Editorial   Panorama Internacional Nº 9

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Yugoslavia
La paz imperialista, una nueva fase de la agresión

Por Alejandro Pereira


  
  Una vez más vemos aquí la misma paradoja: cuando el capitalismo estadounidense se lanza a la piratería abierta, tiene todas las posibilidades de avanzar disfrazándose de organizador y pacificador.
León Trotsky [1] .
 
 

LOS trabajadores del mundo hemos visto cómo el imperialismo mundial, en setenta y ocho días, destruyó lo que quedaba de la República Federativa de Yugoslavia, argumentando que se trataba de una “intervención humanitaria” para salvar la vida de los habitantes albaneses de la provincia de Kosovo. Hoy está claro que no se trataba de una “acción humanitaria” sino de la agresión militar más destructora y cobarde que se haya visto en Europa desde de la Segunda Guerra Mundial. Se descargó sobre una nación a la que ni siquiera se le permitió defenderse, con el objetivo de imponer las condiciones imperialistas para terminar de restaurar el capitalismo y semicolonizar la otrora Europa “socialista”.

Ubicación geográfica

Lo que era antes Yugoslavia (Eslovenia, Croacia, Macedonia, Montenegro, Serbia y Bosnia-Herzegovina), junto con Rumania, Bulgaria, Albania y Grecia, hacen parte de la región conocida como los Balcanes. Es una región montañosa de Europa Meridional. Desde el punto de vista geográfico es una zona estratégica en la medida en que está bañada por varios mares: el Mar Negro al oriente, el Mar Egeo al sur y el Mar Adriático al suroeste. En ese sentido ha sido y es vía obligada para el comercio que de Oriente y Medio Oriente va para Occidente. Históricamente fue tránsito de todas las invasiones de los imperios. Ésa es una de las razones por la que ha sido una región conflictiva.

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La religión

La existencia de la religión de por sí no explica el que haya conflictos. Lo que explica que haya conflictos, entre otras cosas, es la utilización que le han dado a ésta los imperios e imperialismos para lograr la dominación.

Las tres religiones que tienen influencia en la región de los Balcanes históricamente tienen su origen en tres imperios que han dominado la zona. El imperio Romano de Occidente, con sede en Roma, impuso el cristianismo católico (en el occidente europeo); el Imperio Romano de Oriente, con sede en Constantinopla, desde el año 1500 impuso la religión cristiana ortodoxa en el oriente europeo, y el Imperio Otomano, que impuso la religión musulmana en varios países de Europa Meridional.

El hecho de que la agresión fuera montada sobre la base de una campaña ideológica de carácter humanitarista llevó gran confusión entre las masas de todos los países del mundo. Sólo pequeños sectores que no se dejaron engañar salieron en movilización a responder de manera solidaria contra el ataque imperialista a la población de la nación yugoslava.

Sin embargo, el imperialismo logró dividir a la mayoría de la vanguardia obrera mundial. Se pusieron a prueba una vez más la política y el programa de las organizaciones que se reclaman de la “izquierda” y defensoras de los intereses de los trabajadores. Pocas organizaciones, entre ellas el Centro Internacional del Trotskysmo Ortodoxo (CITO) , no perdemos de vista que el principal enemigo de los trabajadores es el imperialismo, y por eso denunciamos los ataques de la OTAN, y planteamos el apoyo militar al pueblo yugoslavo, sin alimentar alguna confianza política en su dirigente Solobodan Milosevic. La mayoría asumieron una posición “neutral” y “pacifista”, igualando al imperialismo con Milosevic, y por esa vía le capitularon al primero en su campaña “humanitaria”.

Por esa razón este artículo, que expresa el análisis y la posición del los revolucionarios socialistas organizados en el Centro Internacional del Trotskysmo Ortodoxo , es polémico. Con él tratamos de llevar la discusión al interior del movimiento obrero sobre qué posición asumir y cómo intervenir en esta etapa en que el imperialismo mundial, hegemonizado por Norteamérica, tiene como norma intervenir violentamente en el país que considere necesario para imponer sus condiciones de explotación y opresión.

Hay un reto para los sectores que coincidimos en que —independientemente del carácter contrarrevolucionario y opresor de Milosevic, a quien no le brindamos ningún apoyo político— la tarea central para el movimiento revolucionario internacional es impulsar la expulsión del imperialismo de Kosovo y de la región de los Balcanes, sin que esto signifique ausencia de una política obrera para enfrentar a Milosevic, que va a seguir implementando los planes restauracionistas. A Milosevic hay que exigirle armas para que la población se defienda de la represión de las tropas imperialistas, que ya han asesinado a algunos habitantes serbios, que la reconstrucción del país se haga bajo el control de los trabajadores y que se decrete el desconocimiento de la deuda externa, entre otras cosas.

Después de Bosnia siguió Kosovo

Con el acuerdo de Dayton firmado en 1995 —con el que se impuso la paz imperalista en Bosnia-Herzegovina, después de cuatro años de guerra—, el imperialismo ya había logrado en buena parte su objetivo de destruir la Federación Socialista de Yugoslavia y repartírsela, para apoderarse de las empresas y los bienes que eran de propiedad colectiva, restaurar el capitalismo y semicolonizar la región.
Pero al imperialismo, que quiere ir por todo, le faltaban Montenegro, Serbia y las provincias de Kosovo y Voivodina, que antes tenían autonomía dentro de la Federación.

El imperialismo norteamericano no soporta que gobierno alguno se le indiscipline a sus mandatos, y Milosevic, que lo hizo en el conflicto de Bosnia, seguía actuando con cierto grado de independencia frente a Washington, obedeciendo más a los intereses de la burguesía emergente o a los de su aliada Rusia que a las órdenes norteamericanas. Esto fue suficiente para que Estados Unidos organizara un conflicto para cobrarles a Milosevic y a la nación yugoslava su indisciplina, y de paso restaurar la propiedad privada bajo sus condiciones.

Primero ayudó a organizar un aparato militar a su servicio, el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), y se apoyó en un partido kosovar, la Liga Democrática de Kosovo (LDK), para luego presionar a Milosevic a negociar sus intereses, que no son otros que garantizar su dominio en el proceso de restauración capitalista en la región y su semicolonización.

Pero Milosevic no quiere que lo traten como a cualquier sirviente. Actúa igual que Castro en Cuba. Quiere que lo traten como a un socio “respetable” de la restauración capitalista. Al mismo tiempo, prefiere que sea Rusia la que influya en la región y no los Estados Unidos o Alemania.

El imperialismo y sus aliados internos, la LDK y el ELK, se repartieron las tareas: mientras éstos últimos exigían la independencia, el imperialismo aparecía presentando la política oficial de “autonomía” frente a la administración central yugoslava, pero bajo el control y dominio de una fuerza de ocupación imperialista.

El imperialismo mundial le insistió a Milosevic que cediera a sus exigencias, intentando mostrar que realmente lo que le interesaba era la situación de la población de kosovo. Pero Milosevic se negó. Entonces se le amenzó con que si no accedía bombardearían la nación yugoslava.

El 8 de octubre de 1998 el imperialismo obligó, mediante amenazas, al gobierno de Milosevic a firmar un acuerdo de cinco puntos: retiro de las tropas serbias de Kosovo; ocupación de una fuerza multinacional de 2.000 “observadores” de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) con el apoyo de la OTAN; permitir el regreso de los desplazados albanokosovares, y comenzar la negociación de un estatuto para darle autonomía a la provincia de Kosovo.

Del acuerdo firmado por Milosevic fue poco lo que se concretó. Lo único fue la ocupación de 1.400 “observadores” de la Organización para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) que, una vez hicieron su tarea de espionaje para el posterior bombardeo, se retiraron. El 6 de febrero de 1999 el imperialismo convocó a sus aliados y a Milosevic a una conferencia en Rambouillet, Francia, que duró hasta el 23 del mismo mes, para discutir nuevamente un plan: retiro total de las tropas serbias de Kosovo; permitir que los desplazados regresaran; ocupación por una fuerza militar de la OTAN, y autonomía para la provincia de Kosovo por un período de tres años. Pero ni Milosevic ni los aliados imperialistas del ELK aceptaron. Se convocó una segunda conferencia en la misma ciudad, que sesionó entre el 15 y el 19 de marzo. Milosevic nuevamente se negó a aceptar los puntos de la agenda, mientras que la guerrilla del ELK los firmó.

A la negativa de Milosevic el imperialismo respondió —después de doce meses de tratar de convencerlo para que aceptara los puntos de Rambouillet— con el bombardeo a las principales ciudades de Serbia y Kosovo. El bombardeo comenzó el 24 de marzo, y sólo setenta y ocho días después consiguió su rendición. Pero al mismo tiempo el imperialismo, que supuestamente intervenía contra el desplazamiento de los albano-kosovares, con los bombardeos hizo que se desplazaran más de 700.000 habitantes de la provincia, destruyó de varios hospitales, fábricas, barrios, puentes, edificios, y asesinó 2.000 civiles y dejó más de 5.000 heridos.

Los Estados Obreros:

La conquista más grande se está perdiendo

El conflicto de Yugoslavia, los intereses que allí se juegan los países imperialistas, [2] y la lucha que las masas trabajadoras y campesinas de este país han venido desarrollando contra los planes dictados por la banca mundial, son incomprensibles si no se ven como parte de un proceso global internacional que tiene que ver con lo que ha significado la existencia de Estados donde se expropió al capitalismo y hoy se está restaurando.

Hasta 1989, año en que se derrumbaron la mayoría de los regímenes políticos de los Estados “socialistas”, la tercera parte de la humanidad vivía bajo un régimen social y económico donde la propiedad de los medios de producción, de cambio y transporte (las fábricas, la tierra y los bancos) eran de carácter colectivo; vivía, bajo este sistema de transición al socialismo, en mejores condiciones de vida que en el promedio de los países capitalistas. Esto fue una inmensa conquista de los trabajadores que hoy se está perdiendo.

La expropiación al capitalismo en un tercio del planeta se dio por dos vías. En algunos, por medio de la insurrección armada: la URSS, Yugoslavia, Albania, China, Corea del Norte, Cuba y Vietnam; en otros, en Alemania Oriental, Rumania, Hungría, Polonia, Checoeslovaquia, Bulgaria, los países bálticos, fue producto de que, una vez que el Ejército Rojo soviético triunfó sobre las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Japón) durante la Segunda Guerra Mundial y ocupó esos países, las masas aprovecharon y presionaron para expropiar a los capitalistas.

La propiedad colectiva sobre los medios de producción permitió una distribución de la riqueza en forma más equitativa. A diferencia de los paises capitalistas, en estos Estados no existía el criterio de la ganancia ni la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos. Esto garantizaba que la población de conjunto tuviera garantizado pleno empleo, educación y salud gratuitas, y la vivienda se podía adquirir por precios muy bajos pues el Estado la subsidiaba.

Aunque en casi todos estos Estados ya venía un proceso de intervención del imperialismo para restaurar la propiedad privada e instaurar nuevamente el sistema de explotación y miseria capitalista, el año 1989 marcó el punto de quiebre en la pérdida de las conquistas que la revolución socialista mundial le dio a esta tercera parte la de humanidad. Tales conquistas se extendieron a los trabajadores de los países capitalistas, pues para evitar que en otros países triunfara la revolución, los capitalistas cedieron a las masas derechos importantes como subsidio a la salud, la educación, el transporte, prestaciones sociales —en algunos países seguro al desempleo— y seguridad social. Los capitalistas prefirieron ceder algo para no perderlo todo.

Durante la última década, la situación de los Estados obreros [3] ha cambiado cualitativamente, igual que la situación de los trabajadores de los países capitalistas. Las conquistas de la revolución socialista se están perdiendo. No dejar vestigios de las mismas es la razón fundamental por la cual el imperialismo ha desatado el conflicto en Yugoslavia.

¿Por qué sucedió esto?

La lucha de clases entre los trabajadores y los capitalistas, los primeros por imponer la revolución y una distribución igualitaria de la riqueza y los segundos por sostener las condiciones de opresión y explotación de la mayoría de la población en beneficio de unos pocos, lleva tanto tiempo como el que lleva el sistema capitalista.

El avance en la restauración capitalista tiene causas endógenas, como la política de no extender la revolución internacionalmente, el gobernar burocráticamente imponiendo un régimen político totalitario y una planificación burocrática de la economía por parte de los dirigentes que gobernaron los Estados obreros, y causas exógenas como la Guerra Fría con que el imperialismo mantuvo a raya el avance de la revolución a través de pactos contrarrevolucionarios, amenazas militares y bloqueos económicos.

Entre 1917 y 1974 los trabajadores habían expropiado buena parte de los bienes que estaban en manos de los capitalistas a nivel mundial y amenazaban continuar con el resto. Pero los imperialistas, desde el primer día en que perdían un Estado, empezaban a preparar la ofensiva contrarrevolucionaria para recuperarlo. Esto lo han hecho utilizando todos los mecanismos que tienen a su alcance: guerras, maniobras, engaños, infiltraciones, corrupción, etc. Para esto siempre han contado con agentes que, expresando intereses distintos a los del proletariado, han actuado, desde adentro, objetivamente en favor de la contrarrevolución. Son los casos de Yeltsin en Rusia y de Walesa en Polonia.

En la década del 80 los trabajadores de los Estados obreros realizaron huelgas y movilizaciones contra las burocracias gobernantes por las medidas procapitalistas que estaban implementando y que deterioraban las condiciones de vida de la población. Este proceso fue desigual. En los casos donde la movilización tomó el carácter de insurrección logró derrocar los gobiernos. Tal es el caso de Rumania donde las masas derribaron el régimen de Nicolae Ceausescu, a quien lincharon públicamente.

En otros Estados la misma burocracia se encargó de hacer los cambios de gobierno y de régimen para continuar con el control del Estado e impedir que los trabajadores fueran tan lejos. En ningún país la clase obrera pudo construir una dirección política revolucionaria que los condujera por el sendero de la revolución antiburocrática u organismos de poder como los sóviets rusos. Esto fue aprovechado por el imperialismo —causante de la crisis contra la que se levantaron las masas— para colocar al frente de estas movilizaciones a sus agentes, y con la bandera de la apertura democrática canalizó y desvió el proceso por el sendero del capitalismo.

En estos diez años el imperialismo ha avanzado en la restauración capitalista en estos Estados, en medio de dificultades y contradicciones. Las masas se han movilizando contra estos planes al tiempo que sectores de la burocracia piden que se les dé un trato especial en la participación del control político y económico.

Donde más dificultades ha tenido el imperialismo para restaurar la propiedad privada es en los Estados en que la expropiación capitalista fue producto de una lucha revolucionaria insurreccional: Rusia, China, Yugoslavia, Vietnam del Norte y Cuba. Allí no ha sido suficiente la política reaccionaria y engañosa del imperialismo sobre las “bondades” de la democracia burguesa. Por eso en la Federación Socialista de Yugoslavia el imperialismo ha tenido que utilizar la guerra con métodos fascistas para imponerle a los trabajadores la restauración.

El proceso de restauración

La política del imperialismo

Antes de ser derrocadas las burocracias de los Estados obreros, el imperialismo había utilizado varios mecanismos para que la revolución no triunfara o no se consolidara y retrocediera.

Cuando el proceso revolucionario iba camino al triunfo, el imperialismo actuaba para frustrarlo. Lo hacía interviniendo militarmente. Vietnam es un ejemplo de ello.

Una vez expropiado el capitalismo, las naciones imperialistas combinan varios métodos: la guerra contrarrevolucionaria, el bloqueo económico y el intento de negociación para que la revolución no se profundizara nacionalmente y no se extendiera internacionalmente. Así actuaron en Cuba. En otros casos, el imperialismo hizo pactos con los gobiernos de los Estados obreros y consiguió ganar sectores para que asumieran el papel de agentes restauracionistas. También impulsó la división entre las burocracias enfrentándolas y aliándose con algunas de ellas contra las otras. China contra Rusia, Yugoslavia contra Rusia, Albania contra Yugoslavia, etcétera.

Hasta 1989, las masas de los Estados obreros se levantaban contra las medidas que impulsaban sus gobiernos. Esa lucha fue progresiva y revolucionaria. Los trabajadores exigían que se profundizaran las conquistas socialistas antes que las medidas procapitalistas. Éste fue un proceso internacional que se combinó con luchas anticapitalistas en varios países: Sudáfrica, Centro y Sur América. Pero las direcciones de estas luchas las traicionaron. Las burocracias hicieron maniobras y algunos sectores aliados con el imperialismo las canalizaron y las desviaron a la democracia capitalista y a la recuperación del aparato de Estado burgués.

El imperialismo terminó anexando el Estado obrero de Alemania Oriental a la Alemania capitalista de Occidente, impuso pactos económicos en su favor a los Estados obreros y pactos militares con algunos de ellos (Polonia, Hungría y la República Checa), incorporándolos a la OTAN, y desarrolló una guerra contrarrevolucionaria en Yugoslavia.

La política de la burocracia stalinista

La revolución rusa fue la única que contó con una dirección obrera: el Partido Bolchevique. Pero fue destruida. Una vez la base proletaria de esta dirección fue agotada en la guerra civil y el partido infiltrado por elementos pequeñoburqueses y burgueses procapitalistas, estas tendencias se apoderaron de la organización política y del control del poder del Estado. José Stalin, quien terminó controlando el partido, mandó ejecutar a los viejos dirigentes bolcheviques y frenó la política de profundización y extensión de de la revolución impulsada por Lenin y Trotsky. La política de la burocracia stalinista fue la de colaborar con el imperialismo, haciendo pactos de no agresión para frenar la revolución y “construir el socialismo” dentro de las fronteras de la URSS. Firmó un pacto de no agresión con Hitler en 1937. Pactó en las ciudades de Yalta y Potsdam con el imperialismo aliado que triunfó en la Segunda Guerra Mundial el reparto de Europa, lo que evitó que en todo este continente se expropiara el capitalismo. Pactos cuyo contenido era la coexistencia pacífica entre el “comunismo” y el capitalismo. El imperialismo se comprometía a no agredir a la URSS y el régimen de Moscú a no extender la revolución internacionalmente más allá de su zona de influencia y a frenarla y abortarla si estallaba en algún país que se encontrara bajo la órbita imperialista.

Los otros sectores de la burocracia también hicieron pactos con el enemigo imperialista con el mismo contenido. Josif Broz “Tito”, jefe político de la Federación Yugoslava, una vez rompió relaciones con el régimen de Moscú, buscó apoyo en el imperialismo norteamericano para enfrentar el aislamiento en que quedaba la Federación. El imperialismo aprovechó esta situación y a través del Fondo Monetario Internacional comenzó a presionar para tomar medidas económicas y políticas procapitalistas. Igual hicieron Mao Zedong y el resto de la burocracia china, que pactaron con Norteamerica y apoyaron dictaduras militares capitalistas como la de Pinochet en Chile.

Todas estas burocracias dirigieron los Estados obreros por medio de un régimen político totalitario donde las masas trabajadoras no tenían manera de expresarse ni de participar en las decisiones que regían los destinos de la sociedad.

La respuesta de las masas

Las masas trabajadoras de los nuevos Estados obreros enfrentaron los regímenes burocráticos con huelgas que alcanzaron victorias insurrecciones e intentaron construir organismos soviéticos y partidos revolucionarios, pero fueron aplastadas violentamente o engañadas, y sus triunfos desviados y manipulados. Finalmente se impuso la derrota y el imperialismo, en colaboración con sus agentes, lanzó la ofensiva restauracionista. (Ver recuadro sobre la [ revolución política .]

De la revolución socialista a la contrarrevolución capitalista

La región de los Balcanes, de la que hacía parte la anterior Federación de Yugoslavia, fue invadida y ocupada por el imperialismo alemán en 1941 durante la Segunda Guerra Mundial. El gobierno capitalista capituló y se hizo seguidor y ejecutor de la política de Hitler. Las masas, fundamentalmente los serbios, organizaron la resistencia. El partido Comunista Yugoslavo, dirigido por un obrero metalúrgico de nacionalidad croata llamado Josep Broz “Tito”, organizó la resistencia mediante una lucha guerrillera. Dirigió una fuerza de 800.000 partisanos —nombre dado a los guerrilleros que conformaron la resistencia— y con ella derrotó y expulsó al ejército alemán en 1945. Tras el triunfo y la expulsión del fascismo, las masas presionaron para que se colectivizara la propidad privada de los medios de producción que estaban en manos del imperialismo alemán y las propiedades de los grandes burgueses. Pero el carácter no obrero del Partido Comunista y su programa, dieron origen a un Estado obrero deformado y burocratizado.

El gobierno de Tito nacionalizó el 80% de la industria, la banca y el comercio que esataban en manos del imperialismo alemán. Hizo una reforma agraria que expropió toda extensión de tierra que superara las 20 hectáreas y la distribuyó entre el campesinado pobre, mientras que la pequeña y mediana propiedad territorial se mantuvo debido a que estos sectores se resistían a la colectivización. Sobre la cuestión nacional, concedió el derecho a la autodeterminación de cada una de las nacionalidades, que entonces hacían parte de la Federación.

Con estas medidas la Federación comenzó un proceso de desarrollo que dejó atrás los rezagos feudales y elevó el nivel de vida de las masas y mantuvo la convivencia entre las distintas nacionalidades

En 1948 el gobierno de Tito rompió relaciones con Stalin y la Unión Soviética. Primero, porque Tito reclamaba posesión sobre el territorio de Trieste, y Stalin defendía la negativa de Gran Bretaña y Estados Unidos al respecto; segundo, porque Tito se proponía constituir una federación balcánica independiente de la URSS y Stalin estaba en contra, y tercero, porque Stalin se opuso al apoyo que Tito dio a la revolución griega.

En esta ruptura Tito salió fortalecido porque contó con el apoyo de la mayoría de los comunistas yugoslavos y la población de la Federación. Mantenía el prestigio ganado como líder de la resistencia que logró derrotar al fascismo y expulsarlo de su territorio durante la Segunda Guerra Mundial.

Al quedar aislado el Estado yugoslavo, Tito, como buen alumno de Stalin, en lugar de llamar a la solidaridad internacional de los trabajadores soviéticos y europeos y extender la revolución, decidió impulsar su propia versión del socialismo en un solo país, con el agravante de buscar apoyo en el imperialismo norteamericano. Éste no lo pensó dos veces, eso sí, a cambio de que Tito abriera las puertas a la economía de mercado.

A partir de 1955 la burocracia abandonó los planes quinquenales a través de los cuales se planificaba centralizadamente la producción y se comenzó a impulsar la economía de autogestión con la que cada unidad productiva producía lo que creía conveniente sin tener en cuenta las necesidades del conjunto de la sociedad. Si antes era desastroso el régimen productivo por la manera burocrática como se hacían los planes quinquenales, con el régimen de autogestión la situación se tornó peor. Ante la anarquía que implicaba este modo de producción autogestogestionario se volvieron a imponer las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, y empezó a retroceder nuevamente la Federación. Con los mecanismos de la economía de mercado llegaron nuevamente los males del capitalismo: deuda externa, desempleo, opresión, etcétera.

La destrucción de Yugoslavia

Desde 1989, cuando comenzó la movilización de las masas trabajadoras en Yugoslavia, el imperialismo le brindó a la burocracia su apoyo para frenar la lucha revolucionaria. En el proceso separatista, el imperialismo yanqui apoyó a las burocracias de Serbia y Montenegro, que se oponían a la independencia de las otras repúblicas, y a los mismos serbio-bosnios que estaban contra la independencia de Bosnia. En cambio, el imperialismo alemán apoyó de manera entusiasta a las burocracias separatistas. Pero el imperialismo cambia de trinchera fácilmente. Se mueve de acuerdo a lo que más le convenga para lograr sus objetivos. Así esa contradicción finalmente fue resuelta: se impuso la posición alemana. El imperialismo de conjunto reconoció la independencia, primero de Eslovenia y Macedonia, luego de Croacia, y posteriormente y de manera apresurada, la de Bosnia-Herzegovina. El imperialismo se unificó y comenzó a librar una ofensiva en todos los terrenos contra los serbios que se oponían a aceptar la independencia de Bosnia. En lo económico, decretó un embargo a Serbia; en lo político, creó el grupo de contacto para impulsar la política de negociación; en lo militar, ocupó Bosnia con 24.000 soldados y desde la base de la OTAN en el norte de Italia comenzó a realizar operaciones de bombardeos a posiciones serbio-bosnias. En lo ideológico, impulsó una campaña para justificar su agresión y sus crímenes: una cruzada “humanitaria” por la “paz” y la “defensa de los derechos humanos”. Traducido al lenguaje proletario esto quiere decir: una campaña contrarrevolucionaria para destruir el Estado obrero yugoslavo y restaurar el capitalismo.

La paz de Dayton

En noviembre de 1995, después de quince días de bombardeos consecutivos, la expulsión de 200.000 serbios de la región de Krajina en Croacia y la ocupación de Bosnia por más de 30.000 soldados de la ONU, el imperialismo le impuso a los serbios de Bosnia la firma de un acuerdo que distribuía el territorio en dos entidades: una federación croata-musulmana con capital en Zarajevo y una república serbia denominada Srpaska, dentro de Bosnia, con un gobierno y un parlamento central bosnio.

Hoy Bosnia sigue ocupada por 30.000 soldados extranjeros que garantizan que los trabajadores no se opongan a los planes restauracionistas del imperialismo. Pero no está garantizado que cuando estas tropas salgan el conflicto no se desate de nuevo, bien sea porque las masas retomen la lucha o porque las burocracias serbia, croata y musulmana aticen la división y el enfrentamiento nuevamente.

La unidad obrera contra la restauración capitalista

La unidad obrera y las huelgas desmienten el supuesto odio interétnico, la aceptación de la democracia burguesa y las medidas restauracionistas.

En 1979 los trabajadores se movilizaron contra los privilegios de la burocracia, por la defensa de las conquistas socialistas, contra el intento de supresión del derecho a la autodeterminación nacional y contra las medidas dictadas por el Fondo Monetario Internacional. Las huelgas fueron en aumento; las luchas por el respeto a las nacionalidades produjeron alzamientos; las movilizaciones eran masivas y con toma de los edificios públicos. También se dio un proceso de autorganización y toma de decisiones en asamblea.

Los movimientos huelguísticos se hicieron notables en 1985, y desde entonces se multiplicaron cada año. En 1986 se registraron 851 huelgas y en 1987 el número trepó a 1.570 , pero la cantidad se cuadruplicó abarcando a 365.000 personas porque comenzaron a sumarse los obreros de grandes empresas, siguiendo el ejemplo de los mineros bosníacos de Labin, los portuarios croatas de Rijeka, o los siderúrgicos de Skopje, en Macedonia.

En 1988 se realizaron alrededor de 2.000 huelgas , y más significativa que la cantidad fue la afirmación de un conjunto de rasgos que comienzan a darle una nueva fisonomía al proletariado. En primer lugar, la clase obrera sabe que los sindicatos oficiales, controlados por el partido, no le sirven para nada, y busca nuevas formas de autoorganización : se extiende la práctica de tomar las resoluciones por asamblea , para asegurar mayor participación y hacer más difícil la represalia contra los dirigentes (“todos somos responsables”, declaraban, al ser interrogados, los mineros huelguistas de Kosovo), pero también surgen Comisiones de la huelga o Comités obreros que tienen cierta continuidad más alla de cada conflicto. La solidaridad cobró fuerzas, expresándose en el respaldo político y material a trabajadores en huelga, y en la acción coordinada de diversas fábricas, con apoyo del conjunto de la población. Y lo más espectacular es el carácter activo y combativo de las huelgas, acompañadas con manifestaciones masivas, concentraciones y hasta ocupación de edificios públicos : recordemos en este sentido que millares de huelguistas concentrados en Belgrado el pasado 6 de julio se hicieron dueños nada menos que del Parlamento federal. [4]

Durante la década de los 80, el imperialismo saqueó la nación mediante intereses de la deuda externa, al tiempo que exigía que las conquistas socialistas como un buen nivel salarial y el pleno empleo fueran despojados a los trabajadores:

En marzo de 1987 El Fondo Monetario Internacional impone —y los burócratas de todas las Repúblicas que componen en ese momento Yugoslavia lo ejecutan dócilmente— la congelación salarial, la legalización de los despidos y la desreglamentación financiera.

(...) El nivel de los salarios, que había pasado de 400 a 800 dólares al mes en 1979 cae de 120-150 dólares al mes en 1988.

En 1980, la deuda de Yugoslavia era de 20.000 millones de dólares. Entre 1980 y 1989 Yugoslavia devuelve 84.000 millones de dólares, pero la deuda sigue siendo de 20.000 millones de dólares en 1989. Habiendo pagado cuatro veces la deuda no ha hecho más que mantenerla a flote. [5]

La lucha se daba no solamente contra las medidas económicas, sino contra la ofensiva política y separatista de las burocracias central y de las repúblicas, demostrando que los trabajadores estaban unidos y no existían problemas de carácter étnico o nacional que los llevara al enfrentamiento y la división. Los soldados desertaban antes que reprimir las luchas.

Primavera de 1992. Kosovo: Los mineros de nacionalidad serbia del complejo de Trebca van a la huelga para que les paguen el salario. Los mineros de nacionalidad albanesa de Kosovo los apoyan.

(...) Diciembre de 1991: Setenta y seis reservistas serbios dejan el frente y se van a Belgrado, donde exigen ser relevados. En Obrenovac, los padres de 150 reservistas se manifiestan exigiendo la vuelta de sus hijos. La cifra oficial de “insumisos” establecida por las autoridades militares federales es de 10.000. La realidad es sin duda alguna superior, puesto que sólo en la ciudad obrera de Kraguyevac (donde se producen los automóviles Zastava y donde se concentran es ese momento los bombardeos) se contabilizan 6.157 “insumisos”.

(...) En 1992 Cuando empieza el conflicto en Bosnia cientos de miles de manifestantes desfilaban en Sarajevo gritando la consigna: Serbios, musulmanes, croatas todos unidos.

(...) Agosto de 1996: huelgas obreras masivas en Serbia, en particular en la ciudad de Nis [hoy bajo las bombas de la OTAN] . Durante todo este período [los obreros] se levantan, tras el cese de los combates, contra los planes de privatización y de liquidación de la propiedad social en todas las repúblicas surgidas de Yugoslavia. En Bosnia los trabajadores defienden la propiedad pública de las minas y la electricidad. Igual sucede con los mineros y con todas las grandes empresas de Croacia que, gracias a ello, permanecen en el marco de la propiedad estatal. Lo mismo pasa en Eslovenia, sacudida por grandes huelgas de obreros del metal. [6]

La burocracia responde con represión y división

A comienzos de 1989 la burocracia, aterrorizada ante el peligro de perder sus privilegios y el control del poder por la acción de las masas movilizadas, terminó dividiéndose, y cada sector defendiendo sus intereses atrincherado en su respectiva república y cabalgando sobre las justas reivindicaciones de las masas. Las burocracias volvieron a despertar los viejos rencores nacionalistas, para lo cual se apoyaron en hechos producidos por ellas mismas, como por ejemplo el que la producción y la distribución se hicieran de manera desigual, provocando diferencias económicas entre las repúblicas. Cada burocracia nacional aliada a una potencia imperialista —por ejemplo las de Croacia y Eslovenia con Alemania— convenció a su población de que las responsables de la crisis eran las otras naciones que se apoderaban de la producción o no respetaban la autonomía nacional, y por eso la lucha había que dirigirla, no contra ellos sino contra esas naciones, y buscar la independencia. Así lograron dividir a los trabajadores, desviar su lucha y enfrentarlos en guerras nacionales fratricidas y contrarrevolucionarias.

El “humanitarismo” imperialista es una trampa

El “humanitarismo” imperialista: es una trampa para cometer crímenes inpunemente y neutralizar la lucha de las masas.

El imperialismo siempre tuvo la política de recuperar lo que había perdido con el triunfo de la revolución socialista. Pero cuando su economía entró en una crisis crónica, el poder colonizar y apoderarse de los mercados y recursos de los Estados Obreros se convirtió en una necesidad imperiosa. La política estratégica del imperialismo es destruir los Estados obreros y restaurar alli el capitalismo. Esta caracterización explica el papel que juega en el conflicto de la ex Yugoslavia, sus contradicciones y sus tácticas.

Una vez que el stalinismo cae y es destruido como aparato mundial de la contrarrevolución, el imperialismo sale a la ofensiva con una campaña ideológica sustentando varias mentiras para confundir a los trabajadores. Por ejemplo, que el socialismo murió (y quiere hacer creer que stalinismo y socialismo son lo mismo), el capitalismo es la última escala de formación socioeconómica que conocerá la humanidad, por tanto, la lucha de clases se acaba. Ésta y muchas otras mentiras y falsedades ha dicho el imperialismo, los gobiernos, las burguesías nacionales y las burocracias sindicales. Parte de esa ofensiva, que llamamos de reacción democrática, han sido las campañas “humanitarias”, de “defensa de los derechos humanos” y de “defensa de la democracia”. Con eso el imperialismo mundial ha intentado cubrir los crímenes que ha cometido en la guerra del Golfo, en la invasión a Panamá, en la invasión a Haití y en la intervención en Somalia. Y no sobra decirlo, también en la ex Yugoslavia.

Los Estados Unidos y demás países imperialistas vienen desarrollando una campaña ideológica muy fuerte y cuentan con el apoyo de los gobiernos de todos los países y con el de la mayoría de las direcciones del movimiento obrero y de los sectores populares, así como de las direcciones de las organizaciones guerrilleras. Es una campaña por la “defensa de los derechos humanos y la democracia”, por la “humanización de la guerra”, por la “lucha contra el terrorismo y la búsqueda de la paz la convivencia y la concertación”. En otros términos, tienden una nueva trampa para neutralizar la lucha independiente de las masas explotadas y los sectores oprimidos. Pero todo esto es un arma más —un bombardeo sistemático a la conciencia— para imponer sus planes económicos de dominación y semicolonización. Por eso es que los crímenes que comete el imperialismo o sus agentes no son crímenes sino “acciones humanitarias necesarias”, mientras que las acciones de las masas o las acciones de defensa de grupos oprimidos o gobiernos que les plantean contradicciones son “crímenes de lesa humanidad” o terrorismo. El imperialismo y sus agentes saben que tales conceptos utilizados a su favor y propagandeados sistemáticamente terminan obteniendo el resultado que ellos esperan. Pero éstos tienen un significado real completamente opuesto al que ellos pregonan.

La defensa de los “derechos humanos” es un arma imperialista para intervenir y someter

El capitalismo imperialista interviene las naciones pobres en el campo económico, militar, político y también en el ideológico. Parte de ello es la campaña por la defensa de los “derechos humanos”, que no es otra cosa que la defensa de los derechos formales burgueses individuales, que son opuestos a los derechos colectivos de los trabajadores y los sectores explotados y están al servicio de garantizar la propiedad privada de los medios de producción y la explotación. Tal campaña ha sido utilizada para intervenir países, extorsionar gobiernos, exigir extradiciones y hacerse pasar como el bueno. Para ello han promovido y creado instituciones que hacen aparecer ante los ojos de los trabajadores y los pueblos como verdaderamente defensoras de tales derechos. Pero no es así. Ninguna de esas organizaciones que dice defender los “derechos humanos” se ha pronunciado contra los crímenes que cometen los gobiernos imperialistas, por ejemplo en las agresiones imperialistas a Irak, Panamá, Haití o Yugoslavia. ¿Por qué? Sencillo, son organizaciones imperialistas.

La defensa de la democracia en general es la defensa de la democracia burguesa, la dictadura contra los pobres

La defensa de la democracia en general es la defensa de la democracia burguesa, la democracia de los explotadores capitalistas para poder explotar libremente. La democracia en general, es decir la democracia para todos los habitantes de un país, no existe, nunca ha existido, no es más que una ilusión. Este es un concepto relativo a las clases sociales. Si el poder político lo tiene la clase capitalista la democracia será la de los capitalistas, una dictadura contra los trabajadores para garantizar el mantenimiento del poder. Asimismo, si los trabajadores llegan al poder necesitan una democracia particular, una democracia obrera que dicte medidas contra los capitalistas y contra la propiedad privada para mantener el poder y garantizar los intereses de la clase trabajadora.

La “humanización de la guerra” es una estratagema imperialista para culpar al agredido

La “humanización de la guerra” es un argumento para hacer recaer en el agredido la responsabilidad del agresor. Este concepto se viene utilizando sobre todo en los lugares donde hay enfrentamiento militar con guerrillas que tienen cierto poder militar, como en el caso de Colombia. Pero al mismo tiempo que los gobiernos, agentes directos del imperialismo, hacen propaganda de este concepto, impulsan la creación y el accionar de bandas paramilitares que realizan masacres contra el campesinado pobre. Y la cuestión se hace más confusa cuando la dirección guerrillera, como en el caso colombiano, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC), hacen eco de este concepto y lo incorporan a sus consignas.

Paz para los ricos, guerra para los pobres

Igual que los conceptos anteriores, la paz es, entre otras cosas, un deseo legítimo, un sentimiento humano y justo. Pero los capitalistas lo están utilizando para que los trabajadores no luchemos por defender nuestros derechos. Pues mientras los trabajadores salen a movilizarse con pañuelos blancos pacíficamente, según los convencen sus dirigentes, los gobiernos capitalistas sacan su policía de choque con sus tanques para reprimirlos violentamente. Mientras los trabajadores asumamos una actitud de no agresión, es decir pacífica, contra la agresión de los capitalistas, obviamente seremos derrotados y todas nuestras conquistas arrebatadas sin dar la batalla.

A los capitalistas tenemos que decirles que tendrán paz solamente cuando ellos dejen de existir como clase explotadora y opresora. Mientras tanto, la guerra está declarada.

La paz, la estabilidad, el tutelaje que pretenden los imperialialistas son una condición más para desarrollar sus planes políticos y sociales, impuesta por medio de una derrota sustentada en la neutralización, el pacifismo y el escepticismo de las masas.

El pacifismo imperialista y particularmente el de los Estados Unidos, utilizado para dominar y saquear, no es nuevo. Ya en 1924 León Trotsky [7] había alertado sobre esta política contrarrevolucionaria:

Cuando la república transatlántica [los Estados Unidos] encuentra necesario tomar un territorio extranjero, ya sea para sojuzgarlo o para concretar algún pacto esclavizante, organiza una pequeña revolución nativa, y después aparece en escena para pacificarla y apagarla.

(...) El imperialismo norteamericano es, por su esencia, despiadadamente rudo, depredatorio, en el pleno sentido de la palabra, y criminal. Pero debido a las condiciones especiales de su desarrollo, tiene la posibilidad de envolverse en la toga del pacifismo. No lo hace de ningún modo, a la manera de los imperialistas advenedizos del Viejo Mundo, donde todo es transparente. Gracias a las condiciones especiales del desarrollo de los Estados Unidos, de su burguesía y su gobierno, esta máscara pacifista parece haberse adherido de tal modo al rostro imperialista que no se la puede arrancar.

(...) El progreso imperialista de los Estados Unidos, por lo tanto, avanza bajo la bandera de la “libertad de los mares”, las “puertas abiertas”, etc. Así, cuando Estados Unidos comete actos de abierta criminalidad militar, la responsabilidad, a los ojos de su población, y hasta un cierto punto a los del conjunto de la humanidad, recae sobre todos los demás ciudadanos del planeta, pero no sobre la misma Norteamérica.

(...) La era del norteamericanismo “pacifista”, que parece abrirse en este momento, sólo está preparando el terreno para nuevas guerras en una escala sin prescedentes y de una monstruosidad inimaginable. [8]

La bandera de la guerra, sin colores se quedó

Con la campaña ideológica, “humanitaria” y pacifista, del imperialismo, el concepto de la guerra quedó reducido a algo malo que no se debe hacer. Lo bueno, humano y de moda, es el pacifismo. Esta falsa creencia se ha arraigado tanto en las masas que le ha permitido al imperialismo hacer la guerra sin encontrar muchos oponentes. La guerra ya no se llama guerra, sino “acción humanitaria”.

Pero todo esto es falso. El objetivo de esta campaña es decolorar el justo odio y la conciencia antiimperialista. Si el imperialismo hace la guerra invadiendo y oprimiendo países, u organizando bandas paramilitares y contraguerrillas, no se le puede derrotar con banderas blancas, cantos o movilizaciones pacifistas. A quien hace la guerra se le derrota enfrentándolo en ese mismo terreno, más si se trata de un enemigo irreconciliable. A la guerra contrarrevolucionaria que los capitalistas utilizan para explotar e imponer la miseria y la muerte hay que enfrentarla con la guerra revolucionaria de masas, que nada tiene que ver con la guerra de guerrillas foquista y aparatista. Frente a la bandera blanca de la paz de los capialistas hay que levantar la bandera roja de la lucha revolucionaria. A las bandas paramilitares y las organizaciones contraguerrilleras se les debe enfrentar como se les ha enfrentado y derrotado: con la población armada. Como lo hicieron los partisanos yugoslavos en la Segunda Guerra Mundial contra el imperialismo alemán, como enfrentaron y derrotaron los vietnamitas al imperialismo norteamericano en 1975 y como enfrentaron los somalíes a los norteamericanos en 1994.

No toda guerra es negativa. Es más, la guerra es necesaria. La paz es consecuencia de la guerra. Puede ser una paz desfavorable si se es derrotado, o una paz favorable si uno gana la guerra. En ese sentido la paz es una condición que se impone, producto de la guerra.

La OTAN agrede a Yugoslavia

Autodeterminación o semicolonización, enclave y protectorado

El argumento imperialista para intervenir en un conflicto que es estríctamente interno a una nación, como es el caso de Kosovo respecto a Yugoslavia, ha sido la autodeterminación de los albano-kosovares. Pero. ¿quién lo puede creer? Los países imperialistas que conforman la OTAN son una banda de represores. En varios de sus países tienen problemas con nacionalidades o repúblicas que han librado una lucha durante décadas, y en algunos casos siglos, contra la dominación, por la independencia y la autodeterminación. Inglaterra oprime a los irlandeses, España a los vascos, Turquía a los kurdos, Canadá a la provincia de Quebeq y Estados Unidos tiene como colonia a Puerto Rico, mantiene el enclave de Guantánamo en Cuba; en Medio Oriente, el de Israel con el que desplazó a los palestinos de su territorio, y en Panamá mantiene una fuerza militar que les sirve como fuerza de intervención en América latina. ¿Con qué autoridad estos opresores hablan en Yugoslavia de defensa de la autodeterminación de un pueblo? Pero hay más. En la misma Yugoslavia, hace cuatro años, cuando la guerra en Bosnia, las tropas imperialistas en alianza con los ejércitos croata y musulmán de Bosnia desplazaron a punta de fusil y bombardeos a 200.000 habitantes de la región de Krajina en Croacia.

No es la autodeterminación del pueblo albanés de Kosovo lo que busca el imperialismo mundial. Lo que se propone es ocupar Kosovo con una fuerza militar y establecer un enclave o protectorado, como ya lo ha hecho en Bosnia e Israel, para controlar Europa Oriental y terminar de restaurar el capitalismo, semicolonizando la región.

Por eso es equivocado levantar el apoyo a la autodeterminación del pueblo albano-kosovar. Antes de la intervención imperialista era correcto apoyar a los albano-kosovares en su lucha por el respeto a la autonomía que habían conquistado con la Federación Socialista de Yugoslavia. Pero una vez el imperialismo interviene, levantar esta consigna se vuelve reaccionario porque es entrar en su juego. La suerte de los kosovares depende de que, junto con los serbios, comprendan que el principal enemigo que tienen es el imperialismo y que deben luchar unificados para expulsarlo. Esto implica romper con la dirección del Ejército de Liberación de Kosovo y de la Liga Democrática de Kosovo que hacen parte del frente proimperialista.

Los socialistas revolucionarios siempre hemos apoyado la lucha por la independencia de las colonias y por la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas, pero repudiamos la atomización de los Estados obreros que trata de imponer el imperialismo porque eso es un retroceso para el desarrollo de las fuerzas productivas y para el progreso de los pueblos que unificadamente luchan por la construcción del socialismo.

El conflicto de Kosovo ha señalado elementos de la situación internacional que en la guerra de Bosnia no se habían expresado tan claramente. En Bosnia el imperialismo intervino a través de la ONU, y por lo tanto, con el consentimiento de China y Rusia. En Kosovo ha sido por medio de la OTAN, ignorando a Rusia y China y con la oposición de sus gobiernos.

En Kosvo se ha expresado la fortaleza hegemónica del imperialismo norteamericano que, colocándose por encima de sus socios, ha señalado quién es el policía del mundo y cómo se deben hacer las cosas.

Los bombardeos “inteligentes”: brutalidad contra serbios y albano-kosovares

Los bombardeos de la OTAN en dos meses y medio sumaron varios centenares de misiones y cerca de 10.000 bombas que equivalen, según los expertos, a más de diez bombas atómicas. El país ha quedado destrozado. Barrios, pueblos, puentes, aeropuertos, hospitales, escuelas y hasta cárceles con albaneses de Kosovo, fueron arrasados completamente. Los 700.000 albano-kosovares desplazados no salieron de Kosovo principalmente por la persecusión del gobierno de Milosevic sino por los bombardeos de la OTAN.

Al imperialismo no le interesa la situación los pueblos albano-kosovar y serbio. Por eso no tuvo compasión en bombardearlos. Es falso que de los bombardeos que reconoció como errores de cálculo hayan sido tales.

El bombardeo a la embajada china en Belgrado, ¿fue un error o una cuenta de cobro? Los chinos han rechazado la explicación de que se trató de un error porque es dificil de creer tal argumento cuando todo indica que los Estados Unidos sabían perfectamente dónde estaba ubicada la embajada y dónde el depósito militar con el que se supone que la confundieron.

La bandera de la República Popular China ondeaba sobre el edificio de mármol y espejado vidrio azul de su embajada, que desde hace tres años se yergue en el Nº 3 de Ulica Tresnjevog Cveta (calle de los Cerezos), al norte de Bulevar Lejjinov (Bulevar Lenin), la arteria principal del barrio llamado Nuevo Belgrado de la capital Yugoslava. Al sur del Bulevar, la misma calle lleva otro nombre, Bulevar Umetnosti (Bulevar de las artes) y en su Nº 2, a unos 200 metros de distancia de la embajada china, ya lleva también años el masivo edificio de opaco estilo stalinista del Directorio Federal de Provisión y Procuración militar.

Que se haya invocado una “falla de inteligencia” para explicar el error de haber elegido como blanco del bombardeo de la OTAN —en este caso por un avión norteamericano— a la embajada china cuando en realidad el viernes pasado quería bombardear a la instalación militar a dos cuadras de distancia, es algo que resulta incomprensible. ¿Qué sofisticada “inteligencia” le faltó a la CIA —que oficialmente asumió la responsabilidad del error— para distinguir entre dos edificios perfectamente identificados en cualquier mapa de Belgrado (de los que todos los diarios usaron al día siguiente para ilustrar el desaguisado) o que cualquier visitante extranjero podría distinguir a simple vista y donde el propio agregado militar de la embajada de Estados Unidos estuvo en una fiesta no hace mucho?

No es de sorprender entonces que, pese a todas las disculpas y explicaciones de Washington, a los chinos —y a otros por el mundo— les parezca más plausible que haya sido intencional el bombardeo de su embajada con tres misiles guiados vía satélite, que causaron cuatro muertes, más de veinte heridos y la parcial destrucción del edificio, que no que fuese el resultado de un tan grueso error de la agencia de inteligencia de Estados Unidos. [9]

Pero si fue intencional, ¿por qué los aviones de la OTAN querrían atacar a China? Con claridad no se sabe, pero se puede sospechar que sea una cuenta de cobro por su oposición a los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia.

La OTAN de la guerra fría y la OTAN de hoy

La Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, fue fundada en 1949 por varios países de Europa occidental, Estados Unidos y Canadá, con el objetivo de enfrentar militarmente y de manera unificada a los Estados obreros, que también se organizaron militarmente en el Pacto de Varsovia.

Durante el período conocido como Guerra Fría —1949-1989—, en que las relaciones entre los países imperialistas y los Estados obreros encabezados por la URSS fueron tensas, la OTAN jugó un papel “defensivo” en el sentido de que era un instrumento militar para defenderse del ascenso revolucionario de las masas, aunque al mismo tiempo mostraba una actitud ofensiva al apuntar con sus misiles nucleares a los Estados Obreros para advertir a las burocracias gobernantes que si no frenaban la revolución aniquilaría tales Estados. Como OTAN, el imperialismo no hizo ninguna intervención militar, ni organizó guerra alguna. Durante este período el imperialismo actuó militarmente con el ejército de un país apoyado con soldados de otros países o con ejércitos que actuaban bajo la bandera de la ONU. Así actuó en la Guerra de Golfo contra Irak y en la ocupación a Yugoslavia en el conflicto de Bosnia. No se atrevió a enfrentar el Pacto de Varsovia ni a atacar a ninguno de sus miembros. Una vez disuelto el Pacto de Varsovia por la URSS, el “valiente” imperialismo se atrevió, por primera vez, a utilizar la OTAN para atacar a Yugoslavia y quedarse con Kosovo. Desde luego cuidándose de no hacer contacto con los serbios para no sufrir rasguño alguno.

Kosovo señala un cambio en la OTAN. Ya no tiene un carácter “defensivo” contra el avance del “comunismo” sino ofensivo, para aplastar a quien considere que está en contra de sus intereses y se resista a su sometimiento. Kosovo muestra otro hecho nuevo que tiene que ver con el cambio de la OTAN: la participación militar de Alemania, a quien se le tenía prohibido intervenir militarmente en un conflicto después de la Segunda Guerra Mundial. También expresa la hegemonía estadounidense respecto a los demás países imperialistas, a potencias militares como China y Rusia y a muchos gobiernos de países semicoloniales que protestan porque las intervenciones y ocupaciones no se hacen al estilo de Bosnia, es decir, con su participación.

Dentro de los países imperialistas que conforman la OTAN, quien manda la parada son los Estados Unidos, secundados por Inglaterra. Son el ala que presionaba para que las cosas se hicieran por la vía casi exclusiva de la fuerza hasta que Milosevic se rindiera. En tanto que Francia e Italia se inclinaban más por combinar los ataques militares con la negociación.

Estados Unidos quiere seguir jugando el rol de policía del mundo, ordenándole a los europeos cómo hacer las cosas. Esta política de intervención estadounidense en Europa viene desde la Primera Guerra Mundial y se ha acentuado después de la Segunda Guerra. Hoy, cuando la única economía que viene creciendo es la norteamericana —la europea atraviesa por una profunda crisis—, los Estados Unidos aprovechan para imponer sus condiciones.

A la pregunta ¿qué quiere el capitalismo norteameriano en Europa?, León Trotski respondía, en 1924:

(...) El capitalismo norteamericano busca dominar el mundo; quiere establecer una autocracia imperialista sobre nuestro planeta. Esto es lo que quiere.

¿Qué hará Europa? Dicen que ésta debe pacificarse. ¿Cómo? Bajo su hegemonía. ¿Y esto qué quiere decir? Significa que a Europa se le permitirá levantarse nuevamente, pero dentro de límites fijados de antemano, asignándole sectores restringidos del mercado mundial. El capitalismo ahora está dando las órdenes, las instrucciones precisas a sus diplomáticos.

(...) Los cambios de partidos y gobiernos estarán determinados, en última instancia, por la voluntad del capitalismo norteamericano, que ordena a Europa cuánto debe comer y beber. [10]

Esto último. que fue válido para 1924, lo es más para hoy y es válido no solamente para Europa sino para cualquier país del planeta.

La socialdemocracia dirigiendo la agresión imperialista

Hay muchas organizaciones “humanitarias” —ONGs— fundadas y financiadas por el imperialismo europeo que funcionan en los países semicoloniales. Posando de democráticas y de defensoras de los “derechos humanos”, influencian y se infiltran en las organizaciones obreras y sindicales y colaboran en la desmovilización de organizaciones guerrilleras. Todas estas organizaciones controladas por la socialdemocracia, desde los gobiernos de los países europeos, coordinan con el imperialismo norteamericano la agresión a Yugoslavia. Schroeder y la socialdemocracia alemana, Tony Blair y el laborismo inglés, Jospin y la socialdemocracia francesa, etcétera.

El ELK y la LDK, en el frente imperialista

El Ejército de Liberación de Kosovo fue fundado a principios de la década del 90. En ese momento no era más que un pequeño grupo aislado. Sin embargo, como parte del plan del imperialismo para atacar la nación yugoslava, le dio vida a comienzos de 1998 y de un momento para otro lo convirtió en una fuerza numéricamente importante. Así lo describe Newsweek:

El ELK se trasmutó de manera espectacular el año pasado, pasando de ser una banda improvisada de 200 hombres a una fuerza que se calcula entre 10.000 y 12.000 soldados fijos y unos 25.000 esporádicos. [11]

El ELK está dirigido por Adem Demaci y Hashim Thaci, alias Serpiente. Es financiado y apoyado por el imperialismo, el gobierno de Albania, por burgueses reconocidos como George Soros (dueño de los principales diarios de Pristina, capital de Kosovo, de industrias norteamericanas), mediante cuotas del 3% de los ingresos que entregan albano-kosovares residentes en el extranjero y que son canalizados por una fundación suiza. Pero una de las principales fuentes es el narcotráfico.

Agentes antinarcóticos en cinco países creen que el cartel es una de las organizaciones de tráfico de heroína más poderosas del mundo.

(...) El departamento Antidrogas de Francia dijo que el ELK es un jugador clave en las operaciones de drogas por armas, de rápido crecimiento, y contribuyó a transportar 2.000 millones de dólares en drogas anualmente de Europa Occidental. [12]

Sin embargo esto no ha sido obstáculo para que los “pulcros” norteamericanos con la “moral” tan alta que tienen frente al consumo de drogas y a su tráfico, se alíen con unos bandidos narcotraficantes.

El año pasado, mientras funcionarios del departamento de Estado [de Estados Unidos] calificaban al ELK como una organización terrorista, diciendo que financiaba sus operaciones con las utilidades del tráfico de heroína y préstamos de conocidos terroristas como Bin Laden, el organismo mencionaba al grupo insurgente [el ELK] como una organización “insurgente” en sus informes oficiales... [13]

Los dirigentes del ELK mantienen comunicación permanentemente y coordinan sus acciones con el imperialismo norteamericano. El ELK desempeña el papel de apoyo terrestre de la OTAN.

El ELK se muestra ansioso por colaborar con la OTAN. Los comandantes guerrilleros llaman regularmente a los oficiales de la OTAN por teléfono, vía satélite, para identificar blancos, dicen las fuentes del ELK. Pero los oficiales de la OTAN dicen que ellos no actúan por sus indicaciones ya que “eso lo convertiría [al ELK] en un socio”. [14]

La Liga Democrática de Kosovo está dirigida por Ibrahim Rugova. que hasta comienzos de 1998 era el principal dirigente de los albano-kosovares. Conocido como moderado, siempre ha buscado una solución negociada con Milosevic haciendo de agente del imperialismo. Ha viajado a Washington a reunirse con el gobierno norteamericano y se ha reunido con los ministros de relaciones exteriores de la Unión Europea para elaborar las propuestas de negociación.

Si el ELK ha sido en el terreno militar la carta en tierra del imperialismo, Ibrahim Rugova ha sido la carta política —como representante de los albano-kosovares— para la negociación.

Rusia y China, ladrando y moviendo la cola

Rusia y China son, junto a Estados Unidos, Inglaterra y Francia, los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU que tienen derecho a veto.

En este conflicto el imperialismo actuó directamente a través de la OTAN, dejando a un lado la ONU. Es decir, excluyendo a Rusia y China, razón por la cual los gobiernos de estos dos países se han opuesto a los bombardeos. Aunque hay más que eso. Las burocracias de estos dos países quieren convertirse en burguesías y están colaborando a fondo por restaurar el capitalismo, pero no quieren convertirse en simples burguesías de países semicoloniales. Quieren que se les dé el status de burguesía imperialista. Por eso Rusia luchó porque se le incluyera en el grupo de las siete potencias imperialistas más poderosas (el G7). Ese selecto grupo ahora se llama el Grupo de los 8.

Por eso mismo los gobiernos de Rusia y China, al tiempo que ladran contra los bombardeos de la OTAN a Kosovo, le mueven la cola al amo imperialista. Están negociando con el imperialismo el papel a cumplir en la restauración capitalista. No quieren pelearse con los poderosos pero están regateando sus intereses.

Rusia no se resigna a dejarle Europa Oriental, su vieja zona de influencia, al imperialismo, y menos la región de Yugoslavia, que ha sido históricamente su aliada y culturalmente su hermana. Por su parte, China quiere negociar un estatus especial como potencia económica y militar. Quiere que se le permita ingresar a la Organización Mundial del Comercio (OMC), para enfrentar a Estados Unidos que quiere negociar su déficit comercial de 60.000 millones de dólares con el país asiático.

En conclusión, en el conflicto de Kosovo estaban en juego los intereses de todas las potencias imperialistas y de Rusia y China, no así los de la población yugoslava o albanokosovar.

¿Quién se parece más a Hitler, Slobodan Milosevic o Adolfo Clinton?

Para atacar a una nación, el gobierno norteamericano compara a su gobernante con Hitler o lo vincula al narcotráfico, y así justifica, ante la población mundial y la de la misma nación atacada, los crímenes cometidos. Para invadir a Panamá acusó a su presidente Noriega de ser un narcotraficante; en la Guerra del Golfo, para justificar el ataque a Irak, difundió la idea de que Sadam Hussein era un dictador como Hitler. Igual está haciendo con Milosevic hoy en Yugoslavia. Es cierto que estos personajes no son modelos de la “democracia”, como no lo es ningún gobernante capitalista. Pero quien ha actuado invadiendo, ocupando y oprimiendo naciones es el gobierno de Clinton. Actualmente, en el ataque a Yugoslavia, las masas de ese país y las que se han movilizado en otros países no muestran la foto de Milosevic con el bigote de Hitler, sino la foto de Clinton con el bigote de Hitler.

Slobodan Milosevic es uno de los dirigentes de la Liga Comunista de Yugoslavia que ascendió al poder después de muerto Tito en 1980. Primero fue presidente de Serbia para luego ser presidente de la Federación. Es el principal agente de la restauración del capitalismo, el principal enemigo de los trabajadores yugoslavos y el principal responsable, al interior de la Federación, de que el imperialismo haya logrado desvertebrar el país. Ha reprimido todas las movilizaciones de los trabajadores contra las privatizaciones, el desempleo y el deterioro de las condiciones de vida provocados por las medidas restauracionistas. Con igual saña ha reprimido las nacionalidades. Le quitó la autonomía a las provincias de Kosovo y Voivodina y le dio argumentos a las burocracias separatistas y al imperialismo para que destruyeran la Federación. Pero con todo eso, el principal enemigo que tienen las masas yugoslavas actualmente no es Milosevic sino el imperialismo. Así lo entendió la población, y por eso partidarios y enemigos se unificaron para enfrentar al imperialismo desafiándolo con movilizaciones, tomas de puentes y posibles blancos de los bombardeos.

En la nueva fase de ocupación el imperialismo, sus agentes, e incluso los nacionalistas serbios opositores, están cantando en coro presionando para que Milosevic dimita y para que sea jusgado por la Corte imperialista de la Haya. Al mismo tiempo, algunos trabajadores serbios, entre ellos una parte de los serbios desplazados de Kosovo, han realizado movilizaciones exigiendo libertades democráticas y reivindicaciones económicas. Muy peligroso sería entrar a cantar en la misma banda del imperialismo. Los trabajadores tenemos que oponernos a que la política del imperialismo frente a Milosevic se mezcle con la justa lucha obrera serbia o montenegrina contra el gobierno de Belgrado. Por el contrario, la lucha contra el gobierno de Milosevic tiene que tener como uno de los aspectos más importantes la exigencia de organizar el enfrentamiento de la población para expulsar las tropas de guerra de la Fuerza de Paz para Kosovo (KFOR).

Héroes de película, cobardes de la guerra

Al ejército norteamericano, después de la derrota sufrida en Vietnam, lo hemos visto como un ejército heroico, pero solamente en las películas que ellos mismos producen. En la guerra de verdad han actuado cobardemente, ejecutando operaciones contra la población que no se encuentra involucrada en la guerra. Ya durante la Segunda Guerra Mundial la derrota que le propinaron a Japón fue gracias al lanzamiento de dos bombas atómicas sobre la indefensa población de Hiroshima y Nagasaki; en Irak “combatieron” a distancia, y hoy en Yugoslavia repiten lo que hicieron en Japón: desde una altura de 5.000 metros lanzan miles de bombas “inteligentes” que dan acertadamente en los blancos, es decir, en la población civil serbia y en los refugiados albano-kosovares, o en la embajada de un país que no apoya los bombardeos. Al final presentan disculpas, hacen inventario para verificar que ningún “arriesgado” piloto haya sido alcanzado en lo más alto del firmamento, y se preparan para repetir la dosis al día siguiente. Pero por si hay peligro, los soldados que mandan al frente son inmigrantes latinos.

Movilización contra la OTAN

A diferencia Bosnia cuando no hubo protestas internacionales de solidaridad contra la intervención imperialista, los bombardeos contra Kosovo han sido repudiados. Sobre Bosnia, muchas organizaciones de izquierda quedaron convencidas de que la intervención del imperialismo era realmente humanitaria y recogieron alimentos para llevarlos bajo la custodia de las tropas de ocupación. Eso fue vergonzoso. Con Kosovo era demasiado evidente que los bombardeos no tenían nada que ver con acciones humanitarias, incluso sectores de la burguesía no han quedado convencidos de ello.

Desde que comenzaron los bombardeos, ha habido movilizaciones contra la OTAN: en Madrid, en los Ángeles, en San Francisco, en Sydney y en Viena; en Moscú hubo varias exigiéndole al gobierno ruso apoyo militar a los serbios y desplazamiento de voluntarios para ir a combatir del lado yugoslavo. También hubo movilizaciones en Bruselas, Londres, Roma y Buenos Aires. Pero lo más significativo fue la respuesta de la población china cuando la OTAN bombardeó su embajada. En Beijin hubo movilizaciones de miles de personas durante una semana que apedrearon las embajadas de Estados Unidos, de Alemania, de Albania y de Gran Bretaña; en Xian se movilizaron 4.000 manifestantes; en Chengdu cerca de 10.000 personas protestaron frente al consulado yanqui, en Hangzhou más de 30.000 personas salieron a las calles; en varias ciudades más hubo fuertes protestas. En una de ellas quemaron un consulado norteamerinano. Las protestas no se generalizaron más porque el gobierno chino se encargó de apaciguar los ánimos. Y para sorpresa de muchos una de las primeras movilizaciones contra los bombardeos la realizaron los supuestos enemigos de los serbios: los habitantes de Croacia.

Si a nivel internacional no hubo más protestas fue porque la mayoría de las direcciones políticas y sindicales del movimiento obrero no asumieron el papel que tenían que asumir en la solidaridad con el pueblo yugoslavo. Por el contrario, desde un punto de vista pacifista terminaron, por la vía de la omisión o la neutralización, apoyando la agresión y perdiendo la oportunidad de unificar la lucha contra los bombardeos con las luchas contra los planes imperialistas que impulsan los gobiernos en los países capitalistas.

La OTAN impone su paz

Después de 78 días de bombardeos, que dejan como saldo una nación completamente arrasada, el imperialismo impuso su paz. El gobierno serbio se rindió y firmó las condiciones de capitulación exigidas por la OTAN.

En principio el imperialismo calculó que con amenazas Milosevic se rendía. Pero como eso no sucedió, optó por los bombardeos “selectivos” a objetivos militares, calculando que en dos semanas se entregaba. Sin embargo, eso tampoco funcionó. Así que se decidió por hacer bombardeos para destruir los suministros de energía y demás servicios públicos y bombardeó fábricas y barrios donde habitaba la población indefensa. Finalmente una operación de tierra arrasada, se impuso.

El imperialismo quiere constituir un protectorado, bajo las fuerzas de la OTAN, para controlar política y económicamente la región de los Balcanes y de Europa Oriental, en la perspectiva de asimilarla a la Unión Europea bajo el mando norteameriano. Con los bombardeos logró el desplazamiento de 700.000 kosovares que, en la miseria, desorganizados y sin una dirección política revolucionaria, van a seguir siendo utilizados en la consolidación de la victoria imperialista y de sus planes de restauración del capitalismo. Y para no tener problemas con los serbios, aunque digan lo contrario, han creado las condiciones para que los serbo-kosovares, obligados por las circunstancias, abandonen la provincia.

Por eso las consecuencias de la derrota imperialista no son simplemente las que se desprenden del “acuerdo” firmado por Milosevic. Hay un elemento de balance que nadie señala. Y es que Yugoslavia perdió la provincia de Kosovo . En el papel sigue siendo parte de Serbia, pero la realidad es otra. Kosovo se está convirtiendo en un protectorado imperialista bajo el control de las tropas de la KFOR, con un gobierno que tendrá la composición que convenga al imperialismo. En él seguramente estarán sus agentes del Ejército de Liberación de Kosovo con su dirigente Hashim Thaqi, y de la Liga Democrática de Kosovo de Ibraim Rugova. En ese sentido ya han anunciado que:

(...) el objetivo de la OTAN es “desmilitarizar” al ELK y no “desarmarlo”, lo que significaría confiscar sólo armas pesadas. Los guerrilleros se convertirán en una fuerza policial. [15]

Así le van dando forma al nuevo enclave imperialista de Kosovo: por ejército tendrá a las tropas imperialistas, por guardia nacional al ELK y como funcionarios del gobierno a los dirigentes del ELK y la LDK.

Junto con esto, los imperialistas están haciendo cuentas del monto de ganancias que les produjo la guerra y de cuánto les producirá la “paz”. Con los bombardeos las ganancias de los burgueses de la industria de la guerra fueron millonarias si se tiene en cuenta que una sola bomba “inteligente” cuesta alrededor de un millón de dólares. Ahora le toca el turno a las empresas imperialistas que van a reconstruir lo que destruyeron sus colegas. Así sacan todos jugosas ganancias a costa de la destrucción de la nación yugoslava y de la humillación y opresión de su población.

Montenegro en la mira

El imperialismo desmembró Yugoslavia impulsando la separación de cada una de las repúblicas para lograr el pleno control de la región. De las seis repúblicas sólo quedan dos, Serbia y Montenegro, y de las dos provincias sólo Vovoidina. Pero ese proceso parece que sigue. Después de apoderarse de Kosovo el imperialismo tiene en la mira a la república de Montenegro. Ahí se puede desarrollar el próximo conflicto. Ya hay elementos que, de desarrollarse, inevitablemente repetirán la historia de Bosnia y Kosovo. El presidente de Montenegro, agente del imperialismo, es la punta de la lanza para enfrentar a los montenegrinos con los serbios, con el argumento de que Milosevic tiene que democratizar el régimen, de acuerdo a los pedidos de Occidente.

Contra la paz imperialista, expulsar al invasor

La paz imperialista se ha impuesto en una confrontación desigual en que los soldados imperialistas, aprovechando la alta tecnología, bombardearon la nación yugoslavia desde una altura inalcanzable por las baterías antiaéreas serbias y contra una población que no contaba con armas para defenderse. Después de la rendición del gobierno yugoslavo se han expresado distintas posiciones al interior de Yugoslavia y Rusia. Milosevic considera que fue un triunfo, sin que quede claro por qué. Los proimperialistas yugoslavos como el presidente de Montenegro están celebrando el triunfo de la OTAN. Los nacionalistas de derecha que hacían parte del gobierno renunciaron acusando a Milosevic de capitulador. Y los trabajadores que sienten que hubo una derrota, que ahora se enfrentan a la opresión y el sojuzgamiento por parte de las mismas tropas que los bombardearon durante dos meses y medio, pero que además consideran que Milosevic se rindió cuando las principales potencias estaban discutiendo la alternativa de la intervención por tierra, en medio de fuertes discrepancias internas que amenazaban una crisis en el frente imperialista.

En todo caso, el que Milosevic haya negociado bajo las condiciones del imperialismo en medio del abandono y la presión de la “aliada” Rusia, no es el problema mayor. El problema central es que Milosevic no tuvo desde el principio una política para movilizar a las masas yugoslavas y armarlas, aprovechando que estaban dispuestas a enfrentar a las tropas agresoras. Milosevic no contó con la población para la guerra.

Hay que hacer el balance y sacar las conclusiones de esta segunda fase de la intervención imperialista, para dar respuesta a la tercera, que se abre a partir de la ocupación con 50.000 soldados de la OTAN. El pueblo yugoslavo va a ser sometido, igual que lo han sido el de Panamá, Haití y Granada, pero a una escala superior.

Los trabajadores yugoslavos han expresado un justo odio contra las tropas de ocupación; algunos ya se han atrevido a hostigarlas y éstas han respondido asesinando a varios serbios. El enfrentamiento serbio es justo, pero hay que organizarlo. El problema es que no hay una dirección dentro de Yugoslavia que lo haga. Los serbios tienen la experiencia de la lucha partisana con la que derrotaron al imperialismo alemán durante la Segunda Guerra Mudial. Conocen el terreno y tienen el valor que no tienen las superarmadas tropas invasoras. Una alternativa es organizar milicias. Unas cuantas bajas al invasor lo pondrían en aprietos. Pero para organizarlos es necesaria la unidad de las distintas etnias que conformaron la República Federativa de Yugoslavia. Los albano-kosovares tarde o temprano van sentir lo que sintieron los italianos una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Cuando el ejército norteamericano ocupó Italia, humilló y oprimió a su población. Aprovechándose de la situación de extrema miseria en que quedaron las masas, obligaron a las mujeres a prostituirse, comprándolos con sus asquerosos dólares. Y después de terminada la guerra en Bosnia las tropas de “paz” imperialistas fueron denunciadas por violación de mujeres.

El odio antiimperialista también se ha expresado en otros países. Los medios informativos de Occidente han señalado como este sentimiento se ha incrementado en Rusia y China contra los norteamericanos y la OTAN.

En esta tercera fase se impone a los trabajadores a nivel internacional la unidad para luchar contra la ocupación imperialista en los Balcanes para expulsar los 50.000 soldados de Kosovo, los 30.000 de Bosnia Herzegovina y los quedan Macedonia y Albania. Luchar contra la ocupación hace parte de la lucha contra el plan imperialista de ejecutar otras “acciones humanitarias” para intervenir en países como en Colombia, contra las guerrillas de las FARC y el ELN.

Junto a lo anterior hay que impulsar medidas económicas:

La nación ha quedado en un estado de miseria igual al que quedó después de la Segunda Guerra Mundial y es preciso volver a colectivizar la propiedad de los medios de producción.


NOTAS

[1] TROTSKY, León, Discurso pronunciado el 28 de julio de 1924.

[2] Se conoce como países imperialistas a aquellos que han logrado el desarrollo industrial capitalista más alto y dominan al resto de los países. A esta categoría pertenecen los Estados de Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá y Japón.

[3] Estados en transición del capitalismo al socialismo.

[4] Carta de la IV Internacional, 12 de abril de 1999.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] TROTSKY León (1879-1940): junto con Lenin, uno de los principales dirigentes de la revolución rusa.

[8] TROTSKY, León, Discurso pronunciado el 28 de julio de 1924.

[9] HAMMER, Joshua y NORLAND Rod, Newsweek, 28 de abril de 1999, pág. 21.

[10] TROTSKY, León, Discurso pronunciado el 28 de julio de 1924.

[11] HAMMER, Joshua y NORLAND Rod, Newsweek, 28 de abril de 1999, pág. 23.

[12] Tiempos del Mundo, 27 de mayo de 1999.

[13] Ídem.

[14] Ídem.

[15] . “ La OTAN no desarmará al ELK hasta la total retirada serbia”, El País de España, 17 de junio de 1999.


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