y, al arrojar el áncora
en las olas
del puerto ansiado, ve plagas mortales
despoblar los vetustos arrabales
vacío el muelle y las orillas solas;
así al tornar de costas
extranjeras,
cargado de magnámas quimeras,
a enardecer tus compañeros bravos,
hallas sólo que luchan
sin decoro
espíritus famélicos de oro
imperando entre míseros esclavos.
Julián del Casal le consagró este soneto a Antonio Maceo cuando éste, pasados varios años despues de terminada la guerra del 68, puso pie en tierra cubana con el secreto anhelo de despertar nuevamente en sus compañeros la vocación de liberar la patria.