Noviembre de 2006 
  Señor Brigadier:  
       Por la profunda amistad que tuvieron sus suegros con mis padres, por la 
  que conservan, hasta el día de hoy, con mi esposo y conmigo, no seguí el 
  impulso que, en su momento, me provocaron sus primeros trémulos pasos en el 
  desempeño de su altísima función: enviarle, según una vieja tradición, una 
  pluma blanca. Siempre existía, pensaba, la posibilidad de que, si usted era 
  capaz de un gesto de dignidad, me la devolviese. Pero no obedecí a ese impulso 
  y aguardé, hasta el último día, alguna señal positiva, pública desde luego, 
  del jefe de la Fuerza Aérea Argentina. 
   
       De todas las actuaciones genuflexas de las cúpulas de la Fuerzas Armadas 
  ante este gobierno marxista y montonero, ninguna me laceró tanto como la suya. 
  Es que su conducta me afecta tanto, o más, que la de Bendini a su antiguo 
  camarada del Colegio Militar, el hoy prestigioso periodista "Tata" Yofre. 
  Quisiera tener la incisiva pluma del "Tata"; pero, aunque tuviese ese don, la 
  presencia de su familia, de su esposa --a la que conocí cuando era una niña--, 
  de sus hijos, nietos de mis amigos, me impediría usar el sarcasmo. Sólo le 
  digo: usted pudo irse, si no podía hacer otra cosa en pro del bien de su arma, 
  como, por ejemplo, en su momento, lo hizo el general Fernández Torres. Quiero 
  decir, concretamente: irse con dignidad, no echado por el mandamás de turno 
  como quien despide a un empleado inútil.  
        Cuando los ingleses, según refiere el libro Las dos caras de la 
  moneda , en sus documentos de inteligencia militar, mencionaban el 
  "factor Genta" en el estupendo desempeño de los pilotos de la Fuerza Aérea en 
  la Guerra de las Malvinas, mi familia sintió que la vida, la enseñanza y la 
  sangre de Genta habían impreso carácter en los hombres del arma que más 
  recibió de él, sea en forma directa o transmitida por preclaros discípulos, 
  como su suegro, por ejemplo, o el cuerpo de profesores de la Escuela de 
  Aviación y de la Escuela de Guerra Aérea en la época en que usted se formó en 
  esos Institutos (cuentan que usted siempre se adhirió entusiastamente a esas 
  enseñanzas hasta el momento que le tocó desempeñarse como jefe del arma). 
   
       Pero, ahora veo, por su actuación y la de algunos de sus colegas, la 
  verdad de algo que siempre nos decía mi padre en sus clases: es más fácil 
  tener un acto de heroísmo en un momento extremo que mantener una actitud 
  continuada de heroísmo. Algunos logran mantener el honor y la gallardía a 
  través del tiempo y de las pruebas. Podría darle más de un ejemplo; pero 
  usted, ciertamente, los conoce.  
       Usted pudo, y hasta puede todavía, tener un gesto que lo rescatase. ¿Por 
  qué no habló? ¿No pudo arreglárselas para dar la cara después de su relevo, si 
  es que antes no podía hablar, llamando simplemente a una conferencia de prensa 
  antes de abandonar efectivamente el cargo? ¿Le parece que no hay, todavía, 
  algunos medios independientes que hubieran acogido con gusto sus declaraciones 
  aunque fuesen éstas "políticamente incorrectas"? Consecuencia más que 
  probable: un arresto de treinta o sesenta días. ¿Y qué significa al lado de 
  las prisiones de camaradas militares y de policías presos en cárceles comunes 
  por el delito de haber pospuesto treinta años la ocupación del Estado por un 
  gobierno castro marxista?  
       Todavía está a tiempo de decir la verdad sobre el espacio aéreo y sobre 
  muchas otras cosas. Por la memoria de sus camaradas caídos en el Mar Austral, 
  por favor, inténtelo. Se lo debe, sobre todo, a sus hijos para que puedan 
  llevar su apellido con la frente alta.  
               |