Gabriel de la Concepción
Valdés
"Placido"
(1809-1844)
Plegaria a Dios
Ser de inmensa bondad, ¡Dios poderoso! a vos acudo en mi dolor vehemente... ¡Extended vuestro brazo omnipotente, rasgad de la calumnia el velo odioso, y arrancad este sello ignominioso con que el hombre manchar quiere mi frente!
¡Rey de los reyes! ¡Dios de mis abuelos! Vos sólo soís mi defensor, ¡Dios mío...! Todo lo puede quien al mar sombrío olas y peces dió, luz a los cielos, fuego al Sur, giro al aire, al Norte hielos, vida a las plantas, movimiento al río.
Todo lo podéis vos, todo fenece o se reanima a vuestra voz sagrada; fuera de vos, Señor, el todo es nada, que en la insondable eternidad perece; y aun esa misma nada os obedece, pues de ella fué la humanidad creada.
Yo no os puedo engañar, Dios de clemencia, y pues vuestra eternal sabiduria ve al través de mi cuerpo el alma mía cual del aire a la clara transparencia, estorbad que humillando la inocencia bata sus palmas la calumnia impía.
Estorbadlo, Señor, por la preciosa sangre vertida, que la culpa sella del pecado de Adán; o por aquella madre cándida, dulce y amorosa, cuando envuelta en pesar, mustia y llorosa, siguió tu muerte como helíaca estrella.
Mas si cuadra a tu Suma Omnipotencia que yo perezca cual malvado impío, y que los hombres mi cadáver frío ultrajen con maligna complacencia..., suene tu voz, acabe mi existencia... ¡Cúmplase en mi tu voluntad, Dios mío...!
Ilustración: "La creación de Adán", sección del techo de la Capilla Sixtina en el Vaticano, pintado por Miguel Angel.
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