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C A P Í T U L O   9

 

 
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Título: "Eletroterapia e Eletroacupuntura: Princípios básicos... e algo mais"

 

 

 

 

CAPÍTULO 9 - PRINCIPALES EFECTOS NEUROFISIOLÓGICOS DE LA ESTIMULACIÓN ELÉCTRICA EN EL ORGANISMO, COMENTARIOS GENERALES:

"Podemos decir que todos funcionamos como transmisores y receptores para una inmensa gama de frecuencias". Es difícil percibir hasta qué punto estamos siendo literalmente bañados por ondas electromagnéticas. En el sistema Solar, la principal fuente de ondas electromagnéticas es el Sol, pero hay otras fuentes Cósmicas. En la Tierra existen diferentes fuentes como:

  • señales de radio y TV,
  • las microondas del radar, de los hornos de microondas etc.,
  • teléfonos celulares y computadoras,
  • lámparas eléctricas,
  • máquinas de rayos X,
  • motores calientes de automóviles,
  • relámpagos,
  • radiación gama originaria de substancias radioactivas en el suelo etc.,
  • otras.

Haciendo un paréntesis, queremos enfatizar que, con el tiempo, serán realmente comprobados los efectos dañosos sobre la salud (para nosotros hoy indiscutibles) de los hornos de microondas, de la televisión, de las computadoras y del teléfono celular. Éstos tres últimos están siendo tan mal utilizados que forman una tríada que podemos llamar "del mal", pues está contribuyendo para que el hombre se aleje, todavía más, de su naturaleza espiritual, y de la propia Naturaleza. Los efectos dañinos serán sentidos no solo físicamente, como también emocional y mentalmente.

Por ejemplo, con relación a la telefonía móvil (celulares), las directrices existentes regulan solamente la intensidad de la radiación en la tentativa de proteger el cuerpo humano de los efectos adversos a la salud que ya son conocidos como siendo provocados por intensidades impropias (por la absorción de energía por parte de los tejidos biológicos).

En relación a la radiación de microondas, la absorción de energía (que en éste caso resulta en calentamiento) ocurre a través del campo eléctrico de esas microondas. Por otro lado, la exposición a campos magnéticos de frecuencias extremamente bajas lleva a la inducción de corrientes eléctricas que circulan en el cuerpo. Los dos efectos son bien conocidos, hace casi una centena de años, y siempre ocurren independientemente si el sistema irradiado es un organismo "vivo" o un pedazo "inanimado" de materia.

Los límites de seguridad existentes son establecidos restringiéndose la intensidad para garantizar que el aumento de la temperatura, o las corrientes eléctricas inducidas, sean mantenidas bien abajo de los umbrales de ataque de los efectos bio-negativos establecidos. Esto significa que los límites son establecidos por la habilidad del cuerpo (lo que se conoce de eso) en mantener la homeostasis bajo exposición a un determinado campo electromagnético externo. Debe ser notado, entretanto, que mismo cuando el mecanismo termorregulador del cuerpo consigue mantener la temperatura en niveles pre irradiación, un cierto estrés todavía es desarrollado, lo cual, si es mantenido por un largo período de tiempo, puede, por sí solo, resultar en efectos adversos a la salud. De ésta forma es posible que las directrices vigentes fallen en dar un adecuado nivel de protección, aun dentro de su alegado dominio de competencia y conocimiento.

Las directrices de seguridad existentes son, de cualquier forma, inadecuadas en un aspecto muy diferente y más fundamental (y sutil). Ellas fallan completamente en no considerar la posibilidad de que puedan aparecer efectos adversos a la salud relacionados al hecho de que organismos vivos tienen habilidad de responder a otros aspectos de radiaciones tecnológicamente producidas aparte de la intensidad, y pudiesen tener respuestas adversas con intensidades bien abajo de los límites impuestos por las orientaciones de seguridad normalmente vigentes.

Un aspecto decisivo y característico de la radiación tecnológicamente producida (sea cual sea su intensidad - que es necesaria para transportar información) es su coherencia (ver figura 3.5), cuyo grado es significativamente mayor que la radiación característica de origen natural, como la luz del Sol, en relación a la cual la especie humana desenvolvió un cierto grado de "inmunidad". Esta inmunidad, con todo, no abarca la radiación de origen tecnológica, mucho más coherente y a la que hemos sido expuestos hace, relativamente, poco tiempo. Coherencia es un concepto que es muy conocido en el contexto de lasers, cuya luz, debido a su coherencia (como ya relatamos) está en fase consigo misma y por tanto, es particularmente pura en frecuencia (color) - mucho más que la de una lámpara común. Eso todavía prevalece en el caso de una intensidad de radiación mucho menor emitida por otros dispositivos - particularmente aquellos usados en la telefonía móvil - cuya coherencia facilita enormemente su "absorción" por el organismo vivo, en oposición al nivel de la siempre presente (e incoherente) emisión térmica de fondo, apropiada a su propia temperatura fisiológica. Así, la alta coherencia de la radiación tecnológicamente producida aumenta significativamente su poder en afectar organismos vivos.

Los organismos poseen "habilidades" para responder a una fuente consistente de radiación no térmica que no sea primariamente dependiente de su intensidad, pero, por otro lado, que surge porque ellos son instrumentos electromagnéticos de gran y peculiar sensibilidad, ellos mismos soportando una variedad de actividades eléctricas altamente organizadas y coherentes, cada una caracterizada por una frecuencia específica, y cada una desempeñando un papel central en la organización y control de esos organismos vivos. Esas actividades eléctricas naturales (endógenas) coherentes "pre condicionan" el organismo vivo a ser altamente sensible a la radiación electromagnética consistente, a determinadas frecuencias, las cuales, como ya fue notado, son definidas de forma bien precisa.

De ésta forma, la organización y control de un organismo vivo es vulnerable a la interferencia de la radiación electromagnética externa de frecuencias (incluyendo aquellas de cualquier modulación de amplitud) próximas de aquellas utilizadas por el propio organismo - de la misma manera que es la recepción en una radio (como vimos anteriormente). Es importante observar, entonces, que campos electromagnéticos no son extraños a los sistemas vivos - hecho que puede perjudicar la conveniencia de intentar entender influencias no-térmicas con respecto a una relación "dosis-respuesta" (concepto heredado de la toxicología), como es encontrado con frecuencia, y ejemplificado por la existencia de "ventanas", apenas dentro de las cuales los efectos no-térmicos se manifiestan por ellos mismos. Estas ventanas son:

a) densidad de potencia - que es una medida de intensidad del campo;
b) frecuencia - tanto de la portadora como de las modulaciones más lentas;
c) duración de la irradiación.

La realidad de efectos adversos no necesariamente dependientes de la intensidad del campo (mismo que la intensidad deba, obviamente, ser suficiente para que el organismo pueda discernir el referido campo) es bien ilustrada por la capacidad de un haz de luz pulsando a una cierta frecuencia (entre 15 y 20 Hz) inducir (no térmicamente) ataques en una pequeña fracción (cerca de 5%) de epilépticos (fotosensibles). No es tanto una cuestión de cantidad de energía absorbida del campo irradiante (la cual depende de su intensidad) que provoca la crisis epiléptica, y si la información transmitida al cerebro por la (coherente) regularidad de las pulsaciones. Si ésta frecuencia iguala o se aproxima de una frecuencia utilizada por el propio cerebro, éste "reconocerá" la radiación. De esa manera esa radiación puede llegar al cerebro de un modo puramente no-térmico, e interferir (o inclusive alinearse) con su actividad eléctrica.

Las señales de microondas utilizadas en el sistema de telefonía celular GSM "pulsan" análogamente, 217 veces por segundo, siendo éste pulsar "puntuado" a una tasa mucho más lenta de 8,34 Hz. Más precisamente, la señal transmitida es dividida en 8 intervalos de tiempo permitiendo que 8 canales coexistan dentro de cada portadora. El tiempo total para transmitir los 8 intervalos (conocidos como "cuadros") es de 4,6 milisegundos, donde 217 cuadros son transmitidos por segundo. Estos cuadros (principales) son agrupados en multi-cuadros, cada uno conteniendo 26 cuadros, uno de los cuales, entretanto, es simplemente un cuadro de sincronismo. Ésta característica suma a la señal emitida el componente 8,34 Hz (es decir, existen aproximadamente 8 grupos diferentes por segundo, cada uno conteniendo 25 "pulsos") - una frecuencia que se encuentra en la banda de las importantes ondas cerebrales alfa. En contrapartida, y potencialmente más peligrosa, es la "digitalización" articular empleada en el sistema TETRA, en el cual la frecuencia de repetición del pulso fundamental es de 17Hz - frecuencia en la banda de las ondas cerebrales beta, y próximo de la cual la luz visible puede inducir ataques epilépticos.

Por lo menos una portadora es transmitida para cada antena siendo el primer espacio de la portadora (que contiene una importante información de señalamiento) conocido como canal de control de transmisión (BCCH) y es siempre transmitida en la potencia máxima de la estación base. Los otros siete espacios funcionan como canales de tráfico de informaciones. Al contrario del BCCH, están activos solamente cuando empleados para las llamadas, y solamente con la potencia necesaria para mantener la comunicación con los teléfonos celulares, siendo necesaria una potencia mayor para una distancia mayor entre el aparato y la torre (evidentemente)

Si ninguna llamada está siendo realizada, el BCCH transmitido en la potencia máxima da como resultado una fuerte pulsación de 217 Hz, puntuado en la frecuencia multi-cuadro de 8,34 Hz. Una vez que los 7 intervalos restantes son completados con llamadas que necesiten potencia total para mantener la comunicación (lo que normalmente no pasa), la pulsación de 217 Hz será enmascarada, pero la puntuación de baja frecuencia de 8,34 Hz continuará. En algunos casos (dependiendo de la estación base en particular), si más de 7 llamadas son solicitadas dentro del área de acción de la antena, una portadora extra es transmitida, aportando por consiguiente 8 canales más de tránsito, y el pulso de 217 Hz es nuevamente iniciado.

Ya que tanto la luz (visible) cuanto las microondas pertenecen al mismo espectro electromagnético, divergiendo apenas en la frecuencia y grado de coherencia, no hay razón para creer que el efecto nocivo de una luz visible pulsante no se prolongue para las radiaciones de microondas (invisibles) pulsando en una frecuencia semejantemente baja, una vez que ésta puede penetrar el cráneo.

En realidad, experiencias para investigar esta posibilidad (usando voluntarios humanos) están siendo planificadas actualmente, no obstante ya existan resultados preliminares de estudios hechos con animales in vivo y en vitro mostrando efectos sinérgicos, implicando actividad epiléptica entre baja potencia, radiación pulsante de microondas y determinadas drogas. Además, los estudios in vitro en cortes de hipocampo del cerebro de un ratón indican que las microondas pueden modificar las transmisiones nerviosas; tenemos que acordarnos que el hipocampo es un área del cerebro comprometida con el aprendizaje, memoria reciente y epilepsia.

Haciendo un análisis de la probable relevancia de éstos resultados para humanos, tendrá que ser observado que la distancia relativamente grande entre el hipocampo y la superficie del cráneo no es necesariamente el bloqueo que parecía ser, una vez que existen indicaciones de que las propiedades dielétricas de un cerebro vivo (que juntamente con la frecuencia de la portadora de la radiación actuante dicta su penetración) son diferentes de las de los simuladores de material cerebral, no vivos, utilizados en los estudios de cabezas fantasmas. Los efectos de ese pulsar puntuado de las radiaciones de microondas pueden ser fácilmente detectados como un sonido resquebrajado cuando un celular prendido es colocado próximo de un receptor de radio prendido, o cuando una radio sintonizada en AM está localizada próximo de una torre de estación base.

Que las radiaciones de microondas pulsantes, del tipo de las que son usadas en la telefonía móvil, tiene otros efectos a parte del calentamiento es, con seguridad, bien conocido y aceptado (en el contexto de la llamada Compatibilidad Electromagnética - EMC) en lo que se refiere a la interferencia que esta radiación puede tener en otros equipamientos electrónicos. Esto es marcado por la prohibición del uso de celulares en aviones y hospitales (en los lugares donde sus señales puedan interferir con los sistemas de control de aviones, o equipamientos médicos). Así mismo, la posibilidad de interferencia en equipamientos médicos personales, como marca-pasos y aparatos auditivos, es debidamente reconocida.

No podemos afirmar que el funcionamiento del organismo humano - se encuentre en el (distante) campo de una torre de estación base, o en el (próximo) campo de la antena de teléfono - debería de alguna forma experimentar una inmunidad peculiar de semejante interferencia - como es efectivamente hecho por las personas que determinan las directrices de seguridad, y que muestran una gran ignorancia tanto en el papel fundamental que los campos electromagnéticos desempeñan en la organización y en el control de procesos biológicos en organismos vivos en una variedad de niveles, como en relación a la historia del asunto en si mismo.

También debe ser resaltado que cuando una unidad de telefonía móvil equipada con transmisión discontínua (DTX) está en la modalidad escuchar, existe una pulsación de frecuencia todavía más baja en 2Hz. Esto es de sobremanera preocupante porque aquella pulsación cae en la frecuencia de las llamadas ondas cerebrales "delta", las cuales, si están presentes en el EEG de un adulto despierto, representan síntomas de una patología neurológica, no debiendo, por lo tanto, ser determinadas por exposición a una radiación de la misma frecuencia. Por otro lado, actividades cerebrales en ésta misma frecuencia también caracteriza sueño profundo; así, relatos de cansancio sentidos durante el día tal vez no debiesen sorprender. En contraste, ondas delta en el EEG de niños es normal, y así, de la misma forma, no deberían ser molestados por interferencias externas.

Los innegables beneficios de la moderna tecnología de telecomunicación deben ser empleados con un grado de seguridad mayor del que es utilizado actualmente, y para eso es esencial que el conocimiento de la importancia de la Compatibilidad Electromagnética (EMC) entre equipamientos sea, ahora, extendida para comprender biocompatibilidad electromagnética, en el sentido de asegurar compatibilidad entre la telefonía móvil y el organismo humano vivo.

Lo mismo debe ser hecho con otros aparatos (computadoras, TV etc.) y con cualquier tipo de electroestimulación. En el caso de estaciones de radioaficionados también pueden surgir efectos adversos (como ya fue comprobado), pero generalmente la situación es de menor gravedad (las frecuencias empleadas son distintas, y con diferentes características), pero hay mucho, todavía, para ser estudiado.

Queda, aquí, apenas este breve paréntesis (basado en trabajos del Departamento de Física de la Universidad de Warwick, Coventry, Reino Unido y del Instituto Internacional de Biofísica, Neuss-Holzheim, Alemania) para reforzar nuestro alerta sobre los posibles efectos dañosos de las radiaciones electromagnéticas, principalmente las tecnológicamente (y comercialmente) producidas, que pueden provocar una gran gama de disturbios, desde alteraciones imperceptibles, hasta modificaciones del DNA y cáncer.

Es necesario acordarse que hoy estamos expuestos de forma continua a otros campos electromagnéticos con los cuales convivimos, "pasivamente" (lo que incluye "inconscientemente" "ignorantemente" y/o "resignadamente"), como los producidos por las instalaciones eléctricas en general (en la calle, en el trabajo, en nuestros hogares), los de diversos tipos de aparatos sin cable (teléfonos, micrófonos, electrodomésticos etc.), los relacionados con los diversos sensores por los cuales pasamos (controles en tiendas, aeropuertos, bancos, ascensores, controles remotos, alarmas etc.) y así por delante, todo construido tecnológicamente en nombre del progreso. Obviamente no negamos el valor de ciertas "invenciones", pero contestamos enfáticamente el actual uso, indebido, de la tecnología.

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