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Cultivos transgénicos en Argentina


Cortesía: Manuel A. Martí (UVA)

El gobierno argentino ha promovido la ingeniería genética en forma tal que se ha convertido en el segundo productor mundial de organismos vegetales genéticamente manipulados. Se calcula que el 60% de los alimentos procesados contienen soja y durante la última cosecha este cultivo cubrió el 90% de la producción total con transgénicos con lo que es altísima la probabilidad de estar consumiendo, sin saberlo, soja transgénica.

Hoy en la Argentina existen la soja, el maíz (20% de área sembrada) y el algodón transgénicos, pero ya se habla de peces o cerdos transgénicos y otros organismos vivos que ingresan en esa categoría.

Ya existen en el mercado de nuestro país plantas transgénicas con tolerancia a herbicidas (Soja RR) y plagas (Maíz y algodón Bt). En otros lugares del mundo están experimentando con plantas resistentes a climas desfavorables, tomates con genes de pez para retardar su maduración; algodón Bt, que al igual que el maíz, produce su propio insecticida y por eso es resistente a una plaga determinada. Otros cultivos transgénicos que están siendo probados en distintos lugares del mundo incluida la Argentina son: la papa, el brócoli, la coliflor, la papaya, la mandioca, el sorgo, el melón y hasta árboles, como el eucaliptus.

Los encontramos mezclados en nuestros alimentos en las góndolas de supermercados (maíz y porotos de soja genéticamente manipulados). Los encontramos creciendo en campos de experimentación y de cultivo en nuestro país.

Cómo reconocerlos

Es difícil identificar los productos transgénicos. Los consumidores argentinos, a diferencia de los europeos y japoneses, no pueden elegir lo que comen porque no existe un etiquetado en los productos que advierta si en sus ingredientes o procesados contienen, o no, organismos genéticamente manipulados. Es decir, no puede saberse si la comida es originada mediante la agricultura tradicional o la producida en laboratorio.

Las comidas vegetarianas han sido las primeras en ser contaminadas genéticamente. Le siguieron las carnes elaboradas (en especial los bocaditos de pollo o las hamburguesas), luego los aceites, que suelen utilizarse en margarinas o mayonesas (obviamente también los aceites de cocina contienen componentes de soja) e incluso las golosinas y otros productos de panadería. La soja de Monsanto también estaría en los productos dietéticos.

Lo más práctico es analizar la declaración de ingredientes. Hay que prestar atención en las siguientes palabras en los productos que se compran en los supermercados: lecitina (la mayoría contiene bases de soja) o lecitina de soja (también aparece camuflado con la insripción INS 322 o 322), proteína vegetal texturizada, proteína texturada de soja, dextrosa, aceite vegetal hidrogenado, emulsificante, proteína de soja aislada o harina de soja.

Hoy, en la Argentina, consumir algún alimento que contenga ingredientes con soja, es exponerse a un alto riesgo de introducir en nuestros cuerpos organismos concebidos por la ingeniería genética. Distintas oficinas de Greenpeace en todo el mundo han confirmado en varios test de laboratorios científicos la presencia de soja o maíz transgénicos en los alimentos de consumo masivo. En la Argentina no existen mecanismos para detectarlos o advertirlos en la comida que se consume diariamente.

Queda todavía un resquicio para detectar en forma aproximada a la mayoría de estos organismos genéticamente manipulados. Como se sabe, la soja está presente en el 60% de los alimentos, y debe recordarse que el 90% de la soja que se produce en Argentina proviene de la variedad transgénica patentada por la empresa Monsanto.

Teniendo en cuenta esos datos, lo más lógico es suponer que alguien que consume algún producto con derivados de soja, está comiendo la soja transgénica de Monsanto.

Por el momento, lo único que se puede hacer es evitar aquellos productos que contengan los ingredientes citados en la siguiente lista:

CARNES: salchichas, medallones, supremas, rebosados o bocaditos de pollo, hamburguesas, milanesas patés, etc.
PASTAS: fideos, capelletis, ñoquis, mozzarella, ravioles, etc.
CONDIMENTOS: caldos o cubitos de pan.
CEREALES: arroz y cereales para desayuno
GOLOSINAS: galletitas, alfajores, bocaditos, bombones, bizcochos, caramelos, chupetines, chocolate, obleas, turrones, etc.
PANADERÍA: panes lactales, magdalenas, budines, bizcochuelos, tostadas, galletitas de agua o saladas, pan de salvado, etc.
OTROS: leches y chocolates en polvo, chocolatadas lìquidas, milanesas de soja, sopas, helados, baños de repostería, mouses, jugos, cervezas, margarinas, mayonesas, papas fritas, rabas, aceites o empanadas elaboradas.

La desprotección del consumidor.

El Gobierno no ha previsto ninguna ley que regule este tipo de tráfico de genes en nuestra comida, y ni siquiera le ha dado a los ciudadanos la posibilidad de estar advertidos de ello. Las empresas, hoy por hoy, no están obligadas a etiquetar.

La Red de Alerta sobre Transgénicos (Redast) y el Foro de Asociaciones de Consumidores han recomendado a la gente que exija a empresas y autoridades gubernamentales el etiquetado de los alimentos. Quienes consumen transgénicos son privados ilegítimamente de su derecho a elegir si quieren o no correr el riesgo de contraer alergias o resistencia a antibióticos. Estos dos últimos riesgos son los más discutidos actualmente por la comunidad científica, sin que hasta el momento exista un fuerte consenso en una u otra dirección.

Un gran número de entidades civiles está cuestionando la seguridad sanitaria y ambiental de esta clase de organismos Quienes consumen transgénicos son privados ilegítimamente de su derecho a elegir si quieren o no correr el riesgo de contraer alergias o resistencia a antibióticos.

Monsanto, la compañía que desarrolló la Soja RR, utilizada en la Argentina también vende las semillas genéticamente adaptadas a los químicos que ellos mismos venden.

Robert Shapiro, presidente de Monsanto, dijo que "Existen más preguntas que respuestas en relación a esta delicada cuestión. Sigo creyendo en el futuro de la biotecnología, pero considero justificado preguntar: ¿es segura esta comida para el consumo humano?, ¿Los cultivos transgénicos son seguros para el ambiente? ¿Cómo van a afectar a la biodiversidad? ¿Cómo van a afectar a otras plantas, insectos y pájaros?", en una teleconferencia organizada por Greenpeace en Londres.

En estos momentos, existe una gran presión por parte de la industria biotecnológica para difundir masivamente las "semillas estériles" que contienen el llamado "gen Terminator". Con este gen, patentado como "Sistema de Protección Tecnológica", las corporaciones biotecnológicas quieren obligar a los productores a comprar todos los años la semilla y los productos agroquímicos que ellas mismas producen. En pocas palabras, pretenden controlar la agricultura y el mercado alimentario mundial.

El "gen Terminator" está especialmente pensado para afectar a países como la Argentina, según se deduce de las expresiones del presidente de la empresa Delta & Pine Land Co. (subsidiaria de Monsanto): "Esperamos que [el terminator] tenga implicancias globales, en particular en mercados o países donde las leyes de patentes son débiles o directamente no existen". Por el momento la empresa Monsanto ha anunciado que no insistirá en imponer el "Terminator" en sus semillas aunque se trata de una decisión transitoria.

 

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