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DESAPARECIDOS

(Desaparecidos sí: pero Democacatricamente)

Juan Pampero

 

   Mis queridas amigas y amigos: 

   Como ustedes saben, y los que no, ya lo deben de haber presentido, tengo yo entre vosotros, un buen número de críticos. Cosa que me brinda la oportunidad para darle nuevamente gracias a Dios Todopoderoso por las mercedes recibidas, agora y enantes, haciendo que mi vida transcurra de común por entre las zarzas amables que por el pavimento despejado. Pero estas críticas amistosas son siempre dichas de buena fe, lo que hace que las más de las veces el criticador tenga razón y deba atenerme, consecuentemente, a sus palabras, dichos y consejas.

   Las más acerbas de estas reprobaciones están supeditadas a mi decir o explicar cosas y cuestiones sin fundamentos. Siendo que al escribir trato de fundamentar lo dicho por todo medio que esté a mi alcance. A muchos les constará esto. Pero visto está que no alcanza. Trato de no inventar nada, y muy particularmente, lo que ya está inventado, limitándome a vincular un hecho con otro para que ellos no cabalguen paralelos. De donde yo vendría a ser un gran vinculador, antes que un literato, que no soylo ni lo quiero ser, y palabreja de la cual huyo despavorido toda vez que me la nombran queriéndome sindicar.

   Anualmente desaparecen en nuestro país unos 148 niños de promedio. Al transcurrir los años esta cantidad se reduce en unos 10, o tal vez 15 pequeños que van apareciendo entre los cuatro y cinco años posteriores a su ausencia. Digamos entonces que, finalmente, quedan entre 138 y 133 casos sin resolver. Me han nombrado ocasiones en que han sido menos. Pero esto es, y lo que importa, que nunca más se sabe de estas criaturas. Y peor aún: ni una idea remota se tiene de qué fue lo que pudo haberles pasado. En verdad, este asunto es desolador. Y que esta desgracia ocurra igualmente en otras muchas partes, no es justificativo, porque ya se sabe aquello de que mal de muchos, en fin.

   Si hacemos una simple cuenta, durante los 23 años de Democacacracia que llevamos habrían desaparecido 3059 niñitos. Dije ya que tal vez el número sea menor. No mucho  más falto, pero de todas maneras resulta, a mis humildes ojos de cristiano viejo, una barbaridad. Una opinión que seguramente mi sufrido lector compartirá.

   Si a este espantoso desaguisado, que nos deja con la mandíbula cadente, se le suma como aderezo, que entre medio de este horror se encuentra la inmolación de María Marta García Belsunce, que fuera Presidenta de Missing Children cuando su asesinato, sin que tampoco se conozca el nombre de su verdugo y los móviles de su crimen, mueve a erizar los pelos de todas partes. Incluidas las pestañas.

   Pero al mismo tiempo resulta paradójico que este gobierno fatuo como el sapo del diluvio, se ande diciendo que el señor Julio Jorge López haya sido el único desaparecido en la era Democacacrática. Tanto como asimismo se escucha decir a una señora como la Carlotto, que habla sobre sus nietitos presuntamente desaparecidos, que están haciendo una obra magistral al encontrarlos. Y por ello reciben ingentes sumas de dinero que han llegado a figurar en el presupuesto nacional. De estos otros, de estas más de tres mil familias destrozadas por el robo de sus hijos: nada. Ni siquiera un sentido pésame.

   Creo humildemente que una primera obra de gobierno sería averiguar seriamente cuántas personas han desaparecido en estos 23 años de entrega, hambre, desolación, muerte y llanto. Sí, convocar a todos los familiares para que expongan cada caso y aporten todo lo que realmente a sucedido. ¿Remover aún más el avispero? Exactamente: de mi parte os digo que no me asusta el avispero ni me corre la perrada.

   Un abrazo como siempre y saludo a nuestro estilo.

                                                                                                                           JUAN

                                                                                                                Milico Irredento

                                                                                                  (por la Gracia de mi Redentor)

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