Macroeconomía de las drogas
Desde mediados de los años ochenta, los Estados Unidos han reorientado los argumentos, el enfoque y los métodos de su política de seguridad con el objetivo de conservar y expandir su hegemonía en el planeta. Caída la amenaza global del comunismo, en el tráfico de drogas (ilegales, por supuesto; los que trafican con las legales compran su permisividad) y su prima hermana la delincuencia organizada transnacional se ha encontrado, con la encomiable ayuda del alarmismo difundido por los medios de comunicación social, un nuevo demonio mítico que pone en grave riesgo el sistema social, político y económico de los países a diferente escala. La amenaza extraordinaria de la 'Internacional Comunista' sustituida por la 'Internacional del Crimen S.A.'
'Cualesquiera que sean sus cifras de negocio, los ingentes beneficios generados por este negocio se traducen en poder y la capacidad para producir más drogas. Para contrarrestar este poder económico, que luego obviamente se transforma en poder social y político, los estados adoptaron ya desde tempranas épocas dos estrategias: la reducción de la demanda y el control de la oferta. Sobre la primera sólo puede decirse que los éxitos son relativos y que el consumo de drogas ilegales parece tener una pautas cíclicas del cual buena culpa tienen las organizaciones de narcotraficantes que regulan su comercio con cálculos racionalmente económicos y excelentes estrategias de mercadotecnia. La segunda estrategia sólo puede entenderse desde el puritanismo cristiano y desde objetivos más oscuros y enrevesados como los señalados, puesto que sería necesario que se capturase más del noventa por ciento de la droga circulante para desalentar, suponiendo los precios constantes, a los narcotraficantes. Al agricultor peruano se le pagan aproximadamente cincuenta mil pesetas por la cantidad en hojas de coca necesaria para producir un kilogramo de cocaína. El consumidor último en España desembolsa entre diez y quince mil pesetas por gramo. Y los costes de infraestructura y productos necesarios para el procesamiento, transporte y almacenamiento de la mercancía y, en niveles muy organizados, la corrupción de funcionarios policiales y jueces para garantizarse una cierta impunidad no justifican por sí solo ese beneficio sin igual sólo parangonable a la de los grandes especulares mundiales de capital.
'La ilegalidad y el lucro de la producción y el tráfico de drogas necesitan, además, de otra operación, el blanqueo de dinero, que es una parte integral del tráfico de droga, tan importante y esencial para las organizaciones que las controlan como la propia distribución. Los operadores de la droga necesitan controlar su dinero, esconder su origen y propiedad y, por último, convertir y legitimar los frutos de su trabajo para disfrutar de sus beneficios y continuar con el negocio. Las razones para el blanqueo de dinero son diversas. En principio, es peligroso conservar en metálico el producto de actividades ilícitas: los delincuentes hipotéticamente no pueden solicitar la protección de la policía, aunque luego las cosas funcionen de diferente manera. Además, el dinero guardado no produce los intereses que pagan las cuentas bancarias y otros medios de inversión. Finalmente, las grandes organizaciones criminales necesitan poder disponer rápidamente de su dinero para efectuar pagos, negociar con proveedores y empleados y adelantarse a la ley.
'Los beneficios de la venta de drogas ilegales se reciclan mediante operaciones de blanqueo que tienen lugar cruzando muchas fronteras, bancos y casas de cambio, en las que a menudo están inmiscuidos grandes instituciones financieras internacionales. Según una organización del Ministerio del Interior francés, la estrategia de los bancos consiste en recurrir a sucursales "de riesgo" en paraísos fiscales a fin de proceder a ciertas operaciones que borran el origen ilícito de los capitales transferidos después a las casas centrales; si se descubre el fraude, la responsabilidad caerá sobre un gerente calificado de poco escrupuloso y abandonado a su suerte. Con los medios tecnológicos con los que se cuenta y los procesos de mundialización en marcha, pueden transferirse cantidades enormes de dinero alrededor del mundo sin prácticamente ningún control y con gran rapidez. Los medios utilizados para el blanqueo de dinero varían enormemente, desde un individuo recorriendo entidades bancarias haciendo depósitos por cantidades inferiores al límite requerido para informar a las autoridades financieras hasta las más complicadas actuaciones de ingeniería financiera pasando por embarcaciones cargadas de efectivo, elaborados esquemas de importación y exportación o el saqueo de las riquezas de los países del antiguo bloque oriental donde por la ineficacia de estructuras legales y policiales se pierde cualquier rastro de la procedencia del dinero.
'Prácticamente todas las regiones y países están implicados en el blanqueo de dinero, aunque algunos países más que otros. Pese a lo que pudiese parecer a la luz de la propaganda oficial, Estados Unidos es supuestamente el país donde más dinero se blanquea procedente de la droga. Entre los treinta países más activos en este negocio aparecen seis de la Unión Europea: Alemania, Italia, Holanda, Luxemburgo, el Reino Unido y España. En España, según los datos del Plan Nacional sobre Drogas, se blanquea medio billón de pesetas procedentes de la droga, aproximadamente el 0,7 por ciento del PIB. La elección de los países escogidos por los grupos de narcotraficantes, siempre con grandes dosis de racionalidad económica, para el blanqueo de dinero depende de una combinación de factores que incluyen el secreto bancario, la existencia de sistemas bancarios sumergidos, la corrupción, los recursos y la formación de la policía en la persecución de complicadas operaciones financieras, la presencia de centros financieros de primer orden, el acceso a los paraísos bancarios y el grado de control sobre el cambio de moneda extranjero.
'Aparte del blanqueo de dinero, que no plantea de hecho no plantea ningún serio problema sino beneficios para la viabilidad de los mercados financieros mundiales y sí para los sistemas fiscales de los diferentes estados nacionales, el tráfico de drogas plantea diversos problemas de índole económico. Por una parte, el abuso de las mismas plantea pérdidas de productividad por los costes de la adicción, la rehabilitación y la excarcelación. Por otra, más del noventa por ciento de los delitos cometido en los países desarrollados tiene relaciones indirectas o directas con la droga, con todo lo que el crimen supone contra el normal funcionamiento de la economía. Además, lleva a distorsionar la distribución ideal de recursos debido a que los gobiernos, en algunos casos de países muy pobres, dedican grandes cantidades de dinero a tratar las operaciones de drogas y el consecuente aumento de la violencia y el crimen.
'Algunos estudios demuestran que las drogas no sólo causan procesos inflaccionarios en países donde la producción o el comercio es importante sino que también incrementan el precio relativo de los ciertos bienes y servicios, lo cual genera importantes consecuencias sociales. De hecho, la querencia por la inversión en bienes inmuebles de los narcotraficantes ha provocado un increíble aumento en el precio de los edificios, lo que dificulta enormemente el acceso a una vivienda para gran parte de la clase media. Más en casa, según unos periodistas alemanes buena parte del crecimiento económico en España a finales de los años ochenta es explicable por las inversiones en bienes inmuebles de los narcotraficantes, lo cual resulta menos descabellado cuando se observa la desagregación de los componentes del PIB. Además, la utilización de ciertas industrias para el blanqueo provoca que su presencia en el mercado, no justificada en torno a los beneficios sino a su capacidad para lavar dinero procedente de la droga, lo que les permite vender a bajo coste sus productos pantalla, distorsione el funcionamiento del mercado y expulse del mismo a empresarios legales.
'No puede negarse que para muchos países la producción y el tráfico de droga tiene efectos muy positivos en su producto interior bruto, del que generar gran parte del mismo, y en su balanza comercial. Se estima que los cárteles colombianos repatrían anualmente casi cinco mil millones de dólares. Por otra parte, la droga genera directa e indirectamente actividades monetarias y, consecuentemente, empleos. A menudo las actividades de la droga tienen efectos multiplicadores sobre la economía nacional y, según visiones optimistas, ofrecen oportunidades para la aplicación de aptitudes empresariales y de gestión que de otro modo se desaprovecharían. Aunque lo que se les paga a los campesinos en Latinoamérica o en el sur de Asia por la droga sea una cantidad muy escasa, para éstos supone un importante beneficio y una mejora notable de su nivel de vida. Un antiguo ministro boliviano de hacienda afirmó que la droga generaba al menos trescientos mil empleos que no tenían conexión directa con su producción y su comercio. En consecuencia, para estos países, que se ha hecho fuertemente dependientes de la droga, cualquier esfuerzo por erradicarla produce efectos recesivos en el conjunto de la economía y consecuencias sociales significativas.
'En cualquier caso, lo que es evidente es que el poder económico procedente del tráfico de drogas se traduce además en poder social y político. La corrupción, y la intimidación y la violencia cuando ésta falla, genera importantes réditos en torno al proceso político de toma de decisiones, lo cual les permite tener acceso indirecto al debate sobre políticas que influyen en sus negocios tornándolas hacia su favor y en ocasiones en contra de los ciudadanos. Por otra parte, el cerebro racionalmente económico de los grandes narcotraficantes no sólo se dedica a trazar esforzados planes de distribución y expansión sino también a su legitimación en una sociedad concreta. Las drogas generan empleos y riquezas en zonas muy degradadas del primer y del tercer mundo, con las lealtades personales que ese flujo monetario puede genera. Pero también los grandes narcotraficantes utilizan partes marginales pero importantes de sus beneficios para obras sociales y de caridad. Pablo Escobar construyó quinientas casas con dos baños en suburbios de Medellín y financió proyecto de educación, salud y deporte. En Bolivia, Roberto Suárez pavimentó calles, restauró iglesias y regaló máquinas de coser a las mujeres de su ciudad natal. Actuaciones como éstas consiguen trasladar muchas lealtades del estado nacional hacia el nuevo poder conformado en torno a los narcotraficantes y granjearles la legitimidad de que un estado, generalmente corrupto, carece. Junto a ello, les permite cultivar un caldo social favorable, o al menos pasivamente indiferente, hacia sus actividades. Y la situación no es exclusiva de los países en vías de desarrollo.
'En conclusión, que si se liberalizasen las drogas actualmente ilegales, se las gravase fiscalmente y se vendiesen en estancos libremente, gran parte de estos problemas se ahorrarían, se vislumbraría una nueva vía para el desarrollo en países del tercer mundo y los Estados Unidos se verían obligados a echar mano de otra nueva estupidez para inmiscuirse en los asuntos internos de los países. Y de un plumazo, también se reducirían los beneficios de algunos bancos, cuya colaboración en general en el descubrimiento y persecución del blanqueo de capitales es, en palabras del ministro Mayor Oreja, "cuando menos mejorable". Porque el lavado de dinero, que se realiza a manos llenas, no es ni una cuestión ajena a los bancos ni gratuita para los narcotraficantes ni de una complejidad que no haga sospechar a ejecutivos medios de las entidades financieras. ¿O es que no es sospechoso que aparezca una dulce ama de casa con mil millones de pesetas en una bolsa de plástico en una sucursal perdida de Galicia? Y eso es de lo poco que sabemos.

 

 

 


 

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