FERNANDO PESSOA

Ricardo Reis (heterónimo)

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Bajo leve tutela

de dioses impasibles

quiero gastar las concedidas horas,

de esta emplazada vida.

Nada pudiendo contra

el ser que me formaron,

deseo que me haya el Hado al menos

dado paz por destino.

De la verdad no quiero

mas que vida: los dioses

dan vida y no verdad, y acaso ni ellos

conozcan la verdad.

 


Si yo pudiera morder la tierra toda

 

Si yo pudiera morder la tierra toda

y sentirle el sabor sería más feliz por un momento...

Pero no siempre quiero ser feliz

es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural...

No todo es días de sol

y la lluvia cuando falta mucho, se pide.

Por eso tomo la infelicidad con la felicidad.

Naturalmente como quien no se extraña

con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas...

Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la

infelicidad.

Sentir como quien mira. Pensar como quien anda,

y cuando se ha de morir,

Recordar que el día muere y que el poniente

es bello y es bella la noche que queda.

Así es y así sea.

 


El poeta es un fingidor

El poeta es un fingidor.

Finge tan profundamente

Que hasta finge que es dolor

El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe

Sienten, en el dolor leído,

No los dos que el poeta vive,

Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,

Distrayendo a la razón,

Ese tren sin real destino

Que se llama corazón.


Poema en línea recta

Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.

Todos mis conocidos fueron campeones en todo.

Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,

un parásito descarado,

un tipo imperdonablemente sucio

al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;

yo que fui ridículo, absurdo,

que me llevé por delante las alfombras de la formalidad,

que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,

que recibí insultos sin abrir la boca

y que cuando la abrí fui más ridículo todavía;

yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,

yo que sentí los guiños de los changadores,

yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,

que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos,

yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,

me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.

La gente que conozco y con quien hablo

nunca cayó en ridículo, nunca sufrió un insulto,

nunca fue sino príncipe -todos ellos príncipes- en la vida...

¡Ah, quién pudiera oír una voz humana

que confiese no un pecado sino una infamia;

que cuente no una violencia sino una cobardía!

Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.

¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez

fue vil?

¡Oh príncipes, mis hermanos!

¡Basta, estoy harto de semidioses!

¿Dónde está la gente de este mundo?

¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?

Admitirán que las mujeres no los amaron,

aceptarán que fueron traicionados -¡pero ridículos nunca!-

Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,

¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?

Yo que fui vil, literalmente vil,

vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

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