A propósito del libro "La educación del estoico"

Selección y traducción: Blanca Luz Pulido

Mediados del año pasado, en Lisboa, fue publicada "La educación del estoico", de Fernando Pessoa, firmado por un heterónimo del cual sólo se conocían algunos fragmentos dispersos: el Barón de Teive. Ahora, dentro de la serie de las obras completas de Pessoa, se publica esta recopilación de todos los textos que, en su corta vida literaria, aquél escribió. El subtítulo del libro, "La imposibilidad de hacer arte superior", ilustra las dudas y las certezas de este personaje y autor, cuya milimétrica conciencia lo abisma en la razón, de la cual se vuelve una especie de rehén intelectual.

Dividido entre la tensión de ser y los obstáculos infinitos que encuentra, sobre todo en su propio interior, para realizar cualquier cosa, el único objetivo de su breve y fragmentaria obra es dejar "una memoria intelectual de mi vida, un cuadro interior de lo que fui. [...] Estas páginas no son mi confesión, sino mi definición".

Voz que delimita con exactitud sus propios tormentos, sin que eso le permita librarse de ellos, para el Barón no hay escape ni en la realidad ni en el sueño: ninguno de los mundos posibles tiene espacio para él. Fernando Pessoa, implacable y a la vez, se diría, secretamente conmovido por la austeridad del Barón, por su falta absoluta de esperanza, a través de estos fragmentos, de esta especie de manuscrito hallado en una botella, o en un arca, como es el caso, vuelve a alcanzarnos, a inquietarnos a través del tiempo con su prosa exacta y lúcida, oscura y poderosa

"No hay mayor tragedia que una intensidad igual, en la misma alma o en el mismo hombre, del sentimiento intelectual y del sentimiento moral. Para que un hombre pueda ser definitiva y absolutamente moral, tiene que ser un poco estúpido. Para que un hombre pueda ser absolutamente intelectual, tiene que ser un poco inmoral. No se qué juego o ironía de las cosas condena al hombre a la imposibilidad de esta dualidad. Y yo la padezco, por desgracia. Así, por tener dos virtudes, nunca pude llegar a nada. No fue el exceso de una cualidad, sino el exceso de ambas, lo que me mató para la vida".

"...El ascetismo involuntario y débil de las naturalezas en que la inteligencia es como una circulación de la sangre, una condición fundamental, una base orgánica de la vida."

"Pongo fin a una vida que me pareció capaz de contener todas las grandezas, pero que sólo contuvo la incapacidad de desearlas. Si tuve certezas, recuerdo siempre que todos los locos las tuvieron mayores."

"El escrúpulo de la preciosa, la intensidad del esfuerzo de ser perfecto, lejos de ser estímulos para actuar, son facultades íntimas para el abandono. Más vale soñar que ser. ĦEs tan fácil conseguirlo todo en el sueño!"

"Mil ideas juntas, cada una un poema, creciendo inútiles. De tantas que eran, cuando las tenía no podía recordarlas, sobre todo porque ya las había perdido."

"Tengo todo para ser feliz, excepto la felicidad."

"No es en el individualismo donde reside nuestro mal, sino en la naturaleza de ese individualismo. Y su naturaleza consiste en ser estático en vez de dinámico. Nos valoramos por lo que pensamos, no por lo que hacemos. Olvidamos que no fuimos lo que no hicimos; que la primera función de la vida es la acción, así como el primer aspecto de las cosas es el movimiento."

"El hombre moderno, si es infeliz, es pesimista.

Hay algo vil, degradante, en esta transposición de nuestras desdichas al universo entero; hay un egoísmo sórdido en suponer que el universo está dentro de nosotros, o que somos una especie de centro y resumen, o símbolo, de él."

"Todo lo que pienso y siento, inevitablemente, se me convierte en inercia. El pensamiento, que en otros es una brújula para la acción, es para mí un microscopio de ella, donde veo universos que atravesar ahí donde un paso bastaría para transponerlos como si el argumento de Zenón sobre el carácter interminable de cada espacio, que, por ser infinitamente divisible, es infinito, fuese una extraña droga con que me hubieran intoxicado el organismo espiritual. Y el sentimiento, que en otros se introduce en la voluntad como la mano en el guante, o la mano en la empuñadura de la espada, fue siempre en mí otra manera de pensar, fútil como la rabia que nos hace temblar hasta el punto en que no podemos movernos, una especie de pánico exaltado que, como el pánico, deja inmóvil al temeroso a quien el mismo miedo debía de hacer huir."

"No enseñes nada, porque aún tienes todo que aprender."

"El sueño, cuando es demasiado vívido o familiar, se convierte en una nueva realidad y tiraniza como ella: deja de ser un refugio. Los ejércitos soñados acaban por ser derrotados, como los que caen y se desmoronan en los encuentros y batallas del mundo."

"Repudié el sueño como un vicio de colegial o de loco. Pero repudié también la realidad o, mejor dicho, ella me repudió, no se por qué; por incompetencia, por desaliento o por incomprensión. No serví para ninguna de las dos vertientes del goce: ni para el placer de lo real, ni para el placer de lo fingido."

"El esfuerzo cada vez más difícil, la esperanza cada vez más tardía, la distancia entre lo que soy y lo que supuse que podría ser, cada vez más acentuada en la noche de mi severa futilidad."

"Hay algo sórdido, y más sórdido aún por ser ridículo, en el hábito que tienen los débiles de erigir en tragedias del universo a las comedias tristes de sus tragedias personales."

"La dignidad de la inteligencia reside en reconocer que es limitada, y que el universo está fuera de ella. Reconocer que, nos guste o no, las leyes naturales no se pliegan a nuestros deseos; que el mundo existe independientemente de nuestra voluntad; que el hecho de estar tristes no prueba nada sobre el estado moral de los astros, ni del pueblo que pasa detrás de nuestras ventanas; ahí reside el verdadero uso de la razón y de la dignidad racional del alma."

"Llegué, creo, a la plenitud del empleo de la razón. Y es por eso que voy a matarme."

"Como el gladiador en la arena, cuyo destino lo llevó de esclavo a condenado, saludo, sin que tiemble el César que haya en este circo rodeado de estrellas. Saludo de frente, sin orgullo, pues no puede tenerlo el esclavo; ni alegría, pues el condenado no puede fingirla. Mas saludo, para que no falte a la ley aquel a quien toda ley falta. Y, después de saludar, clavo en el pecho la espada que no me servirá en el combate. Si el vencido es el que muere y el vencedor quien mata, entonces, confesándome vencido, me declaro vencedor."

Tomado de la revista "Equis, Cultura y Sociedad", de la edición conmemorativa de su segundo aniversario, correspondiente al mes de Abril.

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