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Jueves 26 de diciembre de 1726:
El Gobernador de Buenos Aires 
don Bruno Mauricio de Zavala funda la ciudad de Cartago, que entonces llamó San 
Felipe y Santiago de Montevideo.  
Solís: primer antecedente de Cartago  
   El viernes 2 de 
febrero de 1516, festividad de la Presentación del Señor y conocida entre los 
cristianos como de la Candelaria, el insigne Piloto Mayor de España, Capitán don 
Juan Díaz de Solís, tomó posesión, en la cúspide de un cerrillo de no más de 120 
metros de altura, en nombre del Rey Fernando V de Aragón y I de Castilla, que 
fuera esposo de la ilustre doña Isabel I, 
La 
Católica, de aquellas tierras “hasta donde se pierde la vista”. Cumplía así 
con las instrucciones reales de hacerlo “donde haya algún cerro señalado”. 
   Para acto tan sencillo, 
aunque trascendente, habían hecho desmontar el sector (las cartas mas viejas 
muestran a la eminencia coronada por árboles), donde clavaron una enorme cruz 
cristiana de madera  (costumbre de Solís según Ruí Díaz de Guzmán) y, a redoble 
de tambor y toques de añafil, se hizo flamear el estandarte de Castilla y el 
emblema de los Reyes Católicos (Eduardo Madero). Para que siempre conste  se 
labró un acta a cargo de Alarcón, Escribano de su Majestad, y firmado por 
Marquina, Factor, el Capitán de la Armada y su Estado Mayor por sus Majestades 
(don Fernando y doña Juana), celebrándose una misa con la bendición del dominico 
Fray Buenaventura, Padre Capellán de la escuadrilla (Toribio Medina). 
 
   Al pie de este cerrito con 
frondosas campiñas, cerca de donde hoy corren las aguas del coqueto Miguelete y 
el no entonces Pantanoso, sobre una gran ensenada que se extiende del naciente 
al poniente, el Capitán Díaz de Solís fundó un puerto al que llamó de Nuestra 
Señora de la Candelaria (Herrera; Navarrete). Diez días antes (23 de enero de 
1516) había expirado el Rey Fernando, El Católico, “el señor de tantos 
reinos” (Pedro Mártir de Anglería), en Madrigalejo, en un paraje que le dicen La 
cruz de los Herreros. Al frente de los castellanos quedaría Fray Francisco 
Cardenal Cisneros y doña Juana, recluida, hasta la llegada del Príncipe 
Borgoñón, luego Carlos I de España y V de Alemania.  
Las expediciones clandestinas  
   Con anterioridad a este 
acontecimiento marcado por Solís, habría existido una expedición clandestina 
dispuesta por don Manuel de Portugal, y llevada a cabo entre 1501 y 1502 por los 
navegantes portugueses Nuño Manoel y Juan de Lisboa (Enrique de Gandía). Ellos 
avistarían el altozano llamándolo Pináculo Dentio (carta de Schöner); y 
siguiendo más al oeste habrían ingresado a un inmenso estuario al que llamaron
Río de Jordán por ser dulce sus aguas, el que luego sería Río de Solís 
(Pigafetta) y, del británico Caboto en adelante, Río de 
la Plata (nombre que en verdad le dieron los 
portugueses antes de Caboto). 
  
   Siguiendo este antecedente 
los portugueses llevarían adelante dos expediciones más, siempre clandestinas: 
la primera en 1513 a cargo del mismo Nuño Manoel y la segunda, en 1514, al mando 
de Cristóbal de Haro. El descubrimiento quedó registrado en la cartografía de 
Ptolomeo y en la de Schöner con una precisión que aún hoy asombra. Y ésta habría 
sido la causa del apresuramiento del Rey Fernando en enviar a su Piloto Mayor a 
estas regiones. 
   Al atardecer del 13 de enero 
de 1520 la escuadrilla de Hernando de Magallanes que viajaba con destino al 
“Moluco, Catay y Cipango” (nombres medievales de las Molucas, China y el Japón) 
buscando un paso interoceánico, ingresa al Río de Solís (Décadas de 
Herrera) y el 15 divisaron “una montaña hecha como un sombrero” a la cual le 
pusieron por nombre  Monte Ovídeo (Diario de Francisco Albo; José 
M. Rosa) o Monte Vidi (E. Madero). 
Llega el primer inglés: Sebastián 
Caboto y trajo ingleses de regalo  
   El 22 de febrero de 1527 
ingresa al Río de la Plata la escuadrilla de Sebastián Caboto (¿o Cabot?, el 
antiguo sirviente por décadas de Incalaperra). Es posible que, proveniente de 
Santa Catalina, se haya detenido en la Candelaria, porque Luis Ramírez en su 
diario (rescatado y publicado por E. Madero), describe a los charrúas. Pero su 
destino es San Lázaro (actual Arroyo Vacas, al que llega el 6 de abril, según P. 
Groussac), como base intermedia para lanzarse al Carcarañá (Sancti Spiritus, 27 
de mayo). En este caso no hay interés por el Monte San Ovideo ni por el puerto 
de la Candelaria. En los primeros días de enero de 1528 ingresa al Río de la 
Plata, Diego García de Moguer, uno de los compañeros de Solís que andaba 
buscando a Caboto, que se le escurre por el Paraná hacia el norte (Memoria de 
Diego García de 1530, publicada por E. Madero). 
El magnífico adelantado don Pedro de 
Mendoza  
  
Entrando el año 1536 (carta de Francisco de 
Villalta) ingresa al Río de la Plata la armada del magnífico Adelantado don 
Pedro de Mendoza. Tampoco se detienen en la Candelaria y anclan en la isla de 
San Gabriel (U. Schmidel; Ruí Díaz de Guzmán). Van en busca de un río “que viene 
de la tierra” (conocido por los tripulantes de García de Moguer y Caboto que 
traía don Pedro), distante a unos 40 Km de allí, que es la embocadura del Río 
Luján (no del Riachuelo como dice el folclore: es Belén de Escobar), 
donde fundan la primera Buenos Aires (Ulrico Schmidel) en marzo de 1536 
(Fernández de Oviedo). La posterior partida de Juan de Ayolas (21 de abril de 
1537); el regreso a España para morir de don Pedro de Mendoza (últimos días de 
abril de 1537); la fundación por el Capitán Ruiz Galán de “una casa fortificada 
en la margen del Río Paraguay” (Asunción) y su encuentro con Domingo Martínez de 
Irala (Ayolas había muerto en su expedición a los contrafuertes andinos); y los 
hechos posteriores como la despoblación de Buenos Aires (mediados de 1541 según 
E. Madero), hicieron que toda la costa uruguaya, desde el Cabo de Santa María  
(entrada oceánica del Río de la Plata), hasta la Punta Santa Bárbara (nombre 
dado por Solís a la hoy Colonia del Sacramento), cayeran en el más completo 
olvido.  
De la costa uruguaya nadie se 
acuerda 
  
A partir de estas fechas cualquier punto de la 
actual República de Uruguay tiene más historia que el Monte Ovídeo y el Puerto 
de la Candelaria. Ni la llegada de los Padres Jesuitas modificó esta situación. 
Si algo se debe mencionar podría ser la disputada Colonia y, de allí a la Calera 
del Vacas hacia Yapeyú, donde hubo una estancia de los jesuitas para las 
vaquerías, hasta llegar el fuerte de Santa Tecla. Y esta Calera del Vacas (donde 
murió Solís a mano de los portugueses y no de los charrúas, y donde estuvo 
el San Lázaro de Caboto), es de nuestro interés momentáneamente, porque es el 
casi seguro lugar de nacimiento del General San Martín, en marzo o abril de 
1780. El resto que cuentan de don José y de Yapeyú son fantasías sin ningún 
fundamento. No es historia, son historietas[1]. 
Algunas muy graciosas, aunque las cuentan con cara seria.  
Portugal se hace colonia inglesa  
  
El 23 de julio de 1661, Carlos II de Incalaperra, 
se compromete a ayudar a los portugueses “contra los enemigos presentes y 
futuros, tanto de Europa como en sus colonias” y, para que nadie tenga 
dudas, sobre el pucho se casó con la infanta portuguesa: la horripilante de doña 
Catalina, lo que es todo un gesto heroico. Desde entonces Portugal pasará a ser 
un “protectorado inglés” y, más adelante, “una colonia económica”. A tal 
condición quedó reducido Portugal bajo los Braganza. 
De manera estimado lector que, 
cuando se vea asomar una nariz portuguesa por estas regiones, la que asoma en 
realidad es la nariz de la Incalaperra.  
Inglaterra funda Colonia a nombre de 
los portugueses  
  
Después de la paz de Nimega (1678), don Pedro, 
El Pacífico, regente de Portugal, mientras se entretenía en la toma del 
poder y en quitarle la esposa a su hermano Alfonso VI antes de que se la quitase 
otro de lo querendona que era, designó al Maestre de Campo Manuel Lobo como 
Capitán General de Río de Janeiro, con la misión de fundar una población sobre 
la margen izquierda del Río de la Plata. Y Lobo tomó posesión de la isla San 
Gabriel (22 de enero de 1680) y luego se dirigió a la península que tenía en 
frente y fundó allí Colonia del Santísimo Sacramento. 
   Sabiendo que detrás de esto 
estaba Incalaperra, Carlos II de España se limitó a protestar ante la corte a 
través de su embajador en Lisboa, el abate Masserati, y nada más. Pero en Buenos 
Aires, donde las noticias siempre llegaban con tres meses de retraso, las cosas 
no se vieron así. Y el gobernador José Garró armó una milicia, mitad criollos y 
mitad indígenas guaraníes entrenados militarmente por los jesuitas, y la puso a 
las órdenes del ilustre santafesino Antonio de Vera y Mujica para recuperar lo 
usurpado. El 7 de agosto de 1680 cayó Colonia y Lobo fue llevado a Buenos Aires 
cargado de cadenas. Para colmo a los pocos días Lobo se les murió en la cárcel, 
por lo que el asunto tomó ribetes de tragedia.  
Colonia vuelve a ser inglesa  
  
La primera ocupación portuguesa (inglesa) de 
Colonia había durado seis semanas. Llegada la noticia a España y Portugal (Incalaperra), 
sobrevino la indignación de éstos que buscaron ayuda en París, Londres y la 
Santa Sede, donde el Papa Alejandro VIII (Pedro Ottoboni), falló a favor de los 
portugueses. Por el Tratado de Lisboa (7 de mayo de 1681), Colonia volvió 
a ser portuguesa y Duarte de Texeira Chaves, su nuevo gobernador, se instaló en 
febrero de 1864. Al gobernador Garro se le aplicó una sanción disciplinaria. 
   La insistencia 
portuguesa sobre Colonia era en realidad una exigencia inglesa: necesitados 
ellos de un puerto para hacer recalada y poder ejercer el monopolio del 
contrabando. De paso desplegaban una estrecha vigilancia sobre todos los 
movimientos en el estuario. Y si algún lector imaginativo quiere, fue un virtual 
bloqueo inglés a Buenos Aires. Porque las naves que venían de Europa debían 
hacer recalada obligatoria (cosas de la navegación a vela) en San Gabriel o 
Colonia. Igualmente las que salían de Buenos Aires para Europa o el litoral 
brasilero para cabotaje. Y aquellas naves que querían seguir derecho el norte 
por el Canal del Infierno hacia el Paraná Guazú, debían pasar por Colonia y San 
Gabriel. De manera que nadie se movía en el Río de la 
Plata sin conocimiento y consentimiento inglés. 
   Por este motivo los piratas 
franceses y holandeses quedaron completamente desplazados, arriando sus 
pabellones e izando el de Su Majestad Británica. A partir de entonces la única 
que introducía mercancías en detrimento de las economías locales y regionales, 
sería Incalaperra, y de regreso se llevaban los cueros del ganado cimarrón, pero 
en especial la plata del Potosí en cantidades inconmensurables. Entonces diga el 
lector: ¿valía o no valía la pena luchar por Colonia del Sacramento? ¡Ah, la 
civilización! 
   En 1703 se declara la guerra 
de Sucesión de España, ocasión aprovechada por el gobernador de Buenos 
Aires, Valdez Inclán, para recuperar Colonia (formal nido de contrabandistas, 
ladrones y forajidos fugitivos de la justicia) con mucha facilidad. Mientras 
tanto en la Península Ibérica, España había iniciado su decadencia marchando 
rectamente a su demolición y Portugal ya era, explícitamente, una colonia 
inglesa.  
El tratado de Utrecht parte en dos 
la historia de España y la nuestra  
   Después de doce años de 
guerra, los contendientes resolvieron hacer la paz y repartirse amigablemente lo 
que no era suyo y sí de España por los tratados de Utrecht (entre 1713 y 1715) y 
el de Ralstad en 1714. Algunas de sus consecuencias fueron las que siguen. 
-         
Incalaperra se quedó con 
Gibraltar hasta el día de hoy, y de paso con el tráfico del Mediterráneo porque 
ya se sabe que quien domina los estrechos domina los mares. Por esta 
razón, y mucho después, el Canal de Suez también debía ser inglés y no egipcio. 
Obtuvieron los ingleses una rebaja en los derechos de introducción de sus 
mercaderías a la plaza de Cádiz, de donde nacerían las nupcias entre Londres y 
Cádiz (pegada a Gibraltar), con varias triangulaciones, uno de cuyos vértices 
fue Buenos Aires. Quien quiera conocer los motivos de las invasiones inglesas 
a Buenos Aires en 1806 y 1807, las debe buscar en los capitalistas y 
comerciantes de Cádiz y los mercachifles adinerados del puerto rioplatense, que 
ya la gente comenzaba a llamar “los porteños” : una lacra social. El resto 
es puro guitarreo y pérdida de tiempo. ¿Y los ingleses? Fueron la mano de obra, 
porque de haber salido bien el despojo, ellos recibirían la parte del león. ¿Y 
los otros? Las migajas. Pero para los muertos de hambre del Río de la Plata 
aquellas migajas eran verdaderas fortunas. 
-         
Portugal (es decir 
Incalaperra) se quedó con Colonia en el R. de la Plata y la isla de San Gabriel, 
pero con el carácter de base militar durante cuarenta años  (hasta 1761). 
Entonces la perdería y volvería a recobrarla por cuarta vez, para volver a 
descaminarla, esta vez en forma definitiva, en 1777. 
-         
Francia se apropió del resto 
de España - “los despojos del naufragio”-, poniendo en el trono de Madrid 
al Príncipe Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón, que asumiría como Felipe V. A 
su lado ubicarían a la influyente Princesa de los Ursinos, encargada de 
mantener la hegemonía francesa, dejando que el inútil de su marido se diera a 
retozar.  
   Pero como siempre, lo 
que nadie dice, es que los Borbones fueron siempre 
funcionales a la Incalaperra, digamos que una 
versión de los Braganza portugueses o peores que ellos. De allí el odio 
franco y tenaz que les prodigaba Napoleón y su permanente lucha por borrarlos de 
la faz de la tierra. De manera que este último punto, el sentar a Felipe V en el 
trono de Carlos V y Felipe II, fue el más importante de todos, digamos que el 
golpe mortal. A partir de estos acontecimientos los días de España están 
contados. Es por este motivo que a medida que avanzan los años, se va acentuando 
y sintiendo el predomino inglés en el comercio y la economía en “los reinos 
de Indias”, que pasaron a ser “colonias” con los Borbones. Comienza 
la muerte lenta de las economías regionales.  
Se produce la desgracia nacional  
   Portugal (Incalaperra) 
no habría de contentarse con la devolución de Colonia y el pequeño archipiélago 
circunvecino, más con el asiento negrero funcionando en el Retiro 
de Buenos Aires a cargo de la South Sea Company 
(que funcionó hasta 1760). Quería toda la Banda Oriental y aprovechando las 
dificultades de España por la política de Isabel Farnesio (segunda esposa de 
Felipe V) y su ministro Alberoni, ocuparon en 1723 al viejo 
Puerto de la Candelaria de Solís y el
Monte Ovídeo de Magallanes. Enterado de esto el gobernador de Buenos 
Aires, Bruno Mauricio de Zabala los desalojó en 1724. En este mismo sitio Zabala 
erigió el 26 de diciembre de 1726, con pobladores porteños e inmigrantes traídos 
de Canarias y Galicia, la ciudad de San Felipe y 
Santiago de Montevideo. 
   Hay constancias documentales 
que indican que la península de Montevideo no estaba deshabitada en aquel 
entonces. Al parecer habría existido allí un asiento poblacional, un rancherío 
de cierta proporción, que sería el encargado de atender la recalada de las 
embarcaciones de cabotaje y de aquellas que venían haciendo arribada de Europa, 
entre ellos a numerosos buques ingleses y portugueses con destino a Colonia para 
el robo y el pillaje. Y es muy posible que, ante la orfandad y desinterés de las 
autoridades de Buenos Aires, hayan sido ellos mismos, los primitivos 
montevideanos, los que pidieron ser invadidos por los portugueses e 
ingleses. No hay pruebas de esto, pero el hecho es muy sospechoso. Esta 
sería la causa por la que Zabala echó a los habitantes que no huyeron y trajo 
pobladores nuevos de distintos lugares, tardando casi dos años en el trámite. De 
haber sido sus habitantes leales a su gobernador en Buenos Aires y a su Rey, 
esto no hubiese ocurrido. Si el asunto fue así, he ahí el primer hito del 
sinvergüenza.  
Montevideo se hace Cartago  
   Montevideo fue a Buenos Aires 
lo que Cartago fue para Roma. No se si la proposición es exacta, pero por ahí 
debe andar la cosa. Se necesitaría un libro nada más que para hablar de las 
malandanzas montevideanas. Comenzando por Mayo de 1810: Montevideo rechaza la 
propuesta republicana y se hizo monárquica, albergando al Virrey Elío primero y 
al Gobernador Vigodet después. En cambio la campaña, el interior uruguayo, 
adhirió a la causa de Mayo con el ilustre José Gervasio de Artigas. De 
Montevideo salían las escuadrillas que asolaban las poblaciones ribereñas de la 
banda occidental del Paraná, robando y matando, como la interceptada  y 
derrotada en San Lorenzo (3 de febrero de 1812). Es la que se niega a enviar su 
diputación al Congreso de Tucumán y es la que no aporta ni un hombre ni un fusil 
para las luchas por la emancipación. Montevideo fue el lupanar donde buscaron 
guarida todos los prófugos de Buenos Aires, cualquiera sea su procedencia y 
origen. Hecho singular y siniestro que llega a su paroxismo durante el gobierno 
del Ilustre Restaurador. Montevideo fue la caja de resonancia e intermediaria de 
las logias masónicas brasileras y argentinas. Ella fue la que puso su marina de 
guerra a órdenes del filibustero Garibaldi para depredar las costas del Paraná. 
Fue la editora de cuanto plumista pudiese haber escribiendo barrabasadas en 
contra nuestra. Su puerto dio cobijo a las naves francesas primero, y francesas 
e inglesas después, que venían a bloquear el Río de la Plata. Montevideo forma 
parte de las tropas invasoras que participaron en Caseros. En Montevideo se armó 
el Ejército Chico al mando del Marqués de Caxías (el Ejército Grande estaba a 
órdenes de Urquiza), para luchar en Caseros. Es la que intentó forman la 
República Mesopotámica segregando parte del territorio argentino. Montevideo es 
la distraída cuando se inmola a la Heroica Paysandú y al General Leandro Gómez. 
Y la que proveyó de generales a Mitre y Sarmiento para conducir sus ejércitos 
punitivos a las provincias argentinas. Y un largísimo etcétera en aquel Siglo 
XIX. 
   Ya en el Siglo XX, cuando el 
Presidente Irigoyen decreta la neutralidad ante la Guerra Mundial I, Montevideo 
le declara la guerra al Káiser alemán. Y cuando Irigoyen se retira de la 
Sociedad de Naciones, Montevideo se afilia. Montevideo es la que niega asilo al 
acorazado alemán Bismark, casi hundido, para atender a los heridos y enterrar a 
su muertos. Hasta llegar a la época de Perón donde las fechorías montevideanas 
son escandalosas: dando cobijo a los prófugos de la chirinada de septiembre de 
1951 (entre ellos al Conito Suárez Mason que era Teniente Primero, ex 
Ayudante de Lonardi), siendo su Presidente Andrés Martínez Trueba; brindando 
asilo a los que habían bombardeado Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 
(recibidos en Carrasco como héroes), y es de donde transmitía sus infamias 
subversivas Radio Colonia con Ariel Delgado (gobierno del Consejo Nacional 
con los Batlle a la cabeza desde 1952). Es la ciudad donde se abastecía la flota 
inglesa y norteamericana que se había reunido para proveer de combustible y 
apoyar, su fuere menester, al Almirante Rojas en su bloqueo a Buenos Aires 
(véase denuncia en Diario de Sesiones del diputado Oscar Alende del 28 de 
agosto de 1955). Y es esta ciudad la que nos mandaba como regalitos a los 
Tupamaros de 1970 en adelante. Montevideo es la indiferente en Malvinas de 
1982 y su puerto fue usado por Incalaperra  como “de alternativa” después del 14 
de julio. Y ha sido el agujero negro por donde se han fugado hacia el exterior 
miles de millones de dólares de los ahorros del pueblo argentino: después nos 
cuentan de las islas Caimán. ¿De dónde habrán aprendido los de Caimán a ser unos 
reverendos sinvergüenzas? Hoy está instalado el tema de las papeleras: como se 
ve, este no es más que un chichón en la historia de la Cartago sudamericana. 
   Y si Montevideo es Cartago, 
¿tendremos la suerte de que nos nazca Escipión, El Africano? 
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