Cruz de San Benito, sacramental contra el Maligno

Crux Sancta sit mihi lux, non Draco sit mihi lux, Vade Retro Satana, 

numquam suadeas mihi vana, sunt mala quaea libas, ipse venena vivas

Sección Biología:

las células madre (Segunda parte)

 

 En la edición anterior, comentábamos brevemente que son las células estaminales y dimos a entender cuales son las posibilidades que brindarían para tratamientos médicos y cuales son las fuentes de origen.

En esta segunda parte, retomaremos el capítulo abierto sobre las células madres de origen embrionario. A tal fin, es oportuno que recordemos como es el proceso habitual de fecundación en el ser humano:

 

è el eyaculado masculino en promedio contiene unos 300 millones de espermatozoides, los cuales poseen la mitad del material genético (ADN) que participará en la formación del embrión

 è el óvulo femenino (en promedio uno cada 28 días) contiene la segunda mitad de ese material genético

è el encuentro entre uno de entre la miríada de espermatozoides y el óvulo, en general en las trompas de Falopio femeninas, da lugar a la fusión de ambos, lo que conocemos como fecundación, momento en que se origina UN NUEVO SER HUMANO, con material genético diferenciado e irrepetible.

 

Tras este escueto repaso fisiológico, cabe aquí remarcar que, en efecto, en la mayoría de los ciclos femeninos se produce un único óvulo (cuando excepcionalmente ocurre lo contrario, tenemos lugar al desarrollo de gemelos no idénticos, productos de la fusión de dos óvulos diferentes con sendos espermatozoides). Con un cálculo grosero, sabremos entonces que, si la edad promedio de la menarca en nuestro medio es a los 14 años y la de la menopausia es a los 48, al ritmo de un ciclo cada 28 dias, una mujer contará con cerca de 450 ciclos fértiles o, lo que es lo mismo, unos 450 óvulos a lo largo de su vida fértil en condiciones de ser fecundados.

  Origen de las células madre (adaptación de esquema de la Universidad de Stanford)

Origen de las células madre (adaptación esquema de la Universidad de Stanford)

Sin embargo, la capacidad de una mujer de producir estas células es mucho mayor (se calcula que cada ovario contiene al momento del nacimiento varios miles de ovocitos). Este conocimiento es aplicado por las técnicas convencionales de fertilización asistida, mediante las cuales se administra a las mujeres distintas hormonas recombinantes (producidas en laboratorio) capaces de producir la liberación simultánea de gran cantidad de óvulos (muchas veces diez ó más de ellos en un solo ciclo).

 

Estos óvulos fértiles son «incubados» con el esperma del esposo (o del donante, en el peor de los casos) en un medio apropiado, obteniéndose así números embriones (personas) cuya fecundación ocurre fuera del seno materno (de allí la expresión in vitro).

 De los citados hijos neoformados se «elige» (sin eufemismos) cuales serán implantados en el útero materno y cuales serán «preservados» en tanques glaciares en estado de animación suspendida.

En términos menos elegantes, se selecciona de los hijos recién concebidos cuales continuarán su desarrollo normal y cuales permanecerán congelados para el olvido. Para completar el panorama macabro, si bien no caben hoy dudas de que biológica, filosófica, teológica y moralmente se trata de personas criopreservadas, existe un conflicto jurídico a la hora de valorar los derechos de estos niños no nacidos, atormentados bajo nitrógeno líquido.

 

El destino de estos pequeños es variable, pero en general sombrío; su mejor destino es el de ser implantados en parejas infértiles a modo de «adopción». Muchos otros mueren por ser «no viables». Numerosos son olvidados por sus propios padres y su destino final es... el de ser fuentes de células madre, a través del generoso financiamiento de muchos laboratorios.

 

Como hemos mencionado con anterioridad, existen terrenos promisorios en el campo de la investigación de células madre, las cuales PUEDEN EXTRAERSE DE TEJIDOS NO EMBRIONARIOS, como el cordón umbilical, la médula ósea de adultos y niños y la placenta. Es inadmisible la sistematización del homicidio de embriones congelados para ser sometidos a experiencias científicas. Urge la necesidad de un marco jurídico en el respeto de la ley natural, donde el primero de los derechos humanos es el derecho a la vida –incluyendo la de los niños no nacidos–.

Quizás ha llegado el momento de plantear la figura legal del genocidio cuando el aborto y la destrucción de seres humanos congelados se realizan recurrentemente al solo fin de la dominante idolatría del dinero.

«El afán de dinero es la raíz de todos los males del mundo» (1 Tim; 6,10)

Revista Digital Fides et Ratio - Noviembre de 2006

 

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