Los cambios en la situación mundial tras el colapso del estalinismo (agosto '94)
Documento de discusión publicado en el Boletín de Estudios Marxistas nº 3 

"Los acontecimientos en Europa, al igual que en cualquier otra parte del mundo, no se dan en el vacío. Tenemos que partir de la economía mundial y de la política mundial. Estamos ahora muy lejos de la euforia incontenida de la burguesía internacional en 1989-90. La realidad hoy es que el boom de los años 80 se ha acabado.    

Las principales economías capitalistas comenzaron a entrar en recesión una tras otra desde 1990. Está lejos de ser claro que una dudosa recuperación de la economía de USA será suficiente para sacar a las otras economías capitalistas de la recesión. Lo que parece excluido es, no solamente un nuevo boom de las proporciones anteriores a 1973, sino incluso una repetición de la recuperación de los años 80. El período venidero será de estancamiento, marcado por turnos de recesión alternándose con recuperaciones débiles y vacilantes.   

En esta situación, las tendencias hacia una competencia inter-imperialista, ya alentadas por la desintegración del bloque soviético, se ven acentuadas. Mientras, el mundo semi-colonial se hunde en una miseria si cabe mayor. En este contexto, el colapso de los regímenes estalinistas es un factor que acentúa la crisis en el mundo capitalista, una especie de agujero negro que amenaza con chupar la economía mundial. Lo que los capitalistas podían ganar de una eficaz reintroducción del capitalismo en los antiguos estados obreros (dado el tipo de  restauración que es posible) no es suficiente, ni mucho menos, para crear las condiciones para un nuevo período de expansión capitalista comparable al de 1948-73. Sin embargo, lo que tienen que perder de su continua inestabilidad es considerable.   

El proclamado "nuevo orden mundial" no es una situación de dominio imperialista estable. El colapso del bloque soviético no conduce, en absoluto, automáticamente a esa situación. ¿Qué es lo que está en juego?. Es el intento por parte del imperialismo de establecer un nuevo equilibrio de relaciones internacionales. Un equilibrio estable, tal y como el que existió desde finales de los años 40 hasta principios de los años 70, y que comenzó a romperse desde finales de los '60. Tenemos que comprender los componentes de este equilibrio y la manera en que se rompió.   

En primer lugar, hubo un equilibrio entre las potencias imperialistas construido sobre la hegemonía -económica, política y militar- del imperialismo USA. Esta hegemonía se vió gradualmente socavada por la subida del imperialismo europeo y japonés, que llevó a la crisis del dólar de 1971 y al fin del sistema de Bretton Woods. El imperialismo americano perdió su hegemonía económica a la vez que continuaba siendo la potencia dominante desde el punto de vista político y militar. El comienzo de la crisis económica en 1973 comenzó a alentar la competencia inter-imperialista. Pero los efectos estaban amortiguados por la confrontación con el bloque soviético y postergados en el tiempo por el boom económico de los '80.  

El segundo equilibrio era el establecido por la división del mundo en el Tratado de Yalta, por el que el imperialismo le dejaba mano libre al estalinismo en su parte del mundo, y el estalinismo bloqueaba las revoluciones en el mundo capitalista. Este equilibrio (como los otros) era siempre contradictorio y movible, dado que implicaba a sistemas sociales antagónicos. Pero duró hasta los años 80 y fue un factor crucial de estabilidad capitalista, sobre todo en Europa.   

El tercer equilibrio concernía a la relación entre el imperialismo y el mundo semi-colonial, con el desarrollo de nuevas formas de dominio neo-colonial, que tenía su punta de lanza en el imperialismo americano, tras la desintegración de los imperios coloniales. Una nueva inversión capitalista y un mercado mundial en expansión llevaron a la industrialización de una serie de países semi-coloniales mientras que, a la vez, distorsionaban sus economías mediante la subordinación al mercado mundial. Con el comienzo de la crisis en los años 70, la inversión en la mayoría de estos países colapsó progresivamente, dando lugar a una caída drástica y a menudo catastrófica en los niveles de vida.   

A la vez, las burguesías imperialistas han desarrollado nuevas formas de pillaje para saquear la riqueza de los países semi-coloniales (la crisis de la deuda, el colapso en los precios de las materias primas, la privatización y la liberalización que eliminaba las últimas defensas contra el saqueo imperialista).   

El cuarto equilibrio tenía que ver con las relaciones entre las burguesías imperialistas y sus propias clases obreras, el famoso "consenso de la postguerra", que dio lugar en algunos países al welfare state, al que nos referiremos más adelante.   

Todos estos elementos de equilibrio comenzaron a romperse con el comienzo de la crisis a principios de los 70. Cada uno de ellos se ha convertido en su contrario, en factores desestabilizadores del orden mundial capitalista. La competencia inter-imperialista se está agudizando y escapando cada vez más a todo control; los países semi-coloniales se están hundiendo cada vez más en la pobreza y la inestabilidad; el estalinismo ya no puede jugar el mismo papel que en el período de la postguerra o incluso en los años 70, y el colapso de los estados obreros introduce elementos importantes de inestabilidad económica y política.  
     
Desde los años 70, el capitalismo, ha sido cada vez menos capaz de comprar la paz social a la clase obrera en las metrópolis imperialistas y ahora debe, por el contrario, intentar destruir las conquistas del pasado.   

El intento de crear un "nuevo orden mundial" representa, ante todo:   

a) la lucha por mantener una apariencia de orden en las relaciones inter-imperialistas o, más exactamente, un marco para establecer un nuevo equilibrio, en una situación donde ninguna potencia puede jugar el papel hegemónico desempeñado por el imperialismo USA después de la Segunda Guerra Mundial;    

b) en segundo lugar, el intento por reintegrar a los antiguos estados obreros en el mundo capitalista;    

c) en tercer lugar, el intento por mantener el control en sectores claves del Tercer Mundo y contener la situación explosiva traída por los efectos de la crisis;    

d) en cuarto lugar, el intento de instaurar una nueva forma de dominio sobre la clase obrera en los centros imperialistas, lo que significa ahora un ataque frontal a las conquistas de la postguerra.   

La ofensiva imperialista actual es un intento de mantener el orden y digerir todos los problemas antes expuestos. A la vez que el imperialismo tiene considerable margen de maniobra en el frente militar-diplomático, la crisis del capitalismo permanece sin resolverse. La tarea de la restauración del capitalismo en el Este, controlando al III Mundo y disciplinando a la clase obrera en los centros imperialistas es hercúlea, y las divisiones inter-imperialistas son cada vez más agudas.    

El imperialismo es agresivo y a veces capaz de ofensivas brutales, pero no está teniendo éxito en establecer nuevas formas de dominación. En la práctica, intenta dirigir lo esencial. La consecuencia natural es que crecientes partes del mundo están sufriendo una regresión dramática, y crecientes sectores de la población de los países capitalistas avanzados se están quedando al margen de la sociedad.   

Por supuesto, no hay situaciones imposibles para el capitalismo mientras que la clase obrera no haga la revolución socialista. Si los imperialistas logran infligir derrotas decisivas sobre la clase obrera y las masas oprimidas en los centros imperialistas, en los antiguos estados obreros y en los países semi-coloniales claves, entonces podría haber una nueva estabilidad del poder burgués. Pero esto implicaría un capitalismo incluso más bárbaro, con la instauración de regímenes bonapartistas o incluso fascistas, dictaduras policíaco-militares que desembocarían en la guerra. Aún nos queda mucho para eso. Pero a largo plazo, la alternativa es realmente socialismo o el aplastamiento de la clase obrera.   
        
La relación de fuerzas en Europa  

¿Cómo valoramos la relación de fuerzas entre las clases en Europa? Quizás merezca la pena intentar definir lo que queremos dar a entender con este concepto. Ciertos elementos de la relación de fuerzas entre las clases son muy estables: el tamaño y peso relativo de las clases. Otros son más variables, como el nivel de organización y conciencia y el grado de combatividad. Podemos decir que en los países claves de Europa, incluida Europa del Este, el peso social del proletariado es enorme. No obstante, querer subrayar simplemente esto puede ser una coartada para negarse a plantear los problemas de conciencia, la estrategia política y la dirección revolucionaria.    

En la Europa Occidental capitalista, el proletariado posee, con frecuencia, fuertes organizaciones sindicales (aunque se han visto debilitadas en la mayoría de los países durante los últimos 15 años) y han mantenido, en gran medida, las conquistas sociales del consenso de la posguerra. Sin embargo, este mismo proletariado está desorganizado por la reestructuración capitalista, debilitado por el desempleo, el trabajo temporal y precario, marcado por un cierto número de derrotas y está a punto de afrontar (como ya ha pasado en algunos países) un ataque violento sobre sus niveles de vida (en un sentido amplio).   

En esta situación, lo que es decisivo es ante todo la naturaleza de la dirección de la clase (que es en todas partes reformista) y , en segundo lugar, la disposición de los trabajadores a la lucha que, a pesar de su mala dirección, puede contrarrestar los ataques y crear las condiciones para construir una dirección alternativa.    

Dada la naturaleza de los ataques que se efectuarán sobre la clase obrera en el próximo período, podemos predecir grandes luchas, que traerán al campo de la acción a capas más jóvenes y nuevas. Estas luchas van a sacudir profundamente el movimiento obrero. Veremos probablemente un nuevo crecimiento de los sindicatos, con toda certeza, crisis, escisiones y reagrupamientos en el movimiento obrero. Se darán enormes oportunidades para construir organizaciones revolucionarias.   

Las burguesías europeas se enfrentan con la necesidad de atacar a una clase obrera, que sigue siendo capaz de reaccionar, en una situación de crisis de sus formas tradicionales de gobierno, lo que a menudo significa gobiernos débiles. A la vez, en una serie de países, las crisis llevan a la acción a capas no proletarias (campesinos, pescadores, sub-empleados) que representan en algunos países a sectores bastantes importantes. Una política correcta del movimiento obrero podría forjar una alianza con estos sectores bajo la dirección de la clase obrera.   

Al intentar apreciar la situación en Europa no deberíamos simplemente analizar la profundidad de la crisis capitalista, sino también la profundidad de la crisis de las direcciones tradicionales de la clase obrera y la debilidad de las fuerzas revolucionarias. Tenemos que hacer un análisis equilibrado.   
        
La naturaleza de la época  

No es superfluo reafirmar hoy que estamos viviendo en la época del imperialismo. Es decir, la época en la que el capitalismo ha cumplido su papel histórico de desarrollar las fuerzas productivas, la economía mundial, un mercado mundial, creando a la clase obrera. Donde en su período de declive, el capitalismo se repliega sobre sí mismo y se convierte en una fuerza que es destructiva y regresiva para la sociedad humana y para el medio ambiente.    

La época del imperialismo se caracteriza por las crisis endémicas para las que no existen soluciones económicas endógenas. La nueva tecnología no lleva de manera automática a un incremento en la producción de riqueza y no existen nuevos continentes a los que conquistar. Como consecuencia, el siglo XX se ha caracterizado por la competencia y la guerra inter-imperialista. Las guerras entre los países coloniales y semicoloniales y entre las potencias imperialistas, las guerras inter-imperialistas para volver a dividir el mundo, las guerras entre los países semi-coloniales.    

En este período de crisis semi-estructural del imperialismo estamos también en una época de revolución socialista. El capitalismo ya no puede hacer avanzar a la sociedad. O la clase trabajadora derrota al capitalismo mediante la revolución socialista, o la humanidad reincide cada vez más en el barbarismo.    

Todavía vivimos en una época de guerras y revoluciones. No hay necesidad de demostrar que la crisis mundial produce guerras. Pero también, durante todo este siglo, la crisis económica y la guerra han llevado a la revolución -victoriosa como en Rusia en el 17, derrotada y traicionada como en los años 20 y 30, bloqueada y deformada como después de la II Guerra Mundial. Hoy sólo la revolución socialista puede ofrecerle a la humanidad una perspectiva.   

La época imperialista, la época de las guerras y las revoluciones no comenzó en 1917, ni siquiera en 1914. Comenzó hablando de modo aproximado en 1900, con la integración forzosa de China en el mercado mundial capitalista. Y la época de las revoluciones comenzó en Rusia en 1905, seguida por las primeras revoluciones en los países semi-coloniales (Persia, México, China) y el incremento de la lucha de clases en Europa en vísperas de la I Guerra Mundial.   

El año 1914 marca el estallido de la primera guerra mundial imperialista. El año 1917 marca la primera revolución socialista victoriosa. La naturaleza de la época vuelve a cuestionarse por algunos seudo-marxistas. Sin embargo, la caída de los regímenes estalinistas no marcó el final de la época de la revolución socialista, sino sólo el final de un paréntesis histórico. Aún estamos en la época imperialista, y aún permanece la línea de demarcación entre los reformistas y los revolucionarios en el movimiento obrero. 

 
 
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