Crux Sancta sit mihi lux, non Draco sit mihi lux, Vade Retro Satana,
numquam suadeas mihi vana, sunt mala quaea libas, ipse venena vivas
En
la
primera parte de este ensayo, hemos realizado una aproximación al proceso
de clonación. Como mencionamos entonces, esta técnica ya se ha desarrollado en
mamíferos, abriendo las puertas a su eventual realización en seres humanos.
Existe
en este terreno la inevitable frivolidad de los delirantes que disfrutarían
“volviendo a la vida” a famosos personajes. En un plano concreto y científico,
la ciencia secular sostiene que el proceso de clonación podría resultar una
verdadera panacea para la curación de algunas dolencias. Específicamente, se
utiliza para esto la idea falaz de “clonación terapéutica”, la cual
consistiría en tomar el material genético de una célula del paciente para
fusionarlo con un óvulo enucleado. El embrión resultante sería una fuente
viviente de células madre para el propio enfermo, destinadas a distintos
tratamientos incluyendo, entre otros, la diabetes tipo 1, la enfermedad de
Parkinson, la fibrosis quística y distintas neoplasias.
La
concreta realidad es que, como hemos relatado en los artículos sobre células
madre de esta misma sección, las mismas pueden extraerse de tejidos adultos o
de cordón umbilical sin necesidad de matar embriones. Por otro lado, no existe
a la fecha actual evidencia científica de curación de las mencionadas
enfermedades merced al propuesto tratamiento.
Además,
es prudente que recordemos que (al menos públicamente) no existe en la
actualidad la tecnología suficiente para la clonación humana; como comentario,
para clonar a la oveja Dolli, se requirieron casi trescientos intentos previos
fallidos que desembocaron en el mismo números de embriones ovinos muertos.
Sin
embargo, la principal objeción al tema que debemos plantearnos va mucho más
allá de lo puramente biológico. Los irresponsables partidarios de la clonación
humana, en nefasta comunión con los abortistas, consideran al embrión recién
concebido como un “cúmulo de células” (eufemísticamente lo llaman
"pre–embrión”), por lo cual carecería de los derechos humanos
elementales, incluyendo el primero y principal que es el derecho a la vida.
Dado
que es indudable desde el punto de vista que se desee considerar (biología
molecular, teología, genética, filosofía, etc.) que el embrión es una
persona desde el momento de la concepción, un ser humano clonado tendría la
totalidad de los derechos de cualquiera de sus semejantes, por lo que debería
tener independencia de sus “promotores”, contradiciendo el sentido de su
propia creación (ser “fuente” de células y tejidos).
La experimentación con embriones (personas), independientemente de su estadio de desarrollo, siempre es inmoral ya que se trata de un atentado a la vida y a la dignidad de inocentes. No hay motivo alguno para desconocer que un embrión nacido por clonación y no por fecundación es una persona plena de derechos. Si se aplicara una aberrante distinción entre embrión fecundado y embrión clonado... ¿qué entidad o “cosa” sería el clon? ¿Otra forma de vida, con genoma humano, pero no humana? La dignidad de un individuo humano, aún en su primaria forma unicelular, es ineludible y merece respeto.
Lo cierto es que, aunque aún hipotética, la clonación humana será técnicamente posible a corto o mediano plazo. Las motivaciones morales, éticas y antropológicas para oponerse a esta absoluta violación a los derechos de la persona humana deberán ser esgrimidas por científicos y personal de la salud en primera instancia, e inmediatamente por los gobiernos y organismos internacionales (¿lo harán, pese al afán de dinero...?)
Se
trata, sin exagerar, de un aspecto clave en el futuro de la ciencia y de la
humanidad toda. Será una forma más de ver si nos acercamos al angosto sendero
que Dios propone para sus hijos, o bien si se opta por alejarse una vez más del
verdadero Camino, la Verdad y la Vida.
«El afán de dinero es la raíz de todos los males del mundo» (1 Tim; 6,10)
Revista Digital Fides et Ratio - Marzo de 2007