Manuel de Zequeira y Arango
(1760-1846)
Oda a la piña
Del seno fértil de la madre Vesta, en actitud erguida se levanta la airosa piña de esplandor vestida, llena de ricas galas.
Desde que nace, liberal Pomona con la muy verde túnica la ampara, hasta que Ceres borda su vestido con estrellas doradas.
Aun antes de existir su augusta madre el vegetal imperio le prepara, y por regio blasón la gran diadema le ciñe de esmeraldas.
Como suele gentil alguna ninfa, que allá entre sus domésticas resalta, el pomposo penacho que la cubre brilla entre frutas varias.
Es su presencia honor de los jardines, y obelisco rural que se levanta en el florido templo de Amaltea, para ilustrar sus aras.
Los olorosos jugos de las flores, las esencias, los balsamos de Arabia, y todos los aromas, la natura congela en sus entrañas.
A nuestros campos desde el sacro Olimpo, el copero de Júpiter se lanza, y con la fruta vuelve que los dioses para el festín aguardan.
En la empírea mansión fué recibida con júbilo común, y al despojarla de su real vestidura, el firmamento perfumó con el ámbar.
En la sagrada copa la ambrosía su mérito perdió, con la fragancia del dulce zumo del sorbete indiano los númenes se inflaman.
Después que lo libó el divino Orfeo, al compás de la lira bien templada, hinchendo con su música el empíreo, cantó sus alabanzas.
La madre Venus cuando al labio rojo su néctar aplicó, quedó embriagada de lúbrico placer y en voz festiva, a Ganimedes llama.
"La piña, dijo, la fragante piña, en mis pensiles sea cultivada por manos de mis ninfas; sí, que corra su bálsamo en Idalia."
¡Salve, suelo feliz, donde prodiga madre naturaleza en abundancia la odorifera planta fumigable! ¡Salve, feliz Habana!
La bella flor en tu región ardiente, recogiendo odoríferas sustancias, templa de Cáncer la calor estiva con las frescas ananas.
Coronada de flor la primavera, de rico otoño y las benignas auras en mil trinados y festivos coros su mérito proclaman.
Todos los dones, las delicias todas, que la natura en sus talleres labra, en el meloso néctar de la piña se ven recopiladas.
¡Salve, divino fruto! y con el óleo de tu esencia mis labios embalsama: haz que mi musa, de tu elogio digna, publique tu fragancia.
Así el clemente, el poderoso Jove, jamás permita que de nube parda veloz centella que tronando vibre sobre tu copa caiga.
Así el céfiro blando en tu contorno jamás se canse de batir sus alas, de ti apartando el corruptor insecto y el aquilón que brama.
Y así la aurora con divino aliento brotando perlas que en su seno cuaja, conserve tu esplendor, para que seas la pompa de mi Patria.
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