Magisterio de la Iglesia

San Anselmo

PROSOLOGIÓN (2)

CAPÍTULO V

Que Dios es todo aquello que es mejor ser que no ser, y que, siendo el
  único que existe por sí mismo, ha hecho todas las demás cosas  de la nada

   ¿Qué eres tú, pues, ¡oh Señor Dios mío!, tú por encima del cual no se puede suponer nada mejor? Y ¿quién puedes tú ser sino aquel que, existiendo solo por encima de todos por sí mismo, lo ha hecho todo de la nada? Porque todo lo que no es este poder creador, es inferior a lo que nuestro pensamiento puede comprender en su más alto concepto; pero estos pensamientos no pueden ser concebidos de ti ni convenir a tu esencia. ¿Qué bien podría entonces faltar al bien supremo, a ese bien del cual todo bien ha emanado? Eres, por tanto, necesariamente justo, verdadero, feliz y todo lo que vale más que exista que no exista, porque vale más ser justo que no serlo, ser feliz que no serlo.

CAPÍTULO VI

Cómo Dios es sensible aunque no sea cuerpo

   Pero puesto que es mejor que seas sensible (capaz de sentir), omnipotente, misericordioso, impasible, que carecer de todos estos atributos, ¿cómo eres sensible si no tienes cuerpo, y todopoderoso si no puedes todo, o lleno de misericordia y a la vez impasible? Porque si solamente los seres corporales son sensibles, porque los sentidos están extendidos por el cuerpo y forman parte de él, ¿cómo puedes tú ser sensible si no eres cuerpo, sino espíritu supremo, y, por lo mismo, mejor que el cuerpo? Es que, sin duda, sentir es conocer, porque el que siente conoce según la propiedad de los sentidos, como los colores por la vista, los sabores por el gusto. Con razón se dice, por tanto, que todo ser que de algún modo conoce, siente. Así, ¡oh Señor! , aunque no seas cuerpo, eres, sin embargo, soberanamente sensible, puesto que conoces en su ser mismo todas las cosas, y no como un animal, que no conoce más que por los sentidos corporales.

CAPÍTULO VII

Cómo es omnipotente aunque muchas cosas no las pueda hacer

   Pero ¿cómo eres omnipotente si no puedes todo, si no puedes corromperte, mentir ni hacer que lo verdadero sea falso, que lo que está hecho no lo sea, y otras cosas semejantes? ¿Cómo puedes todo, a menos, quizá, que poder hacer algunas de estas cosas no sea potencia, sino, por el contrario, una verdadera impotencia? Porque el que puede hacer tales cosas puede hacer lo que es funesto, lo que es contra su deber. Ahora bien, cuanto más poderoso es de esta manera, tanto más poder tiene sobre él la adversidad y el mal y menos fuerza tiene él contra ellas. Semejante facultad no es poder, sino impotencia. De hecho, no se dice que posee personalmente el poder, sino que se deja que otros lo tengan sobre él; también es una manera de hablar, como cuando se dicen muchas cosas impropiamente. Decimos, por ejemplo, ser por no ser, y hacer para expresar una situación que consiste en no hacer o no hacer nada. Por ejemplo, respondemos a un hombre que niega una cosa: Así es como usted dice, aunque más conveniente sería decir: La cosa, en efecto, no es como usted dice que no es. También decimos: éste se sienta como este otro, o éste descansa como hace este otro, aunque por sentarse entendamos no hacer una cosa, y por descansar no hacer nada. Así, pues, cuando se dice de alguien que tiene poder de hacer o sufrir algo que no le es provechoso o que no debe hacer, se entiende que es impotencia, aunque se emplee la palabra potencia, porque cuanto más poderoso es en este sentido, tanto más fuertes son contra él el infortunio y la perversidad, y él tanto más débil contra ellas. Así, pues, Señor Dios nuestro, tú eres verdaderamente omnipotente, en el sentido de que no puedes nada en lo que es fruto de la impotencia y de que nada prevalece contra ti.

CAPÍTULO VIII

Cómo es misericordioso e impasible

   Pero ¿cómo puedes ser a la vez misericordioso e impasible? Pues si eres impasible no te compadeces de nadie, y si no te compadeces de nadie tu corazón no se siente desdichado por compasión del desdichado, que es lo que ser misericordioso significa. Y si no eres misericordioso ¿porqué eres tan gran consuelo para los desdichados?

   ¿ Cómo puedes ser y no ser misericordioso, Señor, sino porque eres misericordioso conforme a nosotros y no conforme a ti? Lo eres conforme a nuestro sentir, y no conforme al tuyo. Así, cuando nos miras a nosotros, desdichados, sen timos el efecto de tu misericordia, pero tú no te sientes afectado. y eres misericordioso porque salvas a los desdichados y perdonas a tus peca dores, y no eres misericordioso porque no eres afectado por la compasión de ninguna desdicha.

CAPÍTULO IX

Como entera y sumamente justo, perdona a
los malos y se complace con justicia de ellos

   Mas ¿cómo perdonas a los malos si eres total y sumamente justo? ¿Cómo tú, total y sumamente justo, puedes hacer algo que no es justo? ¿Qué justicia es esta de dar la vida eterna al que merece la muerte eterna? ¿En virtud de qué, Dios bueno, bueno para buenos y malos, en virtud de qué salvas a los malos si esto no es justo; tú que no haces nada injusto?

   ¿Acaso porque tu bondad es incomprensible esto permanece oculto en la luz inaccesible en que habitas? Verdaderamente es en lo más alto e íntimo de tu bondad donde permanece oculta la fuente de donde mana el torrente de tu misericordia. Como eres total y sumamente justo, por eso mismo eres benigno con los malos; ya que eres entera y sumamente bueno. Serías menos bueno si no fueses benigno con algún malo, ya que el que es bondadoso con buenos y malos es mejor que aquel que sólo es bueno con los buenos. y también es mejor el que es bondadoso castigando y perdonando a los malos que el que sólo lo es castigándolos. Eres, pues, misericordioso porque eres entera y sumamente bueno. Y, mientras que tal vez podemos ver por qué retribuyes con bienes a los buenos y con males a los malos, causa un gran asombro que siendo tú entera y sumamente justo, que no te falta nada, retribuyas también con tus bienes a los malos y culpables. ¡Oh, Dios mío, qué excelsa es tu bondad! Entrevemos de dónde proviene tu misericordia, pero no alcanzamos a distinguirla. Vemos de dónde mana el río, pero no divisamos la fuente donde nace. De la plenitud de tu bondad proviene que seas piadoso con tus pecadores, y en la excelsitud de tu bondad se oculta la razón por la cual lo eres. En efecto, si por tu bondad retribuyes con bienes a los buenos y con males a los malos, parece que lo exige la razón de la justicia. Pero cuando retribuyes con bienes a los malos, a pesar de que sepamos que es el sumo bien el que lo quiere hacer, nos asombramos de que el que es sumamente justo lo pueda querer.

   ¡ Oh misericordia, con qué abundante dulzura y con qué dulce abundancia afluyes a nosotros! ¡Oh inmensidad de la bondad divina, con cuánto afecto te tienen que amar los pecadores! Salvas a los justos con la justicia que corresponde y verdaderamente liberas a los injustos de la jus ticia que condena. A los primeros, por sus méritos; a los segundos, pese a sus faltas. A unos, reconociendo los bienes que les has dado; a otros,  ignorándoles los males que odias. ¡ Oh, inmensa bondad que así excedes todo intelecto! ¡ Que caiga sobre mí esta misericordia que con tanta abundancia procede de ti! ¡ Que afluya a mí lo que fluye de ti! ¡Perdona por tu clemencia para no tener que condenar con justicia! Y, aunque es difícil entender de qué modo tu misericordia coincide con tu justicia, es necesario creer que lo que se derrama abundantemente de tu bondad no se opone a la justicia, pues no hay bondad sin justicia, sino que realmente concuerda con ella. Pues si eres misericordioso porque eres sumamente bueno, y no eres sumamente bueno sino porque eres sumamente justo, entonces eres en verdad misericordioso porque eres suma mente justo. ¡Ayúdame, Dios justo y misericordioso cuya luz busco, ayúdame a entender lo que digo! Verdaderamente, pues, eres misericordioso porque eres justo.

   ¿Tu misericordia nace pues de tu justicia? ¿Es por tu justicia, entonces, que perdonas a los malos? Si es así, Señor, si es así, enséñame cómo es que sea así. ¿Acaso es porque es justo que seas bueno de modo que no podamos pensarte mejor, y que actúes de modo tan potente que no puedas ser pensado como más poderoso? Pues ¿qué hay de más justo? Y esto no sería así si sólo fueses bueno para retribuir y no para perdonar, si sólo hicieras buenos a los que no lo son y no a los malos. Por esto es bien justo que perdones a los malos y que los vuelvas buenos. Sin embargo, lo que no se hace justamente, no se debe hacer, y lo que no se debe hacer es injusto si se hace. Por tanto, si no te apiadas justamente de los malos, no tienes que apiadarte de ellos; y si no tienes que apiadarte de ellos, te apiadas injustamente. Y que te apiades justa mente de los malos no es algo fácil de decir, pero sí en cambio de creer.

CAPÍTULO X

Cómo castiga y perdona justamente a los malos

   Pero es también justo que castigues a los malos. Porque ¿no es lo más justo el que los buenos reciban bienes y los malos males? ¿Cómo puede ser pues justo que castigues a los malos y ser justo también que los perdones?

   ¿Es que tal vez de un modo los castigas justamente y de otro los perdonas justamente? Cuando castigas a los malos es justo porque lo merecen, pero cuando los perdonas también es justo, no porque lo merezcan, sino porque es digno de tu bondad. Entonces, perdonando a los malos eres justo conforme a ti y no conforme a nosotros, así como eres misericordioso conforme a nosotros y no conforme a ti; ya que, salvándonos a nosotros que con justicia podrías condenar, eres misericordioso, no porque te sientas afectado, sino porque nosotros sentimos el efecto. Así pues, tú eres justo no porque nos des lo que merecemos, sino porque haces lo que es digno de ti, sumo bien. Por consiguiente, castigas justamente y perdonas justamente sin contradicción.

CAPÍTULO XI

Cómo «Todos los caminos del Señor son misericordia
y verdad
» ,si bien «El Señor es justo en todos sus caminos»

   Pero ¿no sería justo incluso conforme a ti, Señor, que castigaras a los malos? Es ciertamente justo que seas tan justo que no te podamos pensar más justo. Y no lo serias si sólo retribuyeras con bienes a los justos y no con males a los malos. Pues es más justo quien retribuye los méritos a buenos y malos que aquel que sólo los retribuye a los buenos. Es pues justo conforme a ti, Dios justo y benigno, que castigues tanto como que perdones. En efecto, es verdadero que «todos los caminos del Señor son misericordia y verdad»(21), si bien «el Señor es justo en todos sus caminos»(22). y esto no es contradictorio, puesto que no es justo que se salven los que tú quieres condenar, ni es justo que se condenen los que  quieres perdonar. Pues sólo es justo lo que tú quieres, e injusto lo que tú no quieres. Así es como nace de tu justicia tu misericordia, ya que es justo que seas de tal modo bueno que perdonando también seas bueno. y ésta es posible- mente la razón por la cual el que es sumamente justo pueda querer bienes para los malos. Pero, si bien podemos llegar a comprender por qué puedes querer salvar a los malos, ninguna razón entiende por qué, entre los que son igualmente malos salvas por tu suma bondad a éstos más que a aquellos, mientras que por tu suma justicia condenas a aquellos más que a éstos.

   Así pues, eres verdaderamente sensible, omnipotente, misericordioso e impasible, así como viviente, sabio, feliz, eterno y todo lo que es mejor ser que no ser.

CAPÍTULO XII

Que Dios es la misma vida por la que vive, y así de todo lo parecido

   Pero ciertamente lo que eres no lo eres por otro, sino por ti mismo. Tú eres, pues, la misma vida por la que vives, la sabiduría por la que sabes y la misma bondad por la que eres bueno para buenos y malos, y así igualmente de todo lo parecido.

CAPÍTULO XIII

Cómo solamente Él es insircunscrito y eterno, aunque los
demás espíritus sean también insircunscritos y eternos

   Todo lo que de alguna manera está contenido en un lugar o tiempo es menos que lo que no está sometido a ninguna ley de lugar o tiempo(23). Por tanto, puesto que no hay nada mayor que tú, ningún lugar o tiempo te constriñe, sino que estás en todas partes y siempre. Y, como esto sólo se puede decir de ti, sólo tú eres incircunscrito y eterno. ¿Cómo entonces se puede decir de los demás espíritus que son incircunscritos y eternos?

   Sólo tú eres eterno, ya que sólo tú, de entre todas las cosas, al igual que no dejarás de ser, no comenzaste a existir. Pero ¿de qué modo únicamente tú eres incircunscrito? ¿Acaso es por- que el espíritu creado es circunscrito comparado contigo e incircunscrito comparado con el cuerpo? En efecto, es completamente circunscrito aquello que cuando está todo entero en alguna parte no puede estar en otra al mismo tiempo, lo cual sólo concierne a los cuerpos. En cambio es incircunscrito lo que está todo a la vez en todas partes, lo cual sólo se entiende de ti. Circunscrito e incircunscrito a la vez es lo que estando todo en alguna parte puede estar a la vez en otro lugar, pero no en todas partes; y éste es el caso de los espíritus creados. En efecto, si el alma no estuviese toda en cada uno de los miembros de su cuerpo no sentiría toda ella en cada uno. Así pues, Señor, tú eres el único incircunscrito y eterno, aunque los demás espíritus sean también incircunscritos y eternos.

CAPÍTULO XIV

Cómo y por qué Dios es visto y no visto de aquellos que le buscan

   ¡Oh alma mía!, ¿has encontrado lo que buscabas? Buscabas a Dios, y has llegado a conocer que está por encima de todas las cosas, mayor que lo que nuestro pensamiento puede imaginar; que es la vida, la luz, la sabiduría, la bondad, la bienaventuranza eterna y la eternidad feliz; que está por todas partes y siempre. Porque si no has encontrado a tu Dios, ¿cómo es el ser que has encontrado, y cómo has comprendido con verdad tan firme y tan verdadera firmeza que el objeto que acababas de alcanzar era Dios? Si, por el contrario, le has encontrado, ¿cómo no sientes la presencia de lo que has encontrado? ¿Por qué, oh Señor Dios mío, mi alma no te siente si te ha encontrado? 

   ¿Será que no te ha encontrado cuando ha creído comprender que eres luz y verdad? ¿Ha podido ella comprender esto si no es viendo la luz y la verdad? ¿Ha podido comprender algo de tu esencia si no es por tu luz y tu verdad?(24) Si, pues, ella ha visto la luz y la verdad, ella te ha visto; y si t ella no te ha visto, no ha visto la luz y la verdad. ¿Cómo creer, en efecto, que ha visto la luz y la verdad y que, sin embargo, no te ha visto, si no es que te ha visto de cierto modo, pero no cual eres tú?

   Señor, Dios mío, creador y reparador de mi ser, di a mi alma, llena de deseos; dile que eres otro del que ella ha visto, para que vea, en fin, sin velo lo que aspira a ver. Atentamente busca ver más de lo que ha vista, pero no ve nada más de lo que ha visto, nada sino profundas tinieblas. O, más bien, no ve tinieblas, porque en ti no las hay, pero ve que no puede ver más a causa de sus propias tinieblas. ¿Por qué esto, Señor, por qué? ¿Su ojo está oscurecido por su debilidad o deslumbrado por tu esplendor? Sí, su ojo está oscurecido por sus propias tinieblas y deslumbrado por tu luz. Su corto alcance la ciega, se pierde en tu inmensidad, está encerrado por sus estrechos límites, sobrepasado por tu grandeza ilimitada. Porque, ¡cuán grande es esta luz de donde brota y brilla toda verdad, que luce a los ojos del alma dotada de razón! ¡Cuán vasta esta verdad en la cual está todo lo que es verdad y fuera de la cual no hay más que nada y mentira! ¡Cuán inmensa es, ella que de un solo vistazo ve todo lo que existe, de qué principio, por qué poder y de qué manera ha sido hecho de la nada! ¡Qué pureza, qué simplicidad, qué certeza, qué brillo se encuentra en ella! Mucho más, sin duda, de lo que la criatura puede comprender.

CAPÍTULO XV

Que es mayor que lo que podemos pensar

   Así pues, Señor, no sólo eres algo mayor que lo cual nada podemos pensar, sino que eres algo mayor que lo que podemos pensar. Y dado que somos capaces de pensar que existe algo así, si tú no eres eso mismo, podríamos pensar algo mayor que tú, lo cual es imposible.

CAPÍTULO XVI
Que es «Una luz inaccesible» la que Él habita

   Señor, la luz en que habitas es realmente inaccesible(25). En verdad no hay nada que la penetre para poderte ver claramente. Francamente no veo tu luz porque es demasiado intensa para mí, y sin embargo todo lo que veo lo veo gracias a ella; del mismo modo que el ojo débil ve todo lo que ve por la luz del sol, aunque no pueda dirigir su mirada al propio sol. Mi entendimiento no se puede dirigir a ella. Su fulgor es demasiado intenso, el ojo del alma no puede captarla, ni siguiera dirigirle la mirada pues no soporta mirarla directamente. Su fulgor deslumbra, su vastedad anonada, su inmensidad ofusca, con funde su grandeza. ¡Oh suma e inaccesible luz, oh completa y bienaventurada verdad, qué lejos estás de mí, que estoy tan cerca de ti! ¡Qué lejos estás de mi vista, que está tan presente a la tuya! Estás completamente presente en todas partes y no te veo. En ti me muevo, en ti soy(26), y no puedo acercarme a ti. Estás en mí y en tomo a mí y no te siento.

CAPÍTULO XVII

Que en Dios hay armonía, olor, sabor, suavidad,
belleza, de un modo inefablemente suyo

   Todavía permaneces, Señor, en tu luz y bienaventuranza oculto a mi alma, y por ello se halla envuelta en tinieblas y en su miseria. Mira a su alrededor y no ve tu belleza. Escucha y no oye tu armonía. Huele y no percibe tu aroma. Gusta y no halla tu sabor. Palpa y no siente tu suavidad. Todo esto lo tienes, Señor Dios, a tu modo inefable, y lo has dado a su modo sensible a las cosas que has creado; pero los sentidos de mi alma están envarados, aturdidos, obstruidos por la inveterada flaqueza del pecado. que alguna vez o de algún modo eres, eso eres enteramente y siempre.

   Tú eres el que propia y simplemente eres porque no tienes pasado ni futuro, sino sólo presente, y no puedes ser pensado en ningún momento como no existente. Y eres también vida, luz, sabiduría, bienaventuranza, eternidad y todo lo que es bueno; y sin embargo, no eres sino un único y supremo bien. Te bastas absolutamente a ti mismo, de nada careces y de ti, en cambio, todas las cosas han de menester para ser y ser buenas.

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