Sophy
Dupont
LA LEY DE REDUCCIÓN
de la semana laboral, aprobada por el Parlamento francés, ha sido
seguida con gran interés en el Estado español.
De hecho, muchos sindicalistas
al reivindicar la reducción de jornada por ley suelen añadir:
"como en Francia". La reducción de la semana laboral a 35 horas,
sin reducción de salarios, fue la principal bandera electoral de
Jospin y sus aliados en el Gobierno, el Partido Comunista y los Verdes.
Sin embargo, la ley aprobada no cumple las expectativas que suscitó
esta vieja reivindicación del movimiento obrero.
El pasado 10 de febrero, la Asamblea
Nacional francesa aprobó la ley "de orientación e incitación
a la reducción del tiempo de trabajo", por 316 votos contra
254. A favor votaron los diputados del PSF, del PCF y del grupo parlamentario
RCV, que reúne a Verdes, el MDC y el PRG. Los diputados de la UDF
y del RPR votaron en contra.
Como su propio nombre indica, la ley
no establece la semana de 35 horas. Se trata, tan sólo, de una "ley
de invitación e incitación" a los sindicatos y a la patronal
para llegar a acuerdos de reducción del tiempo de trabajo. Las modalidades
efectivas de la semana laboral serán establecidas por otra ley,
a dictarse en 1999. Para despejar las dudas, el propio Jospin ha dejado
claro que no impondrá la ley "contra la voluntad de las empresas".
El conjunto de disposiciones que contiene
esta ley pretende dar un nuevo impulso a las negociaciones empresa por
empresa -lo que perjudica a los trabajadores-, con el objetivo de organizar
la flexibilidad y la anualización del tiempo de trabajo, reduciendo
los salarios y liquidando las conquistas obreras cristalizadas en el código
del trabajo -una especie de Estatuto de los Trabajadores francés-
y los convenios colectivos.
Gilles de Robien, diputado de la UDF,
comentado el texto definitivo de la ley, declaró que "la ley
sobre las 35 horas puede que sea un poquito menos mala", y subrayó
el que "incluso la izquierda se ha visto obligada a votar algunas enmiendas
que rehusaba discutir pocos días antes, sobre todo, lo concerniente
a una cierta anualización" (Les Échos, 9-FEB-98).
ANUALIZACIÓN
A este respecto, Libération
indicaba: "El tránsito a las 35 horas puede organizarse, 'totalmente
o en parte, en forma de días compensatorios', precisa el texto de
Martine Aubry. Esto es una forma de anualización del tiempo de trabajo,
y por lo tanto de flexibilidad".
Termina Libération comentando
las declaraciones del Ministro de Economía francés, participante
en la reciente Cumbre de Davos: "Vistiendo el traje de socialista 'pro-business',
se dedicó a demostrar que la ley sobre las 35 horas permitiría
abrir la negociación, 'demasiado tiempo bloqueada en Francia', para
llegar a un plus de flexibilidad o a una moderación salarial. Al
final se felicitó por haber congelado el gasto público. Todo
ello hasta el punto de que un periodista americano preguntó a otro
periodista '¿es de centro-derecha?'...». Sin comentarios.
Además, la ley aprobada permite
que alrededor de la mitad de los trabajadores franceses estén excluidos
de las negociaciones por las 35 horas: los contratados temporales y los
trabajadores a tiempo parcial (el 20% de la fuerza laboral) y los que trabajan
en empresas de menos de 20 empleados, -donde se concentra un tercio del
total de los trabajadores-, que tendrán que esperar al 2002 para
disfrutar de las 35 horas.
Es cierto que los diputados de la UDF
y del RPR no han conseguido hacer valer la exigencia de la patronal de
eliminar las disposiciones que establecen "el principio de reducción
de la duración legal del trabajo a 35 horas desde el 1 de enero
del 2.000 para las empresas de más de 20 trabajadores y del 2002
para las más pequeñas" (Le Monde 9-FEB-98).
Sin embargo, el proyecto no obliga
a los patrones a nada. No prohibe los despidos ni impide, tampoco, que
sigan imponiendo, en los hechos, la jornada de 39 horas. Ahora, aunque
la semana legal es de 39 horas, el promedio de horas trabajadas es de 41;
la diferencia se explica por las horas extras, que en Francia se pagan
al 125% del coste medio de una hora normal. La ley, en lugar de aumentar
el costo de las horas extras para impedir que la patronal alargue la jornada
más allá del término legal, establece que el costo
de las mismas "podrá ser reducido si la situación lo requiere"
(Le Monde).
La propia ley sostiene que las 35 horas
podrán calcularse sobre una base anualizada, lo que permitiría
extender la jornada sin tener que pagar horas extras. La ley establece,
también, múltiples ayudas económicas a fondo perdido
para las empresas y el Gobierno se ha comprometido a no subir los costes
laborales, moderando el crecimiento del SMI.
RESERVAS SINDICALES
Los sindicatos franceses mostraron
su decepción sobre una ley que esperaban más acorde con los
intereses obreros. El Comité Confederal Nacional de Fuerza Obrera
aprobó una resolución que estipulaba: "El proyecto de
ley sobre las 35 horas presentado por el gobierno levanta muchas reservas
por parte de la CGT y de FO, sobre todo frente a una voluntad restrictiva".
Formalmente, los dirigentes de FO se
desmarcaron del Gobierno reivindicando el tránsito a las 35 horas
sin pérdida ni congelación de los salarios y el mantenimiento
de la referencia semanal de la duración del trabajo. Pero en el
fondo no han hecho más que emitir sus muchas reservas dejando las
manos libres al gobierno y deplorando no haber sido asociados a una concertación
sobre la cuestión del SMI.
Lo mismo sucede con los dirigentes
de la CGT. Tras haber orquestado una campaña de apoyo al proyecto
del gobierno mediante el "movimiento de los parados", también expresaron
sus "reservas". Louis Vianet, secretario general de la central "comunista"
CGT, declaró a Le Monde que "el proyecto de ley tiene graves carencias".
Pero más tarde añadió:
"Sin embargo nosotros no deseamos un proyecto de ley que ate todo. Desde
el principio hemos dicho que nosotros estábamos de acuerdo en que
este proyecto sirviera de base a las negociaciones". Además
declaró que si la patronal acepta discutir las 35 horas, la CGT
está dispuesta a discutir la flexibilización de la jornada.
Los sindicatos han firmado ya contratos que establecen la ‘anualización’
a nivel de empresas.
La testimonial oposición sindical
contrasta con la férrea actitud patronal que finalmente ha conseguido
notables concesiones por parte del Gobierno. La patronal ha afirmado en
el colmo del cinismo que será "legalista", es decir, respetará
la ley en aquellos aspectos más negativos para los trabajadores.
Así, nada más aprobarse la ley, algunos sectores de la patronal
empezaron a denunciar convenios colectivos, por ejemplo en la banca, e
invitando a los dirigentes sindicales a emprender negociaciones empresa
por empresa.
Aunque no haya obtenido todo lo que
esperaba, no cabe duda alguna de que la patronal utilizará esta
ley para emprender, con el doble de intensidad, una ofensiva contra los
trabajadores, con el fin de generalizar la flexibilidad y el recorte de
los salarios.
Habrá que esperar a la decisiva
ley del próximo año para ver como evoluciona el proceso.
No obstante, se puede considerar que las 35 horas a la francesa no sólo
son manifiestamente mejorables sino que abre la puerta a una peligrosa
confrontación empresa por empresa donde los trabajadores llevamos
las de perder.
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