Mercedes García Tudurí
Martí
De ti no puede hablarse sino a través del símbolo. A ti te queda estrecha toda expresión verbal. ¿Qué voz podrá ser digna del elevado acento que en tu cordaje de oro vibró con el aliento inmortal?
¿Quién puede al mismo tiempo ser áncora y ser vela para entender la extraña ruta de tu existir? ¡Tuviste el ala ingrávida que libremente vuela y fuiste como inmóvil y profunda raíz! Buscando tu presencia sólo acierto a evocarte como una letanía de símbolos: ¡crisol y fragua, solitaria estrella, cumbre de angustia muerte cara al sol! Hay un cálido efluvio que nos une y hermana. Sé que de ti proviene, que tu virtud lo emana para que nos exalte con su rara bondad... ¿De qué cantera ignota salió tu estirpe humana?, ¿de qué fuente de luces brotó tu claridad? Eres el verdadero camino de la Patria, presencia de su vida, savia de su tesoro. Quemaste al hombre interno, y en su lumbre de oro te ofrendaste, en perenne función de humanidad... ¿Quién como tú ha podido reunir en la cima igualdad con justicia, libertad con decoro, rosas de enero y junio de perdón y amistad? ¡Forjador de almas libres, solitario Maestro! (¡Cuánto dolor hallamos en tu oración del huerto! ¡Qué agonía en tu vida, qué esperanza en tu cruz!) Preparaste los surcos, regaste la semilla y abonaste con sangre tu sembrado de luz. La lanzada traidora tu costado mancilla y nos muestra el milagro de tu blanco rosal... ¡Peregrino de América, cantor de ensueños píos, frente que albergó el rayo del inmortal fulgor, Martí, pupila insomne que descansó en Dos Ríos su dolor! Creo por ti en la Patria y espero en el mañana. Confio en el futuro y en la bondad humana, en el premio del bueno y en el triunfo del bien. ¡Por ti sé que hay un crédito de amor que nos ampara contra la deuda torpe que la maldad creara! ¡Por ti en los míos creo y en los otros...! ¡Amén!
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