MARISOL PEREIRA VARELA
1962
Filo de Juego
Poemas de Marisol
Tablón de edictos
Poeta, editora y periodista
Crítica, ensayista, cuentista y novelista.


B.A. Literatura Comparada, Universidad de Puerto Rico 1984, Magna Cum Laude
Diploma de Estudios Hispánicos en Literatura e Historia, Fundación José Ortega y Gasset, Toledo, España


Escribo por necesidad, es una fuerza innegable que me atrapa y me consume todos los días. Escribo de lo que vivo, de lo que pienso, de lo que imagino, de lo que veo, de lo que leo,  de lo que sueño, de lo que respiro...

A los 11 años fascinada por los múltiples significados que podían tener las palabras hice un poema que rimaba todo en diminutivo. Mi maestra de español no se rió de mí y ese día me atreví a ir adonde mi tío abuelo, Josemilio Gonzalez (un gran poeta, catedrático e intelectual puertorriqueño, QDP) y le comenté que deseaba ser escritora. El me dijo: “Si quieres ser escritora tienes que leer y aprenderte todas las palabras, hasta las que se encuentran en las etiquetas de los productos”. Desde ese día, copiaba todas las palabras que desconocía, las dividía por orden alfabético, buscaba sus significados, hacia oraciones con ellas, luego las integraba en poemas rimbombantes que acumulaba en libretas. Cada sábado, cuando él visitaba a mi abuela, le llevaba todas las libretas con los poemas que había escrito. Cuando los ojeaba me decía: “Esto es una mierda, sigue escribiendo”. Así pasaron 10 años, una y otra vez se repetían las mismas palabras, y una y otra vez yo lo intentaba, hasta que un día, (con el tiempo ya no le mostraba más libretas, sólo poemas escogidos) le llevé un poema titulado XXI, estábamos en la placita de Humanidades –yo me ocupé de ocultarle a todo el mundo durante los 5 años que estuve en la UPR, que Josemilio González era mi tío, pues tuve que tomar 4 cursos con él y no quería que pensaran que tenía favoritismos- lo leyó seriamente, me miró sin expresión alguna en su rostro y luego, con una sonrisa, me indicó: “Marisol, éste es un gran poema”.
En la Universidad de Puerto Rico, ya me había integrado al mundo literario desde principios de los años 80 cuando comencé a darme a conocer en publicaciones tales como: Filo de Juego, Revista del Ateneo Puertorriqueño, Pulso de Poesía Universitaria, Mairena, Tríptico, entre otras. Participé en recitales de poesía, dicté conferencias en el Programa de Honor y participé en congresos literarios. Además recibí varios reconocimientos, entre los que se destacan el Primer Premio de Poesía a nivel de San Juan del Instituto de Cultura Puertorriqueña y el Segundo Premio a nivel nacional.

Luego, cansada de publicar poemas sueltos, me dediqué a concebir un libro que tuviese una coherencia y una temática definida desde el 1983. Aún hoy, 14 de agosto de 2003, que pensaba que lo había terminado, acabo de escribir otro poema para el libro. Ya son 20 años de dedicación, de ardua edición y autocrítica. ¡Cómo no tener esa visión con un tío como el mío que me enseñó que no por uno escribir poemas bonitos quiere decir que sean buenos... o que deban publicarse y menos incluirse en un libro!

Comencé con la idea de que iba a ser un poemario dedicado a todos los efectos que provoca la Luna en la Tierra y los seres humanos, pero luego de leerme varios libros de fisica y de pensar que lo había terminado, y de contar con el apoyo de mi tío Josemilio para publicar Alúneros en mi último año de universidad, 1984, le indiqué decididamente que no lo iba a publicar, pues sentía que no lo había terminado, y así fue. Desafortunadamente murió sin ver mi obra terminada, por lo que nunca podré contar con la presentación que él iba a ser de mi libro. Se llama Versus: Entre puntos de piel y sombras milenarias y ya está listo para publicación ¿quiere alguien auspiciarlo?

Hace años un hombre dijo: “La poesía es la perversión de la realidad”. Yo confío en que es una conciencia colectiva que nos une a través de la palabra. Es decir “el conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia, de sus sentimientos y de sus actos” se expone por medio del lenguaje. Somos quienes somos porque nuestros antepasados cavaron la ruta de nuestro destino. Nos enseñaron no sólo las leyes de la vida y el amor, sino también de la creación, que es la base de la vida humana. Y en ese principio existía el mito, una explicación casi mágica de la realidad pasada de generación en generación que contaba la historia de cómo habían surgido las cosas y cómo debían seguir siendo por siempre. Parte de esos elementos tienen base en mi libro “Versus: Entre puntos de piel y sombras milenarias”.

Pero “Versus” no significa necesariamente una cosa contra otra, sino un regresar a un estado original, a un círculo rítmico que se rige por un eterno retorno de conciencia. Un punto de partida en el cual poder explicar de dónde venimos y hacia dónde vamos, pues somos surcos de vida y muerte acumulada. Nos unen sombras milenarias, nos ata la conciencia colectiva en su afán de dictarnos lo que es moral y divino. Esto implica una manera distinta de ver el mundo y de ver a Dios.

Somos puntos de piel al infinito porque nuestro rastro nunca se borra, se repite en las mentes de quienes se quedan y en todos los testimonios orales y escritos. Nos anteceden sombras milenarias, desde el principio de la creación, hasta el futuro que a veces nos roza con su inminente peculiaridad de no poder ser previsto. Pero para poder llegar a ellos, a esos antepasados y a esas sombras, es preciso recurrir a la palabra, en especial a la poesía –al versus– madre de todo lenguaje figurativo y establecer un nuevo principio de la creación, un origen femenino, del cual es parte la madre Tierra como sostenedora de la vida, al igual que la mujer.

Nos toca comprender que la concepción del amor con cada siglo que pasa se altera y, en cierta forma, se prostituye, porque cada vez nos alejamos más de los rituales originales que le daban sentido a la existencia.

Entre los antepasados y el trasmundo de la creación se encuentra como contrapunto el amor en todas sus facetas, pero no es sino hasta que recobremos el amor que podremos establecer el principio de la armonía. Tenemos que hundirnos en la sombra, descender hacia el abismo para poder encontrar el verdadero sentido de la vida.