Sobre el
oficio del escritor
Dos cartas de
Charles Bukowski
A John William
Corrington
Enero 17, 1961
Hola, Sr. Corrington:
Bien, a veces ayuda recibir cartas como la tuya. Ya son dos. Un
joven de San Francisco escribió diciéndome que algún día
habrá quien escriba libros acerca de mi, si esto podrá ayudar
en algo. Bueno, no estoy en busca de ayuda, o parase tampoco no
estoy tratando de ser pesado. Pero yo solía jugar un juego
conmigo mismo un juego llamado isla desierta, y mientras estaba
tirado en la cárcel, en la clase de arte o caminando hacia la
ventanilla de diez dólares en las carreras, me preguntaba,
Bukowsky, si tú estuvieras en una isla desierta, tú solo, y
nunca ser encontrado excepto por pájaros y gusanos, tomarías
una vara y rascarías palabras sobre la arena? Yo tenía que
decir no, y por un rato esto resolvía un montón de cosas, y me
dejaba seguir adelante y hacer un montón de cosas que yo no
quería hacer, y me alejaba de la máquina de escribir y me
ponía en el pabellón de caridad del hospital municipal, la
sangre corriendo fuera de mis oídos, de mi boca y de mi culo, y
ellos ahí esperando a que yo muriese, pero nada pasaba. Y cuando
salía me preguntaba otra vez, Bukowsky, ¿si estuvieras en una
isla desierta? y etc; y sabes, pienso que era que la sangre
había abandonado mi cerebro, o algo, y yo decía sí, sí, yo
tomaría una vara y rascaría palabras sobre la arena. Bueno,
esto solucionaba un montón de cosas porque me permitía seguir
adelante y hacer las cosas, todas las cosas que no quería hacer,
y me dejaba tener la máquina de escribir también; y desde que
ellos me dijeron que un trago más me mataría, ahora le he
bajado a dos galones de cerveza al día.
Pero la escritura, por supuesto, cómo el matrimonio, la caída
de la nieve o las llantas de los autos, no siempre perdura. Tú
puedes ir a la cama el miércoles en la noche siendo un escritor
y despertar el jueves por la mañana y ser otra cosa totalmente
diferente. O puedes irte a la cama el miércoles por la noche
siendo un plomero y despertar el jueves por la mañana siendo un
escritor. Este es el mejor tipo de escritores... Muchos de ellos
mueren. Claro. Por sus arduos intentos; o por otro lado, porque
se vuelven famosos y todo lo que escriben es publicado y ya no
tienen que buscar más. La muerte tiene muchas avenidas. Y si a
pesar de todo tú dices que mi material te gusta, quiero que
sepas que si se vuelve roto, no será porque trate demasiado duro
o muy poco, será porque me quedado o sin cervezas o sin sangre.
Para lo que sirva, puedo permitirme esperar: Tengo mi vara y
tengo mi arena.
Charles Bukowski
A Jon Webb
4 de Septiembre de 1962
Con respecto a la muerte de mi mujer el 22 de enero último, no
hay mucho que decir, excepto que yo ya no seré el mismo. Quizá
intente escribir sobre eso, pero está todavía demasiado cerca.
Puede que siempre esté demasiado cerca. Pero aquella vez en el
pabellón de caridad, años atrás, una chica mejicana que
cambiaba las sábanas me dijo que se iba a acostar conmigo si yo
mejoraba, e inmediatamente empecé a sentirme bien.
Tenía una sola visita: la mujer borracha de cara redonda y roja,
una amante del pasado que a veces se bamboleaba contra la cama, y
se iba sin decir nada. Seis días después yo estaba manejando un
camión, levantando paquetes de 20 kilos y preguntándome si la
sangre vendría otra vez. Un par de días más tarde tomé el
primer trago, ése que dijeron me mataría. Una semana más tarde
conseguí una máquina de escribir y, después de una pausa de
diez años y de haberle vendido mis cosas a la revista
"Story" y a otras, mis dedos se pusieron a construir un
poema. O mejor dicho, una charla de bar. Esa cosa que no es
lírica, que no canta. Los rechazos llegaron bastante pronto.
Pero no me afectaron, porque yo sentía que en cada línea estaba
diciendo algo. No para ellos, sino para mí mismo. ahora puedo
leer muy poca poesía o muy poco de cualquier otra cosa. Bueno,
la dama borracha que se bamboleaba contra mi cama la enterré el
último 22 de enero. Y nunca vi a mi chica mejicana. Vi a otras,
pero ella hubiera estado bien. Hoy estoy solo, casi afuera de
todas ellas: de los glúteos, los pechos, los vestidos limpios
como trapos nuevos en la cocina. No me tomes a mal, todavía
tengo 1,80 y 90 kilos de posibilidad, pero yo podía mejor con la
que ya no está.
Charles Bukowski
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