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CARTA A MI CORRESPONSAL
LLAMADO GM

   Escuche don coso: ahí me mandó Ud., hace cosa de unos días, una correspondencia con música. Desprevenido que fui, me puse a escucharla y caíme rodando como galga cuesta abajo. Sin embargo, mire, vea, que me puse a llorar de la emoción, calándome la musiquilla hasta el trigémino, qués nervio del quinto par craniano e inerva los masticadores y el sensitivo de la faz, de cuyas resultas se me agarrotó la mandíbula y me ha quedado el rostro parecido al del yéneral Bendini (que es yéneral como Vuesa Merced, nada más que Ud. es de la Motors y él del trasojado menchevique, y socio de De Vido engueso de juntar rupias ajenas).

   No me diga que es poco lo pasado a mi cuerpecillo desgalichado. Tampoco le digo qués mucho. Y la cara de perro con moquillo me sirve, de paso,  para asustar a las guaguas y a las mujeres con hipo. El Criador ha hecho las cosas asina, de modo que hasta lo peor sea de utilidad, como es su caso concretamente.

   Como Ud. sabrá, por ser autor désta travesura, lo que me envió fue la Marcha de la Libertad, el estandarte musical con que tomó el poder la llamada Revolución Libertadora y, que a poco de andar, la misma Revolución Libertadora la abandonó mandándola al desván do mora la musa Clío. Allí espera el esperpento dentro de un sarcófago que alguien como Ud. la resucite, hecho  que, en lo contencioso se ha verificado arrojándola a mis ternillas. Después andan diciendo los fundamentalistas cristianos que hay Uno Solo que resucitó y resucita. Ya ve cómo mientes estos prototerroristas.

   Pero lo que Vuestra Merced de seguro no conocerá, es que antes de tal marchita (del verbo marchar), hubo otra y mejor quésta que me mandaron sus manitas y su almita inquieta. Esta fue la primera en desaparecer y, prueba de ello es que Ud. en su enjundia no la menciona ni reproduce. Sería interesante que averigüe cómo era y por qué desapareció apenas nacida.

   Le cuento que al ir escuchando la melodía se me escaparon lágrimas que, sin exagerarle un tranco de pollo, eran del tamaño de un saco désos que venden por leche y la mitad es agua. Hecho inaudito que Ud. desasosegado se preguntará por qué y yo solícito se lo explicaré.

   Allá por los años ’60, era yo Cadete del Colegio Militar de la Nación, y tenía por Oficial Instructor a mi Teniente Martín Antonio Balza, hombre prístino si los hubo y los haberá. El Jefe de la Agrupación era el Mayor Jorge Rafael Videla, esto es, era el jefe de Balza que después dijo no lo conocía, por ser flaco de memoria. Quenguesto se parece a la Carlotto.

   Este hombre era parte de los ocho Oficiales Instructores con que contaba la Batería de Artillería de este Instituto. Sin embargo era el único que nos hacía cantar, en cuanta oportunidad se le presentase, la Marcha de la Libertad. Y era tan exigente que recorría las filas, metiéndose entrellas, y al que sorprendía cantando con menos de 120 decibeles lo hacía anotar castigado con el Suboficial de Semana. Más aún, en la planilla de castigados anotaba de su puño la palabra “dudoso”, esto es, que podría tratarse de un peronacho infiltrado al que había que investigar. Que, gramos de más o de menos, era mi caso.

   Pero esto, después de todo es una viñeta descolorida y sin importancia. Cuando entraba de Oficial de Semana, se organizaba la Semana de la Revolución Libertadora. Ella consistía en tres partes a saber: la una, lectura de una parte de la biografía del General Lonardi, mas como esta no pasa de una carilla escrita con letra grande y siete son los días de la semana, se terminaba leyendo cinco renglones por cada formación retreta; la otra era, precisamente, el canto de la Marcha de la Libertad de consecuencias funestas como ya le referí; y la última, ya en el paroxismo, se subía a un cajón de munición y decía: “Los muertos por la Patria no se lloran, se saludan”, y saludando se hacía un minuto de silencio; se estaba refiriendo al yéneral Lonardi.

   En otras ocasiones algún cadete “dudoso” hacía un poema para Lonardi, intentando rehabilitarse de tal escarnio, que Balza nos hacía escuchar con unción como si fueran piezas brotadas de las plumas de Góngora y Quevedo juntos. De esta manera el “dudoso” pasaba a otra categoría, la de “desdudado”, y ya no lo perseguían ni le daban carrera a la baqueta, ni cinturonazos, ni limpiar las letrinas, si no que solamente le arruinaban las notas de concepto, que en la jerga militar se dice “quemarlo”. De manera que de chiquilín le cepillaban la vida al infeliz, y de tablón que era, serruchándolo con paciencia, hacíanlo palo de escoba.

   Pero vea don coso: Balza en sus Memorias no se acuerda déstas sus correrías. “¡Claro –dirá Ud.- está en la curva de la vida!” Punto éste donde se acorta la vista, se alargan las bolas y hay grande muerte de neuronas y de allí, a lo que es en la actualidad, hay sólo un brinco.

   ¡Cómo quiere Ud. que no me emocione por este sortilegio! ¡Cómo quiere que no derrame lágrimas al recordar estas bonitas páginas de mi vida! Y de paso le digo que Ud. y Balza ya tienen un factor común que los amanceba: la Marcha de la Libertad. Esto es claramente objetivo. Pero como Balza fue gorila con los gorilas, radical con los Alfoncínicos, peronista entre los Menemistas y hoy es Kirchnerista mixturado con la zurda canalla, por carácter transitivo de la relación de mayor, si Ud. no toca la campana debe andar por la procesión, y si no sale en la foto mírese, seguro está en la estampita.

   Mas hete aquí que este asuntejo no termina aquí. Tengo un amigo que se llama Sullivan, es veterinario, y como buen irlandés es borracho, ladrón de caballos y de mujeres (que para mí ninguna de las tres cosas es pecado, así me dijo e Párroco de San Ramón que es un cura marca Sol). Pero es lo que Dios me dio y con amor lo acepto, porque además es bueno para el truco.

   Resulta que viene este gringo de Sullivan y me comenta que los animales se crían mejor si uno les pone música. Y como en el fondo de mi casa tengo algunos chanchos, se me ocurrió ponerles la Marcha de la Libertad que Ud. me mandó, día y noche los fusilé con la corchea y la semifusa. Fue santo remedio y no tiene idea de lo lindo que se pusieron los animalitos: comían el afrechillo, maíz, andaban retozando que más parecían galgos que chanchos, y además hacían chanchadas. Y yo, ni le digo de contento, por la lechonada que iba a tener para la Navidad que me dotaría de una rupias.

   Pero poco me duró el jolgorio. El otro día a la mañana me di una vuelta por el chiquero y contemplé, con los ojos ñublados por las lágrimas, que se me habían muerto unos cuantos chanchos. Entonces lo llamé a Sullivan que se apareció hecho un científico, extrajo muestras de todo y se lo llevó diciendo habría de darme un diagnóstico certero.

   Ayer a la tardecita me llamó para decirme que no había encontrado ningún germen patógeno. ¿Entonces, qué fue lo que mató a los chanchos? Como usted se dará cuenta lo único que pudo ser fue la Marcha de la Libertad. Bueno, me dirá, justamente la Marcha de la Libertad es para matar chanchos. Pero a mi se me ha dado por ver el caso de otro punto: que ni los chanchos la soportan y prefieren morirse antes de someterse al estropicio.

   Verá don coso: tengo yo una comadre, doña Paulina, que vive en el Chilcalito, sobre la vereda alta al lado de la Aduana Vieja y ha ganado tres Sudamericanos en hacer tortas fritas, de allí el cariño que le profeso, empardando con el mate amargo. Ella tiene una teoría que dice que el Diablo fabrica diariamente miles de estupideces y después las desparrama en las sucursales que tiene en la tierra. A unos le da pocas y a otras muchas, porque unos son más aficionados a él que estotros, y los dos grupos las hacen y repiten como buenos alumnos que son.

   Pero mi compadre don Rómulo Romero, que masca tabaco correntino y es criollo como un chajá, aunque medio tramposo con la bochas, me dice por otra parte que Dios fabrica diariamente cantidades industriales de boludos y los reparte en la faz de la tierra para que nadie se quede sin su boludo. Esto es justicia divina. Por lo que el boludo es Patrimonio de la Humanidad. Y gratuitos además. Lo que me suena medio a verdad, porque sea donde uno ande, se tropieza con unos de guestos. Y fíjese que si un boludo se muere o se arregla, enseguida le sale el repuesto cero kilómetro.

   El Padre Rauch, que vive en Crespo, dice que esto no es cierto y a la noche sale con unos fanáticos intolerantes, vestido de talar blanco, a echarle agua bendita en la puerta de los masones y de los del Rotary Club. Con un cencerro y dos cirios a la mano va predicando: “Conviértanse los de la Sinagoga de Satanás, el Señor les hará tronar el escarmiento.” Como ve este pueblo, Gracias a Dios, nunca será civilizado.

   El tano Culaciatti, que sirve las mejores ginebras del Sistema Solar, y es mozo en el selecto Club El Chanta Cuatro, ahora de novio con la señora de un Pastor Evangelista a la que le esmerila la tapa de válvulas en el Hotel Las Tres M, se enteró de lo que me pasó con usted, pero no sabe si ponerlo entre los de la teoría de doña Paulina, de mi compadre Rómulo o del cura Rauch. ¿Usted qué me dice?

   Dicho esto, de paso,  el tano me robó un peso en el vuelto. De todas maneras mucho caso no le haga a este ítalo-argentino que anda tarareando la Giovinezza, porque el fue Balila y su padre fue un Camisa Negra de Mussolini que vino en la época de la Segunda Tiranía Sangrienta. Así que la astilla no debe ser muy diferente del palo. No es gente decente como nosotros: usted democrático de Lonardi y yo cadete de Balza y Videla ¿no le parece?

   Que Dios lo bendiga don coso y que cuando le eche el guante sea misericordioso con Ud.

GUILLERMO
Teniente Coronel
Milico Eternamente Clandestino

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