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      Hay mucha gente desanimada por
  la política. Andan preguntando: "¿Qué tenemos que hacer?".
  Algunos ni siquiera preguntan, sino que resueltamente dicen: "No hay nada
  que hacer." 
     Para un cristiano, la respuesta
  es muy sencilla: hay que salvar el alma. 
     — ¿Y la Patria? 
     — Salvar la Patria también,
  de ese modo. 
     — Primero salvar el alma, y
  ¿después?... 
     —No. Las dos cosas juntas. A
  la vez. Pero la segunda condicionada a la primera. Al mismo tiempo y una en
  ancas. 
     —No entiendo —dice el
  argentino, que le gusta más que el alma la política. 
     —Es muy sencillo. Ustedes,
  que se llaman nacionalistas... 
     — ¡Alto! 
     — Perdón; ustedes, los
  nacionalistas —algunos, digo, no todos—, más bien muchos, exceptuando lo
  presente... 
     — Ahorre salvedades... 
     — Muchas veces quieren poner
  orden afuera, sin tener primero orden adentro. Mucho hablar de disciplina...
  para los demás. Mucho clamar por la jerarquía y algunos en la práctica no
  practican ni respetan ninguna jerarquía. ¡Dios, Patria y Hogar!... Algunos
  con el hogar andan cimarrones, y a Dios no lo conocerían si lo encuentran en
  la calle. ¿Qué van a hacer por la Patria? Nadie da lo que no tiene. 
     —Vos querés que primero
  seamos santos y después hagamos política. 
     —Ningún santo ha hecho política.
  Santos a estas horas deberían ya serio, empezando por mí. No. No hay primero
  ni segundo en este asunto: las dos cosas son la mesma cosa. Para
  algunos, por vocación de Dios, salvar el alma es lo mismo que salvar la
  Patria. Cuanto a mí, por vocación también, yo tengo que empezar por el otro
  lado; pero en finiquito, es lo mismo. 
     — ¿Y nosotros? 
     — Ustedes dicen que lo que
  viene sucediendo es un desastre nacional. Los desastres sirven para purificar.
  Purificarse. Todo desastre es una prueba. De probar y salir probado. Examen de
  conciencia: poco echar la culpa al 1 prójimo y mucho mirar por las culpas
  propias. ¿Negarán ustedes, los que se llaman nacionalistas... 
     — ¡Un momento, cura! 
     — Perdón, ¿negarán
  ustedes, los nacionalistas, que tienen culpas tremebundas? 
  — Las reconocemos ante Dios; pero no
  admitimos discusión. 
  — No deseo discutirlas. 
     — En concreto, ¿qué hay que
  hacer? 
     — En concreto, hacer todo el
  bien que uno pueda alrededor suyo, a corta distancia, lo que está a mano, sin
  embarazarse de grandes planes, de grandes empresas, de grandes proyectos, de
  grandes revoluciones. Lo que dice la fábula de el ladrón ¡Miren
  qué mal les fue...! 
     — Miren qué mal nos fue... 
     — Perdón. Miren qué mal nos
  fue con el famoso "castigar a los culpables y recobrar los bienes mal
  habidos". Nos castigaron a nosotros; y si nos descuidamos, nos van a
  quitar hasta los bienes bien habidos. 
     — ¿Y adónde deja usted el
  martirio? 
     — El martirio lo dejo para mí.
  Eso no es para ustedes. Ustedes son los que se las dan de políticos... 
     — ¡Basta, cura! 
     Perdón; ustedes son políticos.
  Cuando un político va al martirio, fracasó. El político tiene la obligación
  de triunfar. Sólo el cura tiene la obligación de fracasar... porque el cura,
  cuando fracasa bien, triunfa a su manera. “Mihi vivere Christus
  est et mori lucrum.” 
     — ¿Y cómo es esa acción
  que usted denomina a corta distancia? 
     — Les voy a poner primero un
  ejemplo y después la teoría. Hace poco se constituyó una S. R. L. de
  ganaderos, unos diez hermanos, primos, hijos y nietos, y labraron un contrato
  al uso antiguo, de esos en que al principio se nombraba a Dios; y no a
  cualquier Dios, sino a la Santísima Trinidad y hasta al mismo Jesucristo, si
  a mano viene. Aquí tienen el preámbulo de contrato. Esto llamo yo
  acción nacionalista a corta distancia, acción de raíz y no de hojas. Léanlo.  
        
            N. N. HERMANOS, S.R.L.  
            Preámbulo 
        
           Dios puso alma en el
        hombre, para que ésta lo guiara hacia su fin verdadero. 
           Encabezamos los estatutos
        de nuestra asociación de trabajo con este preámbulo, que contiene los
        principios cristianos fundamentales que inspiran nuestra acción, para
        que nos marque el rumbo permanente a seguir. 
           Por varias generaciones
        los N. N. han vivido unidos al campo argentino; de la "buena
        tierra" que trabajaron y trabajan según las leyes de Dios y las
        costumbres dé los hombres, les ha venido todo lo que tienen. 
           Hoy, cuando el mundo está
        revuelto, cuando parece que se ha perdido el rumbo y cuesta encontrar la
        huella, descendientes de Manuel N. N., en lo más profundo de su
        sentimiento, han concebido la idea de unirse más todavía, sumando a
        su misma sangre, a su idéntico concepto cristiano respecto a la
        existencia humana, a su coincidencia en la apreciación de la vida,
        iguales intereses en el trabajo. 
           Padres, hijos y nietos,
        todos educados en la misma escuela, han aprendido a admirar las mismas
        virtudes, a cultivar las mismas cualidades; y, por sobre todas las
        cosas, a querer entrañablemente a la tierra y a su trabajador. 
           Al morir, el abuelo
        Manuel dio a sus hijos los consejos del labrador a los suyos. 
           Ese mandato más que nada
        es lo que procurarán cumplir; y su fin verdadero, el único,
        absolutamente el único, es vivir en la tierra como Dios manda y como
        Cristo enseñó. 
           Por eso, y como gratitud
        con el campo, esta reunión de varones de una misma sangre prometen
        conservar las puras tradiciones de la familia. 
           Bajo el Signo de la Cruz,
        símbolo de Quien está por encima de todo, guiará sus afanes la pasión
        de ser justos, en el más grande sentido de la palabra. 
           Recíproca comprensión,
        bondad ilimitada, confianza, fe y caridad, deberán tener sus actos
        todos. Resumiendo: Unidos trabajarán la tierra, que regarán con
        sudor; y el fruto que les dé emplearán sólo para subsistir y mejorar
        conforme a las leyes de Dios. 
        Provincia de Buenos Aires, enero 17 de
        1946  
           — ¿Lo han leído? ¿Qué
        les parece? 
           — Estupendo escrito. ¿Quién
        lo hizo? 
           — Un joven capitán del
        Ejército[1],
        que es al mismo tiempo hacendado, y quiere salvar su alma al mismo
        tiempo que —si es posible— la Patria. No antes ni después. Al mismo
        tiempo. ¿Quieren ahora la teoría? 
           — ¡No! Déjenos
        primero meditar esto. 
           — Meditar para imitar,
        imitar para mejorar. Hasta pronto.
             
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