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Consensos básicos y autogobierno en Navarra

Fermín Ciáurriz

El anuncio de tregua, alto el fuego indefinido, anunciado por ETA desde el pasado 18 de septiembre era, evidentemente, un deseo reiteradamente exigido y esperado por la inmensa mayoría de los ciudadanos de cualquier signo o ideología que no admiten, en una sociedad mínimamente civilizada, ningún método para defender objetivos políticos que no sea la utilización de los resortes e instrumentos democráticos para defemder o alcanzar cualquier idea o proyecto político.

El sustrato del sistema democrático está en el respeto a la voluntad de la mayoría y en el reconocimiento de los derechos de las minorías, y este principio, que los que se denominan demócratas dicen defender, debe posibilitar el marco jurídico en el que todos los proyectos se pueden hacer realidad, sin traumas ni exclusiones, y sólo sometidos a la voluntad real de los ciudadanos, que deben tener la última palabra en cada momento.

Pues bien, con la tregua de ETA, muchos a los que se les llenaba la boca con estos elementales principios están demostrando no sólo su desorientación sino, lo que es peor, su falta de argumentos reales para afrontar la nueva situación y su miedo a poner en práctica lo que decían tener asumido cuando administraban sus tesis con la fácil descalificación global del nacionalismo vasco en base a la permanencia de la violencia terrorista.

En estos momentos, el objetivo principal de todos debe ser la búsqueda de la paz, con el único límite del respeto a la voluntad popular, y están de más las llamadas al miedo, el frentismo o la exclusión.

Es cierto que, frente a la prudencia -esperemos que no sea presagio de inmovilismo- con la que el presidente Aznar recibió la nueva situación, algunos dirigentes de su partido y especialmente el PSOE siguen dando tumbos en una escalada de despropósitos que no llevan a ninguna parte.

Si profundizar en un proceso que acabe con muchos años de violencia puede resultar difícil para quien en este momento está gobernando, parece que es mucho más difícil para quienes, desde la oposición en el Estado, tienen que hacer el esfuerzo sobreañadido de facilitar la labor a sus adversarios políticos. La tentación de actuar como más papistas que el Papa o de mezclar este tema con la legítima contienda política diaria pueden ser malas consejeras para afrontar con cabeza fría y el arrojo necesario las decisiones que, sin duda, deben adoptarse desde el poder central.

En Navarra, tras la alarmista, inoportuna e innecesaria actuación del Gobierno con un documento-soflama, descalificado por todos los partidos de la oposición, y que parecía dirigido a servir de parapeto frente al propio poder central, da la sensación de que las cosas vuelven a su cauce, aunque reconociendo las tesis de UPN-PP y su concepción de Navarra como patrimonio exclusivo de los que piensan como ellos, queda mucho trabajo por delante para que, entre todos, podamos hacer realidad algunos de los principios que hagan posible la convivencia ideológica de quienes, como navarros, defendemos proyectos políticos distintos e igualmente legítimos.

El actual marco político (Amejoramiento) se negoció con el Estado con la exclusión de los diputados representantes de dos merindades de Navarra y nada tuvo que ver, en su resultado final, con las bases de negociación aprobadas por el Parlamento, viéndose directamente afectado por los pactos entre UCD y PSOE fruto del tejerazo.

¿No es posible un marco de más amplio consenso que supere las limitaciones con las que se negoció el Amejoramiento? ¿Cuándo vamos a poder los navarros decidir directamente y por nosotros mismos las reglas de juego de nuestro autogobierno? ¿Qué lecciones de autogobierno y foralidad, en su terminología, pueden darnos quienes utilizaron un Gobierno en minoría o una institución en la que los navarros sólo tenemos seis representantes (Senado) para impedir el cumplimiento de unos acuerdos adoptados por mayoría absoluta en el Parlamento Foral sobre el örgano Permanente de Encuentro con la Comunidad Autónoma Vasca? ¿Qué dijeron los navarros cuando se les consultó directamente sobre la entrada en la OTAN? ¿Por qué hay quien quiere poner en duda que los nacionalistas vascos defendemos que los navarros debemos decidir nuestro futuro y sin injerencias de nadie y cuando se plantea ese mismo principio en la CAV por los partidos que representan a la mayoría se les niega el pan y la sal?

Si convenimos que el futuro debe decidirse con el más amplio consenso, sin exclusiones ni imposiciones, en un marco en el que todos los proyectos puedan hacerse realidad, esos principios deben servir para la Comunidad Foral y para la Comunidad Autónoma Vasca. No cabe aplicar unos principios cuando se está en mayoría y otros, los contrarios, cuando se es minoría.

De todas formas, debemos ser optimistas y empezar en Navarra por abrir un amplio debate entre todos los partidos sin exclusiones para presentar a la sociedad navarra un proyecto ilusionante que pueda dar cabida a todos y en el que la decisión de los navarros en cada momento, sin trampas ni artimañas, pueda ir abriendo el futuro en una Europa respetuosa con las identidades de cada pueblo, nación o nacionalidad.

Fermín Ciáurriz es Secretario de Política Institucional de EA-Nafarroa y ha sido Parlamentario foral durante 10 años.

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