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  Mire don Mariano que yo lo escucho hablar de las encuestas que le dan
  cifras ganadoras a nuestro presidente sin que falte domingo. Y usted las
  repite como una verdad incuestionable, en actitud casi religiosa. Lo que me
  parecería acertado, siempre y cuando a usted le conste que aquellos guarismos
  son la vera imagen de lo que está pasando en la calle. Que es lo que no me
  pasa a mí, que ándome todo el día de codeo con la gente de aquí y de allá,
  de allende la General Paz y de aquende estos pagos y, para colmo, sin poderlos
  soslayar.
  
  
     
  Por eso me decidí a escribirle estas líneas, que no hacen otra cosa
  que reflejar un hecho de la vida real ocurrido hace tiempo que pinta
  acabadamente la idiosincrasia de nuestro pueblo respecto a las encuestas y al
  que, sin más circunloquios, se lo paso a relatar. 
  
   
    
  Estando yo en la ciudad capital de Santiago del Estero, lugar donde se
  meció mi cuna, me fui de visita a la casa de don Cirilo Gauna que vivía en
  la calle Mendoza al fondo, después de la avenida Roca, casi llegando al
  Parque Aguirre. Unos días antes, al encontrármelo en la Plaza San Martín,
  en la esquina de la Confitería Ideal, le había prometido mi visita para
  recordar tiempos idos departiendo el frescor de las mañanitas de marzo.
  
   
    
  Esa alborada lo encontré amargueando con su esposa, Misia Deolinda, a
  la sombra que da el parral de uva rosa, que tan bonito se da en el patio
  trasero de aquella casa, pegada al fondo con la de los Villagrán. Y ahí no más
  nos trenzamos los tres en una conversación muy amena y divertida, entre mate
  dulce (porque yo era visita) que va y cuento que viene, cuando las andanzas se
  mezclan y las añoranzas regresan arrasadoras. 
  
   
    
  En esta parrafada estábamos cuando alguien, de repente, golpeó fuerte
  las palmas del otro lado de la casa, que sería la puerta de entrada. Porque
  usted, don Mariano, ha de saber que desde 1957 don Cirilo ha prometido ponerle
  timbre a la puerta de calle, y decía que no lo había hecho todavía porque
  parece que la encomienda con el pedido resultó extraviada en los berenjenales
  del correo.
  
   
  -         
  ¡Haber
  m´hija! –le dijo doña Deolinda a la hermosa jovencita que nos acarreaba
  los mates desde la cocina a leña-. Fijate quien es y no digas nada: calladita
  vení a contármelo a la oreja.
  
   
    
  Salió la muchacha a cumplir su cometido y nosotros continuamos con el
  rosario de  recuerdos que a mí me
  daban tanta gracia. Unos minutos después volvió la mensajera.
  
   
  -         
  Es
  la mujer de la encuesta Doña Deolinda… -le dijo casi susurrando.
  
   
  -         
  ¡Otra
  vez! Pero si ya le dije todo la otra mañana… -decía la dueña de casa hablándole
  a la moza pero jugando entre los ojos de don Cirilo y los míos.
  
   
  -         
  Sí
  doña, pero mire vea, que esta es otra. La anterior fue la del censo. Esta
  dice que es de una encuesta. Y se ha venido como con cuatro más de
  comitiva…
  
   
  -         
   ¿Y
  cómo es eso? –le preguntó Misia Deolinda.
  
   
  -         
  Si,
  así es mi señora. Ella se cayó acompañada como cuatro más que digo yo
  deben ser del gobierno…
  
   
  -         
  ¿Y
  cómo sabes eso? ¿Acaso a vos también se te ha dado por inventar?
  
   
  -         
  No.
  Se lo digo porque andan de traje y corbata y están todos perfumados –le
  respondió la chica con los ojos tan abiertos que parecían un par de huevos
  duros, mientras con los dedos hacía rulos con su delantal de tela vasca.
  
   
  -         
  Bueno…bueno…
  Mirá, andá y preguntale bien que es lo que quiere. Yo no la puedo atender
  ahora porque estoy con una visita muy importante –que digo, sin duda era yo,
  motivo por lo que el viejo Cirilo largó su carcajada tomándose de las dos
  rodillas y agachando la cabeza.
  
   
    
  Al rato regresó la recadera levantando polvo al barrer de sus
  alpargatas por el patio de tierra.
  
   
  -         
  La
  señora quiere saber si los de esta casa son radicales o peronistas, por quién
  van a votar en los próximos comicios y cuánta gente es la que vive en esta
  casa…
  
   
  -         
  M´hijita,
  andá y decile a la señora y a la diputación que se ha traído –le soltó
  Misia Deolinda-, que aquí somos todos radicales; que a los peronistas no los
  podemos ni ver de puro maulas que son, y le prohíbo que diga esa palabra en
  mi casa. Que vamos a  votar por
  los radicales, que en total somos ocho, con vos que sos la yapita que Dios me
  dio.
  
   
  -         
  Pero
  Misia Deslinda yo quería… -intentó decirle la moza.
  
   
  -         
  ¡Vos
  no querés nada! Y andá a hacer lo que se te dice y no hagas lo que
  pienses…
  
   
    
  Mientras la mandada hacía lo suyo, me quedé mirándole de atrás su
  andar tan donoso y le pregunté a la dueña de casa:
  
   
  -         
  Dígame
  comadre Deolinda: de dónde ha sacado usted esta alhajita que tiene cintura de
  palmerita y ojitos de pedernal que van soltando chispas capaces de incendiar
  un pajonal.
  
   
  -         
  ¡Ah,
  mirámeló Cirilo a tu amigo que es rápido como un refusilo! –dijo Deolinda
  y agregó:- Me la dieron en Colonia Dora cuando era una guagüita y por eso se
  llama Dora… Dorita le decimos nosotros. Es la hija que Dios me dio de esta
  manera…
  
   
    
  En eso volvió Dorita muy seria con el resultado de la mensajería.
  
   
  -         
  Quiere
  saber la señora de la encuesta qué opinan los de la casa del señor
  interventor… No sé… así me dijo –agregó temerosa al final y bajando
  la cabeza, porque pensaba se le vendría otra zarabanda.
  
   
  -         
  ¡Ah,
  sí, ya sé! –exclamó Deolinda-. Decile que aquí, en casa, pensamos que el
  señor interventor de Buenos Aires es la mejor persona de este mundo y que
  queremos que se quede diez años más hasta que esta provincia se arregle.
  
   
    
  Y nuevamente partió la chica llevando la otra parte del mensaje.
  Entonces yo aproveché para preguntarle a mi interlocutora, porque don Cirilo
  guardaba riguroso silencio fumándose un chala con tabaco negro que le habían
  mandado de Salta y le hacía amarillear sus medio rucios bigotes de
  arcabucero.
  
   
  -   
  Dígame comadre: ¿por qué le ha dicho usted a la encuestadora todo al
  revés?
  
   
  - 
  ¿Como qué, por ejemplo? – me espetó frunciendo el entrecejo con
  aire de tormenta, mientras acomodaba la bombilla 
  en el mate y le ponía unas hojitas secas de poleo.
  
   
  -   
  Como que usted le ha dicho que son ocho los de esta casa y a penas
  cuento tres…
  
   
  -   
  ¿Usted don Guillermo me está queriendo decir que yo le mentí?
  
   
  -   
  ¡No, no, no! No lo tome así comadre, pero es que… -le respondí
  tratando de arreglar.
  
   
  -   
  Mire vea mi companaje: ¿qué quiere usted que le diga? Si esa chinita
  de la encuesta es mentirosa y falsa como la que más y…
  
   
  -   
  ¿Cuál es, che? – la interrumpió don Cirilo masticando su cigarro
  en chala.
  
   
  - 
  ¡Si vos la conoces! No te me hagas el sordo que escucha. Es la chinita
  hija de los Salvatierra que ahora anda de doctora haciendo política… La han
  vestido de señora y se trujo cuatro negros perfumados para que pensemos que
  es gente decente. Ella al final dirá lo que le conviene, con tal de guardar
  el puestito y le dirá al interventor federal lo que el quiere oír. Que está
  bien, porque para eso le paga: para que mienta bien y haga dudar hasta al más
  rebelde y cabestreador. ¿Y usted compadre quiere que yo les hable con el
  corazón? –me dijo apuntándome con el dedo índice- ¡Ah, no! Yo les hablo
  con mis alpargatas que son marca Rueda y Luna, las mejores. ¿Qué más
  quieren estos sotretas? ¡Si hasta estoy pensando que es un lujo! … Y esta
  mismita tarde voy a traer al freire Alfonso de San Francisco para que me le
  eche agua bendita al lugar donde estuvieron parados… ¡Si, si, si! Y esta
  noche le voy a prender una vela a la Virgen de Loreto. 
  
   
    
  Unos tres días después salió en el diario El Liberal de los Castiglione, que la U.C.R. tenía un 60% de
  intención de voto entre los santiagueños, y el Interventor mandado por
  Buenos Aires llegaba al 81% de popularidad en la población de la capital, La
  Banda, Añatuya y el resto de la campaña hasta llegar a Silípica,
  Caspicuchuna y Sumamao.
  
   
    
  Pero durante las elecciones que se hicieron después, en Santiago, se
  produjo una nevada… por la cantidad de votos en blanco del peronismo… ¿Te
  acordás che Mariano? 
  
   
    
  Moraleja: fíjese bien don Mariano, a la vuelta y a su lado, aunque le
  griten y pisen. No repita lo que dicen, poniéndose contramano: cuando le
  digan que salió el sol, diga usted que está nublado.
        
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