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                                A 
                                su Excelencia Reverendísima 
                                
                                   Arzobispo de la 
                                Ciudad de Córdoba 
                                
                                
                                   Mons. CARLOS JOSÉ 
                                ÑAÑEZ 
                                
                                
                                   Presente  
                                
                                
                                   Excelentísimo Padre:  
                                
                                
                                                                      En el mes 
                                de Diciembre del 2004, le escribí a mi Pastor, 
                                por el silencio de ese Arzobispado, ante la 
                                muestra sacrílega del Cabildo. Tiempo después, 
                                nuevamente le escribí a mi Pastor, por los 
                                hechos de Semana Santa, y el acto roquero 
                                preparado frente a la Madre Catedral, el Jueves 
                                Santo, el día más sagrado para la Cristiandad, 
                                lo que motivó la denuncia ante la fiscalía de 
                                turno. Por supuesto, esa vez, también nuestro 
                                Obispo estuvo ausente. Tiempo después nuevamente 
                                ante otra muestra sacrílega, y  que fuese 
                                impedida por laicos, nuestro Pastor, guardó 
                                silencio. 
                                
                                
                                                                      Hoy 
                                Excelencia Reverendísima, mis cinco hijos, mi 
                                mujer y yo, ante un mensaje recibido por 
                                celular, donde se convocaba con desesperación a 
                                los Católicos, a defender desde la explanada el 
                                Templo Mayor de Córdoba, dado que una 
                                multitudinaria manifestación de las abortistas, 
                                del movimiento de lesbianas, y homosexuales, el 
                                Partido Obrero, el Movimiento Socialista de los 
                                Trabajadores, , etc.etc.etc., llegados de todas 
                                partes, se preparaba para atacarla como lo ha 
                                hecho en otros años. Ante ese mensaje, mi hice 
                                presente a las 18,30hs. Allí  pude ver un grupo 
                                sólido y decidido de jóvenes parados en las 
                                escalinatas,, que con cruces en el pecho rezaban 
                                a viva voz sin cesar, el Santo Rosario, 
                                inmediatamente me sumé a ellos como otros tantos 
                                padres;  cuanto gusto tuve al ver a tantos 
                                conocidos, y desconocidos dispuestos a dar su 
                                vida por nuestro Dios.  
                                
                                
                                                                      Mientras 
                                ansiosos,  muchas criaturas temerosas, pero 
                                firmes en sus puestos, esperábamos la llegada de 
                                la horda que luego apreció, se presentó una 
                                persona, que parecía ser un sacerdote, digo 
                                parecía, porque ni su vestimenta ni su discurso, 
                                ni su torpeza podía hacer suponer que era un 
                                hombre del clero, se nos dijo que abandonáramos 
                                nuestros puestos, y pasáramos a la Misa que se 
                                estaba por celebrar. 
                                
                                
                                                                      
                                Inmediatamente me acerque, pregunte quien era, y 
                                se me dijo que era un enviado del Obispo. 
                                Simplemente repito lo que se me dijo. 
                                Cuanta tristeza, y vergüenza sentí, pero al 
                                escuchar esas cuatrocientas voces elevando sus 
                                plegarias al Cielo, tomé el micrófono y les dije:”LA 
                                COBARDÍA DE LOS BUENOS FOMENTA LA AUDACIA DE LOS 
                                MALOS”. “ HACE DOS MIL AÑOS EN EL CIRCO ROMANO 
                                LOS LEONES NOS DEBORABAN, Y NUETROS CRISTIANOS 
                                MORÍAN CANTANDO Y SIN MIEDO.  “MENOS MIEDO LES 
                                VAMOS A TENER NOSOTROS A UNOS CUANTOS GATOS 
                                CRIOLLOS”: DE AQUÍ NO NOS MOVEMOS”, 
                                vamos a defender nuestra Madre Catedral. Y a 
                                partir de ese momento, su Excelencia 
                                Reverendísima, nos importó muy poco si Ud. nos 
                                apoyaba o nos dejaba a la deriva como lo ha 
                                hecho desde que asumió su cargo, el que como 
                                Católico, CREO QUE SU ACTITUD, NO HA ESTADO A LA 
                                ALTURA DE TAN ALTA RESPONSABILIDAD, ya que jamás 
                                lo he visto actuar de acuerdo a las 
                                circunstancias. Un Buen Pastor, da la vida por 
                                sus ovejas, y ante los hechos, nuestro Pastor, 
                                cada vez que apareció el lobo, jamás estuvo con 
                                sus ovejas.. 
                                
                                
                                                                      Tiempo 
                                después, por calle San Jerónimo apareció una 
                                horda, la que en gran parte al ver estos 
                                “Cuatrocientos Espartanos”, siguieron de largo, 
                                no si antes detenerse, a insultar, y agredir con 
                                todo tipo de proyectiles, yo mismo sufrí el 
                                impacto de tres de ellos en mi cabeza, y huevos, 
                                y basura en todo mi cuerpo, pero no nos 
                                movieron, ni nos conmovieron. Los cantos e 
                                insultos eran acallados por el Ave María que una 
                                detrás de otra se elevaban al Cielo, como 
                                pétalos de rosas arrastrados por el viento de 
                                nuestro amor a la Virgen y la convicción de 
                                nuestra FE, y el Cielo, a diferencia suya, no 
                                nos abandonó. 
                                
                                
                                                                      Nos 
                                provocaron, nos insultaron, nos agredieron, y 
                                quiere que le diga Sr. Obispo, estábamos 
                                felices; esos jóvenes estaban llenos del 
                                Espíritu Santo; llenos de amor a Dios, y sus 
                                rostros iluminados contrastaba con el de esa 
                                triste muchedumbre llena de odio. 
                                
                                Mi hija mayor, que en poco tiempo será abogada, 
                                mi hijo que está en quinto año de Ingeniaría me 
                                dijeron papi, no tuvimos miedo, porque si nos 
                                mataban nos íbamos al cielo como mártires. 
                                Cuanto orgullo y felicidad recibió mi alma. 
                                
                                
                                                                      
                                
                                La felicidad al sentir esas palabras en mis 
                                oídos, jamás la podrá experimentar el Sr. 
                                Obispo. Hoy puedo decir a viva voz, que yo 
                                también  puedo morir tranquilo, porque les he 
                                transmitido la llama de la FE. Porque son sal de 
                                la tierra y luz en las tinieblas. ¡¡¡¡Que falta 
                                de ejemplo de su parte!!!!, cuanto nos hubiese 
                                gustado ver a su Excelencia, entre nosotros, 
                                pero unos tucumanos que estaban a nuestro lado, 
                                nos dijeron, no lo esperen de él, jamás lo hará. 
                                
                                
                                                                      Para 
                                finalizar, quiero poner en conocimiento del Sr. 
                                Obispo, que por nota del 12 del corriente, le he 
                                informado lo que ocurrirá en el Pabellón 
                                Argentina de la Ciudad Universitaria, 
                                solicitándole, que advirtiese a la feligresía, 
                                descuento desde ya que nada hará, pero a 
                                diferencia de las otras veces, hoy yo 
                                tengo el escrito recibido por Ud.  con la 
                                antelación debida, 
                                
                                el cual junto a las otras tres cartas, elevaré a 
                                Su santidad el Papa Benedicto XVI, a fin de que 
                                sepa la clase de Pastor con que cuenta la 
                                Arquidiócesis de Córdoba, y el abandono a su 
                                propia suerte de la grey, que él debe proteger, 
                                amar y si es necesario, dar la vida. 
                                
                                
                                                                      Sin más me 
                                despido de Ud. con el deber de Católico de besar 
                                su anillo pastoral.  
                                
                                  
                                
                                
                                CÓRDOBA, 16 de Octubre de 2007.- 
                                Dr. 
                                ALEJANDRO JULIO ALIAGA 
                                ABOGADO 
                                
                                
                                LA NOTICIA EN SEPRIN: 
                                
                                
                                300 CATOLICOS FUERON 
                                ORINADOS, ESCUPIDOS Y RECIBIERON 
                                
                                
                                VARIOS PROYECTILES DE 
                                LAS 20.000 MUJERES QUE MARCHARON 
                                
                                
                                POR LA 
                                DESPENALIZACION DEL ABORTO 
                                 |