GUÍA DE AUTOAPRENDIZAJE DE FILOSOFÍA
ÉTICA ARISTOTÉLICA (Segunda parte)
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GUÍA N° 2.1.2
Ya sabemos que la felicidad es la acción en la cual alcanzamos un fin que es, a la vez, un "bien". Este bien se identifica con la "perfección" en cuanto es el "mayor bien" que se puede alcanzar. Este bien final es, por tanto, la realización de la naturaleza propia de algo; aquello para lo cual está naturalmente dispuesto: su "virtud". Llegamos así al segundo concepto que la Ética de Aristóteles pretende esclarecer.
Si la felicidad es la realización de la naturaleza propia del ser humano –su virtud– esta será el ejercicio de su razonamiento. Así, el hombre actuará bien y será un hombre virtuoso. Pero ¿en qué consistirá concretamente ser un "hombre virtuoso"?
Una virtud puede perderse por un vicio. Un vicio es siempre un extremo. Así por ejemplo, una virtud ética como la valentía puede perderse por un defecto: la cobardía; o por un exceso: la temeridad. En definitiva, la virtud es un término medio entre un exceso y un defecto.
Este "término medio" –continúa Aristóteles– no es un medio "matemático", como si determinásemos que el medio entre 2 y 10 que es 6. La aplicación de una virtud debe considerar las características propias, únicas de cada sujeto y la situación concreta en la que está situado. Así por ejemplo, una virtud como la jovialidad o la alegría se manifestará en modo y grado diferente dependiendo de las circunstancias que nos rodean: en un templo debemos tender hacia la rusticidad (sin llegar a extremos, por cierto) y en una fiesta nuestra conducta se inclinará, más bien, a la bufonería.
Es en este punto donde entra en juego la razón. La racionalidad determina que una acción es un acto virtuoso en cuanto se encuentra entre un exceso y un defecto. La razón nos dice, por ejemplo, que frente a las diversiones y los entretenimientos debemos ejercer la virtud de la templanza. Es esta misma racionalidad que nos indica que un actuar desenfrenado es siempre un exceso y por tanto un vicio. Pero también es racional pensar que una actitud rústica o insensible frente a las actividades recreativas es un defecto. La templanza es una virtud pues está entre estos dos extremos y sólo una decisión "racional" nos hará actuar de buena forma bajo este respecto.
A modo de conclusión podemos afirmar que –según Aristóteles– una virtud es "una disposición a actuar de manera deliberada, consistente en una mediedad, relativa a nosotros, determinada por la razón y del modo que la determinaría el hombre prudente".
ACTIVIDAD
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