EL VERSO
CON RIMA Y MEDIDA

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   AUTÉNTICA POESÍA    


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Rafael de León

Rafael de León
 Sevilla 1908-Madrid 1982

 

    PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR

A José González Marín

         

        Mira cómo se me pone
        la piel cuando te recuerdo...
         
        Por la garganta me sube
        un río de sangre fresco
        de la herida que atraviesa
        de parte a parte mi cuerpo.
        Tengo clavos en las manos
        y cuchillos en los dedos
        y en mi sien  una corona
        hecha de alfileres negros.
         
        Mira cómo se me pone
        la piel ca vez que me acuerdo
        que soy un hombre casao
        ¡y sin embargo, te quiero!
         
        Entre tu casa y mi casa
        hay un muro de silencio,
        de ortigas y de chumberas,
        de cal, de arena, de viento,
        de madreselvas oscuras
        y de vidrios en acecho.
        Un muro para que nunca
        lo pueda saltar el pueblo
        que anda rondando la llave
        que guarda nuestro secreto.
        ¡Y yo bien sé que me quieres!
        ¡Y tú sabes que te quiero!
        y lo sabemos los dos
        y nadie puede saberlo.
         
        ¡Ay, pena, penita, pena
        de nuestro amor en silencio!
        ¡Ay, qué alegría, alegría,
        quererte como te quiero!
         
        Cuando por la noche a solas
        me quedo con tu recuerdo
        derribaría la pared
        que separa nuestro sueño,
        rompería con mis manos
        de tu cancela los hierros,
        con tal de verme a tu vera,
        tormento de mis tormentos,
        y te estaría besando
        hasta quitarte el aliento.
        Y luego, qué se me daba
        quedarme en tus brazos muerto.
         
        ¡Ay, qué alegría y qué pena
        quererte como te quiero!
         
        Nuestro amor es agonía,
        luto, angustia, llanto, miedo,
        muerte, pena, sangre, vida,
        luna, rosa, sol y viento.
        Es morirse a cada paso
        y seguir viviendo  luego
        con una espada de punta
        siempre pendiente del techo.
         
        Salgo de mi casa al campo
        sólo con tu pensamiento,
        por acariciar a solas
        la tela de aquel pañuelo
        que se te cayó un domingo
        cuando venías del pueblo
        y que no te he dicho nunca,
        mi vida, que yo lo tengo.
        Y lo estrujo entre mis manos
        lo mismo que un limón nuevo,
        y miro tus iniciales
        y las repito en silencio
        para que ni el campo sepa
        lo que yo te estoy queriendo.
         
        Ayer, en la Plaza Nueva,
        -vida, no vuelvas a hacerlo-
        te vi besar a mi niño,
        a mi niño, el más pequeño,
        y cómo lo besarías
        -¡ay, Virgen de los Remedios!-
        que fue la primera vez
        que a mí me distes un beso.
        Llegué corriendo a mi casa,
        alcé mi niño del suelo
        y sin que nadie me viera,
        como un ladrón en acecho,
        en su cara de amapola
        mordió mi boca tu beso.
         
        ¡Ay, qué alegría y qué pena
        quererte como te quiero!
         
        Mira, pase lo que pase,
        aunque se hunda el firmamento,
        aunque tu nombre y el mío
        lo pisoteen por el suelo,
        y aunque la tierra se abra
        y aun cuando lo sepa el pueblo
        y pongan nuestra bandera
        de amor a los cuatro vientos,
        sígueme queriendo así,
        tormento de mis tormentos.
         
        ¡Ay, qué alegría y qué pena
        quererte como te quiero!

             
               
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        GLOSA A LA SOLEÁ
         
        ¿Te acuerdas de aquella copla
        que escuchamos aquel día
        sin saber quién la cantaba
        ni de qué rincón salía?
        Pero qué estilo, qué duende,
        qué sentimiento y qué voz;
        creo que se nos saltaron
        las lágrimas a los dos.
         

        "Toíto te lo consiento
        menos fartarle a mi mare
        que a una mare no se encuentra
        y a ti te encontré en la calle".

        No vayas a figurarte
        que esto va con intensión.
        Tú sabes que por ti tengo
        clavao en mi
        corasón
        el queré más puro y firme
        que ningún hombre sintiera
        por la que Dios uno y trino
        le entregó por compañera.
        Pero es bonita la copla
        y entra bien por soleares:
        "Toíto te lo consiento
        menos fartarle a mi mare..."
        Y me enterao casuarmente
        de que le fartaste ayé
        y nadie me lo ha contao,
        nadie, pero yo lo sé.
        Yo tengo entre dos amores
        mi corasón repartío
        si le encuentro a uno llorando
        es que el otro le ha ofendío;
        y mira, nunca me quejo
        de tus caprichos constantes.
        ¿Quiere un vestío? ¡catorse!
        ¿quiere un reló? ¡de brillantes!
        Ni me importa que la gente
        vaya de mí murmurando
        que si soy pa ti un muñeco,
        que si me has quitao er mando
        que en la diestra y la siniestra
        tienes un par de agujeros
        por donde se va a los baños
        el río de mis dineros...
        ¡Y a mí qué...?
         
        Con tal de que de mi lao
        tú nunca te desepares
        toíto
        te lo consiento
        menos faltarle a mi mare.
        Porque esa mimbre de luto
        que no levanta la voz
        que no ha tenío siquiera
        contigo ni un sí ni un no;
        que anda como una pavesa,
        que no gime ni suspira,
        que se le llenan los ojos
        de gloria cuando nos mira;
        que me crió con su sangre;
        que me llevaba la mano
        para que me santiguara
        como todo fiel cristiano
        y en las candelas del hijo
        consumió su juventú
        cuando era cuarenta veses
        mucho más guapa que tú.
        Tienes  que haserte a la cuenta
        que la has visto en los artare
        y jincarte de rodillas
        antes de hablarle a mi mare;
        porque el amó que te tengo
        se lo debes a su amó,
        que yo me casé contigo
        porque ella me lo mandó.
        Conque a ver si tu consiensia
        se aprende esta copla mía
        mu semejante a aquer cante
        que escuchamos aquer día
        sin sabé quién lo cantaba
        ni de qué rincón salía.
         

        "A la mare de mi arma
        la quiero desde la cuna;
        por Dios, no me la avasalles
        que mare no hay más que una
        y a ti te encontré en la calle".

             
               
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        TRIGO LIMPIO
         
        María Manuela, ¿me escuchas?
        Yo de vestíos no entiendo,
        pero... ¿te gusta de veras
        ese que te estás poniendo?
        Tan fino, tan transparente,
        tan escaso y tan ceñío,
        que a lo mejor por la calle
        te vas a morir de frío.
        Te sienta que eres un cromo,
        pero cámbiate de ropa,
        si es un instante, lo justo
        mientras me tomo esta copa.
        Ponte el de cuello cerrao
        que te está de maravilla
        y que te llega dos cuartas
        por bajo de la rodilla.
        Cada vez que te lo pones
        te encuentro tan elegante
        que dentro de mí murmuran
        los duendecillos de un cante.

        "La rosa que me entregaron
        al pie del altar mayor
        lleva las sayas cumplías
        y nadie le ve el color".

        Pero antes de que te vistas
        coge un poco de agua clara
        y afuera los melinotes
        que te embadurnan la cara;
        ni más carmín, ni más cremas,
        ni más tintes en el pelo;
        no te aguanto más colores
        que los que te puso el cielo.
        Se acabó enseñar las piernas,
        y los brazos, y el escote,
        y el rostro no te lo pintes
        ni aunque te salga bigote;
        que te hizo Dios tan hermosa
        como una rosa temprana
        y se va a enfadar contigo
        por enmendarle la plana.
        Y a tu prima le devuelves
        la pulsera de brillante,
        son mucho lujo esas piedras
        pa la mujer de un tratante.
        Te quiero guapa y sencilla
        como yo te conocí,
        no tienes que engalanarte
        pa nadie más que pa mí.
        Ni más zapatos de Gilda,
        Ni más turbantes de raso;
        para presumir te sobra
        con cogerte de mi braso;
        y como un día te vea
        que enciendes un cigarrillo
        vas a echar, sentrañas mías,
        el humo por los tobillos.
        No quiero que me pregunten
        "Esa gachona, ¿quién es?,
        ¿una secretaria de esas
        que beben champán francés?"
        Ni tú eres mujer moderna
        ni quiero que lo aparentes
        que yo te prefiero antigua
        y oliendo a mujer decente.
        Que con el triguito limpio
        toito er mundo te compare,
        que por defuera y por dentro
        te parezcas a mi mare.
        ¿Te cambiaste ya el vestío?
        Pues andando p'al teatro,
        ya verás tú con qué envidia
        nos contemplan más de cuatro:
        "¡Vaya un marío con suerte
        y una mujer bien plantá,
        es una vara de nardos
        con la carita lavá!".
        Y al salir yo te prometo
        cantarte por alegrías,
        lo mismo que te cantaba
        cuando tú eras novia mía:

        "Mi novia es la más hermosa
        y no se pinta la cara
        la tiene como una rosa
        tan sólo con agua clara"

        El barco de mis amores
        no tiene más que una vela
        remendaita y graciosa
        igual que María Manuela
         
        Se conforma mi niña con un vestío
        y le basta y le sobra con un marío.
        De percal que se ponga,
        ¡viva el salero!,
        es mi María Manuela
        la reina del mundo entero
         

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