GUÍA DE AUTOAPRENDIZAJE DE FILOSOFÍA
ÉTICA ARISTOTÉLICA (Tercera parte y final) |
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GUÍA N° 2.1.3
En los primeros capítulos de la Ética a Nicómaco, Aristóteles nos ha señalado que la Felicidad consiste en alcanzar el fin más propio de la vida humana, aquello para lo cual está naturalmente dispuesta: razonar. De esta manera el hombre alcanza su virtud y, por tanto, el Bien. La acción de razonar nos permite determinar el justo medio entre dos extremos (vicios): el exceso y el defecto. El rol de la racionalidad se ve acrecentado en cuanto esta mediedad es no-matemática, es decir, la aplicación de las virtudes éticas no es para todos igual sino que dependerá de cada individuo y de las circunstancias en que se encuentre.
Profundicemos ahora en el método (el camino) que el ser humano utiliza para aplicar esta facultad de juzgar y la importancia que acá tienen la "inteligencia práctica".
Aristóteles comienza dividiendo pedagógicamente las «partes del alma humana», o las facetas con las que el ser humano enfrenta el medio. Nuestra "alma", a diferencia de los animales inferiores, pose una parte racional y una parte irracional. La irracional, se divide a su vez, en apetitiva y en vegetativa. Esta última división, que compartimos con los animales inferiores, corresponde a los actos reflejos que no podemos controlar voluntariamente como la sed o los efectos del frío. La parte apetitiva se refiere a nuestros "apetitos", aquellos instintos básicos que se transforman en deseos. Esta parte apetitiva escucha y obedece a la parte racional que regula y determina la satisfacción de estos deseos. Así, en nuestra parte racional residen dos tipos de virtudes: las intelectuales y las éticas. Las virtudes intelectuales son aquellas que nos hacen comprender, conocer el mundo que nos rodea. Entre estas se encuentra la sabiduría y la prudencia. Las virtudes éticas tienen la tarea de regular nuestras acciones en función a que estas se acerquen lo más posible a lo correcto, a lo que debe ser, en definitiva: a la Verdad.
Tenemos hasta acá la estructura, veamos ahora su relación. Nuestros apetitos o lo que deseamos, el mero querer, está directamente influenciado por nuestra parte vegetativa, aquellos reflejos básicos e involuntarios que conservan nuestras funciones biológicas. Evidentemente, estos reflejos necesitan una regulación en cuanto el ser humano vive en sociedad y debe considerar el bienestar de los otros seres humanos con los que se relaciones. De lo contrario el ser humano actuaría mecánicamente en la satisfacción de sus deseos convirtiendo a los otros en medios para su conservación y satisfacción, sólo en función al "principio del amor a si mismo", lo que es contrario a toda conciencia moral. Las virtudes éticas regulan nuestros apetitos y deseos. Así por ejemplo, nos muestran que debemos ser solidarios, honestos, templados, etc. Pero, la aplicación de las virtudes dependerá de las circunstancias concretas en las que se encuentra cada individuo. La ética no es una ciencia exacta. Es acá donde nos encontramos con las virtudes intelectuales y entre ellas, principalmente, con la prudencia. La prudencia, también llamada "Inteligencia práctica" -pues es un conocimiento aplicado a las acciones- determina cómo y cuándo deben ser aplicadas cada una de las virtudes éticas. De esta forma la inteligencia práctica regula las pasiones (lo que nos pasa a nivel instintivo) que, de otro modo, se desatarían en la conducta humana sin ningún control.
Concluyamos, muchas veces nos preguntamos por qué cometemos errores éticos si, de alguna manera, sabemos lo que debemos hacer y, por otro lado, ese error concuerda con lo que deseamos hacer. Aristóteles nos responde: además de ser seres inteligentes, en cuanto conocemos ciertas virtudes éticas, también somos seres sensibles, pasionales; tenemos deseos que, algunas veces, se oponen y perjudican a los demás. Sólo la recta razón, a través de la prudencia y en conformidad con las virtudes, nos mostrará, con relativa perfección, cuándo y cómo debemos moderar nuestros deseos para ser personas virtuosas. Una verdadera elección , una decisión conforme al deber, no es sólo la realización de un deseo, simplemente por que se quiere (según la espontaneidad de nuestras pasiones), sino que es un entrelazamiento entre el deseo (lo que se quiere) y la inteligencia. En palabras de Aristóteles una verdadera elección ética es «inteligencia deseosa o deseo inteligente».
Como vemos, la ética -desde sus orígenes- tiene como fundamento el ejercicio de la racionalidad, de nuestra capacidad de conocer profundamente la realidad y decidir nuestras acciones en función de una Verdad que se sabe. De acá la importancia de una educación centrada en el análisis lógico de nuestra realidad.
ACTIVIDAD:
Responde, con tus propias palabras y en base al texto leído, las siguientes preguntas:
Envía tus trabajos a fdomauricio@hotmail.com No olvides de señalar tus dos nombres y dos apellidos. Indica el número de la guía que va en rojo al comienzo de cada documento.
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