SONETO I 

Yo no sé cómo llamarte desflorada bruja:

por lo que apelo a las Musas Argentinas

caldeando mi corazón suave lo estrujan,

por aquellos que murieron en Malvinas. 

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Yo no sé cómo llamarte rancia yegua:

por una Canalla de seguro mal herrada,

por tu decir yo te miro de una legua,

con los caídos y su carne acenderada. 

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Diz los gringos te han hecho monumento

de tu peor cochambre, vieja desgarbada:

feo disfraz  de jaca, de mula o de jumento.

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 Acodado en el recado, el alma se me agita:

yo no soporto, viendo en nos el sufrimiento,

que siendo chancha te  llamen Margarita.

SONETO II 

Perfumada el alba y al tranco del pingo

por esta cuchilla, dice el corazón partido:

 “supremo el coraje del suyo marido;

montarse esta momia es cosa de gringo”.

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La Dama de Hierro le dicen los diarios,

que es fuerte y bizarra le dicen también.

Yo sólo les digo lo que mi corazón ve;

no alcanzan las letras de mi diccionario 

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para decirlo todo, de golpe a la vez:

no hay tiento que aguante, si pasa la mano,

ni hebilla que dure si es puesta al  revés. 

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El viejo Mandinga (pariente el villano),

pondrá a la estatua cómoda en tu ano,

con el horno al mango ahora o después.  

SONETO III 

Muchos diz qués canalla temulenta;

otros diz qués travesti la muy zorra,

y diz que tiene al marido con la gorra,

meta guiso y sin salsa la polenta. 

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¿Quién te parió cuadrupédica morralla?

¡Diabluras del Diablo y azote de Dios!

¿Fue Isabel la Rata, quien hizo tu talla

y asina la  yunta formaron las dos? 

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Diz quélla hizo el deber que le pedían:

robando, mintiendo, matando soldados:

viejos camaradas que ayer se perdían. 

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Rodando estos soles  te dire algún día

cuando esté clavado nuestro pabellón:

¡son nuestras Malvinas de la Patria mía!