150 años de la publicación del Manifiesto Comunista (septiembre '98)
Un documento vigente, una tarea por hacer 

Todos estaban en contra del Manifiesto Comunista; pero éste tenía una ventaja y Marx y Engels lo sabían, tenían toda la vieja sociedad en contra, pero tenían la historia a su favor. 

En ninguna otra época de la historia, un régimen social albergó las contradicciones y las posibilidades de destrucción de toda la humanidad que alberga el capitalismo actual. 

Hoy en día es posible operar a una persona, con el paciente en un continente y el cirujano en otro. Sin embargo, en esta misma sociedad nunca ha muerto tanta gente en toda la historia de la más vieja, elemental y mortal de todas las lacras: el hambre. 

En la actual sociedad capitalista tenemos, según estadísticas oficiales, 900 millones de desempleados para una fuerza de trabajo que está calculada en poco más de 2.000 millones de personas. Alguien dirá: ‘es que hace falta cada día menos trabajo, por eso hay tantos parados’. 
Bien, puede ser un argumento. Pero, si ‘hace falta cada día menos trabajo’, entonces ¿por qué en ninguna otra época de la historia han trabajado tantos niños? 60 millones de niños trabajan, según estadísticas oficiales en la India. 

«¿La India?, eso es el ‘tercer mundo’», nos reponden los defensores del sistema. Y terminan sentenciando con un optimista pronóstico: «cuando llegue la modernidad del primer mundo a esos países los niños dejaran de trabajar». 

EXPLOTACIÓN INFANTIL 

Pues bien, Portugal ingresó en la Comunidad Económica Europea, al ‘primer mundo’, a mediados de los ’80 ¡y en Portugal trabajan, como consecuencia de ello, 250.000 niños, oficialmente!. En el Estado español, la cifra se calcula en 400.000. En todo el planeta, 250 millones de niños trabajan por un salario miserable o sólo por comida. 

En ninguna otra época de la historia la tecnología fue llevada a un punto más alto: microelectrónica, informática, telecomunicaciones, robótica, etc. La técnica debería, en principio, hacer que la gente trabajase cada día menos. Pero resulta que al lado de los 900 millones de parados del planeta, los que están ocupados trabajan cada día más y la jornada de trabajo crece en el mundo entero, también en Europa. 

Bajo el capitalismo, la desigual distribución de la riqueza es cada vez mayor: 1.300 millones de personas viven con menos de un dólar al día (150 pesetas); los ingresos de las 258 personas más ricas del planeta superan los ingresos conjuntos del 45% de la población mundial (2.700 millones de personas). 

La pobreza no es algo exclusivo de los países en vías de desarrollo, sino también de los países desarrollados debido a las enormes desigualdades sociales que ocasiona el sistema. En los 25 países de la OCDE hay más de cien millones de pobres, más de cinco millones de personas no tienen techo y 37 millones no tienen empleo. 

En el país de la tecnología, Japón, la gente se muere de tanto trabajar y se mata de tanto trabajar, hasta tal punto que el suicidio por exceso de trabajo ya está catalogado como una enfermedad. 
La existencia de las mayores contradicciones que la historia ha conocido, albergadas por la actual sociedad capitalista, se abre paso, a veces lenta pero sin pausa, en las conciencias de los trabajadores del mundo entero, que van llegando a la conclusión de que o acabamos con el capitalismo o el capitalismo acaba con nosotros. 

El capitalismo es un sistema mundial, tiene poderosos recursos a su alcance, tiene políticos profesionales, tiene dirigentes empresariales, tiene ejércitos, tiene catedráticos y periodistas a su servicio, tiene todo un enorme estado mayor que conspira el día entero contra los trabajadores de todo el mundo. 

EL MANIFIESTO 

Hace 150 años se lanzó al mundo un documento que fundó el socialismo científico y el movimiento obrero moderno. Un documento que hace diez años, cuando cayó el Muro de Berlín y se produjo la disolución de la Unión Soviética, muchos lo consideraron enterrado, y diez años después, cuando se celebran los 150 años del Manifiesto Comunista, hasta los propios diarios burgueses se ven obligados a abrir sus páginas y hablar del Manifiesto. 

Ese documento era extremadamente modesto, porque esa Liga de los Comunistas tenía poquísimos recursos a su favor y aparentemente tenía todo en contra: todas las dinastías, todas las monarquías, todas las burguesías, todos los ejércitos, todos estaban en contra del Manifiesto Comunista; pero tenía una ventaja y Marx y los comunistas lo sabían, tenían toda la vieja sociedad en contra, pero tenían la historia a su favor. 

UNIDAD 

Nosotros, comunistas revolucionarios libres de toda excrecencia estalinista, nos sentimos plenamente identificados con el mensaje de ese pequeño folleto: unir a la clase trabajadora del mundo en una lucha sin cuartel contra la irracionalidad que representa el capitalismo. 

Algunos nos tacharán de visionarios y anticuados, pero la realidad que es testaruda se impone. Si no acabamos con el capitalismo, el capitalismo acabará con nosotros. Es así de sencillo. 
Durante la pasada primavera tuvo lugar en Brasil un gran movimiento de ocupación de tierras. Un periodista le preguntó a un jornalero quién era el dirigente de esas ocupaciones y éste dio una respuesta que se hizo famosa en todo el país. Le contestó: «la barriga». Es la misma respuesta que daría cualquier parado sevillano. 

Por encima de las fronteras y las culturas, la clase obrera llega a las mismas conclusiones porque sufre básicamente los mismos problemas y debe responder a los mismos retos. 
La crisis asiática, la caída de las bolsas, provocó en sólo una semana dos millones de parados en Indonesia. La historia se acelera, un signo de los nuevos tiempos revolucionarios que nos va a tocar vivir. 

Nadie duda que la tarea que nos espera es larga y dura. Pero, al igual que Marx y Engels en 1848, con más razón si cabe, la historia trabaja a nuestro favor. 

 
 
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