Evaluación de Unidad
 


 
 

INSTRUCCIONES:
En función de las clases recibidas y/o de las guías de trabajo estudiadas y apoyado por el resumen de unidad presente en esta evaluación contesta las preguntas señaladas al final de este documento. Imprime este trabajo de evaluación y entrégalo personalmente al profesor de asignatura o envía tus respuestas a la dirección de correo electrónico señalada en esta página. No olvides indicar claramente tus datos personales, la unidad militar y el curso al que perteneces.


 
 

 

Apellido Paterno:

Apellidos Materno:

Nombres:

 

 

Fecha:

 

 

 

 

 

 

 

Unidad Militar:

 

 

Curso

 

 

 

 

 

Aspectos a evaluar:

Orden formal y caligrafía.

Relación pregunta-respuesta: síntesis y atinencia.

Comprensión y aplicación de los contenidos básicos estudiados en clases.

Logicidad en la redacción: coherencia e ilación del argumento.

Estructura del argumento y fundamentación de los juicios.

Originalidad en la redacción, ejemplificación y/o crítica.

 

Lee compresivamente  el siguiente texto de apoyo y contesta brevemente las preguntas que siguen:

TEXTO: La libertad que el ser humano posee como condición frente a la realidad es el fundamento de su moralidad. Somos seres morales porque nuestra voluntad puede decidir autónomamente nuestro actuar frente a las múltiples opciones que las situaciones nos plantean. De esta manera, somos plenamente responsables de nuestras decisiones y estamos obligados a justificar la corrección de estas frente a los demás y ante nosotros mismos.  La justificación moral de nuestras acciones  se fundamenta, generalmente, en ciertos principios o normas que determinan a nuestra voluntad a actuar de cierta manera y no de otra y también a recriminar a aquellos que faltan a esta normativa y, eventualmente, dañan nuestra dignidad como personas. Así por ejemplo, un principio general señala que todos tenemos el derecho a disponer libremente de nuestra propiedad privada y que, por tanto, el robo o el hurto son conductas moralmente reprochables, que no tienen justificación alguna. La misión de la ético como ciencia es establecer estos principios que determinan, a su vez, las decisiones moralmente correctas. No obstante, visualizar estos ‘principios de acción’ es, en ocasiones, extremadamente complejo. Si la realidad a la que el hombre se enfrenta fuera siempre y para todos la misma podríamos establecer un conjunto de principios morales válidos para todos. Pero la realidad cambia constantemente y todos y cada uno de los hombres está sometido a circunstancias particulares. Sabemos que todos tenemos derecho a conservar nuestra propiedad privada pero esto es moralmente inaplicable para un sujeto que, por ejemplo, ha perdido las facultades mentales y posee un arma de fuego. Estas circunstancias específicas deben ser consideradas a la hora de tomar una decisión éticamente correcta. La dificultad en determinar la Verdad o la certeza de los principios morales, por la mutabilidad de las circunstancias en que cada ser humano vive, es lo que se ha denominado:  “el problema ético”. El origen del problema ético está presente ya en los inicios de nuestra civilización occidental, en la Grecia del siglo VII a. de C. Ahí surgió un grupo de maestros llamados ‘sofistas’ que, por conveniencia, extralimitaron la inestabilidad de las circunstancias humanas y concluyeron que la Verdad de los principios morales no podía ser conocida y que, por tanto, cada uno de los hombres podría determinar arbitrariamente la Verdad de las cosas. “El hombre es la medida de todas las cosas” sentenció Protágoras, el más insigne de los sofistas, para afirmar que la conducta moral del hombre es relativa, que depende absolutamente de las circunstancias de cada situación. De esta manera, los principios morales serían sólo convencionales, es decir, válidos únicamente por el acuerdo y según la conveniencia de la mayoría de los individuos de un grupo social determinado. Lo que es bueno para los atenienses no es necesariamente bueno para los espartanos y viceversa. Lo bueno estaría determinado por la mayoría y –por lo que es más peligroso– la conveniencia. A este relativismo ético de los sofistas se enfrentó Sócrates, el primero de los grandes filósofos, a quien le interesaba más la Verdad y la Justicia que lo que meramente le convenía. El relativismo, sostiene Sócrates, es una salida fácil y está fundada en el “amor a sí mismo” de los hombres. Es mucho más difícil y peligroso embarcarse en la búsqueda de lo que es verdadero y justo para sostenerlo incluso a riesgo de nuestra propia seguridad como personas. Pero Sócrates no sólo asume el riesgo sino que señala un camino para encontrar esta Verdad ética en la que confía. Lo importante, concluirá este filósofo griego, es buscar esta verdad desde nosotros mismos, a través de la única facultad que tenemos para conocer con certeza la realidad: la razón. La investigación y el diálogo racional con los demás ciudadanos podrán definir los principios en los que fundamentaremos nuestras decisiones morales. De esta manera, sólo el que conoce la justicia podrá actuar justamente. Por otro lado, el que comete un mal moral lo hace por ignorancia, porque no conoce lo que en ese momento era bueno hacer.       

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Actividad:

  1. ¿Por qué, en la mayoría de los casos, es muy difícil determinar correctamente nuestras decisiones morales? Fundamenta tu respuesta.[20 Ptos.]
  2. ¿Qué inconveniente podría traer el relativismo o del convencionalismo moral para las relaciones humanas? [20 Ptos.]
  3. Da un ejemplo de cómo, según Sócrates, deberíamos enfrentar los problemas que nos plantea la ética a diferencia de la solución relativista o convencionalista de los sofistas. [20 Ptos.]

 

 

 

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