Rubén Martínez
Villena
(1899-1934)
Sinfonía Urbana
CRESCEND0 MATINAL
Una incipiente lumbre se expande en el Oriente;
uno tras otro, mueren los públicos fanales...
Ya la ciudad despierta, con un rumor creciente
que estalla en un estruendo de ritmos desiguales.
Los ruidos cotidianos fatigan el ambiente:
pregones vocingleros de diarios matinales;
bocinas de carruajes que pasan velozmente;
crujidos de maderas y golpes de metales.
Y elévase en ofrenda magnífica
de abajo
el humo de las fábricas --incienso de trabajo--;
rezongan los motores en toda la ciudad.
En tanto que ella misma, para la brega diaria,
se pone en movimiento como una maquinaria,
movida por la fuerza de la necesidad.
ANDANTE MERIDIANO
Se extingue lentamente la gran polifonía
que urdió la multiforme canción de la mañana,
y escúchase en la vasta quietud del mediodía
como el jadear enorme de la fatiga humana.
Solemnidad profunda, rara melancolía.
La capital se baña de lumbre meridiana,
y un rumor de colmena colosal se diría
que flora en la fecunda serenidad urbana.
Flamear de ropa blanca sobre las azoteas;
los largos pararrayos, las altas chimeneas,
adquieren en la sombra risibles proporciones;
el sol llena las calles de ardores calcinantes,
y traza en las aceras siluetas de balcones
que duermen su modorra sobre los caminantes...
ALLEGRO VESPERTINO
¡Ocasos ciudadanos, tardes maravillosas!
Pintoresco desfile de la ciudad contenta,
profusión callejera de mujeres hermosas;
unas que van de compra y otras que van de venta...
Tonos crepusculares de nácares y rosas
sobre el mar intranquilo que se dora y se argenta,
y la noche avanzando y envolviendo las cosas
en un asalto ciego de obscuridad hambrienta.
(Timbrear de tranvías y de cinematógrafos,
música de pianolas y ganguear de fonógrafos)
¡la noche victoriosa despliega su capuz,
y un último reflejo del astro derrotado
defiende en las cornisas, rebelde y obstinado,
la fuga de la tarde, que muere con la luz!
MORENDO NOCTURNO
Un cintilar de estrellas en el azul del cielo
y una imponente calma de humanidad rendida,
mientras el mundo duerme bajo el nocturno velo,
como cobrando fuerzas para seguir la vida.
Alguna vaga y sorda trepidación del
suelo
rompe la paz augusta que en el silencio anida,
y la lujuria humana, perennemente en celo,
transita por las calles de la ciudad dormida.
Ecos, roces, rumores... Nada apenas que turbe
el tranquilo y sonámbulo reposar de la urbe;
¡y todo este silencio de noche sosegada,
en donde se adivinan angustias y querellas,
es el dolor oculto de la ciudad callada
bajo la indiferencia total de las estrellas...!
Foto: Vista nocturna de La Habana desde la entrada de la bahía.
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