Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sabaoth. Pleni sunt coeli et terra gloria tua. Hosanna in excelsis
Sección Historia: La historicidad de los nietos de Noé (segunda parte)
En la
primera parte de este ensayo nos hemos intentado aproximar a los aspectos
históricos de la descendencia de Noé mencionada en el libro del Génesis, el
cual no es un mero conjunto de leyendas épicas sino una increíble fuente de
información real, plagada sin dudas de simbolismos, narrada con una magnífica cuota de
poesía, y que debe ser interpretada con la fidelidad de la Tradición
Apostólica.
Hemos descripto como los
descendientes de Cam terminaron dando su nombre a verdaderos clanes, a sitios
geográficos y naciones, como mencionara incluso el historiador judío Flavio
Josefo varios siglos después.
Ha llegado el momento de dedicarnos
a otro de los hijos de Noé, Jafet, quien de acuerdo al Pentateuco tuvo al menos
siete hijos:
à
Gómer, el cual es mencionado en el bellísimo libro del profeta
Ezequiel (escrito centurias después) junto a uno de sus hijos, de nombre Bet
Togarmá (Ezequiel 38:6). El relato se sitúa en el actual territorio turco,
cuyos pobladores son citados por Flavio Josefo en su Antigüedades de los Judíos
con el nombre de gomeritas o gálatas. De acuerdo a estos registros, emigraron
luego al Oeste dando lugar al pueblo galo (Francia) y probablemente a parte de
la actual España (Galicia). Algunos historiadores incluso reconocen a Gales
como parte de la misma raíz étnica (según ellos, la lengua gaélica es
autodenominada Gomeraeg en homenaje a Gómer). Incluso hay quienes especulan que
el nombre Turquía procede de Togarma, el antes mencionado hijo de Gómer.
à
Magog, también mencionado en el libro de Ezequiel (39:6). Flavio Josefo describió en sus libros al pueblo magotita,
denominado por sus contemporáneos griegos «escitas», situándolos a orillas
del Danubio Oriental.
à
Madai, nombre del cual deriva el gentilicio «medo», utilizado en
referencia al antiguo imperio persa y actual Irán (veremos más adelante que
parte de la descendencia de Sem también instaló probablemente su morada en esa
región).
à
Javán, quien emigró y estableció a su descendientes en Grecia;
el propio libro del Génesis cita como descendientes de Javán a Elisa (de allí
el gentilicio eliseos), Tarsis (de allí Tarso, que sería la cuna de San
Pablo), Quitim (la denominación de la isla de Chipre en tiempos helénicos) y
Dodanim
à
Tubal, mencionado, al igual que sus hermanos, en el libro de
Ezequiel (Ezequiel 39:1), cuyos descendientes son citados por Flavio Josefo como
el pueblo tobelita, residentes del Cáucaso Sur. La capital de la República de
Georgia, allí emplazada, se denominó otrora Tubal, y se conoce desde tiempos
soviéticos como Tbilisi.
à
Mésec, nombre aún conservado en una región periférica de la
actual Moscú, la gigantesca capital de la Federación Rusa.
à
Tirás, cuyos descendientes fueron llamados inicialmente tiresios,
y según Flavio Josefo, posteriormente tracios. Es prudente que recordemos que
la antigua Tracia corresponde a varias de las actuales repúblicas balcánicas
incluyendo a Macedonia, Croacia y Bosnia.
Esta reconstrucción llega a su
último comentario al relatar lo ocurrido con los hijos de Sem: Elam, Asur,
Arfaxad, Lud y Aram (Génesis 10:22).
à
Elam, cuya descendencia pobló
junto a Madai el actual territorio iraní. Es interesante recordar que, en los
Hechos de los Apóstoles, entre los participantes de Pentecostés son
mencionados los judíos elamitas.
à Asur, nombre con el que se designa en los textos del Antiguo Testamento al Imperio Asirio.
à
Arfaxad, mencionado como
Ariphurra en distintas tablillas del pueblo caldeo como su ancestro
fundador.
à
Lud, ancestro probable del
pueblo de los lidios, actual occidente de Turquía (la capital de Lidia era
Sardis, una de las siete iglesias de Asia mencionadas en el Apocalipsis de San
Juan
à Aram, nombre con el cual se designa en el Antiguo Testamento al actual territorio de la república de Siria y del cual procede también el gentilicio arameo, nombre de la lengua hablada en Galilea en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo.
Al margen de lo fascinante que pueden resultar esta compleja trama de nombres, su fuerte correlato con documentos históricos procedentes de distintas culturas y la rica fuente de información que representan las obras de Flavio Josefo, el mensaje del libro del Génesis es formidable. Sin caer en el error fundamentalista de una lectura literal de sus páginas, el inspirado autor sagrado nos remarca con sus palabras la unicidad del género humano y su dispersión a posteriori de la catástrofe del Diluvio, remarcando a todos los hombres como parte de una sola familia. Interpretar al Pentateuco a la luz de la historia y con los ojos de la Fe nos permitirá, más allá de los simbolismos y de la cronología, reconocernos como hermanos creados a imagen y semejanza de un Dios que nos ama.
Revista Digital Fides et Ratio - Enero de 2007