Conciencia Ambiental

Un Aporte para la Construcción de una Sociedad Sustentable

1933 -3 de Julio-2003
Muere en Buenos Aires el político Argentino Hipólito Yrigoyen. Fundó, junto con Leandro N. Alem , la Unión Cívica Radical . Entre 1916 y 1928 fue presidente de la Nación. Mantuvo la neutralidad argentina en la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918). Nació en Buenos Aires el 12 de julio de 1852.

 Hipólito Yrigoyen fue el primer Presidente argentino elegido por sufragio popular.

 Nació el 12 de Julio de 1852 en Buenos Aires. Fue abogado, profesor, guardabosque y político y, en 1896 tomó el control del Partido Radical.

 Asumió en una ceremonia marcada por episodios inéditos. Por primera vez, el nuevo Presidente y el Presidente saliente, Victorino de la Plaza, se conocieron recién en el acto de traspaso. Además, la multitud que acompañó su traslado a la Casa Rosada desenganchó los caballos del carruaje que lo transportaba y lo llevó a pulso. Fue en esa elección donde se estrenó la Ley Sáenz Peña (voto universal, secreto y obligatorio). 

 La UCR (Unión Cívica Radical) ganó con 340,802 votos (el 45,6 por ciento). En su mensaje a la Asamblea Legislativa, Yrigoyen afirmó: -No he venido a castigar ni a perseguir, sino a reparar.

 Durante su administración (1916-22), él y sus seguidores del Partido Radical en el Congreso mantuvieron la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mundial.

 También se dictaron varias leyes regulando el trabajo, pero no fueron lo suficientemente fuerte, y en 1919, un gran paro quebró violentamente su gobierno.

 Reelegido contundentemente en 1928, a pesar de la oposición de Marcelo T. de Alvear, con el 57,4 por ciento de los votos (839,140).

  El caudillo volvió al poder con 76 años. Sectores conservadores, basados en su supuesta senilidad, fomentaron su derrocamiento. La corrupción y la paralización dentro de su administración le costaron mucho apoyo. La gran depresión que comenzó en 1929 debilitó su gobierno y un Golpe Militar en 1930 terminó con su carrera.

Austero en su vida personal, oscuro en muchas de sus declaraciones políticas, Irigoyen falló en implementar en Argentina las reformas democráticas que quería alcanzar antes de asumir la presidencia. 

Falleció el 3 de Julio de 1933 en Buenos Aires.

Primera presidencia radical

  La primera presidencia radical, que ocupó al doctor Hipólito Yrigoyen desde el 12 de octubre de 1916 hasta acabar el período en 1922, fue también la primera legítima desde el punto de vista electoral. Una vez en el poder, el radicalismo encaró los problemas del país con un enfoque diferente al que había imperado durante el "régimen". Su política fue emancipadora. Las cuestiones fundamentales que afrontó en 1916 el gobierno de Yrigoyen fueron:

 1º Una legislación social que atendiera a las relaciones del trabajador con las relaciones del trabajador con el sistema económico.

 2º La transformación y consolidación del sistema económico nacional.

 3º La reforma educativa, que se derivó del movimiento autónomo de la Reforma Universitaria.

 Transmisión del mando del Dr. Marcelo T. de Alvear. El ex-mandatario, Hipólito Yrigoyen rodeado del público que lo acompaña al salir de la Casa de gobierno (1922). 

En materia de legislación, el radicalismo se propuso complementar la gran conquista civil del pueblo, que era el voto libre, con el logro de condiciones económicas justas en la retribución del trabajo.

A poco de asumir el cargo dijo Yrigoyen: -La política económica es la piedra angular en que reposa la prosperidad bien entendida de los pueblos más adelantados. No hay, pues, deber más imperativo a todo gobierno que el de afrontar la construcción económica del Estado. La Unión Cívica Radical no pretendió instalar en el poder a una clase social determinada, traspasando a ella los privilegios de que habían gozado hasta entonces los conservadores. Trató de hacer justicia para que, según las palabras de Yrigoyen, "bajo la bóveda del cielo argentino no haya un solo desamparado."

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Política interna y legislación obrera

¿Cuáles habían sido las consecuencias de más de treinta años de gobierno conservador? En las provincias imperaban la miseria, la desnutrición y el analfabetismo. En todo el país, las empresas industriales y agrícolas, que explotaban impunemente al trabajador, eran dueñas de las tierras, de los bosques, del petróleo, de los frigoríficos, de las minas, de los transportes; en una palabra: de toda fuente de riqueza.

Durante la primera presidencia radical se encararon los siguientes problemas básicos en materia de legislación obrera: salario mínimo de empleados y obreros, y jornada máxima de trabajo, bregando para que las ventas alcanzasen a los trabajadores de todo el país y no solo a los de la Capital Federal. Los salarios se duplicaron de 1916 a 1922, pasando de $3, 50 a 7. - de promedio, manteniéndose a la vez estacionario el valor adquisitivo de la moneda. Se implantó la jornada de 8 horas en lugar de 9 o más, se quintuplicaron las inversiones en obras públicas del Estado, y el monto de las indemnizaciones de trabajo alcanzó a más de cuatro veces su valor anterior.1 En 1919, el presidente presentó al Congreso Nacional proyectos sobre contratos colectivos y arbitraje obrero.

Sin embargo, Yrigoyen calificó las ventajas obtenidas de "miserable aumento en la remuneración de todos los trabajadores de la República", y en 1921 presentó al Congreso su plan legislativo más importante.

El código del Trabajo, proyecto que tiene como fundamento las condiciones básicas de la justicia social, y para el cual se han tenido en cuenta, junto a los derechos reconocidos al capital, las justas y legítimas aspiraciones de los que, sin otro patrimonio que el trabajo diario, aportan sus esfuerzos decididos y eficaces a la obra del progreso del país. En otro pasaje agrega Yrigoyen: -El Poder Ejecutivo entiende que al Código del Trabajo debe seguir el Código de la Previsión Social, código este último que fue remitido en 1922.

El problema de la vivienda fue encarado por ley para los empleados ferroviarios y los obreros de empresas particulares, gracias a préstamos concedidos por el Banco Hipotecario, que otorgaba hasta el 80% del valor para la construcción de casas baratas. Yrigoyen insistió ante el Gobierno con un gran plan de casa económicas, pero no logró que fuese considerado.

Durante los gobiernos del Régimen, la clase obrera no gozaba de ninguna clase de garantías. Las huelgas eran consideradas ilegales. El Estado protegía el sistema patronal, y el capital se hallaba en situación de privilegio. En la Capital Federal, los gobiernos oligárquicos reprimían los movimientos obreros a tiros o a bayoneta calada. Fueron brutales la represión policial de 1905, en la Plaza Lavalle, la de 1909, y la de 1910, en la que se llegó al asalto, al incendio y a numerosas muertes.

Una gran huelga de 10. 000 ferroviarios, que se produjo en enero de 1912, bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña, fue reprimida por las tropas del ejército, que el gobierno había puesto a disposición de los particulares de las empresas.

En esa oportunidad, el gobierno permitió el despido de los obreros sin atender al reglamento, ni escuchar la justa protesta contra el trabajo insalubre, agobiador y mal remunerado de las compañías extranjeras.

Los obreros ferroviarios declararon otra huelga de gran magnitud en 1917, frente a la cual la actitud del gobierno de Yrigoyen se reveló muy distinta a la de sus predecesores. La Casa de Gobierno abrió sus puertas a las delegaciones obreras, y los huelguistas no fueron ya considerados criminales.

En una memorable audiencia concedida a representantes de la industria y de la Bolsa de Comercio, el presidente salió en defensa de los obreros ferroviarios, manifestando enérgicamente a sus visitantes que la era de los privilegios había concluido en el país.

Los trabajadores lograron tener representación en los directorios de las cajas de jubilaciones, y la República Argentina participó de las preocupaciones mundiales sobre cuestiones obreras, para lo cual envió delegado a los congresos, y hasta efectuó tratados internacionales sobre derecho obrero con distintos países de Europa.

Las huelgas, las asambleas y la actividad sindical en general, no fueron reprimidas por la policía, y el presidente actuó como árbitro en conflictos entre obreros y patrones. Las dos importantes excepciones a esta posición fueron la Semana Trágica y el Episodio de Santa Cruz, en los cuales se cometieron atropellos sin cuento contra los trabajadores.

Circular de los gobernadores de provincia sobre fomento de trabajo rural

 Buenos Aires, abril 9 de 1920

-Tengo el honor de dirigirme a Vuestra Excelencia, empeñando su celo patriótico a fin de cooperar en la acción del Poder Ejecutivo, tendiente a estimular y favorecer el trabajo nacional de todos los medios a su alcance.

Se han abierto nuevos horizontes para actividad general y la reconstrucción mundial reclama cada vez más el aporte de los pueblos productores para satisfacer sus consumos siempre crecientes. No gravitan ya sobre la Nación exacciones y cortapisas opuestas al libre desenvolvimiento a la labor colectiva, y es entonces necesario que los poderes públicos orienten, estimulen y favorezcan la intensificación del trabajo productivo.

Análoga invitación se hizo por este gobierno a principios de 1917. Ella fue escuchada por el pueblo trabajador, dando por resultado las grandes cosechas sucesivas que, colocadas más tarde en condiciones ventajosas, levantaron al país de su crisis y restablecieron el bienestar general en sus múltiples manifestaciones.

Las circunstancias actuales son igualmente propicias a una propaganda semejante y el Poder Ejecutivo de la Nación entiende llenar una verdadera función social al estimularla en esa forma. Una exagerada tendencia al urbanismo, aumenta la población de las ciudades restando actividades a las campañas.

Ese fenómeno natural si se quiere pero inconveniente, se traduce en disminución de la producción y aumento de los consumos; contribuyendo al encarecimiento de los artículos de primera necesidad y a la elevación incesante del precio de la vivienda. Las medidas ocasionales difícilmente podrán conjurar todo ese mal, si la corriente popular no toma otro comino.

El Gobierno de la Nación ha adoptado medidas y ha obtenido la sanción de leyes tendientes al fin indicado. La tierra póblica, inspeccionada y reorganizada se ofrece en condiciones favorables para quienes quieran trabajarla arraigando su hogar en ella.

En la Dirección General de Tierras y Colonias se pueden solicitar informaciones que serán suministradas con rapidez, sin las perniciosas trabas de otros tiempos. Allí al que desee obtener un lote en los territorios se le informará sobre las condiciones de la tierra, los cultivos a que se apresta, la calidad y profundidad del agua, vías de comunicación y medios de transporte.

La nueva ley del Banco Hipotecario Nacional permite acordar préstamos hasta el 80% del valor de compra sobre lotes de campo, no mayores de 200 hectáreas pagaderos en las ventajosas condiciones que son conocidas. Acuerda igualmente préstamos hipotecarios hasta esa suma para los empleados públicos, con facilidades que les permitan adquirir con ese ahorro obligado, una propiedad, que será el mejor seguro para su familia.

La ley del hogar faculta al Gobierno para conceder gratuitamente pequeñas fracciones de tierra inembargable, susceptible de explotación ventajosa. Los perfeccionamientos de nuestras tares rurales y sus nuevas industrias derivadas, ofrecen al hombre emprendedor seguridad de éxito y los halagos de una vida física y moralmente sana, sin las incertidumbres de lucha febril de las ciudades.

En estas condiciones el Poder Ejecutivo de la Nación considera que es necesaria la difusión constate y matemática de estas informaciones, dando todo género de facilidades y estimulando a los empleados públicos que tienen a su cargo esas funciones, a fin de que, no ahorren esfuerzos para encauzar las actividades del sentido indicado.

Una campaña semejante realizada constantemente y traducida en actos afectivos, de modo que el trabajador halle en los Poderes Públicos el apoyo y no la rémora de sus iniciativas, debe necesariamente modificar la actual orientación hacia los centros poblados, llevando nuevas energías a la producción de los campos y con ello afirmando la riqueza general, el bienestar de los pueblos y la grandeza de la patria.

No dudo que el gobierno de V. E. Compenetrados de estos mismos anhelos presentará preferentemente atención a esta iniciativa, pudiendo contar en todo momento con el apoyo del Gobierno Nacional, para llevarla a cabo en la mejor forma posible.

H. Yrigoyen

 Mensaje sobre un proyecto de ley de divorcio

 Bueno Aires, setiembre 19 de 1922

-Al Honorable Congreso de la Nación: Vuestra Honorabilidad tiene a su estudio un asunto de la más trascendental importancia para la estabilidad social de la Nación: el proyecto de ley sobre divorcio.

La organización de la familia, base fundamental de la constitución de las sociedades, será puesta en debate. Ante un problema semejante, el Poder ejecutivo se siente inclinado a exponeros su juicio, dado que, no podrá ya intervenir en la discusión que se ha planteado en el seno del V. H. Surgido el actual gobierno de un movimiento de opinión nacional para afianzar y estabilizar definitivamente las básicas instituciones sociales y políticas del país, cual felizmente ha llegado a culminar en sus grandes propósitos, no puede el Poder Ejecutivo permanecer indiferente ante una iniciativa que amenaza con mover los cimientos de la familia argentina en su faz más augusta.

Nuestros hogares desde los más encumbrados hasta los más modestos, viven felices bajo los auspicios de sus leyes y su primordial preocupación la constituyen su embellecimiento y su bienestar positivo.

El tipo ético de familia que nos viene de nuestros mayores ha sido la piedra angular en la que se ha fundado la grandeza del país, por eso el matrimonio, tal como está preceptuado, conserva en nuestra sociedad el sólido prestigio de las normas morales y jurídicas en que reposa.

 Toda innovación a ese sentido puede determinar tan hondas transiciones que sean la negación de lo que constituyen sus más caros atributos. Es así V. H., debe meditar muy profundamente para saber si está en las atribuciones de los poderes constituidos, introducir reformas de tan vital significación o si ellas pertenecen a los poderes constituyentes.

No basta que el matrimonio esté regido por el Código Civil para llegar a la conclusión de que es susceptible de modificarse en su esencia por simple acto legislativo. Base como he dicho, de la sociedad argentina que la constitución organiza con determinados caracteres y que llega hasta fijar condiciones de conciencia del Jefe del Estado, es ante todo una organización de carácter institucional que ningún representante del pueblo puede sentirse habilitado a modificar, sin haber recibido un mandato expreso para ese objeto.

Un alto concepto de la función de gobernar nos impone siempre la previsión para detenernos. El Poder Ejecutivo deja así expresados sus pensamientos, inspirado en la defensa de la estabilidad y armonía del hogar, fuente sagrada y fecunda de la patria.

H. Yrigoyen

Tomado de: "Ley 12. 839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico. Obra de gobierno. Defensa ante la Corte" Bs. As., Senado de la Nación, 1986  

 La estrategia política del gobierno

 En 1916 los efectos de la inflación sobre los consumidores urbanos llevaron al gobierno radical a una posición bastante difícil.

Su propósito era poner fin a las tensiones políticas entre la élite y los sectores urbanos y consolidar su posición en el electorado, en un momento en que, a causa de la inflación, los intereses de ambos grupos eran agudamente divergentes.

El gobierno no podía evitar que los terratenientes sacaran provecho del auge generado por la guerra en lo tocante a los productos primario. Por otro lado, si no intentaba al menos mitigar los efectos de la inflación, corría el riesgo de perder los vínculos que había establecido con los grupos urbanos, lo cual dejaría la vía libre a competidores, como el PS, más expresamente ligados a dichos grupos.

Era menester, pues, encontrar algún modo de apaciguar a los grupos urbanos sin enajenarse a la vez las simpatías de la élite.

En lo atinente a los grupos urbanos, se descubrió que la única forma factible de lograrlo era aumentar la cantidad de cargos burocráticos y profesionales, la readopción de los mecanismos tradicionales de patronazgo político y sus consecuencias de largo plazo sobre las pautas del gasto público pasaron a ser, a la postre, el rasgo primordial de las relaciones entre la clase media urbana y la élite conservadora, así como la condición básica para que los radicales pudieran conservar el apoyo de la clase media.

Por supuesto, el uso de tales expedientes no significó que todos los votantes nativos de clase media obtuvieran un cargo público; los cargos eran utilizados fundamentalmente para establecer o mantener el nexo entre el gobierno y los comités del partido y, a su vez, éstos últimos operaban como principal dispositivo para la movilización del electorado, recurriendo a menudo a técnicos más convencionales.

Sin embargo, este sistema de patronazgo no surgió de la noche a la mañana. El principal problema inmediato en 1916 era que cualquier aumento del gasto público para expandir la burocracia hubiera exigido un aumento de los impuestos, y como el sistema impositivo no había siso modificado en lo más mínimo, dicho aumento repercutiría en los propios sectores urbanos.

El grueso de las recaudaciones del Estado provenían de los aranceles aduaneros, de los artículos importados, y por lo tanto se cargaban al consumidor.

La única forma concebible de modificar esta situación habría sido un impuesto a la tierra; pero fijar dicho impuesto no era fácil para el radicalismo: habría constituido un ataque directo a la élite terrateniente, y, aparte de otras consideraciones habría puesto en peligro su propia naturaleza de coalición.

Ahora bien: tampoco resultaba muy fácil incrementar los aranceles aduaneros siendo ya tan altos los precios de los bienes importados.

Antes de 1919, cuando las importaciones y las recomendaciones fiscales comenzaron a mejorar, el gobierno se mostró poco dispuesto a incrementar el gasto público en un monto significativo y hasta cierto punto podía justificarlo invocando alguno de los principios que había defendido cuando estaba en la oposición.

Con anterioridad a 1916 los radicales habían afirmado -aunque pocos les creyeron, y menos aún las clases medias urbanas- que una vez en el poder acabarían con el sistema de favoritismos oficiales, como parte del programa de reorganización moral que habían emprendido.

En consecuencia, el sistema de patronazgo tardó en desarrollarse. La mayoría de las personas nombradas por administraciones anteriores, al menos en el plano nacional, fueron dejadas en sus puestos.

En lugar de eso, en sus dos primeros años de gobierno los radicales trataron de promover en el congreso una serie de reformas moderadas tendientes sobre todo a favorecer a los arrendatarios rurales.

Se propuso la creación de un banco agrario para contribuir a los planes de colonización y se intentó fijar un impuesto temporario a las exportaciones agropecuarias con el fin de llevar alivio a los granjeros que atravesaban momentos de penuria así como desarrollar un plan de obras públicas que permitiera hacer frente al problema de la desocupación urbana.

Otro proyecto legislativo tendría a la compra de barcos mercantes que pudieran reducir los costos de flete en las travesías trasatlánticas.

Estas medidas deben interpretarse como una tentativa de consolidar el control sobre los sectores rurales de la región pampeana y adquirirlo en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos. Esto fue también, a todas luces, el motivo por el cual la oposición conservadora se negó a considerar dichas medidas"

Tomado de: David Rock. El radicalismo Argentino 1890-1930.

Buenos Aires. Editorial Amorrortu 1977

 La Reforma Universitaria de 1918

La Reforma Universitaria de 1918 es el hecho que más asociado ha quedado a los logros del gobierno radical en favor de la clase media. Más tarde dicha Reforma, repercutiría enormemente en los movimientos universitarios de toda Latinoamérica; sus orígenes, empero, fueron los prosaicos conflictos que tuvieron lugar a comienzos de siglo entre la élite criolla y los nuevos grupos de clase media en torno al acceso a las universidades, y, más allá de éstas, a las profesiones liberales urbanas.

La Reforma Universitaria estuvo íntimamente vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los grupos de clase media, producto de la restricción al crecimiento industrial en la economía primario-exportadora.

En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras Casas de Altos Estudios, hubo una sucesión de huelgas estudiantiles, algunas de las cuales alcanzaron violentas proporciones. Su objetivo era que se modificaran los planes de estudio y se pusiera fin a la influencia escolástica y clerical en la educación superior. Los reformadores presentaron sus ideas en términos de una filosofía de la educación y la sociedad marcadamente distinta de la del pasado, popularizando por vez primera la democracia educativa y la participación de los estudiantes en el gobierno de las Universidades.

Aunque el gobierno radical se encontró en un estado de irremediable confusión cuando intentó satisfacer los objetivos más metafísicos de los estudiantes, lo cierto es que tomó medidas positivas en respuesta a sus demandas más concretas. Tras prolongadas negociaciones entre los funcionarios y los líderes universitarios, se simplificaron los criterios de ingreso y los planes de estudio sufrieron importantes modificaciones; pero el paso más trascendente que dio el gobierno fue la creación de nuevas universidades que ampliaron las posibilidades de los grupos de clase media de recibir educación superior.

Así pues, en 1922 estos grupos habían llegado a ocupar una posición política muy diferente de la que tenían en el período oligárquico; ahora estaban plena y directamente envueltos en las actividades del Estado y se habían transformado en uno de sus principales beneficiarios. Si se exceptúan episodios espectaculares como el de la Reforma Universitaria, este cambio tuvo lugar en forma gradual, sin serios choques que pusieran en peligro la estabilidad del nuevo sistema político. En gran medida, lo que estaba ocurriendo era un efecto previsible de la ampliación del sufragio en 1912. Al conceder esto, la élite se había declarado dispuesta a aceptar una extensión del papel político de la clase media como artilugio para conquistarlo.

Los problemas que planteó el nuevo sistema sólo salieron a relucir al término del período de Yrigoyen, en la depresión de postguerra iniciada en 1921. Hasta entonces los terratenientes aprovecharon el auge de las exportaciones y sus concesiones materiales a los grupos de clase media por lo general se hicieron a expensas de otros sectores sociales

Tomado de: David Rock El radicalismo argentino 1890-1930 Buenos Aires, Editorial Amorrortu 1977 

 Yrigoyen, la "semana trágica" y la protesta de Martín Castro  

Hipólito Yrigoyen ha sido, sin duda, sacralizado por la posteridad política. Se lo señala como un hombre austero, de pocas o ninguna palabra, silencioso, metido en su cueva -por algo era apodado el Peludo-, de escasos bienes y de romántica conducta cívica.

Sin negar tales virtudes, dos hechos constituyen manchas reprobables en su gestión: el unicato, o sea el carácter de un gobierno que exigía pleitesía provincial de los gobernadores y, con mucha frecuencia, intervino las provincias de gobiernos no adictos, y la llamada Semana Trágica (en enero de 1919), circunstancia en la que una huelga de los obreros metalúrgicos de Vasena dio lugar a una dura represión policial, de los que el pueblo llamaba los cosacos.

Fue la semana de Enero Un festival policiaco.

Albedrío del cosaco, Del milico, del bombero, Que al nombre de patria y clero Masacraron por su cuenta el Mesías del Noventa del cuatro de Febrero íResultó más bandolero Que rosas en el cuarenta ! Ayer los rojos sicarios, En nombre de sus caudillos, Segaron con sus caudillos, Tantos cuellos proletarios; Hoy, bandidos honorarios, Distinguidos caballeros, Suplen a los mazorqueros en nombre del patriotismo Van sembrando el terrorismo En los hogares obreros.

Fue la avalancha febril De modernos Napoleones Frente a los niños teutones; La guardia blanca, civil.

La que al son del proyectil Rompiera las linotipos Empastelara los tipos las salas de cultura; íFue un desfile de monturas toda clase de equipos ! andoleros del civismo En roja caza de rusos, Dando rienda a los abusos...

íUn nefando argentinismo ! Uniéndose, el barbarismo De cosacos y estudiantes,omberos y vigilantes, Frailes y hoscos militares, íArmazones seculares De tronos ya tambaleantes ! Verdugos del pensamiento En ignaro desenfreno ; Un pensador fue Moreno, Un pensador fue Sarmiento, Rivadavia fue un talento, Alberdi fue un pensador.

Pero esa turba de honor, De patrioteros siniestros, Cruzan sobre los maestros, Tronchando el cerebro en flor.

Chusma ignara, cuartelera, Que en la gran lucha social Ignora el valor moral Que entiende la masa obrera.

Horda nula, montonera, Del cantor y del piquete, Que rudamente arremete A la pesante ralea, Creyendo tronchar la idea Con un tajo de machete.

El gran Sarmiento escribió: "Las ideas no se degüellan".

A los hombres se atropella, pero al pensamiento no ; ¿Acaso lo comprendió Esa chusma electoral, Esa recua comicial Que piensa en bancas con puertas, Esas muchedumbres muertas, La vergüenza nacional ? Dicen, la revolución Es obra de hombres malvados, Pues los obreros honrados No se alzan en rebelión.

Pero la liberación Que ansían los productores Es porque hay explotadores Que no trabajan y gozan hay hombres que no reposan, Que son los trabajadores.

La revolución social Es in patria ni frontera, Es la evolución obrera Derrumbando al capital; Es la casta universal Es el pueblo soberano Negándole a su tirano Derechos de explotación, buscando la redención De todo el género humano.

Avance la masa obrera Del taller y de las trillas, Armadas con las horquillas, Esgrimiendo una mancera; Empuñe hojas de tijera A falta de buena bala.

Que llene el claro una pala den golpes las piquetas, Que abran huella las barretas los garrotes de tala.

Tomado de: El Desván de Clio por León Benarós en Todo es Historia Nº 289, Pág. 63.

La reforma económica

La Tierra  

La transformación y consolidación del sistema económico nacional fue una de las básicas preocupaciones de Yrigoyen, quien encaró fundamentalmente tres puntos, que del Mazo reúne bajo el título de reforma Patrimonial: la tierra, la energía del subsuelo, y los ferrocarriles.

-La tierra pública, empleada como elemento de trabajo, es el más poderoso factor de civilización, dice Yrigoyen, -El latifundio retarda el progreso porque especula a sus expensas, sustrayendo esas grandes extensiones de toda útil y vigorosa labor colectiva.

Aunque el gobernante no pudo llevar a cabo una auténtica reforma agraria, como se proponía, efectuó, no obstante, importantes mejoras.

La posesión de la tierra era el principal privilegio de la oligarquía del Régimen, que la había obtenido por las distribuciones gubernativas en premio a servicios militares en muchos casos, y por las dádivas de Rosas a quienes lo sirvieron. (La tierra no tenía entonces valor real, hasta el punto en que las declaraciones de bienes figura el ganado pero no la tierra.) Otras veces fue arrebatada, o enajenada para grandes latifundios a precios miserables o gracias a la coima. Por ejemplo, por la ley de 1862, se concedió gratuitamente a la sociedad anónima Weellright (después Central Argentino), a lo largo de 400 Km., una legua a cada costado de la vía que construyese entre Córdoba y Rosario. Ello totalizaba más de dos millones de hectáreas, que el ferrocarril vendió baratas a "compañías de tierras", formadas por accionistas de la propia empresa ferroviaria, que las revendieron con ganancias astronómicas.

En una palabra: la tierra pública fue siempre el mayor objeto de rapiña de la oligarquía. El gobierno de la unión cívica Radical se opuso a que se continuara vendiendo las tierras fiscales: quiso conservar para el Estado esta fuente de la riqueza nacional.

También obligó a los violadores de la ley que ocupaban ilegalmente tierras, a que las devolviesen perdiendo las mejoras y abonando un cánon por el tiempo de usufructo.

Al mismo tiempo se fomentó la colonización agrícola ganadera, para la cual, y para la creación del Banco Agrícola, insistió repetidamente Yrigoyen durante sus dos presidencias, sin que el Senado aprobara la ley, razón por la cual los intereses de los agricultores pasó a estar a cargo del Banco Hipotecario Nacional, que logró inusitado desarrollo.

Otro proyecto tendía a la subdivisión de los latifundios en lotes.

En 1921, los diputados Francisco Beiró y Carlos J. Rodríguez, elaboraron un proyecto que se fundaba en la ley de tierra ociosas, sancionada poco antes por Felipe Carrillo Puerto, el revolucionario gobernante de Yucatán (México), y que hacía perder derecho sobre las tierras no aprovechadas durante 15 años. Estos interesantes proyectos tampoco fueron tratados.

El Régimen y ciertos cómplices radicales, evitaron que progresaran los proyectos de juntas arbitrales agrícolas, y los proyectos de fomento de cooperativas, lapsos mínimos de arrendamiento, inembargabilidad de útiles, etc.

El Petróleo La nacionalización del petróleo fue una de las más grandes conquistas económicas de la primera presidencia radical. En esa época, dos eran las compañías más importantes que rivalizaban por el poder en todo el mundo: la Royal Dutch y la Standard Oil, las cuales obtenían extraordinarios y expoliativos dividendos en las naciones americanas, y dominaban en todo el globo.

Tan importante era su peso que, cuando después de la revolución, la Unión Soviética decidió explotar su propio petróleo de Georgia, la Royal Dutch, en 1942, subvencionó un golpe antibolchevique para recuperar sus antiguas concesiones, pero fracasó.

Yrigoyen no consiguió organizar la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, ni hacer sancionar una ley normativa para el régimen legal, técnico, económico y financiero del petróleo, -sin desconocer los derechos adquiridos... y dando lugar a que la iniciativa privada pueda contribuir... dentro de los límites prudentes y bajo ciertas condiciones.

 No pudo lograr la nacionalización completa del petróleo, pero dejó sentadas las bases y el planteo para la acción futura, e impidió que se efectuaran convenios que atentaban contra la independencia económica nacional, como el que estuvo a punto de efectuarse entre la Standard Oil y el gobierno de la provincia de Salta, en condiciones singularmente rapaces, y con la inescrupulosidad y corrupción que caracterizó a esa compañías en sus actividades americanas.

Los Ferrocarriles

La política progresista de Yrigoyen en materia de transporte tuvo su principal exponente en los ferrocarriles. Las empresas ferroviarias habían sido cuatro en 1880, y se agruparon en diez a principios de siglo.

En Londres habían firmado un convenio secreto, en el cual se repartían las zonas del país para su explotación. Lograron concesiones por 40 años, sumamente beneficiosas, pese a lo cual adoptaban frente a los poderes actitudes insolentes y amenazadoras. Algunos de sus abogados patrocinantes en la Argentina eran a la vez diputados, ministros o hasta presidente de la nación, y es de supones en qué forma eran favorables a las concesiones. Yrigoyen anuló las concesiones en 10. 000 Km. de vías imaginarias, con plazos de construcción vencidos, que impedían el desarrollo de los ferrocarriles nacionales. Además las empresas llevaban una contabilidad completamente falsa, magnificando sus gastos y disminuyendo la ganancia, elevaban arbitrariamente las tarifas, y gozaban de toda clase de beneficios a costa del pueblo. Al ver a Yrigoyen tan decidido, los favorecedores y favorecidos de las empresas ferroviarias decidieron utilizar una maniobra parlamentaria, que consistió en proponer la creación de una empresa ferroviaria mixta. Esto, que parecía incorporar las empresas particulares a las del Estado, era en realidad lo contrario: enajenar las líneas del Estado a costa de acciones inseguras en la nueva empresa mixta. En este problema primó el criterio del presidente.

En relación con los ferrocarriles, se halla un importante proyecto, que subsistía desde los albores del radicalismo, o aun desde las primeras corrientes autonomistas que le dieron origen. Yrigoyen comparaba la geografía del país con -la forma primitiva del solas colonial", con una puerta al frente y un largo fondo ciego atrás.

La federalización de la ciudad de Buenos Aires, con su consiguiente centralismo comercial, industrial y de poderes estatales, restaba importancia a los demás territorios nacionales, a los que colocaba en una situación de inferioridad.

La existencia de una red ferroviaria convergente hacía que llegasen al puerto de Buenos Aires los mismos productos de la tierra, procedentes unos de zonas cercanas y otros lejanas como por ejemplo del litoral y del norte, después de haber pagado muy distintos fletes según su recorrido, pero que se vendías después a igual precio en el mercado porteño. Esto empobrecía las zonas alejadas.

La solución era, para Yrigoyen, un trazado más racional de los ferrocarriles, que volviera a actualizar las antiguas vías naturales de salida e productos del norte, hacia el Pacífico, y las del sur de los lagos, por el Transandino del sur y por los ferrocarriles económicos de la Patagonia. Asimismo, la salida a Bolivia para los productos de la Mesopotamia. Esta consideración dio origen a la creación del ferrocarril Huaytiquina, de Salta a Antofagasta, cuya construcción estaba ya ordenada desde 1905.

Así, pues, en 1921, y pese a la reticencia del Congreso en proveer fondos, Yrigoyen emprendió los trabajos, que se completaron por un compromiso argentino - chileno en 1922; y así se ensamblaron las líneas de ambos países Huaytiquina o Socompa al norte y por Zapala al sur. Conviene no olvidar que en aquella época los transportes camineros y aéreos no tenían la importancia actual.

Tomado de: Delia Kamia "Entre Yrigoyen e Ingenieros (Un episodio de la Historia Argentina Contemporánea)", Bs. As., Ediciones Meridión, 1957.

 Creación de una marina mercante nacional  

 Ante los problemas creados por la falta de bodegas durante la primera guerra mundial, Yrigoyen planeó un empréstito para adquirir buques para la escasísima marina mercante nacional, pero contó con una oposición tan encarnizada que su propósito ni llegó a realizarse.

Fue poco a poco que logró comprar para el país algunos barcos de distinta procedencia, que cubrieron al menos las necesidades más imperiosas de tonelaje, y que constituyeron una modesta base para ulteriores realizaciones.

Tomado de: Delia Kamia "Entre Yrigoyen e Ingenieros (Un episodio de la Historia Argentina Contemporánea)", Bs. As., Ediciones Meridión, 1957. 

Política internacional de Yrigoyen

A Yrigoyen le tocó gobernar durante los dos últimos años de la guerra mundial de 1914-1918. Aparte de la crisis económica que produjo, la guerra dio origen a un clima de tranquilidad. Durante su curso tuvieron lugar tres revoluciones que derribaron a las tres casas dinásticas más autocráticas de Europa: en 1917, la revolución rusa, que liquidó al zarismo de los Romanoff; en 1918, la revolución alemana, que acabó con los Hohenzollern, y la austríaca, que quitó poder a los Habsburgo.

En la guerra mundial combatían, aliadas, Inglaterra y Francia contra Alemania. Italia, que intervino a favor de Alemania, se pasó luego a los Aliados. El apoyo bélico de los EE.UU. a los aliados en 1917, ayudó a liquidar el conflicto con la derrota de Alemania por los aliados en 1918.

Afrontando la opinión pública que quería tildarle de progermanista, Yrigoyen supo mantener en el conflicto mundial europeo una actitud neutral, que impidió que su país fuese arrebatado a la guerra por los intereses imperialistas de ambos bandos beligerantes. Supo asimismo hacer respetar los derechos internacionales de navegación, con motivo del hundimiento del vapor argentino Monte Protegido, en abril de 1917 por los alemanes, y hacer que el gobierno alemán pidiese disculpas por el hecho ofreciese reparaciones.

En las gestiones preliminares a la formación de la Liga de las Naciones, Yrigoyen se pronunció por el derecho de igualdad en su seno, de todas las naciones, pequeñas o grandes, vencedoras o vencidas, beligerantes o neutrales.

El delegado argentino ante la Liga, doctor Honorio Pueyrredón, en la asamblea reunida en Ginebra e fines de 1920, manifestó, en representación de su país, que la Argentina no funda su derecho sobre el triunfo de la fuerza, y que la victoria no da derechos.

-La República Argentina -terminó diciendo- juzga de toda necesiddad que la Liga de la Naciones encare la creación de una organización permanente de cooperación económica entre los Estado responsables, a fin de asegurar y de mejorar la suerte de los pueblos.

Dadas las relaciones cada vez más estrechas que las naciones han establecido, es difícilmente posible el bienestar internacional si el bienestar interno no está previamente asegurado. Los fenómenos sociales que la necesidad y las justas aspiraciones de los obreros al progreso provocan en un país, tienen repercusión en los otros y hacen incómoda la vida de las poblaciones. Es necesario establecer una cooperación económica, una especie de estadismo internacional, por cuyo medio los gobiernos puedan coordinar su acción social, defendiendo al mismo tiempo el interés colectivo contra la presión del interés privado."6

En su obra El último caudillo, no favorable a Yrigoyen, Carlos Sánchez Viamonte considera esta posición neutralista del dirigente radical como -su mayor acierto y el de más trascendencia en su actuación de gobernante, así como su criollismo, que en parte el autor hace derivar de una vaga xenofobia el régimen afrancesado que combatió Rosas, y en parte de la inquietud y desconfianza que, según él, inspiró a Yrigoyen la cultura europea, tanto en su faz artística como literaria.

"El americanismo o criollismo del caudillo no tiene nada en común con el de la nueva generación. Es un resabio ancestral. Anacronismo puro. Inmovilidad. Reticencia.- Con la neutralidad, dice Luis V. Sommi, Yrigoyen promovió la independencia de la política exterior, que en las décadas anteriores era un juguete en manos de la diplomacia inglesa.

 Agrega dicho autor que si el presidente radical -no fue más lejos, si no pudo realizar algunas de sus importantes iniciativas, fue ante todo porque la oposición lo saboteó y porque limitó su iniciativa y acción a las condiciones políticas herederas de los gobiernos anteriores, sin proceder de inmediato a la restauración completa de todos los gobiernos provinciales y de las representaciones electivas.

Tomado de: Delia Kamia "Entre Yrigoyen e Ingenieros (Un episodio de la Historia Argentina Contemporánea)", Bs. As., Ediciones Meridión, 1957. 

Crecimiento del comercio bilateral (1914-1929)  

 Los Estados Unidos participaron en la era de la prosperidad argentina. Durante los años de guerra y recuperación, el volumen del comercio alcanzó alturas anormales. El movimiento comercial crecía de año en año en ambas direcciones, en tanto la argentina llenaba las fauces del apetito norteamericano de tiempos de guerra y los Estados Unidos sustituían a sus anteriores proveedores europeos.

El ciclo ascensional alcanzó su apogeo en 1920, momento en que los argentinos se permitían gastar en artículos suntuarios y en la reposición de mercancías de las cuales los había privado la guerra y en que los norteamericanos respetaban convenios ya concluidos relativos a los productos agrícolas y ganaderos.

Solo en 1947, año comparable de posguerra, el comercio total iba a exceder el máximo tope alcanzado en 1920 de 421.000.000 de dólares. Desde 1914 hasta 1919 la Argentina obtuvo una balanza comercial favorable.

La corriente mercantil bilateral disminuyó rápidamente de la alta cifra alcanzada en 1920 y se niveló en una época de firme desarrollo. Incluso en 1921, año de depresión, la suma de 171.000.000 de dólares fue más de dos veces mayor que la del último año anterior a la guerra. Anualmente ascendentes, excepto en 1924, las cifras tornaron casi a duplicarse hacia 1929.

En el total del comercio exterior argentino, los Estados Unidos habían aventajado por entonces a todos sus rivales salvo el Reino Unido.

El movimiento unilateral del comercio siguió en buena parte las mismas pautas. En 1929, el valor de las exportaciones argentinas a los estados unidos duplicó al de 1921 y cuadriplicó el de 1913. Pero las cuotas de los compradores principales restantes seguían siendo relativamente constantes, la norteamericana aumentó del 4,7 por ciento al 9,8 por ciento.

Solamente Gran Bretaña, Bélgica y Alemania eran mejores clientes, aunque los ingleses todavía compraban mucho más que los otros tres Por otra parte había sobrevenido un cambio espectacular en el papel de la Argentina como compradora de productos norteamericanos.

En tanto en 1913 los Estados Unidos abastecían menos de una séptima parte de las importaciones argentinas y Gran Bretaña casi la tercera, en 1929 la participación de los norteamericanos había ascendido a más de una cuarta parte y la de los ingleses descendido a una sexta parte escasa..

Hacia 1929, el valor de las exportaciones norteamericanas era tres veces el de 1913; el monto de las exportaciones británicas había decrecido.

Después de 1916 y exceptuados los años 1922-24, los Estados Unidos constituyeron la fuente principal de las importaciones argentinas. Aun a diez años del fin de la guerra, Gran Bretaña no había recobrado su posición de primer abastecedor de las necesidades argentinas. Además, transitoriamente al menos, Argentina había dejado atrás a Cuba como primer comprador latinoamericano de América del Norte.

La balanza comercial, por lo tanto, adversa durante casi todo el siglo, continuó negativa para los argentinos. Desde 1921 hasta 1929, en un comercio cuyo volumen global excedió los dos billones de dólares, tuvieron, como término medio, un déficit anual de más de cincuenta millones de dólares.

 Tomado de: Harold F. Peterson, La Argentina y los Estados Unidos, 1914-1960, Bs. As.

Hyspamérica, 1985.

 Política Interamericana

 Yrigoyen participó del ideal de San Martín de que -nuestra causa es la causa del género humano. Luchó en todo momento por la soberanía de los pueblos y por su derecho de ser representados en igualdad de condiciones ante la Liga de las Naciones, entidad formada después de la Primera Guerra Mundial.

 Afirmó la personalidad individual da las naciones sudamericanas, y se pronunció enérgicamente contra los imperialismos, que para él representaban fuerzas regresivas en la civilización. Contribuyó a que la Argentina mantuviese relaciones fraternales con las demás naciones de América, a las que invitó a unirse contra el imperialismo.

 Un episodio ilustrativo es el siguiente:

 En enero de 1919, el acorazado de nuestra armada Nueve de Julio, regresaba de custodiar los restos del poeta Amado Nervo, ministro de México ante Uruguay y Argentina.

La pequeña República de Santo Domingo estaba ocupada por fuerzas militares de los Estados Unidos. El comandante de la nave preguntó su debía entrar en el puerto y rendir honores a la bandera norteamericana. Yrigoyen contestó ordenando que entrase y saludase al pabellón dominicano.

El barco argentino saludó con una salva de cañonazos la bandera del país hollado, izada al tope del mástil.

En tierra se organizó una manifestación y un orador dijo: -Loor al presidente argentino Yrigoyen que nos ha hecho vivir siquiera dos horas de libertad dominicana.

En mayo de 1917, el gobierno argentino invitó a los gobiernos americanos neutrales en la guerra, a realizar un congreso continental, -a efecto de uniformar opiniones y coordinar en lo posible el pensamiento común en la situación por que atraviesa el mundo.

A este plan de Congreso Latinoamericano, sólo algunas naciones dieron su adhesión (México y Cuba), mientras muchas otras se negaron, abiertamente o con pretextos. Fracasó debido a la fuerte oposición del gobierno de los Estados Unidos.

Tomado de: Delia Kania Entre Yrigoyen e Ingenieros (Un episodio de la historia Argentina Contemporánea)", Bs. As., Ediciones Meridión, 1957.

 La Revolucion del 30 contra Yrigoyen 

* Testimonio de Dardo Corvalán Mendilaharzu
 -Días antes de producirse informó de los preparativos que venía haciendo el general Uriburu, al señor Elpidio González, quien por otros medios comprobó la veracidad de las informaciones. Agrega que si e ese entonces se hubiera dejado obrar con independencia al general Dellepianne, el movimiento no habría cuajado, pues éste contaba con las fuerzas necesarias para que Uriburu no llegara al gobierno.
 Félix Uriburu se dirige a la Casa de Gobierno al frente de las tropas que participaron en el movimiento revolucionario del 6 de septiembre de 1930. 
 -El doctor Martínez, agrega el doctor Corvalán, se aisló y se empecinó en mantener que el general Uriburu le era fiel, no queriendo adoptar las medidas que prestigiosos ciudadanos radicales y también destacados jefes del ejército, le aconsejaban la tarde en que fuera designado Presidente.
 -Dice también, que hasta el día de hoy no ha podido explicarse el porque el señor Martínez ordenó izar banderas de parlamento, en el mástil de la Casa de gobierno, cuando ese mismo instante había en ella militares que le eran fieles y que podía defender el país, con sólo impartir algunas órdenes
 -Agrega luego que si el doctor Martínez lo hubiera querido en la mañana del 6 de setiembre se habría copado al Colegio Militar sin derramamiento de sangre, pero este se obstinó en manifestar que no era exacto el movimiento, negándose a cualquier sugestión que le hicieran sus amigos.. La nueva Provincia, Bahía Blanca, 9 de Marzo de1932
 -El doctor Martínez estaba excitadísimo. Sufría un ataque de nervios que le impedía darme una respuesta coordinada o serena, o asumir cualquier actitud con respecto a mi persona, que se hallaba completamente a su merced. Sólo atinó a decir: íMátame mi jefe, mátame! íYo soy un hombre leal! Estas frases las repitió dos o tres veces con voz quebrada por la intensa crisis que sufría.
 -Algunos de los presentes lo tomaron entonces afectuosamente de los brazos, y mientras trataban de calmarlo, lo llevaron hasta el otro lado del saló, junto al cortinado rojo que guarnece las ventanas que daban sobre la calle Rivadavia.
 La Prensa, 21 de Marzo de 1932.
 Ambos artículos tomados de La segunda presidencia de Yrigoyen de Gabriel del Mazo y Roberto Etcheparebordo. Bs. As., Centro editor de América Latina, 1984.

 * Testimonio del diplomático paraguayo Vicente Rivarola

 -En la Argentina habíanse practicado elecciones de renovación parlamentaria, cuyos resultados sorprendieron desfavorablemente al Gobierno, que había perdido posiciones en la Cámara de Diputados. Y apenas iniciado el período legislativo de ese año (1931), dióse comienzo en el Senado y en la Cámara de Diputados, sobre todo en ésta una violenta campaña opositora contra el gobierno del doctor Yrigoyen.

 -Los diarios en Buenos Aires no le iban en zaga a los parlamentarios en su oposición al Gobierno, asediándolo con un fuerte propaganda contraria...

 -La lucha así empeñada, crecía día a día, mes a mes, hasta presentarse como fatal e ineludible una crisis política de contornos graves. Pero el Presidente Yrigoyen, confiado en la fuerza de su partido...resistíase, según sabía yo, a adoptar medidas de previsión, sobre todo si ellas habían ser de fuerza. A cuantos se le acercaban para hacerle presente sus preocupaciones por la gravedad del momento político, y sus temores por los peligros que se diseñaban, contestaba invariablemente:

 -Nada ocurrirá. Son agitaciones políticas pasajeras, consecuencia de las luchas electorales últimas, que ya pasarán. Un diputado radical, amigo mío, redactor político de La Epoca, órgano oficial, que visitaba todas las mañanas al doctor Yrigoyen para consultarle sobre el tema del editorial que tenía que escribir, me había referido que éste persistentemente restaba gravedad e importancia a la situación política actual, al hablarle de ella, aconsejándole moderación...

 -Encontrándose listo en la Cancillería el protocolo, estableciendo la sucursal del Banco de la Nación Argentina en Asunción, habiendo visitado al doctor Oyhanarte el 1 ó 2 de setiembre...disponía a retirarme cuando el doctor Oyhanarte, tomándome del brazo me invitó a caminar por el salón, como lo había hecho otras veces y, conversándome sobre el momento político, preguntóme cual era mi opinión e impresión al respecto, contestándole: -Vea, doctor Oyhanarte, no se hasta dónde puedo desdoblarme en mi carácter de ministro diplomático, y en mi calidad de amigo de usted; pero, sea como fuere, considero de mi deber de amigo decirle la verdad sobre lo que percibo y presiento;

 -Hágalo, Rivarola, libremente y sin reservas, me dijo, manifestándome entonces: Mi impresión es que Uds. van a caer, con mucha mayor razón si no se defienden a tiempo. Y mirándome de frente, con gesto varonil, contestóme: -¿Y cree usted que no lo sé, que estoy cciego y no me doy cuenta de ello? Desgraciadamente nada puedo hacer y como yo los demás amigos del doctor Yrigoyen, que se resiste, obstinadamente a ordenar medidas de defensa.

 Véase: Gabriel del Mazo y Roberto Etchepareborda, La segunda presidencia de Yrigoyen, Bs. As., Centro editor de América Latina, 1984.

  Ideario Yrigoyenista

 Cuando desaparezcan los gobiernos basados en la usurpación  
  -La Reparación debe ser necesariamente fundamental; nacional en su forma y radical en sus procedimientos. Sólo así responderá a la razón que la impone, al concepto irreductible con que ha sido planteada y a las esperanzas supremas del pueblo argentino, cuando hayan desaparecido todos los gobiernos basados en la usurpaciones y se levanten los legítimos, cimentados por la opinión, se extinguirán con aquellos, las últimas sombras de las corrupciones, perversiones y desdoros, y aparecerán con éstos los resplandores de una nueva época , cuyo cambio será visible desde sus comienzos mismos. Reorganizada la República sobre las mas completa representación, los gobiernos ejercerán sus funciones con eximia autoridad y con el aplauso público, porque la veneración que profesan los pueblos a las magistraturas legítimas, influye poderosamente en el realce de su investidura y en el respeto que se les tributa. La Unión Cívica Radical, que simboliza la grandeza de la Nación, habrá finalizado su cometido dejando gloriosamente cumplidos los fundamentos de su convocatoria en el monumento moral mas grandioso de que haya sido capaz el espíritu humano
 ( Memorial de la Mesa Directiva de la Unión Cívica Radical, agosto 30 de 1912)
Tomado de: Yrigoyen. Su pensamiento escrito Compilación y prologo de Gabriel del Mazo. Buenos Aires. Ediciones Pequén 1984
 Nuestra misión no es ocupar gobiernos  

   -Nuestra misión no es la ocupación de los gobiernos, sino la reparación cardinal del origen y sistema de ellos, como el único medio para restablecer la moralidad política, las instituciones de la República y el bienestar general (Segunda carta al doctor Pedro C. Molina, septiembre de 1919).

 -Las aspiraciones que no tiene otro objeto que la ocupación de los gobiernos son siempre facciosas y fatales para el bien público y al fin mueren execradas, mientras que las idealidades sinceras viven en sus obras ilustres (Manifiesto, mayo 13 de 1905).

Tomado de: Yrigoyen. Su pensamiento escrito Compilación y prólogo de Gabriel del Mazo. Buenos Aires. Ediciones Pequén 1984 

 Un gobierno no es mas que una realidad tangible
   -Un gobierno no es más que una realidad tangible, mientras que un apostolado es un fundamento único, una espiritualidad que perdura a través de los tiempos (Renuncia ante la Convención nacional de la Unión Cívica Radical, de su candidatura a la presidencia de la república, 22 de marzo de 1916)

 -(La Unión Cívica Radical), así lo ha demostrado, rechazando la dirección del gobierno, la coparticipación en otros y la jefatura de oposiciones falaces y engañosas.-Se ha sustraído a unos y otras, considerándolos contrarios a su programa y susceptibles de descalificar su autoridad, sin beneficio para la República. .-Ha preferido ser vencida sin vestigios de daños innobles, a triunfar con sombras. (Manifiesto, mayo 13 de 1905)

 Tomado de: Yrigoyen. Su pensamiento escrito Compilación y prologo de Gabriel del Mazo. Buenos Aires. Ediciones Pequén 1984 
 La Intransigencia

   -Sería necesario no transigir con nada de lo que fue justamente condenado, ni abdicar de nada de lo que fue legítimamente sancionado. (Mensaje de apertura del Congreso Nacional, julio de 1922).

-Hay que ser radical en todo y hasta el fin, levantando el espíritu por sobre el medio y el ambiente. (Telegrama al doctor Honorio Pueyrredón, en Ginebra, 20 de noviembre de 1920).

 Tomado de: "Yrigoyen. Su pensamiento escrito" Compilación y prólogo de Gabriel del Mazo. Buenos Aires. Ediciones Pequén 1984

 Extirpar las causas y no esperar

 -No es el caso de mejorar los efectos de las causas, sino de extirpar las causas para que no se produzcan efectos. -Y no esperar que nos impelan apremiantes necesidades, ni tener que ir detrás de los sucesos, sino adelante de ellos para llevarlos por los cauces correspondientes. (Primera carta al doctor Pedro C. Molina, septiembre de 1909).

 El Acuerdo es la anarquía

  -Encarrilar partidos que han revelado diversa tendencia y que manifiestan mantener propósitos distintos, es no sólo una transgresión a su fe política, sino también neutralizar fuerzas que se rechazan, acercar elementos para producir entre ellos la anarquía, inutilizar la capacidad política de cada uno y esterilizar sus iniciativas extraviando el criterio público.

 -La transformación social y política de la República debe comenzar por efectuarse en los partidos, aumentando sus fuerzas con el ejemplo constante de la firmeza indeclinable de su conducta y de su patriotismo abnegado.

 -Los servicios que no son prestados al país entero, no pueden ser ambicionados por colectividades que aspiran a perpetuarse en la gratitud nacional. Sólo los partidos que no tienen más objetivos que el éxito aplauden a benefactores que los acercan al poder a costa de sus propios ideales.

 -Cuando se abriga la fe en la causa por la que se ha combatido, se salva ante todo la fuerza del principio, en la convicción de que horas propicias le darán la victoria; porque los pueblos que llevan en su seno un porvenir grandioso avanzan siempre en las conquistas de sus verdaderos anhelos. (Nota del Comité de la Unión Cívica Radical de la Provincia de Buenos Aires, separándose por razones de intransigencia, de la dirección eventual en el orden nacional, septiembre 29 de 1897).

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 HIPOLITO YRIGOYEN

El hombre del misterio

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de Manuel Gálvez

 -.Este éxito es el mayor de cuantos he tenido. Éxito literario, sentimental, político. Hombres maduros lloran como criaturas al leerlo. Personas que odiaron hasta ayer a Yrigoyen declaran que, después de leerme, han rectificado su opinión...

-Recibo cartas a montones. La edición se está agotando con una rapidez nunca vista entre nosotros. En la sociedad, en los círculos políticos y comerciales, entre el pueblo, en todas partes, no se habla sino de mi libro. Y, en fin, le daré un dato formidable: en la imprenta, la mayor de Buenos Aires, tenían que guardar los pliegos en cajas de hierro, porque los obreros se los llevaban... Manuel Gálvez

 Una obra extraordinaria, se ha vendido en más de 100.000 ejemplares desde su primera edición.

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Manuel Gálvez

Poeta, dramaturgo, ensayista, sociólogo, novelista y biógrafo, Manuel Gálvez nació en Paraná el 18 de julio de 1882, en el seno de una ilustre familia de Santa Fe. Estudió derecho en Buenos Aires, pero nunca ejerció la profesión. En 1903 fundó la revista Ideas, que fue el órgano de su generación, y en 1907 publicó su primer libro El enigma interior (versos).

 Su primera novela, La maestra normal (1914), fue considerada como la mejor novela argentina escrita hasta entonces, pero probablemente, de sus obras, es Nacha Regules, la que mayor repercusión ha tenido: fue traducida a 11 idiomas, tiene más de 17 ediciones extranjeras y 14 en español.

 En 1928 fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia Española.

 En 1930 fundó el Pen Club de Buenos Aires y fue elegido presidente; también sugirió al Ministro de Instrucción Pública, Guillermo Rothe, la idea de crear la Academia Argentina de Letras, de la que fue nombrado académico.

 En 1932 obtuvo el Primer Premio Nacional de Literatura por su novela El general Quiroga, a partir de ese momento, dedicó los siguientes diez años a escribir sólo biografías.

 Manuel Gálvez murió el 14 de noviembre de 1962. Dejó 58 libros publicados y 10 inéditos. Fue candidato al Premio Nobel de literatura los años 1933, 1934 y 1951.

 Eminentes escritores como James Joyce, Herman Hesse, Miguel de Unamuno, y Rubén Darío han ponderado sus obras.

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SIGLO XX / Personajes

Vida de Hipólito Yrigoyen. El hombre del misterio (1939),

Retrato apasionado de una época

 Una nueva reedición de Vida de Hipólito Yrigoyen. El hombre del misterio, la obra clásica de Manuel Gálvez, escrita en 1939, vuelve a poner en escena la compleja relación entre dos figuras clave de la historia argentina. El escritor, que colaboró con el general Uriburu en la fundación de la Academia de Letras, sentía gran admiración por el ex presidente radical

 Por Ramiro de Casasbellas

Para LA NACION

 Entrer los sesenta libros de Manuel Gálvez (Paraná,18 de julio de 1882 / Buenos Aires, 14 de noviembre de 1962) hay nueve biografías, publicadas desde 1933 hasta 1947; la mejor es, sin duda, Vida de Hipólito Yrigoyen. El hombre del misterio (1939), ahora reeditada por El Elefante Blanco.

 Es que, ante todo, Yrigoyen fue una personalidad del tiempo de Gálvez, pese a la distancia cronológica que los separaba (treinta años), no así sus otros sujetos: Esquiú (1933), Rosas (1940), el ecuatoriano Gabriel García Moreno (1941), el uruguayo Aparicio

 Saravia (1942), Sarmiento (1945), José Hernández (1945), el venezolano Francisco de Miranda (1947), y Ceferino Namuncurá (1947). Pero no sólo fue Yrigoyen del tiempo de Gálvez: el feraz novelista empezó a trabajar en el tema a poco de la muerte del derrocado presidente, en 1933. El libro de Gálvez supuso un gesto de reconocimiento y, a la vez, de audacia; de reconocimiento, porque el famoso escritor llegó a penetrarse de la notabilísima dimensión del personaje, lo que era toda una prueba para un ciudadano de derechas como el de Gálvez de entonces (y de después), y de audacia, porque ocuparse de Yrigoyen en la absolutista década de predominio de sus verdugos políticos, equivalía a un acto de rebelión.

 Tales actitudes fueron comunes en la vida de Gálvez: en 1919, un año después de su militancia efímera en el efímero Partido Constitucional, agrupación católica inducida por el monseñor Miguel De Andrea, Gálvez cedía al diario socialista La Vanguardia los derechos de publicación del folletín de su novela Nacha Regules. Ni ésta ni (casi) ninguna de sus obras dejó de suscitar polémicas más ideológicas que literarias, dada la independencia de criterio -a veces excesiva o mal orientada- que alentaba en el escritor. El autor quiso imprimir 3000 ejemplares, pero Kraft lo convenció de hacer 5000. La edición se agotó en un par de meses y hubo que reimprimir otros 10.000. 

 Gálvez, por cierto, no era ni radical ni yrigoyenista. Detestaba la política, tal vez porque la política fue el modo de su familia conservadora. Pero -si odio la política, también me atrae, dijo en algún momento.

 Apoyó la neutralidad de Yrigoyen durante la Primera Guerra, y su defensa de la soberanía nacional ante los ataques del imperio alemán a nuestros barcos mercantes. También encomió la política social de Yrigoyen en 1916-22 (el la denomina obrerista), la primera de su tipo en la Argentina.

 Conoció a Yrigoyen en Alta Gracia, a fines de 1922, cuando había dejado ya la Presidencia en manos de Alvear. Pero no hablaron mucho, ni volvieron a verse. Cinco años y medio más tarde, en el verano de 1928, en Córdoba, hizo Gálvez desmedido elogio del radicalismo, en lo que pareció una disimulada adhesión a la candidatura de Yrigoyen para las elecciones de abril de ese año, que el ex presidente ganó por una mayoría abrumadora de dos a uno . Sin embargo, visita al general Uriburu en la Casa Rosada, el 7 de septiembre de 1930 para felicitarlo, y aun colaborará con el en la fundación de la Academia Argentina de Letras (nada menos), uno de cuyos escaños asume, con la misma impasibilidad de sus otros colegas, salvo Rójas, Capdevila y Gerchunoff, que renuncian por motivos políticos, y Lugones, el ideólogo del dictador, que lo hace por descreer de las academias.

 Pero Gálvez, en el prólogo de esta Vida, dice que -en los días de la revolución del 6 de setiembre de 1930 me impresionó el drama que yo suponía en Yrigoyen abandonado por el pueblo, por su partido, por muchos de sus fieles. Su soledad, su dolor, debieron, según mi criterio de entonces, ser enormes. Y entonces comencé a enterarme de su persona moral, de su vida.

 Tal vez por eso, Gálvez, que tenía horror y miedo a las multitudes, según confiesa, estuvo el 3 de julio de 1933, frente a la casa de la calle Suipacha donde agonizaba Yrigoyen, que murió a las siete y veinte de la noche. Había iniciado ya, -mi heroica lucha para documentarme, y a fines de ese año tenía escritas unas cien carillas. Ni el mismo recordará, más tarde, por qué tira al canasto setenta páginas y abandona entonces el proyecto; lo cierto es que decide retomarlo en el otoño de 1936, y le pone fin en los últimos días de 1938.

 Los archivos y las hemerotecas no le brindaron mucho: sólo lo hicieron las tradiciones orales, que recogió en más de trescientas entrevistas con amigos, enemigos, hijos y ex funcionarios de Yrigoyen, y personas que lo habían conocido o sabían de el por terceros, entre ellas, dos de sus alumnas de la Escuela Normal de Maestras, donde enseñó en la década de 1880.

 

Algunas de esas entrevistas de nada sirvieron; otras, resultaron positivas y aun sorprendentes: es el caso de Lisandro de la Torre, adversario encarnizado de Yrigoyen, que dijo a Gálvez haberlo querido mucho, -porque era tan simpático y lo veía dedicado a nuestra causa con tanta inteligencia y desinterés. (...)

    La huelga de Vasena

  El 2 de diciembre de 1918 unos 2.500 obreros de la importante empresa metalúrgica se declaraban en huelga. Exigían aumentos de salario -entre un 20 y un 40%, jornadas de ocho horas, primas para el trabajo en domingos y horas extras, abolición del trabajo a destajo y reincorporación de los compañeros despedidos a causa de sus actividades gremiales.

Los directivos no recibieron a la comisión de huelga e hicieron caso omiso de los escritos que les enviaron, procedieron en cambio a contratar algunos crumiros con los que lograron mantener cierta actividad en los talleres.

 Para evitar que los interceptaran los huelguistas, los proveyeron de armas, y reclutaron a demás numerosos matones para proteger los bienes de la empresa

 Entre estos elementos y los huelguistas se suscitaban incidentes cada vez más frecuentes y violentos, sobre todo en el trayecto recorrido por los carros que transportaban materiales desde los depósitos ubicados en Santo Domingo y Pepirí hasta los talleres de Cochabamba y Rioja.

 Presionado por los influyentes empresarios, el gobierno proporcionó fuerzas policiales para custodiar esos convoyes y en uno de los habituales tiroteos murió un cabo de policía.

 -La restricciones y prohibiciones a la policía para proceder con energía aun en el caso de ser injuriada o atacada a pedradas, y la conducta insolentemente provocativa de los especulativos turiferarios del obrerismo -opina un funcionario policial de aquella época- fueron engendrando un fuerte encono y una cólera sorda en los hombres de la repartición, que se desbordó en la semana trágica, implacable, inexorable, vengativa.

 Estos sentimientos no faltaron, probablemente, en los sucesos del 7 de enero.

 Esa tarde, 6 chatas que salían de los depósitos eran seguidas por gran número de huelguistas, que acompañados de sus mujeres y de sus hijos reclamaban a los carreros que abandonaron su papel de rompehuelgas.

 La caravana pasó frente a la escuela situada en la esquina de Alcorta y Pepirí, donde desde algunos días antes habían quedado acantonados veinte bomberos armados y diez cosacos de la guardia de seguridad. Se inició entonces un violento tiroteo, de origen incierto -ya que huelguistas y uniformados se achacaron mutuamente la agresión-, que duró más de una hora. La llegada de tropas de refuerzo que establecieron una línea de tiradores de seis cuadras y patrullaron intensamente toda la zona puso fin al incidente.

 Un obrero apareció muerto a sablazos en medio de la calle y otros cuatro fueron víctimas de los disparos -algunos en el interior de su propia casa-; entre veinte y cuarenta heridos escaparon con vida y no hubo detenciones.

 Las fuerzas armadas no registraron más que un herido leve. -Esto quiere decir, sencillamente, -concluía La Vanguardia el 9/1/1919-, quue no ha habido tal combate entre los huelguistas y las fuerzas policiales sino una cobarde y criminal asechanza tendiente a sofocar la huelga por el terror.

 Estos hechos provocaron en los medios obreros una enorme indignación, que la prensa anarquista se encargó de acicatear: -sin falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que nunca. Estos no puede quedar en silencio. íNo! Y mil veces íNo! El pueblo no se ha de dejar matar como mansa bestia. Incendiad, destruid sin miramientos obreros; íVengaos, hermanos!. (La Protesta 8/1/1919).

 -El crimen de las fuerzas policiales embriagadas por el gobierno y por Vasena clama el estallido revolucionario. Espantemos las gallinas, camaradas, y manos a la obra . . .(Idem, 9/1/1919). Estamos ya en el clima de la semana trágica.

 La jornada del 9 de enero Todas las organizaciones obreras manifestaron su protesta.

 La Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos fue más lejos, proclamando la huelga general, y los mismo hicieron al otro día la FORA (5º C.) y muchas federaciones de oficio.

 Los piquetes que recorrieron las calles en la mañana del 9 terminaron por imponerla a toda la ciudad. -Los comercios y las fábricas cerraron sus puertas, el tráfico fue suspendido totalmente, y en medio de la curiosidad y la sorpresa del vecindario recorrieron las calles, enarbolando banderas rojas y negras, las comisiones de huelguistas(La Prensa, 10/1/1919).

 Las delegaciones gremiales y una enorme multitud en la que abundaban las mujeres y los niños, se iba reuniendo alrededor de los locales donde eran veladas las víctimas: el de los metalúrgicos, en Avda. Alcorta, y el centro socialista de la calle Loria. Hacia la una de la tarde, el enorme cortejo -estimado por fuentes obreras en 200.000 personas- se puso lentamente en movimiento tras los ataúdes, conducidos a pulso y cubiertos por banderas rojas. Una vanguardia de 150 hombres armados precedía la columna.

 Al acercarse a los talleres de Vasena los disparos que desde allí se realizaban provocaron corridas y escenas de pánico entre los manifestantes, exacerbando la excitación general. Mientras algunos grupos se desprendían, sembrando la violencia por las calles adyacentes, otros se sumaban a los que desde la mañana sitiaban los talleres y se tiroteaban con sus ocupantes. El resto siguió la marcha, uniéndose con los que esperaban el paso de la columna de la calle Loria.

 La creciente agitación de los manifestantes se iba transmitiendo a los barrios que atravesaban en su largo trayecto hacia la Chacarita. Numerosos incidentes, tiros, alarmas y corridas, mantenían la tensión y fragmentaban la marcha. Los grupos más exaltados se armaban saqueando las armerías, otros prendían fuego a los tranvías abandonados en las calles.

 Al pasar por Corrientes y Yatay estalló un nuevo tiroteo: algunos señalaron que los disparos provenían del colegio anexo a la iglesia ubicada en esa cuadra.

 Entonces -la muchedumbre, dando muestras en sus exteriorizaciones de gritos y ademanes de gran irritación, prendía fuego a un colegio y parte de la capilla. Otros que habían conseguido penetrar en el interior, arrojaban al aire hechas pedazos las imágenes y cuantos objetos de uso religioso o privado encontraban a su paso Los sacerdotes que ocupaban el establecimiento se defendían entretanto del asalto y, parapeteando adonde aún no habían llegado los asaltantes, hacían fuego contra estos y contra los que pretendían continuar perpetrando en el local (La Prensa 10/01/1919).

 La llegada de una dotación de bomberos, que desde las ventanas del edificio hicieron cerradas descargas sobre la multitud, terminó por dispersarla produciendo numerosas víctimas.

 El resto de la columna -que ocupaba aún tres cuadras- continuaba su accidentado recorrido desbordante de furia, incendiando coches y tranvías, un camión de bomberos y los vagones de un tren que intentó cortar su paso.

 Al llegar al cementerio se encontró con un destacamento del ejército y gran cantidad de policías-que por órdenes expresas se habían mantenido hasta entonces alejados de la manifestación-. Cuando se pronunciaban los primeros discursos comenzaron nuevamente los disparos, que dejaron un tendal de muertos y pusieron en fuga a los últimos manifestantes.

 Mientras la marcha del cortejo se convertía en el eje móvil de la agitación, otro foco de graves disturbios se localizaba alrededor de los talleres Vasena.

 Desde la mañana habían sido rodeados por nutridos grupos de obreros, y sus pedradas-contestadas por armas de fuego- iniciaron un combate que duró todo el día, los sitiadores trataron de voltear los portones de la fábrica, y al no lograrlo comenzaron a prenderles fuego.

 En el interior del edificio se encontraba el director-gerente Alfredo Vasena con otros miembros del directorio y una delegación de la Asociación Nacional del Trabajo -(ajena) añadía la prensa obrera- encabezada por el presidente de la Bolsa de Comercio. 

Los empresarios encerrados pidieron protección al ministro del Interior y al de Guerra, y uno de ellos, súbdito británico, solicitó la intervención del embajador de su país.

 Hacia las tres de la tarde llegó finalmente el recién designado jefe de policía, Elpidio González, figura prominente del radicalismo. Este intentó arengar a los huelguistas, que reaccionaron violentamente, incendiando incluso el coche en que viajaba.

 La llegada de más de 100 bomberos armados, reforzados por policías y cosacos y de un piquete de soldados de infantería con una ametralladora, desencadenó finalmente una batalla campal que se prolongó hasta la noche, dejando -según fuentes policiales- un saldo de 24 muertos y 60 heridos.

 Como episodios semejantes se multiplicaban por todas partes, ante la imposibilidad de controlar la situación y temiendo que los hechos respondieran a un complot revolucionario, el gobierno dispuso el acuartelamiento de todas las fuerzas represivas, dejando prácticamente las calles en poder de los obreros. Un diario de esa tarde llegaba -al triste convencimiento de que no tenemos gobierno y de que -el poder, pues, está en la huelga, no en el gobierno (El Diario 9/1/1919).

 Fuente: Historia Integral Argentina Tomo 6 La clase media en el poder. Pág. 72 a 76 Centro Editor de América Latina S.A. Buenos Aires. 1971 

 La represión

   En la mañana del 10 la ciudad seguía paralizada y los huelguistas parecían dominar la situación: los escasos vehículos que circulaban exhibían permisos otorgados por la FORA (9º C.); los canillitas sólo vendían La Vanguardia y La Protesta; grupos de obreros recorrían las panaderías fijando los precios máximos y confiscando la mercadería donde encontraban resistencia. -En los barrios obreros -señala un cronista- se improvisaban mitines para dar rienda suelta a la verba revolucionaria. -Parecía -comenta otro- que todo el mundo aguardaba la producción de algo que debía suceder.

 Pero mientras tanto se iba concentrando un formidable aparato represivo: a las fuerzas policiales, del escuadrón de seguridad y los bomberos armados, se habían sumado ya las tropas de la 1ª. y 11ª. División del Ejército, y en Dársena Norte atracaban los acorazados Belgrano y Garibaldi desembarcando sus efectivos. Dellepiane contó pronto con más de diez mil hombres perfectamente equipados.

 Cuando aparecieron las primeras patrullas por las calles céntricas fueron recibidas con vítores y aplausos. No ocurría lo mismos en los barrios obreros: "se nos hacía fuego desde varios lugares a la vez -recuerda un inspector de policía destacado en La Boca-: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas de las casas de madera, y aún desde los zaguanes . Pensé que la revolución, que adjudicáramos a un sector circunstancial de la población, tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo".

 Por todas partes se levantaban barricadas con adoquines arrancados de la calle y otros elementos. Sus ocupantes las defendían tenazmente, y cuando después de violentos combates eran desalojados por las tropas, se refugiaban en otras para reanudar la lucha desde allí.

 Muchas calles se convirtieron en verdaderos campos de batalla pero las tropas se imponían y comenzaban a practicar numerosas detenciones; para liberar a sus compañeros, muchos grupos se lanzaron al asalto de las comisarías. No todos esos ataques, sin embargo, fueron reales: el pánico policial -agravado por la constante tensión, la falta de sueño y los alarmantes rumores- protagonizó numerosos incidentes. Ante la más mínima sospecha las comisarías comenzaban a vomitar fuego por sus cuatro costados, aterrorizando a los vecinos y contribuyendo a la confusión general.

 El caso más grave ocurrió en el propio Departamento Central de Policía, convertido en cuartel general de las fuerzas represivas. En medio de un caos total, sus ocupantes se balearon entre sí y acribillaron a las viviendas circundantes durante más de media hora, hasta que llegó Dellepiane y logró poner fin al pandemonium.

 Algo parecido ocurrió en el Correo Central, y ambos "asaltos" fueron publicitados como pruebas de la peligrosidad del movimiento y de su intención de tomar el poder.

 Hacia la tarde las fuerzas represivas controlaban ya la situación.

 Por las calles del centro aparecían las primeras manifestaciones patrióticas, mientras que las guardias blancas comenzaban la caza del ruso en los barrios proletarios.

 Entre tanto, el C.F. de la FORA (9º C.) realizaba consultas con delegados de algunos gremios y resolvía reducir al mínimo las condiciones para el levantamiento de la huelga: aceptación de la demanda de los obreros de Vasena, liberación de los presos sociales y prescindencia del gobierno en el conflicto que sostenían los marítimos.

 Una comisión transmitió esas condiciones al Jefe de Policía. Al día siguiente -sábado 11- Yrigoyen se entrevistó con A. Vasena y poco después Elpidio González anunciaba la aceptación de la demanda de la FORA. La asamblea de delegados reunida por el C.F. resolvió entonces levantar la huelga general, haciendo un llamado para que "la misma unión mantenida durante el grandioso movimiento sea mantenida al volver al trabajo".

 Pero esa exhortación sólo sería escuchada parcialmente. Muchos consideraban que era por lo menos oportuno el levantamiento de la huelga a cambio de tan ínfimas concesiones en momentos en que estaba en su apogeo y mientras se practicaba una sangrienta represión. Otros acusaban a los dirigentes sindicales de traición, negándoles el derecho a liquidar un movimiento que no habían iniciado.

 La FORA (5ºC) resolvió continuar la huelga por tiempo indeterminado: -A las iras populares -dice su declaración- no es posible poneerles plazo: hacerlo es traicionar al pueblo que lucha. Se hace un llamado a la acción. íRevindicáos proletarios! íViva la huelga general revolucionaria! También seguían en huelga-aunque por motivos particulares- los marítimos y los ferroviarios, a los que se sumaron los tranviarios, que obtuvieron la solidaridad de carreros y choferes.

 La circulación continuaba entonces paralizada, dificultando la reanudación de otras actividades. Se agravaban los problemas de abasto, ya que no llegaba leche, verduras ni hortalizas; tampoco había matanza y frente a las panaderías se formaban largas colas. En las desoladas calles las basuras seguían sin recoger.

 Los tiroteos mientras tanto no cesaban, y los allanamientos de locales y domicilios provocaban frecuentes enfrentamientos entre obreros y policías.

 Las razzias patrióticas que mantenían el terror blanco en los barrios obreros contribuían a la perduración del ambiente de violencia.

 Había, además, oscuras maniobras dentro del gobierno: mientras Dellepiane aseguraba a una delegación de la FORA (5ºC) que cesaría la represión, fuerzas policiales allanaban los locales anarquistas y detenían a sus ocupantes. Denunciando esas intrigas, el general anunció su intención de renunciar.

 A todo esto el gobierno no cumplía con su promesa de liberar a los presos y una delegción de la FORA (9ºC) se entrevistó con Yrigoyen para reclamarlo. En los días siguientes los detenidos fueron recuperando su libertad y se permitió la reapertura de los locales sindicales. Así, lenta y parcialmente, la situación se fue normalizando en la ciudad.

 Pero mientras tanto la agitación se había extendido al interior: en muchas localidades las reacciones de protesta tomaban la forma de huelga general; en otras eran la solidaridad con marítimos o ferroviarios la que paralizaba la actividad. Santa Fe y Córdoba fueron las provincias más afectadas por estos movimientos, y sus gobernadores solicitaron el envío de tropas para dominarlos.

 La situación llegó a ser también bastante grave en Buenos Aires y Mendoza y tuvo repercusiones en Entre Ríos, Santiago, Tucumán y Salta. Ante esta multiplicación de los conflictos, el gobierno debió convocar a las reservas y Diputados aprobó el estado de sitio.

 Las medidas resultaron sin embargo innecesarias: el 15 los ferroviarios levantaron su huelga y desde entonces también el interior se fue apaciguando poco a poco.

 Así se extinguió finalmente el movimiento, dejando-según fuentes obreras-un saldo de 700 muertos y 4000 heridos.

 Fuente: Historia Integral Argentina Tomo 6 La clase media en el poder. Pág. 79 Centro Editor de América Latina S.A. Buenos Aires. 1971 

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