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QUÉ TENEMOS QUE HACER?*
(P. Leonardo Castellani)

   Hay mucha gente desanimada por la política. Andan preguntando: "¿Qué tenemos que hacer?". Algunos ni siquiera preguntan, sino que resueltamente dicen: "No hay nada que hacer."

   Para un cristiano, la respuesta es muy sencilla: hay que salvar el alma.

   — ¿Y la Patria?

   — Salvar la Patria también, de ese modo.

   — Primero salvar el alma, y ¿después?...

   —No. Las dos cosas juntas. A la vez. Pero la segunda condicionada a la primera. Al mismo tiempo y una en ancas.

   —No entiendo —dice el argentino, que le gusta más que el alma la política.

   —Es muy sencillo. Ustedes, que se llaman nacionalistas...

   — ¡Alto!

   — Perdón; ustedes, los nacionalistas —algunos, digo, no todos—, más bien muchos, exceptuando lo presente...

   — Ahorre salvedades...

   — Muchas veces quieren poner orden afuera, sin tener primero orden adentro. Mucho hablar de disciplina... para los demás. Mucho clamar por la jerarquía y algunos en la práctica no practican ni respetan ninguna jerarquía. ¡Dios, Patria y Hogar!... Algunos con el hogar andan cimarrones, y a Dios no lo conocerían si lo encuentran en la calle. ¿Qué van a hacer por la Patria? Nadie da lo que no tiene.

   —Vos querés que primero seamos santos y después hagamos política.

   —Ningún santo ha hecho política. Santos a estas horas deberían ya serio, empezando por mí. No. No hay primero ni segundo en este asunto: las dos cosas son la mesma cosa. Para algunos, por vocación de Dios, salvar el alma es lo mismo que salvar la Patria. Cuanto a mí, por vocación también, yo tengo que empezar por el otro lado; pero en finiquito, es lo mismo.

   — ¿Y nosotros?

   — Ustedes dicen que lo que viene sucediendo es un desastre nacional. Los desastres sirven para purificar. Purificarse. Todo desastre es una prueba. De probar y salir probado. Examen de conciencia: poco echar la culpa al 1 prójimo y mucho mirar por las culpas propias. ¿Negarán ustedes, los que se llaman nacionalistas...

   — ¡Un momento, cura!

   — Perdón, ¿negarán ustedes, los nacionalistas, que tienen culpas treme­bundas?

— Las reconocemos ante Dios; pero no admitimos discusión.

— No deseo discutirlas.

   — En concreto, ¿qué hay que hacer?

   — En concreto, hacer todo el bien que uno pueda alrededor suyo, a corta distancia, lo que está a mano, sin embarazarse de grandes planes, de grandes empresas, de grandes proyectos, de grandes revoluciones. Lo que dice la fá­bula de el ladrón ¡Miren qué mal les fue...!

   — Miren qué mal nos fue...

   — Perdón. Miren qué mal nos fue con el famoso "castigar a los culpables y recobrar los bienes mal habidos". Nos castigaron a nosotros; y si nos descuidamos, nos van a quitar hasta los bienes bien habidos.

   — ¿Y adónde deja usted el martirio?

   — El martirio lo dejo para mí. Eso no es para ustedes. Ustedes son los que se las dan de políticos...

   — ¡Basta, cura!

   Perdón; ustedes son políticos. Cuando un político va al martirio, fracasó. El político tiene la obligación de triunfar. Sólo el cura tiene la obligación de fracasar... porque el cura, cuando fracasa bien, triunfa a su manera. Mihi vivere Christus est et mori lucrum.

   — ¿Y cómo es esa acción que usted denomina a corta distancia?

   — Les voy a poner primero un ejemplo y después la teoría. Hace poco se constituyó una S. R. L. de ganaderos, unos diez hermanos, primos, hijos y nietos, y labraron un contrato al uso antiguo, de esos en que al principio se nombraba a Dios; y no a cualquier Dios, sino a la Santísima Trinidad y hasta al mismo Jesucristo, si a mano viene. Aquí tienen el preámbulo de contrato. Esto llamo yo acción nacionalista a corta distancia, acción de raíz y no de hojas. Léanlo. 

N. N. HERMANOS, S.R.L. 

Preámbulo

   Dios puso alma en el hombre, para que ésta lo guiara hacia su fin verda­dero.

   Encabezamos los estatutos de nuestra asociación de trabajo con este preámbulo, que contiene los principios cristianos fundamentales que inspiran nuestra acción, para que nos marque el rumbo permanente a seguir.

   Por varias generaciones los N. N. han vivido unidos al campo argentino; de la "buena tierra" que trabajaron y trabajan según las leyes de Dios y las costumbres dé los hombres, les ha venido todo lo que tienen.

   Hoy, cuando el mundo está revuelto, cuando parece que se ha perdido el rumbo y cuesta encontrar la huella, descendientes de Manuel N. N., en lo más profundo de su sentimiento, han concebido la idea de unirse más to­davía, sumando a su misma sangre, a su idéntico concepto cristiano respecto a la existencia humana, a su coincidencia en la apreciación de la vida, iguales intereses en el trabajo.

   Padres, hijos y nietos, todos educados en la misma escuela, han aprendido a admirar las mismas virtudes, a cultivar las mismas cualidades; y, por sobre todas las cosas, a querer entrañablemente a la tierra y a su trabajador.

   Al morir, el abuelo Manuel dio a sus hijos los consejos del labrador a los suyos.

   Ese mandato más que nada es lo que procurarán cumplir; y su fin verda­dero, el único, absolutamente el único, es vivir en la tierra como Dios manda y como Cristo enseñó.

   Por eso, y como gratitud con el campo, esta reunión de varones de una misma sangre prometen conservar las puras tradiciones de la familia.

   Bajo el Signo de la Cruz, símbolo de Quien está por encima de todo, guiará sus afanes la pasión de ser justos, en el más grande sentido de la palabra.

   Recíproca comprensión, bondad ilimitada, confianza, fe y caridad, debe­rán tener sus actos todos. Resumiendo: Unidos trabajarán la tierra, que rega­rán con sudor; y el fruto que les dé emplearán sólo para subsistir y mejorar conforme a las leyes de Dios.

Provincia de Buenos Aires, enero 17 de 1946 

   — ¿Lo han leído? ¿Qué les parece?

   — Estupendo escrito. ¿Quién lo hizo?

   — Un joven capitán del Ejército[1], que es al mismo tiempo hacendado, y quiere salvar su alma al mismo tiempo que —si es posible— la Patria. No antes ni después. Al mismo tiempo. ¿Quieren ahora la teoría?

   — ¡No! Déjenos primero meditar esto.

   — Meditar para imitar, imitar para mejorar. Hasta pronto.

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  • * “Cristo ¿vuelve o no vuelve?”, Ed. Dictio, 2ª edición, Bs. As., 1976, pag. 212.
  • [1] Capitán Güiraldes (a) el Tacho ; capitán, en 1945.

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