Palabras del Rector del
Instituto Nacional


El 25 de Agosto de 1993, la Gran Logia de Chile rindió un homenaje al Instituto Nacional con motivo de sus 180 años de existencia.

El acto se llevó a efecto en el Gran Templo de la Gran Logia, ubicado en Marcoleta #659. En dicha ocasión se contó con la intervención del actual Rector del Instituto Nacional, señor Sergio Riquelme Pinna:

 

Gran Maestro de la Gran Logia de Chile

Señor Marino Pizarro Pizarro

Distinguidas autoridades

de la Gran Logia de Chile,

Ex Profesores y ex Alumnos del Instituto Nacional,

Distinguidos Maestros y funcionarios

del Instituto Nacional; Alumnos;

Señoras, Señores:

Para los pueblos de antigua data, 100 o 200 años tal vez no tienen gran dimensión histórica, sin embargo, para los pueblos de América Latina y en particular para los chilenos, con una historia republicana iniciada el siglo pasado, 180 años cobran una especial significación.

El Instituto Nacional emerge a la vida como ya se ha acordado un 10 de agosto de 1813, en un momento crucial de nuestros inicios de Independencia. Obra del pensamiento de hombres de conciencia ilustrada, de pensamiento esclarecidos. De hombres de voluntad puesta al servicio de grandes ideales. Hombres que soñaron el bienestar y la felicidad de los pueblos a través de las herramientas de la docencia, la cultura y la ilustración. Son ellas, sin duda, herramientas que de verdad hacen libres la conciencia, forman el hombre integral, humano, y por sobre todo el plasmado de valores éticos.

Juan Egaña, Manuel de Salas, José Miguel Infante, por sobre todo Camilo Henríquez, le dan al Instituto Nacional no sólo sus inicios sino su rumbo señero a través del postulado de "dar a la patria ciudadanos que la dirijan, la defiendan, la hagan florecer y le den honor".

En un mundo de hoy, con sus fronteras abiertas al desarrollo competitivo, con la rápida transmisión de las comunicaciones, con la difusión de los conocimientos pareciera que el postulado que formulara Camilo Henríquez estuviera muy lejano y discordante de nuestros tiempos. Sin embargo, su imperativo ético aparece tan vigente como ayer porque debemos formar ciudadanos que:

  • Defiendan al ser humano y la biosfera en que habita para que su condición de persona íntegra y libre no sea avasallada por el mundo consumista de hoy.
  • Es necesario orientar a nuestros jóvenes para que dirijan su participación ciudadana a los grandes valores de nuestra cultura y a fines nobles de solidaridad y justicia.
  • Debemos incentivar su espíritu creativo, sus iniciativas, el estudio y la investigación científica para que el espíritu humano florezca.
  • Es indispensable que vivan con honor para que sean felices en la tranquilidad del deber cumplido, la responsabilidad y la conducta justa en los hombres de bien.

El postulado henriquiano resume los fines mismos de la educación, que en boca de Aristóteles: "sin la educación de la juventud no florecen los Estados". Ella "debe ser el primer cuidado de los legisladores" dice Henríquez citando al sabio antiguo, y Egaña sostiene: "deben sacrificarse los fondos más sagrados si pensamos en ser libres". Qué visión más esclarecida! Qué fuente más extraordinaria, como vertiente de origen tiene el Instituto Nacional!

Nacido en medio de la guerra patria, con apremiantes dificultades económicos e ideológicas, nació para bien de los chilenos el primer colegio de la República. Fue el viejo claustro del colegio de San Miguel, su primer solar. Cerrado por la mano del realista Osorio, reabierto por el libertador O’Higgins "para formar ciudadanos y no súbditos".

Nuestro Instituto camina por los tiempos y por la historia con las vicisitudes propias de la República misma, siguiendo el pulso de la historia de nuestro Chile con sus grandezas y también con sus flaquezas.

Hoy nos detenemos en el tiempo, hacemos un alto para recordar, para rendir el homenaje merecido y continuar nuestra senda por la historia.

Qué es el Instituto Nacional como institución educativa? Lo repetiremos cuantas veces sea necesario, y especialmente en el lugar que hoy nos acoge; templo del saber, de la libertad, de la tolerancia, de la igualdad y de la fraternidad. El Instituto es un colegio laico, pluralista, democrático, de tradición, de excelencia académica, laico sin que el término tenga matices peyorativos con que suele usarse, sino un alto sentido de respetar el pensamiento de cada cual, y por ello es pluralista, donde conviven niños, jóvenes y maestros sin más requisito que el mérito de sus capacidades, y por ser pluralista, es democrático, donde niños y jóvenes de distinto origen socioeconómico, credo y razas pueden convivir en garantías, iguales condiciones, exigencias, derechos y deberes, sin la barrera estigmatizante y vergonzosa de educarse a cambio de lucro y de dinero.

Su tradición es su "buen pasado" que aflora y surge como lo canta su himno, pero su buen pasado y su buena tradición no es otra cosa que una tradición de renovación y de cambio, ella es la fuerza vital y vivificadora del Instituto, como la renovación de la vida, allí está la fuerza del Instituto Nacional: foco de luz de la Nación: el movimiento literario de 1842, la Universidad de Chile, el Internado Nacional Barros Arana, el movimiento scout, la Academia de Letras, su revista El Boletín, grupo de teatro, talleres, academias, ramas deportivas, bastan tan sólo para rubricar que no sólo decencia ha impartido, sino que ha sido padre generoso en proliferar ilustración y cultura de la Nación toda.

Cantera mágica, qué otro calificativo puede dársele: 16 mandatarios de la República, legisladores, artistas, literatos, científicos, profesionales, héroes, hombres de empresa, laboriosos hombres de trabajo, que los mil oficios de la vida han sabido llevar la impronta como lo reza nuestro estandarte que "el trabajo todo lo vence. El trabajo dignificador, el trabajo creador, el trabajo que es laboriosidad y tesón de hombre y también su más alta justificación.

Cuántos valores encierra el Instituto Nacional!, por ello, por su entrega generosa al servicio de la juventud chilena en cada agosto de su aniversario hace fluir la gratitud, el reconocimiento y el respeto de la Nación toda.

Esta tarde, me corresponde como Rector y en nombre de la comunidad institutana, expresar los sinceros agradecimientos a: La Gran Logia de Chile, a su gran maestro don Marino Pizarro Pizarro y a través de él y de los altos dignatarios, a la Orden Masónica chilena, por este hermoso homenaje impregnado de los altos valores que encierra tan importante institución, por esencia también docente, a quien Chile y el Instituto, a lo largo de la historia debe importantes aportes en aras del progreso, la paz, la tolerancia, el mejoramiento de la sociedad para bien del Hombre y la Humanidad.

Muchas Gracias

 

"Aniversario 180" "Página Principal"


institutano@hotmail.com