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CLARA Y PRECISA DENUNCIA DE UN  
CENTRO DE DETENCIÓN CLANDESTINO
       

ATAMISQUI, 22 de agosto de 2006.

Señor:
D JUAN PAMPERO                                          OBJETO: Transmitir una denuncia modelo.
Presente

De mi consideración:

Conociéndolo a usted señor, como hombre preocupado por todo aquello que acontece en nuestra vapuleada Patria, le hago llegar este modelo de testimonio y denuncia para que, por los poderosos medios con que cuenta, los haga llegar hasta los rincones más alejados de nuestra geografía, siguiendo siempre nuestro combate contra el fascismo de la dictadura militar que asoló la tierra como la Bestia que cita el Apocalipsis de Juan.

En el día de hoy uno de los fiscales que entiende en la causa que se le sigue al genocida Etchecolaz, de apellido judío él (nada menos que el Vicepresidente de la Hebraica), aunque no viene al caso mencionarlo, hizo lugar a una inspección ocular en una estancia de la provincia de Buenos Aires donde funcionó uno de los más de 500 campos de exterminio de nuestros jóvenes idealistas.

El único testigo presente resultó ser un hombre de estatura mediada, de tronco robusto, canoso, de unos 70 años de edad, a medio cubrir su rostro por una gorra de colores. En ese lugar estaban presentes no menos de 15 personas, que supongo serían empleados judiciales, y una veintena de periodistas, algunos de medios extranjeros. El texto de su declaración, tomado de la cinta que alcancé a grabar, es el que sigue:

“Bueno… Esteeee…. Este es el lugar. No. No hay duda. Este es el lugar. Me doy cuenta por la posición del sol y el olor del campo. Allá funcionaba el comando… Era la cueva de Etchecolaz… Al lado había una casita donde se torturaba… De aquel lugar, de donde ahora viene el viento, estaban las prisiones… Allí estuve yo con… con… coso… discúlpenme no me acuerdo de su nombre, pero fue mi gran amigo... Siempre me pasa lo mismo. Porque esto fue terrible: éramos cientos, miles de detenidos… En aquel lugar los mataban y a la noche quemaban los cuerpos… Pero eso era del otro lado de la cosa. De este lado los fusilaban… Las llamas alcanzaban más de veinte metros de altura… Ahora todo esto está demolido, es todo campo pelado, pero entonces estaba rodeado por alambradas electrizadas… Los guardias se pasaban con perros y ametrallaban a todos los que se querían escapar… Yo estaba en una celda… Solo… Encadenado… Pero en frente tenía a otros detenidos… Había también mujeres… Eramos… no sé cuántos éramos. Todas las mañanas venían los guardias a llevarse una media docena… Todos sabíamos que era la última vez que los veíamos… Y a la noche traían seis nuevos… A mí me detuvieron porque… porque… no recuerdo de qué me acusaban… Esto fue terrible… Allá estaban los baños y por aquí estaban los reflectores. Lástima que no me acuerde los nombres… Pasó mucho tiempo…”

Como usted puede apreciar don Juan un testimonio bien preciso, exacto, con pruebas irrebatibles y extremadamente concreto como para mandar a la cárcel a unos 200 Etchecolaz juntos. Tan es así que el fiscal hebreo (digo esto porque él es de la Hebraica), que estuvo siempre al lado del testigo, a cada aseveración de éste asentía con la cabeza como si estuviese viendo todo lo que se le relataba, siendo que enfrente sólo tenía un pajonal. Una mujer en el costado izquierdo del deponente iba haciendo un gráfico del campo de concentración con una imaginación frondosa como un ombú en primavera.

Es un pasito más de la Justicia Argentina don Juan.

Sin otro particular y agradeciendo desde ya la difusión de este valioso documento aprovecho para saludarlo cordialmente. Su siempre amigo

                                                            CLODOMIRO CORDERO

Gorriti 259
(4315) Atamisqui
(SANTIAGO del ESTERO)

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