Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el «Doctor Angélico», patrono de la educación católica
Artículo especial:
la triste herencia de Malthus (Parte segunda)
Describimos con anterioridad la influencia de Malthus sobre los apuntes de Darwin y, en consecuencia, sobre su hipótesis. Esta extrapolación delirante de la economía a las ciencias biológicas no se extinguió con el evolucionismo darwiniano, sino que lamentablemente salpicaría a otros aspectos de la Biología, en especial el de las ciencias de la Salud.
Como
mencionábamos en la edición previa, el modelo poblacional malthusiano
desemboca en el concepto práctico de que los pobres son culpables de su propia
pobreza, ya que su
tasa de crecimiento es ampliamente superior al desarrollo de los recursos (despropósito
conocido como «teoría de la seguridad alimentaria»). De hecho, esta
era la explicación brindada por Malthus para las guerras, las epidemias y otras
calamidades, como mecanismos de «autodepuración» de la naturaleza. En otras
palabras, el humano no es un ser transcendente, sino tiene una existencia
utilitaria; el pobre debería ser eliminado por libre competencia, ya que
consume recursos sin producirlos.
Creo
prudente mencionar en
este punto que ese es el mismo argumento que utilizó el estado nazi para
exterminar sistemáticamente a enfermos mentales, primero, y a judíos, católicos,
opositores y prisioneros después, para desembocar finalmente en la eugenesia...
políticas criminales que buscaban el control poblacional. A la hipotética «selección
natural» de Darwin y a la «autodepuración» de Malthus, se le agregaron la «selección
artificial», controlada por el Estado totalitario, el mismo que sancionaba
leyes que penaban la muerte de animales domésticos (¿no les recuerda a las organizaciones ecoterroristas actuales,
que condenan la muerte de focas y ballenas mientras apoyan al aborto de niños?)
Figura 1.- Malthus (siglo XIX), Hitler (siglo XX), la ONU (siglo XXI)
Por
más increible que parezca, el guante del liberal Malthus fue recogido por los
totalitarios nazis del siglo XX y por sus primos globalizadores del siglo XXI, quienes creen
que, en nombre de la selección artificial, debe ejercerse el dominio sobre la
transmisión de la vida, según la cual un hijo es un derecho y no un don.
Así, llegamos a un «Primer Mundo» con tasas de natalidad despreciables, sostenidas por la anticoncepción y el aborto. La población de estos países centrales (productores de anticonceptivos hormonales y dispositivos intrauterinos, con los cuales enriquecen sus bolsillos al venderlos a nuestro Tercer Mundo) paradójicamente, envejece lustro tras lustro, contando con un amplio porcentaje de sus adultos en edad jubilatoria, con lo cual el ciclo malthusiano se reinicia (individuos que consumen recursos financieros y de salud, y que no producen dinero)... ¿cuánto tardarán estas naciones en disponer a la eutanasia entre sus leyes, con todos los argumentos falaces que puedan imaginarse, en una nueva selección artificial?
Este panorama desolador, sin embargo, no debe aterrarnos. Los católicos sabemos que Cristo ya ha vencido en la historia a la muerte y sus seguidores; el único Camino, Verdad y Vida está entre nosotros, guiándonos hacia su Reino definitivo por un angosto sendero. Sólo la oración y el cumplimiento de su ley natural, eterna e inmutable, nos llevará como hermanos hacia el destino trascendente para el que la especie humana ha sido creada.
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