| 
   
     ¿Está la Argentina convirtiéndose en un
  “santuario nacional para terroristas extranjeros”?. Esa es la pregunta que
  se hace el sitio de internet  Ambitoweb.com esta semana. Como sugiere el
  provocativo comentario, es una posibilidad que alarma en estos días a más de
  un argentino. 
  
     Es también una pregunta que merece la atención
  de los políticos de Estados Unidos. La Argentina se parece cada vez más a la
  Arabia Saudita de antes del 11 de Septiembre, pero en Sudamérica. 
  Aunque las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos son cordiales,
  lo que se está cultivando en el Cono Sur difícilmente califique a la
  Argentina como aliado en la lucha contra el terrorismo. Habiendo probado los
  frutos del doble lenguaje saudí cuatro años atrás, Estados Unidos no debería
  dejarse sorprender por segunda vez. 
  
     La preocupación despertada en Ambitoweb.com llega
  inmediatamente después de una decisión de un juez argentino de rechazar la
  solicitud de Chile de extraditar a Sergio Galvarino Apablaza. También
  conocido por su nombre de guerra, Comandante Salvador, el chileno es un
  antiguo jefe del grupo extremista de izquierda llamado Frente Patriótico
  Manuel Rodríguez.  Está acusado del asesinato del senador chileno Jaime
  Guzmán en 1991, y del secuestro de Cristian Edwards, hijo del propietario del
  diario chileno El Mercurio. 
  
     El gobierno del socialista chileno Ricardo Lagos
  no es precisamente una junta derechista dedicada a capturar enemigos políticos,
  particularmente uno de la ideología de Apablaza. Lagos es famoso porque una
  vez desafió al General Augusto Pinochet a dejar el poder. Pese a esto, según
  Ambito, el juez argentino que rechazó el pedido de extradición “asumió
  que los crímenes atribuidos a Apablaza eran de naturaleza política”, y
  ordenó su libertad inmediata.   
  
     El miércoles, Apablaza se presentó en el cuartel
  general de un grupo de derechos humanos en Buenos Aires, proclamando que lo único
  que lamentaba era “no haber hecho más para terminar con la tiranía de
  Pinochet”. Eso suena muy valeroso, hasta que uno se entera del hecho de que
  Guzmán fue asesinado mucho después de que el Gral. Pinochet voluntariamente
  dejara el poder en manos de un gobierno civil elegido democráticamente. Su
  asesino  obviamente tenía algún otro objetivo en su mente, más que el
  de liberar al pueblo chileno. Como era de esperar, el Partido Comunista de
  Chile celebró la decisión argentina. El Comandante Salvador mantiene su
  inocencia y el jueves pidió a las Naciones Unidas que le reconozca status de
  refugiado político. 
  
     Lamentablemente, la decisión del tribunal federal
  de proteger a un terrorista chileno buscado no es un evento aislado, sino un
  rasgo distintivo que hoy prevalece en los niveles más altos de la
  política y la jurisprudencia argentinas. En Mayo la Corte Suprema rechazó la
  extradición de un terrorista que pertenece al grupo separatista vasco
  conocido como ETA, que se ha cobrado más de 850 vidas desde 1968. Jesús María
  Lariz Iriondo está acusado de un atentado con bomba en 1984 en Eibar. Sin
  embargo la corte dictaminó que el acto terrorista que le es atribuido no es
  un crimen de lesa humanidad. Por lo tanto, el delito ha prescripto y su autor
  ya no puede ser acusado por el hecho. 
  
     En una editorial titulada “Crímenes de lesa
  humanidad”, el diario La Nación, en su edición de ayer señaló que
  esto es directamente contrario a la resolución de 1996 de las Naciones
  Unidas, que define crímenes de lesa humanidad como “actos criminales con
  objetivos políticos cometidos o planificados con el objeto de provocar un
  estado de terror entre la población en general o en un grupo específico de
  individuos”. 
  
     Una interpretación literal de la resolución de
  las Naciones Unidas resulta inconveniente para el gobierno de Kirchner. El
  grupo terrorista argentino conocido como “montoneros”, junto al ERP
  (apoyado por Fidel Castro), cometió atrocidades -como las de ETA- contra
  inocentes durante una década, antes de y durante el gobierno militar que tomó
  el poder en 1976, produciendo más de 1.500 víctimas. Hoy, la Argentina
  permite a muchos montoneros reconocidos circular por el país con impunidad.
  Algunos son miembros del gobierno. Esto, por supuesto, es el núcleo del
  problema de Kirchner: ¿cómo puede perseguirse a terroristas chilenos y
  vascos  mientras los antiguos montoneros gozan de absoluta libertad?. 
  
     La base de pensamiento de Kirchner es de extrema
  izquierda, antinorteamericana, y durante los últimos dos años se ha movido rápidamente
  para llenar el máximo tribunal argentino con jueces que piensen como él. En
  nombre de la justicia la corte recientemente anuló la amnistía otorgada a
  los militares en 1986 y 1987 por sus crímenes durante la “guerra sucia”.
  Pero no ha dicho nada respecto de investigar a antiguos terroristas de ERP y
  montoneros que utilizaron el mismo tipo de tácticas observadas ayer por la
  mañana en Londres, hasta que fueron acallados por el gobierno militar. 
  
     Hoy en día Argentina tienen poco en común con países
  serios como Chile, y más en común con Nicaragua, que está nuevamente bajo
  el ataque sandinista. En mayo, jueces nicaragüenses se negaron a extraditar a
  Italia a Alessio Casimirri, acusado del secuestro y asesinato del ex Primer
  Ministro Aqldo Moro en 1978. 
  
     Para entender el porqué de las simpatías del
  gobierno de Kirchner, es válido prestar atención a uno de sus más
  importantes aliados políticos, Hebe de Bonafini, de  Madres de Plaza de
  Mayo, que festejó lo sucedido el 11 de Septiembre.  Informes periodísticos
  en Buenos Aires dicen que Bonafini luchó duramente para que le fuera
  otorgado asilo político a Lariz Iriondo. El mes pasado estuvo en La Habana
  con Fidel Castro, Hugo Chávez y el guerrillero salvadoreño Shafik Handel,
  protestando contra Estados Unidos por no haber extraditado al anticastrista
  Luis Posadas Carriles a la provincia cubana de Venezuela, para ser juzgado por
  terrorismo. 
  
     La Argentina tiene una historia de haber protegido
  a algunas de las figuras más oscuras del mundo, incluyendo fugitivos nazis
  luego de la 2° Guerra Mundial. El Hezbollah, patrocinado por Siria e Irán,
  está sospechado de haber orquestado en 1992 el atentado contra la embajada de
  Israel en Buenos Aires, y en 1994 contra el centro comunitario judío AMIA.
  Nadie ha sido llevado ante un tribunal por esos terribles eventos. Kirchner
  dice estar investigando nuevamente aquellos atentados, pero los 11 años
  transcurridos no dan muchas esperanzas. 
  
     A pesar de esa promesa, Kirchner se niega a
  condenar a Chávez pese a que  en 1994, el niño malo venezolano atacó
  de palabra a la comunidad judía de su país, y apañó un ataque a una
  escuela judía de Caracas. Según el sitio web del Departamento de Estado
  norteamericano, en el año 2004, volantes antisemitas estaban “disponibles
  al público en la sala de espera de los ministerios del Interior y
  Justicia”. 
  
     Cuando la Secretaria de Estado Condi Rice se reunió
  en Abril con el ministro argentino de Relaciones Exteriores, la agenda
  contemplaba el tema de los derechos civiles en Venezuela. Pero un vocero del
  ministro argentino dijo que, en lugar de eso, la conversación se centró en
  lo que Argentina quiere: más préstamos del FMI, presumiblemente para
  mantener a los simpatizantes de Kirchner provistos de banderas norteamericanas
  para quemar. Los Estados Unidos deberían haber aprendido más de su
  experiencia saudí.
   
  
             |