Las fuentes fabulosas de Lovecraft

Y
vi a un ángel que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y
desatar sus sellos?
El tema de los libros que contienen un saber prohibido y oculto es
un tópico recurrente en la literatura, pero aún más frecuente en la
literatura de terror. Sin duda el estadounidense Howard Phillips Lovecraft
(1890-1937) es quien le da un toque clásico a este recurso, cuando enmarca al
ya famoso Necronomicon en la tradición hermética de Occidente.
Los libros y Lovecraft
En este breve comentario sobre Lovecraft y sus apócrifos, debemos
recordar que Estados Unidos es un país de rica tradición bibliotecológica. Ya
Franklin, en la época colonial -que Lovecraft amaba-, funda las primeras
bibliotecas de suscripción donde los socios podían obtener libros en préstamo
por medio de una cuota mensual. Luego se desarrollan las bibliotecas populares,
que pueden ser definidas como la aplicación de la democracia a las bibliotecas,
permitiendo la difusión masiva de textos (es la idea que trajo Sarmiento luego
de su visita a Estados Unidos). Esto es importante porque nos muestra el paso de
la antigua biblioteca reservada para unos pocos, los gobernantes o estudiosos, a
las bibliotecas para el pueblo. También son muy importantes sus bibliotecas
universitarias y las fundadas a partir de las donaciones de millonarios bibliófilos,
como Carnegie, Morgan, etc. Hecho rescatado por Lovecraft para dar verosimilitud
a sus historias, cuando menciona que una copia del Necronomicon existe en una
colección privada de un multimillonario.
Lovecraft estuvo inmerso en esta tradición bibliotecaria,
comenzando por la de su propio abuelo, donde leyó desde muy pequeño sobre
mitología, astronomía, literatura, Las mil y una noches, etc. y luego
frecuentando la biblioteca de la Universidad Brown de Providence, según lo
relata su biográfo Sprague de Camp.
Libros sagrados y libros raros
Para quienes leen con pasión es emocionante pensar en algunos
libros que contengan la fórmula del conocimiento, o que nos permitan acceder a
saberes secretos sobre la estructura del universo. Surge así en las narraciones
literarias el recurso técnico de atribuir conocimientos ocultos y
definiciones escabrosas a autores supuestos y libros inventados, es decir, apócrifos.
Es un recurso antiguo utilizado por varios autores, entre ellos Edgar Allan Poe,
Arthur Machen, Montague Rhode James, Robert W. Chambers, Jorge Luis Borges, etc.
Los libros sagrados correspondientes a una religión
determinada tienen también sus apócrifos, aquellos textos que están fuera del
canon (en el caso de la Biblia tenemos los evangelios apócrifos, algunos de
origen esenio, apartados del canon por ofrecer versiones non sanctas de
la vida de Jesús). Siempre son libros, y sagrados. En alguna época fueron
rollos de papiro, después pergamino, hoy son libros de papel, pero también de
plástico como los CD-ROM, diskettes o videocasetes. Esta es una época de
transición en lo que hace al formato, para muchos de nosotros es díficil o incómodo
imaginarse leyendo un texto en el monitor de una computadora (más díficil debe
ser imaginarse a un religioso teniendo un extásis místico frente a la pantalla
de una PC leyendo la Biblia). La nueva religión de las computadoras y su lado
oscuro tienen su hierofante en William Gibson y su biblia en Neuromante. Pero
todavía existe el mito del libro sagrado como acercamiento a la fe.
Borges dijo una vez que "he oído hablar de libros sagrados, pero nunca de
radios sagradas o televisores sagrados."
De la importancia de estos libros en la vida cotidiana de las
personas se deriva su apropiación para la literatura en tanto que es un efecto
de ambientación y referencia a otros libros. Este procedimiento es tradicional
en Occidente, por lo menos desde que San Juan relata que un ángel le da un
libro para que se lo trague (Apocalipsis X 9-10). Un último paseo por una
inmensa colección de libros raros es efectuado por Casaubon, el protagonista de
El péndulo de Foucault (1988) de Umberto Eco, novela con numerosas referencias
y citas de libros extraños y prohibidos, donde encontramos libros raros en
bibliotecas aún más extrañas.
Libros
ilustres a modo de antecedente
Lovecraft, que de historia sabía bastante, decidió enmarcar sus
principales relatos en esta tradición de saberes ocultos (y no tanto). Estos
saberes ocultos son enmarcados en el movimiento denominado ocultismo,
que abreva en libros ocultos (pero si el conocimiento está oculto,
cómo lo encontramos? ¿Jugando a la escondida?). La paradoja está en que los
libros son publicados, es decir puestos a conocimiento público. Pero aún
así son libros muy peculiares, escritos en jerga y díficiles de encontrar y de
leer. Para adentrarnos en esta corriente nos permitimos citar algunos de estos
libros reales, casi inhallables para el lector curioso.
Todo aquel que lee un poco de historia de la ciencia o esoterismo
se encuentra, cada tanto, con menciones de los autores y libros siguientes:
·
Sepher Yetsira (Libro de la creación),
atribuído a Abraham, año -2000.
·
Séfer há-Zohar, (Libro del
esplendor), Moisés de León, español del siglo XII.
·
Physica
et mystica. Bolos de Mende, año
-200, egipcio helenizado, en el delta del Nilo. Texto base de la alquimia que
contenía recetas para convertir metales en oro y plata, que transcribe las
ideas platónicas sobre la composición de la materia. Forma parte de una
recopilación de textos del siglo VIII.
·
Tabula Smaradigma y Libro del
Zodiaco. Atribuídos a Hermes Trismegisto. La Tabla de esmeralda contiene
preceptos alquímicos y herméticos de la corriente gnóstica (siglo XII).
·
Turba philosophorum (La turba de
los filósofos). En el siglo XII es traducida del árabe al latín esta obra caótica
que supone un concilio de filósofos reunidos para fijar los conceptos del
vocabulario hermético, entre los que estaban Anaxímenes, Socrátes, Jenófanes,
Empédocles, etc.
·
San Alberto Magno, 1193-1280, filósofo
y teólogo alemán que destacó por su recopilación del saber de su época, en
especial lo relativo a las ciencias naturales. Fue canonizado en 1931. Gran
parte de su obra está dedicada a la alquimia. Santo Tomás de Aquino
(1226-1274), díscipulo suyo, aceptaba la alquimia mientras no se mezclara con
la magia.
·
Malleus Malleficarum (Martillo de
las brujas), 1486. Escrito por los dominicos alemanes Heinrich Kraemer y Johann
Sprenger. Era un manual contra la brujería auspiciado por la bula del papa
Inocencio VIII (1484), con métodos para reconocerlas y eliminarlas.
·
Liber de nymphis, sylphis... et
ceteris spiritibus, Paramirum, etc., de Paracelso, 1493-1541, médico y químico
suizo que teorizó sobre el microcosmos y el macrocosmos.
·
De Occulta Philosophia, 1533, de
Cornelius Agrippa. Es un libro clásico sobre magia. Hay una traducción española
publicada por la editorial Kier.
·
Gerolamo Cardano, 1501-1576, fue un
gran matemático italiano que para vivir, como otros de su época, se las rebuscaba
con la astrología, pero se le ocurrió publicar la carta natal de Jesucristo,
por lo cual fue acusado de hereje y encarcelado. En su obra In Cl. Ptolemaei
Peluensis III de Astrorum Iudiciis, aut, ut vulgo vocant, Quadripartitae
Constructionis [...y sigue!], publicada en 1554 y dedicada a comentarios sobre
Ptolomeo, incluye los horóscopos de Enrique VIII, Erasmo, Jesucristo y el suyo
propio.
·
De praestigiis Daemonum, 1563, de
Johan Weyer (o Wier), 1515-1588. Opinaba que las brujas eran enfermos pasibles
de atención médica, tratando de atenuar las tendencias represoras del Malleus.
·
John Dee, 1527-1608. Mago de la
corte de la reina de Inglaterra. Escribió la Monas Hieroglyphica (Mónada
Jeroglífica), publicada en 1564.
·
Demonolatreia, 1595, del inquisidor
Nicolás de Remy o Remigius, libro donde transmite sus experiencias en los
juicios de 900 brujas ejecutadas por hechicería. Su punto de vista es similar
al del Malleus.
·
Mysterium Cosmographicum, 1596, de
Johannes Kepler, astrónomo y astrólogo.
·
Utriusque Cosmi Historia, 1617, del
inglés Robert Fludd, gran especialista en títulos rimbombantes. Fue el
sistematizador de la masonería y los rosacruces. Esta obra es una verdadera
enciclopedia de símbolos y un tratado de las armonías de los elementos.
·
Mundus Subterraneus, y Oedipus
Aegyptiacus, de 1652, son obras de Athanasius Kircher, 1602-1680, jesuita alemán.
Entre otras curiosidades, fue pionero del cine y las diapositivas.
·
Sadducismus Triumphatus (La
incredulidad conquistada), 1681, de Joseph Glanville. Para redactarlo contó con
el asesoramiento del químico y fisiólogo Robert Boyle (los dos eran de la
Royal Society). Glanville pregonaba una unión de la brujería con el espíritu
racional de la ciencia en ciernes, convirtiéndose así en un precursor teórico
de la New Age.
·
Libro de Dzyan (1888), incluído en
la Doctrina secreta, de Helena P. Blavatsky, inventado con retazos de varios
textos religiosos orientales, sobre todo el Rig Veda, contiene las bases teóricas
de la teosofía. En este sentido es una precursora de Lovecraft, quien además
cita dicho libro.
·
Margaret Murray, 1813-1913. Arqueóloga
inglesa especialista en brujería y etnología, escribió varias obras sobre el
tema y el artículo de Brujería para la famosa undécima edición de la
Encyclopaedia Britannica. Su obra The Witch Cult in Western Europe (El culto de
la brujería en Europa Occidental) de 1921, es usada y citada en los mitos de
Cthulhu. En ella afirma que el predominio de la brujería (y ciertos ritos
similares) provendrían de civilizaciones arcaicas europeas, en especial de la
celta. Esta religión pagana fue reemplazada por el cristianismo, aunque sus
cenizas resucitaron con el esoterismo prerrenacentista. Pero, según H.R. Trevor
Roper, la que sistematizó y codificó la brujería, creando un corpus de
demonología, fue la iglesia medieval. El libro de Murray es citado y da
verosimilitud a los restantes.
En toda la tradición occidental del "saber oculto" se
encuentran una serie de textos que recuperan para los contemporáneos todos
estos conocimientos "mantenidos en secreto" para los no iniciados.
Algunos de estos libros son mencionados en los relatos del ciclo Cthulhu junto
al inefable Necronomicon. Otros en cambio servían como inspiración y
referente, como Murray. Lovecraft, que manifestaba ser un "racionalista
científico", en realidad comulgaba con muchos de estos textos pseudocientíficos
y ocultistas que le prodigaban enorme cantidad de material donde insertar su
mitología. Un ejemplo son los trabajos de Scott-Eliott y otros von danikens
del siglo XIX sobre Lemuria, Atlántida y el continente perdido de Mu: se trata
de trabajos pseudocientíficos (porque afirman sin pruebas) que contribuyen,
finalmente, a las mejores paranoias del espiritismo o la New Age. Ahora bien, si
no es lícito opinar sin fundamentar para los pseudocientíficos, sí
lo es para los autores de lo fantástico, que no necesitan pruebas sino todo lo
contrario: este material ubicado en las fronteras de la ciencia se transforma en
un filón a explotar donde todos los relatos se engarzan como en un collar,
donde la falta de pruebas colabora a la verosimilitud. Muchos cuentos de Borges
son bordados alrededor de estos agujeros negros de nuestro mundo.
Erudición
y hermetismo en la tradición occidental
En este recorrido de títulos raros de libros que lo son aún más,
nos encontramos con la euforia del Renacimiento, cuando el hombre, además de
descubrirse a sí mismo, aprende también que no es el centro del universo.
Estos conocimientos se expanden gracias a la renovación de las técnicas de
impresión producidas por Gutenberg, y a la recuperación de innumerables textos
griegos traducidos por los árabes (recordemos la famosa escuela de traductores
de Toledo), y retraducidos del árabe al latín. También se recrea el
neoplatonismo con personajes como Pico della Mirandola y Marsilio Ficino, que
rescatan la tradición hermética e introducen la cábala.
Aparecen entonces las teorías del macrocosmos y el microcosmos, el
hombre que contiene al mundo, más la armonía y correspondencia existente entre
ambos. Casi todos los títulos más significativos de la época reflejan algo así
como "el misterio del mundo." Los conceptos relacionados con las
correspondencias son significativos porque responden a la premisa "Como es
arriba es abajo" derivada de Hermes Trismegisto. Conceptos que pertenecen
al pensamiento mágico, y en este sentido nos importa su transmisión por medio
de libros, sobre todo aquellos que tratan de lo sobrenatural; es decir,
la idea de que determinado ritual con ciertos procedimientos terrenos y
meramente humanos desencadene las fuerzas naturales y cósmicas.
Los
apócrifos de Lovecraft y su séquito
Como esas magistrales tejedoras que arreglan una alfombra o un pulóver
"sin que se note", usando lana del mismo color y el mismo punto de
tejido, Lovecraft logra maravillosamente este efecto de "dar puntada sin
hilo", articulando su mitología en las bases mismas del esoterismo
occidental y transformando al Necronomicon como texto supremo de los
conocimientos secretos.
Con este procedimiento se desarrollará una bibliografía terrible
que será intercalada como base teórica y práctica de los Mitos de Cthulhu.
Decimos base teórica porque estos libros, existentes o no, contienen los
conocimientos del cómo y por qué de Cthulhu: su origen, historia y
advenimiento entre nosotros. No lo conoceremos si no leemos los libros. Dichos
textos canónicos de los Antiguos aparecen citados con profusión y
descriptos con lujo de detalles en las obras de Lovecraft del ciclo Cthulhu y
también en las de los escritores pertencientes a su círculo, como Robert
Bloch, August Derleth, Robert E. Howard, etc., llegando en algunos casos a ser
el eje principal del relato.
Algunos de los apócrifos lovecraftianos son:
·
Unnaussprechlichen Kulten (Cultos
sin nombre), Von Junzt
·
De Vermiis Mysteris (Misterios del
gusano), Ludwig Prinn
·
Cultes des Goules (Cultos de los
Goules), Conde D'Erlette
·
Fragmentos Pnakóticos
·
Los siete libros crípticos de Hsan
...y siguen los títulos, cada uno con su historia y significado en
los Mitos de Cthulhu. Pero como no tenemos espacio para ellos nos dedicaremos a
la evolución del Necronomicon.
Al
Azif
Llegamos así a la aparición del libro maldito llamado
Necronomicon, escrito por un árabe loco en Damasco (ciudad muy famosa para
nosotros) hacia el año 730, con el título original árabe de Al-Azif.
Un detalle significativo es que Lovecraft entronca esta obra en el
saber oriental, como corresponde a todo libro sagrado que se precie: recordemos
el Mahabharata, su capítulo Bhagavad Gita, el Corán, la Torá, la Biblia, etc.
Luego tenemos una biografía bastante tétrica -noblesse oblige,
en todo buen relato de horror- de su creador, el poeta Abdul Alhazred. Se creía
que no profesaba la fe musulmana, y que había enloquecido luego de visitar
ciertas regiones del desierto, donde visitó unas raras ruinas subterráneas.
"Al-Azif" son unos términos árabes que se refieren al
ulular de ciertos insectos o demonios. Lovecraft dijo que los extrajo de una
nota al pie del Vathek de William Bedford. Este término está muy bien
elegido, y otra fuente probable es Richard Francis Burton. Leyendo uno de sus apéndices
en las Supplemental Nights (1887) que forman parte de su traducción de las Mil
y una noches, encontré una referencia a ciertos textos árabes de carácter
esotérico y legendario cuyo autor es... 'Ali'Aziz, efendi de Creta (!).
Las
ediciones del Necronomicon
Más tarde, en el 950, aparece la versión griega de Theodorus
Philetas. Cien años después el libro es condenado por el patriarca Miguel. El
texto árabe se pierde, pero finalmente el texto del Necronomicon llega a
nosotros por medio de la traducción latina de Olaus Wormius realizada en 1228,
como muchos otros libros orientales que fueron conocidos gracias a los
traductores europeos. En este sentido el texto sigue un destino similar a muchas
obras de la época, en especial textos sobre matemáticas, física, química y
alquimia, que fueron incorporados por la cultura árabe luego de conquistar
Alejandría en el 642. De esta asimilación arábiga del conocimiento griego y
egipcio se pasó a la incorporación europea de estos saberes orientales, tanto
científicos como religiosos, a través de la influencia árabe en la península
ibérica.
Para el título de la versión latina seguramente Lovecraft se
inspiró en el Astronomicon de Marcus Manilius, tratado astrológico escrito
entre los años 6 y 14, que solía citar en sus trabajos de juventud sobre
astronomía.
Obviamente la traducción en latín del Necronomicon es
excomulgada: el papa Gregorio IX la prohíbe en 1232... y un año después funda
la Inquisición con la bula Inquisitio hereticae pravitatis (es decir,
"Investigación de la depravación herética"). John Dee traduce el
Necronomicon al inglés, pero se desconoce el paradero del manuscrito.
Se editó finalmente en Toledo en 1647, siendo su subtítulo
"El libro de los árabes." Nótese que para esta época Toledo era el
centro del saber mágico (a la magia se la llamaba "ciencia
toledana"). El aspecto físico del libro tiene también un toque macabro,
ya que se habla de varios ejemplares encuadernados en piel humana. Estos
detalles escabrosos contribuyen a la verosimilitud.
Llegamos a lo más escabroso, que es el contenido del texto en sí,
del que se nos advierte que su lectura completa puede producir la locura. Casi
todos los protagonistas de los relatos (e.g. La llamada de Cthulhu) relatan sus
sufrimientos al momento de leer el libro, las horribles pesadillas y visiones
que provoca. Luego de estos "abominables y deleznables" efectos nos
transcriben un párrafo, para que lo comprobemos en carne propia.
En Arkham, localidad de Nueva Inglaterra creada por Lovecraft, se
encuentra la Universidad de Miskatonic, cuya Biblioteca atesora un ejemplar del
libro maldito. Este libro es consultado por el protagonista de El que acecha en
el umbral gracias a un permiso especial del bibliotecario, el Dr. Harmitage, un
experto en el tema. "Se sabe" que también existen copias en
bibliotecas "de verdad", como el British Museum, otra en los sotános
del Vaticano, en la Universidad de Lima, y hasta hay una en la Biblioteca de la
Universidad de Buenos Aires. Lovecraft colocaba estos lugares por su exotismo.
Sin embargo comenzó la peregrinación: Ricardo Gosseyn, en el prólogo
a una antología de Lovecraft publicada en Buenos Aires en 1957, comenta que
"aún hoy, de cuando en cuando, el Museo Británico recibe alguna carta en
la que se le solicita permiso para leer el libro." Por otro lado, A. van
Hageland, un antólogo belga especializado en literatura fantástica, recibió
en 1973 "una carta escrita en italiano donde el corresponsal le pedía,
entre otras obras, el 'Necronomicon di Abdul Alazred', a ser posible
ilustrado..." (!).
Muchos lectores siguieron buscando El Libro, o encargaron
su compra a famosos libreros anticuarios. Derleth cita el caso de una ficha
colocada en el catálogo de la biblioteca de la Universidad de California, que
está reproducida en el prólogo de Llopis de los Mitos de Cthulhu. Por supuesto
esa ficha está elaborada con las normas correspondientes y con lujo de
detalles, hasta con la ironía de ubicar el libro, según su clasificación, en
el sector de libros reservados sobre religiones. En 1983 encontré una ficha
igual en la Biblioteca Nacional, cuando todavía estaba en la calle México 564
y su catálogo era un anacrónico muestrario de estilos de escritura y fichas:
desde manuscritas hasta tipeadas con máquina de escribir o mimeografiadas. Por
supuesto pedí el libro y me entregaron la boleta de pedido con una lacónica
nota manuscrita que decía "falta" (ni era otro libro ni tampoco
estaba el que era; es la serpiente que se muerde la cola).
Obviamente, toda esta serie de mitificaciones alrededor de un
texto, como toda prohibición, alienta y despierta más curiosidad. Es
justamente por toda esta riqueza de detalles y por su correcto delineamiento
histórico que logra este efecto preciso y contundente. El Necronomicon se
engarza en toda una tradición occidental de libros importantes que fueron
perdidos o son inhallables, entre los que podemos citar a Sófocles y Eurípides,
de quienes conocemos el 10% de sus obras, desaparecidas todas junto con la
biblioteca de Alejandría. De Aristóteles no quedó ninguna copia de sus textos
esotéricos (para sus alumnos) ni tampoco del segundo capítulo de la Poética,
dedicado a la comedia. Es el texto que el bibliotecario ciego y loco de El
nombre de la rosa se come para que nadie lo lea, truco usado por Eco. Del griego
Teón faltan los capítulos dedicados a las refutaciones sofísticas de su
manual de Retórica. De la Biblia, los evangelios apócrifos van aparte
(incluyen el Libro de Enoch y otros textos), problema al que se suma el
descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto (textos manuscritos de los esenios),
que -quizá por su origen gnóstico- son debidamente custodiados por los académicos
y cuya traducción será de conocimiento público, con mucha suerte, en el 2033
o en el día del Juicio Final (que seguramente predicen).
¿Existe
o no?
El adagio que dice "la realidad supera a la ficción" es
significativo: del ingenioso invento de Lovecraft hemos obtenido no sólo
cientos de comentarios sobre el Necronomicon (incluyendo éste), sino la aparición
de otros "Necronomicones" con ese nombre completo en forma de libro.
La editorial EDAF de Barcelona publicó una traducción con este título dentro
de su colección de libros de ocultismo, cuyos autores (ingleses) pergeñaron
siguiendo la estructura de los textos clásicos sobre magia y rituales de brujería,
basándose en los textos clásicos de Barrett, Cipriano, Agrippa, etc. Al final
del texto se incorporan como apéndice las citas del Necronomicon que aparecen
en los cuentos pertenecientes a los Mitos de Cthulhu, transformándolo en una
curiosidad apreciable para los fanáticos.
El libro maldito hizo su aparición varias veces en los catálogos
de libreros anticuarios, descripto con lujo de detalles y con una cotización
bastante apreciable. Tampoco podía faltar una reseña en un suplemento
cultural, y el del diario Clarín publicó en 1987 una reseña bibliográfica
del Necronomicon (mucho antes había aparecido el ensayo de Derleth en La opinión,
en 1976). ¿Qué pensarán los lectores de esos artículos?
Por su parte el artista suizo Hans Rudi Giger bautizó con ese
nombre dos volúmenes que recogen gran parte de su obra plástica y están
inspirados en los textos de Lovecraft, a quien admiraba. Recordemos que Giger
participó en los efectos especiales de Alien, Poltergeist, y en los proyectos
de Dune. Sus bocetos y pinturas para la película Alien podrían decorar
perfectamente los muros de los templos dedicados a Cthulhu.
La difusión oral de los aficionados al ocultismo, que se supone
está reservado sólo a los iniciados, contribuye también con sus equívocos:
charlando una vez con una aficionada que había escuchado ciertas referencias a
esta famosa obra, me preguntó si no sabía como podía conseguirle un ejemplar
de un libro sobre brujería "llamado Necronomicón o algo así" que
había usado un autor estadounidense.
Como reflexión final podemos afirmar que conviene ser precavido a
la hora de inventar o convocar a los espíritus elementales (que los hay). Algo
que fue inventado y existía sólo en la imaginación de unos pocos ahora posee
existencia real y deambula por el mundo.
¿Llegará también Cthulhu?


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