Antonin Artaud
PRIMERA CARTA CONYUGAL
Cada una de tus cartas aumenta la incomprensión y la estrechez
de espíritu de las anteriores; juzgas con tu sexo y no con tu pensamiento
como lo hacen todas las mujeres.
Confundirme yo, con tus razones. ¡Te burlas! Pero lo que me irritaba era verte
volver sobre las razones que hacían tabla rasa sobre mis razonamientos, cuando
uno de esos mismos te había llevado a la evidencia.
Todos tus razonamientos y tus infinitas disputas no podrán impedir
que no sepas nada de mi vida y que me condenes por un mínimo fragmento de ella
misma. No debería siquiera serme necesario justificarme ante ti si sólo fueras,
tú misma,
una mujer prudente y equilibrada, pero tu imaginación te enloquece, una
sensibilidad sobre aguda que no te permite enfrentar la verdad. Contigo
cualquier discusión es imposible.
Sólo me queda decirte una cosa: mi espíritu siempre fue confuso, un
achatamiento del cuerpo y del alma, esa suerte de contracción de todos mis
nervios. Si me hubieras visto hace algunos años, por períodos más o menos
cercanos, antes aún de que en mi se sospechara el uso del que tú me recriminas,
dejarías de extrañarte, ahora, del retorno de esos fenómenos.
Si por otra parte estás convencida, si te parece que su reincidencia se debe a
ello, entonces no hay nada que decir, contra un sentimiento no se puede luchar.
De cualquier manera ya no puedo contar contigo en mi angustia, ya que te niegas
a ocuparte de la parte de mí más afectada: mi alma.
No me has juzgado, por otra parte, nunca de otra manera que por mi
aspecto externo como hacen todas las mujeres, como hacen todos los imbéciles,
cuando lo que está más destruido, más arruinado es mi alma interior; y no puedo
perdonarte eso, pues las dos no siempre coinciden, desafortunadamente para mí.
En cuanto
a lo demás, te prohíbo hablar otra vez.
en "L'ombilic des Limbes, Le pèse nerfs" 1926
Gracias por tu "maldita" visita, para comunicarte conmigo a: