crisis, también
estamos hablando de lo social y de una crisis de valores que han mantenido
su vigencia durante siglos. Para enfrentar esa crisis debemos encarar
entonces una resignificación de lo social en todos los campos, aun
en aquellos que puedan haber sido percibidos como alejados e independientes.
La pregunta que debemos hacernos es, entonces, qué queremos conservar
y qué deseamos abandonar, qué roles estamos dispuestos a
asumir nosotros como miembros activos de la sociedad.
La gran aceptación y difusión de los métodos
pacíficos y participativos para dar respuesta a la complejidad actual
es uno de los indicadores de la toma de conciencia del rol importante que
se le está ofreciendo a las comunidades. La idea de paz como
ausencia de guerra ya no es suficiente. La idea de paz es indisoluble de
la idea de participación, para que esa paz sea sustentable.
El rol del facilitador
Dentro de este marco, el rol de los facilitadores en los procesos
participativos antes mencionados es fundamental para que la comunidad se
apropie de formas de comunicación no violenta y de la gestión
pacífica de conflictos. Este rol, y desde esta perspectiva, no es
neutral, en el sentido de que se apoya en ciertos valores, excluyendo
otros.
Intentando contestar la pregunta sobre qué queremos conservar
y qué queremos abandonar, la propuesta de estos métodos es
clara. Estos procesos tienden a conservar y consolidar en la sociedad valores
como: el respeto mutuo, aceptación de las diferencias, búsqueda
de intereses comunes, soluciones inclusivas, asunción de responsabilidades
compartidas.
Por otra parte proponen, mediante estrategias de abordaje y metodologías
propias, abandonar prácticas que generan la exclusión de
sectores de la sociedad en la toma de decisiones sobre cuestiones que les
competen, que pretenden imponer su voluntad mediante el uso de la fuerza
o del poder, en síntesis, que no tomen en cuenta las necesidades
consensuadas de todos los sectores involucrados para satisfacer los intereses
comunes.
Por todo lo dicho el rol del facilitador no sólo se fundamenta
en estos valores sino que quienes lo desempeñen deben tender hacia
la consolidación de estos valores en la comunidad, promoviendo el
respeto por las diferencias y, más aún, el reconocimiento
del “otro” como un “otro legítimo” en convivencia con uno.(1)
Las prácticas
Ahora bien, estos valores se ponen en juego en acciones concretas,
en el desempeño del rol en el campo de trabajo, es decir, en las
prácticas.
Jacky Beillerot, pedagogo francés, define las prácticas
diciendo que "son las técnicas definidas por finalidades y objetivos
éticos socialmente asimilados". La práctica es una acción,
pero no cualquier acción, la práctica tiene una finalidad.
"El hacer, el actuar, o la acción activan siempre tres tipos de
fenómenos. Por una parte conocimientos (teorías, ciencias
o saberes). Pero el orden de la práctica necesita los otros dos
ejes, el eje político, es decir aquel que define las finalidades
y los objetivos y, en tercer lugar, no hay acción que no se desarrolle
en el campo de los valores y la ética..... Porque ninguna respuesta,
ni siquiera científica nos dice lo que hay que hacer” (2)
. Y estas frases son muy poderosas porque nos llevan a cuestionarnos y
a asumir nuestra responsabilidad ante nuestras prácticas. Esto es
muy duro y puede suceder que la primera reacción sea la defensa:
“yo sé lo que estoy haciendo y hacia dónde voy”, “yo se lo
que tengo que hacer”. Y ¿cómo lo sé? Pues, porque
lo aprendí, estudié, me preparé para esto. Y sin embargo,
esto no es suficiente. Ahora sabemos que no es suficiente decir que uno
es respetuoso si no sabemos si el otro se siente respetado, y no es suficiente
decir o pensar que uno acepta las diferencias si el otro no se siente aceptado.
Es decir que el otro adquiere otra dimensión, es quien significa
nuestro hacer y quien nos ayuda a construir nuestro rol, más aún
quien nos ayuda a construirnos como personas.
La toma de conciencia de que la forma en que nuestras prácticas
impactan en los otros, es también nuestra responsabilidad, es uno
de los núcleos de la problemática de la formación,
que en este caso aplico a la formación de facilitadores.
Algunas reflexiones sobre la ética del rol
¿Entonces cómo”tomar conciencia”? ¿Tomar conciencia
de qué? ¿A dónde nos lleva esto? Opino que debemos
partir de la siguiente pregunta: ¿Hay coherencia entre lo que pensamos,
lo que sentimos, lo que decimos y lo que hacemos? Y aquí
estoy planteando eso que se desliza entre la teoría y la práctica,
entre lo que digo y lo que hago, que se nos escapa, pero que se hace visible
a quien nos observa en nuestro hacer. Creo que tomar conciencia de estas
diferencias, de nuestras incongruencias(3)
y contradicciones es un camino difícil pero imprescindible para
los que trabajamos con personas. La reflexión sobre nuestras prácticas
es un modo de descubrirnos, de encontrar (¿o construir?) eso de
lo que no tomamos conciencia, y sin embargo se nos desliza en nuestro hacer
de todos los días. Podemos identificar algunos indicios para descubrirlas,
aquellos indicios que muestran nuestras incongruencias a la mirada del
otro. Pero la mirada del otro también nos ayuda a tomar conciencia
de aquello que olvidamos que sabemos o que no sabemos que sabemos, y que
pueden ser habilidades que podemos compartir con otros. ¿Y quiénes
son los otros? Son las personas con las que trabajamos, nuestros compañeros
de equipo, además de los destinatarios de nuestras prácticas.
La importancia de abrir espacios de reflexión sobre nuestras
prácticas implica internarse en el campo de la ética y de
los valores sobre los que se asienta el desarrollo de todo rol.
Tareas (haceres) del facilitador (4)
A continuación describo algunas de las tareas y características
básicas medulares del facilitador en la conducción de estos
procesos
Conclusión
El rol del facilitador en los procesos a los que me he referido,
supone una ruptura con el rol tradicional del líder como guía
u orientador porque “es el que sabe”. Al contrario, para que estos procesos
logren la finalidad de promover la participación, las soluciones
inclusivas, el respeto por las diferencias, el protagonista debe ser el
grupo, no el facilitador. El que “sabe” es el grupo, no el facilitador.
El ejercicio del poder entra en juego y la distribución del mismo
debe ser equilibrada entre los participantes en lugar de concentrarse en
el facilitador. El facilitador focaliza su rol de autoridad, en cuanto
rol diferenciado y aceptado, en la conducción del proceso.
Cambiar la tradición, en cuanto al ejercicio de roles
instituidos socialmente no es tarea fácil, dado que hemos incorporado
como habituales ciertos comportamientos al punto de que se hacen invisibles
a nuestros ojos. Por ello conocer/saber las características del
rol del facilitador no es suficiente. Citando a Beillerot nuevamente: "No
basta con saber para que las actitudes y los comportamientos cambien. Dicho
de otro modo, el saber no basta."
Sin embargo es un buen punto de partida, para el fascinante camino
de los procesos de cambio.
Carmen Mc Cormack
Mediadora Comunitaria
Caracas – junio de 2003
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