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Umbral de la otra realidad

EL MOMENTO ESPIN
Entre el acierto y el error


Material extraído del ciclo de conferencias realizadas por Prezioso durante Febrero y Marzo de 2001 en el Rockefeller Center (Manhattan) auspiciado por Fundación NAKAYAMMI y RUSALKA Corporation

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"Ninguna idea puede ser probada de manera concluyente, pero algunas se muestran como más probables que otras"
Carneades

Cada tanto en la vida de las personas hay momentos trascendentes. Estos pueden o no, ser detectados por el sujeto. Pero en esos momentos se define la ventura o desdicha, reflejadas en los resultados posteriores de sus decisiones, y que en muchos casos se toman sin tener presentes las consecuencias secundarias o variables mutables. Es lo que denomino el momento Espín; ¿Qué es el Espín?
Se llama Espín al momento angular intrínseco de una partícula subatómica. En la física atómica existen dos tipos de momentos angulares: el momento angular espín y el momento angular orbital. De la misma forma, en la vida de las personas hay momentos en que se produce un hecho fundamental, generando su reacción consecuente. Esto es el momento Espín.
Un ejemplo sería el encuentro de dos personas. Luego de ése conocimiento se despiertan sentimientos, nace una indiscutida atracción. Supongamos que dos jóvenes, llevados por su inexperiencia no advierten sus diferentes caracteres y personalidades, sus desigualdades socio-culturales, etc. Siendo solo sensibles a los impulsos de atracción química; piensan que por ser tan distintos se atraen y lograrán complementarse.
Ese es para ellos un momento Espín.
A partir de él se seguirán desarrollando una serie de acontecimientos encadenados y derivados del primigenio y original: Cuando se conocieron.
Las consecuencias de esa determinación pueden mantenerse ocultas e inofensivas a sus ojos, pero imaginemos que luego de un tiempo de noviazgo, deciden casarse.
Sometidas ahora a un medio ambiente totalmente distinto, altamente desgastante, como es la convivencia humana, las variables indeterminadas no demoran en cristalizarse, es decir, en manifestar toda su virulencia.
Es el tiempo cuando ambos descubren que no estaban hechos precisamente el uno para el otro, que nunca se habían tomado el trabajo de conocerse realmente, que no vieron las señales que la vida les puso por delante, o no supieron interpretarlas. Es la hora del dolor y del fracaso.
El germen estuvo latente meses o años atrás, en el momento de la fatal decisión, envuelto en una atmósfera de romántico idealismo.
El momento Espín es el punto de inflexión a partir del cual se originan todas las consecuencias. Allí se decide el resultado de un hecho futuro, que será venturoso o desdichado, según sea la decisión tomada por la persona.
No es posible evitar el momento Espín porque la vida nos obliga constantemente a "tomar decisiones", en eso consiste el juego perverso de éste sistema; hacernos creer que tenemos la libertad de tomarlas, cuando en realidad no tenemos otra alternativa. Pero dado que es imposible evitar dicha situación, la única posibilidad está previa al momento Espín, cuando recavamos la información relativa al tema, la evaluamos, o acudimos al archivo de nuestra experiencia.
En suma, si hacemos uso o no de la información que reduce considerablemente el porcentaje de error.
Porque después, indefectiblemente nos enfrentamos al momento Espín; allí, se escribe el Destino, y lo peor es que queda escrito con nuestra propia letra.

CAUSALIDAD

"Toda solución genera nuevos problemas".
Ley de Murphy

Dejemos en paz a la infortunada pareja de nuestro ejemplo y consideremos únicamente la naturaleza del fenómeno, es decir, porqué sucede, cómo se origina; teniendo en cuenta que en nuestras vidas constantemente se están produciendo momentos espines de mayor o menor magnitud. Con cada decisión que tomamos o dejamos de tomar; la vida nos obliga permanentemente a actuar de una manera o de otra. Desde casarse con determinada persona y no con otra, hasta decidir con el refrigerador abierto, qué comer, todos son momentos decisivos y tienen consecuencias generalmente invisibles, pero que sellan nuestro destino personal.
Antes de proseguir con nuestro análisis permíteme preguntarte:
¿Tú crees en la causalidad o en la casualidad?
Kant decidió que la causalidad es uno de los principios de coherencia que se obtienen en el mundo de los fenómenos, y que está presente en un orden universal porque el pensamiento es un elemento del mundo de los fenómenos y sitúa a la causalidad como parte de él.
La causa de cualquier efecto es consecuencia de un precedente sin el cual el efecto en cuestión nunca se hubiera producido. Esta es una idea mecanicista de la causalidad, muy popular en círculos científicos. Todos los acontecimientos previos completarían la causa.
Bergson afirmaba que la realidad última en la vida no está ligada por secuencias causales exactas. Es un proceso de crecimiento en el que lo imprevisible, y por lo tanto no causado, acontece con gran frecuencia.
En el tiempo real no ocurren repeticiones exactas, y donde no hay repetición no hay causa, ya que la causa significa que lo que antecede se reitera subordinado por la misma consecuencia.
Según Hume, por tanto, el conocimiento de los hechos es imposible, aunque admite que en la práctica las personas tienen que pensar en términos de causa y efecto y deben asumir la validez de sus percepciones para no enloquecer. También admite la posibilidad de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas, como las relaciones entre los números en matemática.
Visto todo lo expresado por los distintos filósofos, estamos como al principio del problema; sin saber cuál es la esencia del mismo, sin conocer las secuencias causales. Ya que la filosofía, al desconocer la naturaleza de los hechos, no nos puede brindar una salida a la esclavitud del Destino.

SOLOS FRENTE A LA BESTIA

Nuestra única chance, nuestra pequeña cuota de libre albedrío la consumimos en el momento de decidir una acción. A partir de allí, todo se desencadena en forma irreversible.
Por lo tanto, en el hipotético caso de que fuese posible cambiar alguna situación de nuestra vida, y pudiésemos volver atrás en el tiempo donde decidimos aquello que fue desafortunado, resultaría que: Luego de evitar ese error, estaríamos frente a una nueva situación generada por esta decisión que tomamos, la cual nos enfrentaría a situaciones que encierran otros posibles errores, pero de los que no tenemos ningún tipo de información.
Ante éste razonamiento sería lógico preguntarnos: ¿Qué diferencia podría haber entre cambiar una variable por otra, si al final siempre indefectiblemente nos vamos a enfrentar con el mismo dilema?
Por otro lado nos asalta otra sospecha: ¿No lo estaremos haciendo permanentemente sin darnos cuenta? Es decir, cada vez que tomamos "una decisión libre", ¿no estaremos tomando un camino con variables que se van reduciendo dramáticamente a cada paso que damos?
Nuestra única solución es tomar la determinación correcta,.en el momento indicado ¿Fácil, no?
Esto me recuerda lo que dijo Aristóteles:
"Es imposible que una cosa sea y no sea".
Esta verdad universal e inmanente es el impuesto a la vida, el valor agregado que pagamos a cada instante por el derecho de permanecer dentro de los márgenes de la existencia.

Haciendo uso de la experiencia, de la Intuición, esperanzados en la fe, o por la ley de probabilidades, los seres humanos nos enfrentamos constantemente al Destino.
Ya sea simulando seguridad, inconciencia o confesando el temor, todos estamos perdidos en el laberinto de la vida, donde en cada recodo nos espera el temido Minotauro.
Nuestro desafío es grande, puesto que todo el esfuerzo, inteligencia, y suerte que colocamos al servicio del triunfo ya están condicionados de antemano. Nosotros mismos incubamos los huevos del dragón que luego nos consumirá esclavizándonos a la frustración y al fracaso.
Pero el Destino no solo a nosotros arrastra a encrucijadas trágicas, y sin sentido; basta mirar en el reino animal para encontrar otras muestras de su accionar.
El águila es sin dudas el ave que más admiramos; en ella simbolizamos todos los atributos de grandeza, magnificencia, poder y belleza que tanto anhelamos. Muestra de ello es su imagen rampante, presente en los escudos nobiliarios de reinos y estados de todas las épocas; en banderas, condecoraciones, pergaminos, monedas y en todo lugar que sea necesario representar realeza y gloria.
Fue el emblema de algunas legiones romanas, de la Francia bonapartista, de Alemania y de los imperios ruso y austro-húngaro.
Pero el águila, a pesar de ser el ave más longeva que existe, más allá de ser una formidable cazadora, y sin importar su magnífico porte, es una criatura trágica, obligada a enfrentar un drama de vida, muerte y resurrección.
Su expectativa de vida es de setenta años, lo que no es poco para un ave. Pero lógicamente no todas llegan a esa venerable edad; al igual que a los humanos en el discurrir de la vida les acontecen diversos episodios que pueden acortar esa posibilidad.
Pero además, hay un hecho crucial que enfrentan al llegar a los cuarenta años. Para entonces, padecen factores de deterioro muy serios que les obligan a considerar qué hacer con sus vidas.
A esa edad, ya no pueden cazar sus presas porque las garras están descalcificadas, blandas y sin fuerza; además, su pico se encuentra agrietado y deforme a tal punto que le impide su normal alimentación; y para completar la tragedia, las plumas se han tornado excesivamente rígidas, dificultando el vuelo, y exigiéndoles un esfuerzo mayor para sostenerse en el aire.
Adenás, por ser aves muy competitivas y territoriales, son atacadas por otras águilas más jóvenes.
Aquí es cuando el instinto o el libre albedrío del animal entra a actuar. Muchas águilas mueren en estos combates, otras se extinguen por el hambre, y un porcentaje de ellas opta por el suicidio al dejarse caer en picada sobre las rocas desde gran altura.
Pero una fracción menor de éstas cuarentonas elige retardar el final de su vida; para lo cual, con gran esfuerzo y determinación remontan el vuelo hasta elevados e inaccesibles farallones montañosos; luego de elegir un lugar que juzgan seguro se posan y allí dan inicio a una terrible tarea regenerativa.
En la soledad de su confinamiento montañoso el águila golpea sistemáticamente su pico contra una piedra hasta destrozarlo. Esta dolorosa mutilación provoca en su fisiología una regeneración, y así, al poco tiempo le crece un pico nuevo y perfecto; gracias a él emprende otra desagradable labor:
Se extirpa una a una las garras atrofiadas. También éstas son sustituídas por nuevas.
Por último se arranca todas las plumas viejas e inservibles para el vuelo, hasta quedar en carne viva. Nuevas plumas, más blandas, suaves y saludables nacerán de los canutos sangrantes.
Al cabo de unos ciento cincuenta días, que es el tiempo aproximado que dura su ostracismo, el águila se encuentra renovada y lista para volver a la lucha diaria por la subsistencia. Hambrienta pero segura de sí, baja desde las alturas planeando hacia los valles en vuelo inaugural, confiada de haber ganado una prórroga de treinta años.
Suponiendo que el ave que opta por regenerarse a tan doloroso precio, lo hace por decisión propia y no movida por el instinto, nos preguntamos ¿Tuvo sentido que pagara tan duro precio solo para seguir siendo un águila?
¿Es tan valioso seguir viviendo?
¿Ese es el premio?
¿Y las que decidieron suicidarse, hicieron uso del libre albedrío o fueron impulsadas por el instinto de auto-aniquilación? ¿Cuáles fueron más cobardes y cuales más valientes?
¡Cuántas personas en el mundo luchan a diario, debatiéndose en condiciones lamentables, soportando iniquidades, solo por seguir viviendo!
¡Cuántos sin posibilidades reales de triunfo en la vida, ruegan por la donación de un órgano que les permita prolongar su dolorosa existencia!
¿Cuál será su premio?
¿Es que el ser humano prefiere seguir viviendo a como de lugar, para morir igualmente más tarde como mendigo?
¿Tú que piensas?


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