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Mis queridos amigos: 
   
Después de hacer Diana a las cinco de la mañana, saludar al Pabellón Nacional y 
rezar un par de maitines, púseme a amarguiar debajo del parral de uva rosa, 
donde una camelia mimosa solloza junto al brocal del pozo que junta agua de 
lluvia para que el mujeraje se lave el cabello, me recordé de algunas cosas que 
no les dije con motivo del día de la Soberanía Nacional. Y ellas son las que 
siguen: 
   
Al amparo de la escuadra anglofrancesa al mando del inglés Honthan y el francés 
Trehouart, el pirata Garibaldi (tal es el nombre que le da la prensa de Buenos 
Aires), había saqueado a Colonia del Sacramento y antes de que ella entrara por 
el Paraná Guazú, se desprende de ella (compuesta 11 barcos de guerra, 3 de ellos 
vapores acorazados, y 90 naves mercantes cargadas de abalorios y porquerías para 
su venta río arriba), y remonta el río Uruguay hasta Gualeguaychú, que dista 
unos 100 Km de la boca del Guazú y del Paraná Pavón. Allí saltearía la ciudad, 
matando todo lo que más pudiese, sin respetar sexos, edades o condiciones, para 
terminar demoliéndola a cañonazos. 
   
El monto del botín no se conoce con certeza. José María Rosa se inclina por 
30.000 libras esterlinas. Otros que un poco menos, sin faltar los que digan que 
más. Nuestros historiadores siempre tan faltos de memoria, en una ciencia donde 
hay que tenerla, dicen que dicho monto no se puede calcular para reducirla a 
moneda actual y darles a nuestros jóvenes una idea del robo. 
   
Miren ustedes lo difícil que es: una libra esterlina era una libra de oro. 
Digamos que aproximadamente un medio kilogramo. De manera que 30.000 libras 
serían alrededor de 15.000 Kg de oro. Si el gramo de oro se cotiza hoy en Suiza 
a $ 46, mil gramos serían $ 46.000. De manera que 1Kg oro = $ 46.000. Si a esto 
lo multiplicamos por 15.000 resulta que: 
46.000 x 15.000 =  $ 690.000.000 (de los actuales) 
   
Un buen toco, no me digan que no. Esta es la cifra con que se alzó el bucanero 
Giuseppino de Gualeguaychú solamente. Mas como a él ni a ninguno de sus 
filibusteros se les encontró una brizna de oro, es de pensar que se lo entregó a 
alguien. Y ese alguien fue el Almirante de Su Majestad Británica que se lo 
terminó llevando para la Incalaperra. ¿Y el francés no ligó nada? Nada, porque 
si es francés es un idiota. Esto, históricamente, es una ley incuestionable. 
   
De sentir, más que el oro, fue el incendio de la capillita de Gualeguaychú, la 
más antigua de Entre Ríos. La había mandado a construir el insigne General 
Rocamora y fue bendecida, en su paso a Buenos Aires, por nuestro primer Obispo: 
el ilustre Monseñor Malaver y Pinto. 
   
Tres años después, en 1848,  la masonería quemaría París, con la ayuda del 
piromaníaco Giuseppino. Una parte de Gualeguaychú quedó saldada. 
¡Que Dios haya sempertecum! 
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