Los milagros de Jesús
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Jesús tenía el poder de realizar milagros.
En la Judea del siglo I, los hacedores de milagros no eran cosa rara, había hechiceros, adivinos y sanadores que se valían de algunos trucos para lograr su objetivo. Algunos recurrían a espíritus familiares, encantamientos, amuletos y pociones para conseguir sus mágicos resultados.
Pero ninguno de ellos curaba o hacia su magia por su propio poder, siempre recurrían a algo y eso fue lo que hizo que Jesús fuera tan diferente en aquel entonces.

Jesús en ocasiones usó lo que podría considerarse como un tratamiento médico, como la mezcla de barro, saliva que puso en los ojos del ciego de nacimiento para devolverle la vista. Pero esa misma mezcla no funcionaba al ser llevada a cabo por otros, solo con el poder de Jesús fue para sanación.

En otras ocasiones Él simplemente preguntaba si  querían ser sanados o si creían y con un “Sí” bastaba para quitar la enfermedad aunque el enfermo no estuviese presente ante Él.

En el principio de su ministerio, Jesús les decía a los que sanaba que no revelasen como habían sido sanados, pues sabía que sería famoso una vez que se supiera que era un fuera de serie para realizar verdaderos milagros por Él mismo.
La prueba esta en que conforme se hizo este público, la gente lo empezó a seguir por eso y de ahí su descontento como después de la alimentación de los 5 mil hombres además de mujeres y niños. 
¿Qué dijo Jesús' sobre sus sanaciones? "Para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en el cielo y la tierra para perdonar los pecados."

Jesús no es el único personaje en la Biblia que resucitó a los muertos, pero quien lo hizo después de su resurrección lo hizo en Su nombre.  Antes de Jesús, el profeta Eliseo resucitó a un niño (
2 Reyes Capítulo 4), pero este no había estado muerto y ya en descomposición por varios días como Lázaro.

Jesús llevó a cabo los milagros que hizo para poder demostrar su Divinidad, y  nunca más se ha vuelto a ver a alguien que pueda hacer algo como lo que Él hizo.

Con la colaboración de Susan Perlman
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