HISTORIA DE BARRANCABERMEJA |
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Historia de Barrancabermeja. 1.
Fundación. 3.
Barrancabermeja, Capital Petrolera de Colombia 1.
Fundación - (volver índice) Desde el siglo XVI se tuvo
información sobre la existencia de un pequeño caserío situado a orillas del
Río grande de la Magdalena, cuyo margen era habitado por unos cuantos
aborígenes que vivían en rústicos ranchos y llevaban una vida primitiva
alrededor de la selva y el río Yuma, nombre con el cual era denominado el Río
Magdalena en la época de los Indios Yarguies. El 12 de octubre de 1536, la expedición fluvial de Gonzalo Jiménez de Quezada divisó a lo lejos unas "Barrancas Bermejas", ubicadas a los 7° 04´ de latitud norte, 73° 52´ de longitud este a 126 metros sobre el nivel del mar y 30°C de temperatura media. LATORA ó LATOCCA, era el nombre indígena de la hoy Barrancabermeja. A medida que la fama de la bonanza petrolera que se riega por el país, van llegando a la ciudad toda clase de aventureros y sibaritas que le van desluciendo su buen nombre, mezclados con gentes de trabajo que poco a poco comienzan a construir la vida de una joven ciudad. En abril de 1922, una comisión de la cámara de representantes visita a Barrancabermeja y a las petroleras de Infantas. De esta visita y según la Ley 5 de 1922 expedida por el congreso por la cual se autorizaba a la asamblea para eregir en Municipio el Corregimiento de Barrancabermeja. 2.
Reversión de
Mares - (volver índice) 2.1
Antecedentes La expedición de don Gonzalo Jiménez De Quesada, el más famoso de los
conquistadores del Nuevo Reino de Granada, partió de Santa Marta un día de
abril de 1536. Tras varios meses de dura travesía por agua y tierra, la expedición
arribó extenuada al sitio que los indígenas denominaban Latora para
significar el "lugar de la fortaleza que domina el río". Muchas fueron las penalidades sufridas por tan intrépidos y expertos
guerreros. El difícil andar por tierras pantanosas, los asaltos repentinos de
los indios y los voraces ataques de fieras e insectos fueron diezmando poco a
poco el grueso de las tropas. Sólo la perspectiva de encontrar un territorio
abundante en riquezas aliviaba sus penurias y les hacia seguir en su obstinado
empeño. 2.2. De cómo se revelo la existencia del
petróleo (volver índice) A José Joaquín Bohórquez, más que a ninguna otra persona, se le debe dar
el crédito de haber hecho conocer, con fines industriales, las primeras
muestras de petróleo de los bosques de La Colorada. Al leer esto, cualquier observador podría señalar que las primeras
referencias sobre los manaderos de Infantas datan desde mucho antes de que
llegara a Latora la expedición de Jiménez de Quesada, y se basaría para ello,
sin duda, en el uso que los aborígenes daban a estas fuentes de betún. Para respaldar mi aserto traigo a colación el párrafo de un artículo
publicado en El Tiempo en octubre de 1968 titulado Los Vikingos llegaron
antes, pero el descubridor fue Colón. En él afirmaba su autor, el reconocido
expedicionario y científico Mauricio Obregón que "descubrir no es topar,
es entregar lo descubierto a la posteridad, como lo hizo Colón". Y esto mismo hizo José Joaquín Bohórquez. Pasada la guerra de los mil días donde alcanzó el grado de coronel y
proveniente de la población cundinamarquesa de Guaduas, donde había nacido el
17 de diciembre de 1869, llegó José Joaquín Bohórquez a Barrancabermeja por
el mes de febrero de 1903. Traía el firme propósito de formar una modesta
empresa de transportes fluviales que tuviese como radio de acción los ríos
Opón, La Colorada y Oponcito para movilizar cargamentos de importación y
exportación del comercio de Zapatoca, El Socorro y otras poblaciones del sur
de Santander. Esta empresa se llamó Bodegas del Socorro y operó bajo la razón
social de Juan Francisco O'Brien y Compañía. A la orilla del río y distante unas tres cuadras del pequeño caserío
construyó una amplia bodega que servía como oficina y depósito de carga. No
tardó en realizar varios viajes a El Banco y otras poblaciones ribereñas para
contratar los hombres que habrían de movilizar las canoas para el transporte
de mercancías. Con ellos llegaron sus familiares y sus pocos enseres.
Vendedores ambulantes que surcaban el río de puerto en puerto se detuvieron
allá para fijar su residencia y organizar sus negocios que alcanzaron con el
tiempo gran prosperidad. Barrancabermeja comenzó, entonces, a cambiar su
tímida fisonomía de villorio. Los cargamentos llegaban a Bodegas de Peña de Oro, situada al margen
norte del río Oponcito, y de allí, las recuas de mulas los conducían por
difíciles caminos, en el corazón de la selva, hacia los pueblos de Zapatoca,
San Vicente de Chucurí, Barichara, San Gil y Socorro. A fines de 1904, el.movimiento de carga comenzó a disminuir. Ante la
inminencia de quedar cesantes, un buen número de trabajadores se integró,
bajo el mando de don José Joaquín, para extraer de las montafias de los rios
Opón y La Colorada, tagua, caucho y canime que se ofrecían en abundancia en
aquella selva virgen. Por la misma época y con idéntico propósito penetraba
el general Virgilio Barco a las agrestes selvas del Catatumbo. La tagua o marfil
vegetal que se utilizaba para fabricar, entre otras cosas, botones y
hebillas, escaseaba en esos tiempos y había llegado a alcanzar altos precios
en los mercados de Europa. Sin prestar atención al peligro que existía en aquellos bosques don
José Joaquín instaló, a la cabeza de una de sus expediciones, un burdo
campamento en el lugar de las Infantas. A un kilómetro, poco más o menos,
según relató años más tarde, "encontró la primera fuente de petróleo
cuyo conocimiento me lo dió de que era esta sustancia, el olor natural y
propio del refinado y haber mojado en ese líquido mechas de trapo, dando
éstas, luego de prenderles fuego, una luz de color amarillo rojo y un humo
oscuro que, al colocarle encima un objeto, daba el mismo negro humo que el
recogido en las linternas que yo llevaba para alumbrarme en los bosques que
eran alimentadas con petróleo refinado. Hice estas observaciones para mis
adentros sin decir nada a mis trabajadores, a quienes tan solo ordené que me
recogieran unas tres latas de ese líquido espeso y grasoso. 2.3. Primeros Escarceos (volver índice) En el Diario Oficial del 7 de marzo de 1906 (número 12589) apareció
publicado el contrato de concesión para la explotación de petróleos (que figura
al final de este libro) celebrado entre el Gobierno del general Rafael Reyes
y don Roberto De Mares el 28 de noviembre de 1905 y aprobado por el Consejo
de Ministros dos días después. Un mes atrás, el general Virgilio Barco había
obtenido del Gobierno igual privilegio para explotar la zona petrolífera del
Catatumbo. Con gran sentido comercial don Roberto De Mares trató de buscar la
financiación suficiente para poner en marcha lo estipulado en dicho convenio
y bajo el visto bueno oficial, con escritura pública No 285 del 2 de mayo de
1906 de la Notaría del Circuito de Cartagena, cedió buena parte de sus
derechos a Justo M. De la Espriella y Compañía, residentes en dicha ciudad
con quienes se asoció y continuó luego representando. En el Contrato de Concesión se fijaba un plazo de dieciocho meses para
comenzar los trabajos, que se cumplía el 6 de junio de 1907. A solicitud de
De Mares el Ministerio de Obras Públicas concedió varias prórrogas pero no
habiéndose iniciado las labores de explotación al término de las mismas, el
Ministerio procedió a declarar su caducidad por resolución del 22 de octubre
de 1909. Sin cejar en sus propósitos Roberto De Mares solicitó durante tres
ocasiones la revocatoria de la resolución de caducidad aduciendo y allegando pruebas
de sus razones de fuerza mayor y caso fortuito para demostrar la
imposibilidad de iniciar las operaciones acordadas. El Ministerio acreditó las causas alegadas por De Mares y dictó, hacia
el 17 de mayo de 1915 una nueva resolución para declarar infundada la del 22
de octubre de 1909. Así mismo, fijó el plazo de 12 meses, y no de 18, a
partir del 25 de junio del mismo año, para dar comienzo a los trabajos de
explotación. La perseverancia de don Roberto
De Mares no cesó en ningún instante y después de varios viajes a los Estados
Unidos logró interesar a los capitalistas americanos dedicados por ese
entonces a la industria del petróleo, quienes le ofrecieron financiar la
empresa. Entre ellos se contaba Michael L. Benedum, presidente de Benedum
Trees Bil Company y Joe C. Trees, presidente de Penn Mex Fuel Co. De cómo se estableció el contacto entre De Mares y los capitalistas
americanos que se aprestaban a financiera la explotación, da cuenta el mismo
señor Benedum en el siguiente relato que apareció publicado en la edición del
Petroleum Engineer de febrero de 1958: "He aqui cómo se realizó la aventura colombiana: acabábamos de
tener un buen éxito en el campo mexicano de Tuxpam, vendidas nuestras
acciones y nos hallábamos más o menos libres de problemas inmediatos, cuando
uno de los asociados en los trabajos mexicanos, John Leonard, nos puso en
movimiento de nuevo. John se hallaba tomando unas vacaciones, navegando por
las costas de Suramérica. El petróleo era la idea más remota que pudiera
cruzar su mente, y fue por extraña coincidencia que se encontró con un
geólogo amigo a bordo del navío. Un tercer pasajero inadvertido, de nombre
Roberto De Mares, escuchaba su conversación sobre petróleo, y decidió tomar
parte. De Mares explicó que tenía una concesión petrolera del gobierno
colombiano de unos tres millones de acres." Tal conversación entusiasmó a John Leonard. El y su geólogo amigo
acompañaron a De Mares a las selvas colombianas para investigar la concesión,
que se llamaba Infantas. Una vez allí, John se entusiasmó aún más: la tierra
olía a petróleo, que resumía por todas partes. 2.4. Actividades preliminares de la
Troco (volver índice) En el Diario Oficial del 7 de marzo de 1906 (número 12589) apareció
publicado el contrato de concesión para la explotación de petróleos (que
figura al final de este libro) celebrado entre el Gobierno del general Rafael
Reyes y don Roberto De Mares el 28 de noviembre de 1905 y aprobado por el
Consejo de Ministros dos días después. Un mes atrás, el general Virgilio
Barco había obtenido del Gobierno igual privilegio para explotar la zona
petrolífera del Catatumbo. Con gran sentido comercial don Roberto De Mares trató de buscar la financiación
suficiente para poner en marcha lo estipulado en dicho convenio y bajo el
visto bueno oficial, con escritura pública No 285 del 2 de mayo de 1906 de la
Notaría del Circuito de Cartagena, cedió buena parte de sus derechos a Justo
M. De la Espriella y Compañía, residentes en dicha ciudad con quienes se
asoció y continuó luego representando. En el Contrato de Concesión se fijaba un plazo de dieciocho meses para
comenzar los trabajos, que se cumplía el 6 de junio de 1907. A solicitud de
De Mares el Ministerio de Obras Públicas concedió varias prórrogas pero no
habiéndose iniciado las labores de explotación al término de las mismas, el
Ministerio procedió a declarar su caducidad por resolución del 22 de octubre
de 1909. Sin cejar en sus propósitos Roberto De Mares solicitó durante tres
ocasiones la revocatoria de la resolución de caducidad aduciendo y allegando
pruebas de sus razones de fuerza mayor y caso fortuito para demostrar la
imposibilidad de iniciar las operaciones acordadas. El Ministerio acreditó las causas alegadas por De Mares y dictó, hacia
el 17 de mayo de 1915 una nueva resolución para declarar infundada la del 22
de octubre de 1909. Así mismo, fijó el plazo de 12 meses, y no de 18, a
partir del 25 de junio del mismo año, para dar comienzo a los trabajos de
explotación. La perseverancia de don Roberto
De Mares no cesó en ningún instante y después de varios viajes a los Estados
Unidos logró interesar a los capitalistas americanos dedicados por ese
entonces a la industria del petróleo, quienes le ofrecieron financiar la
empresa. Entre ellos se contaba Michael L. Benedum, presidente de Benedum
Trees Bil Company y Joe C. Trees, presidente de Penn Mex Fuel Co. De cómo se estableció el contacto entre De Mares y los capitalistas
americanos que se aprestaban a financiera la explotación, da cuenta el mismo
señor Benedum en el siguiente relato que apareció publicado en la edición del
Petroleum Engineer de febrero de 1958: "He aquí cómo se realizó la aventura colombiana: acabábamos de
tener un buen éxito en el campo mexicano de Tuxpam, vendidas nuestras
acciones y nos hallábamos más o menos libres de problemas inmediatos, cuando
uno de los asociados en los trabajos mexicanos, John Leonard, nos puso en
movimiento de nuevo. John se hallaba tomando unas vacaciones, navegando por
las costas de Suramérica. El petróleo era la idea más remota que pudiera
cruzar su mente, y fue por extraña coincidencia que se encontró con un
geólogo amigo a bordo del navío. Un tercer pasajero inadvertido, de nombre Roberto
De Mares, escuchaba su conversación sobre petróleo, y decidió tomar parte. De
Mares explicó que tenía una concesión petrolera del gobierno colombiano de
unos tres millones de acres." Tal conversación entusiasmó a John Leonard. El y su geólogo amigo acompañaron
a De Mares a las selvas colombianas para investigar la concesión, que se
llamaba Infantas. Una vez allí, John se entusiasmó aún más: la tierra olía a
petróleo, que resumía por todas partes. 2.5 La vida en los campamentos era ruda (volver índice) Los trabajadores improvisaban sus camas en hamacas, en la tabla rasa o
en el suelo llano, expuestos a las inclemencias que el medio les brindaba. No
existía acueducto. El agua se tomaba directamente del río o de la lluvia,
teniendo que recurrir en muchos casos a hoyos excavados en el suelo para que
el hilito de agua llegara hasta ellos. Las infecciones intestinales, la
viruela, la fiebre amarilla y el paludismo merodeaban por doquier. La quinina
utilizada por la Troco como una panacea a tales enfermedades, se repartía
cada día, de puesto en puesto, en rigurosa ración de gruesas píldoras que los
obreros debían forzosamente consumir. No se podría pasar por alto la gratitud que le adeudamos a aquellos primeros
hombres del petróleo, hoy ignorados totalmente, que hicieron posible con su
esfuerzo y sacrificio el florecimiento de esta importante industria en
Colombia. 2.6 Los campos petroleros (volver índice) Al aprobarse con algunas modificaciones el traspaso del contrato
original a la Tropical, los trabajos en las petroleras se continuaron con
mayor empuje. Para 1921 existía en Infantas un pequeño caserío de madera en
el que se destacaban las viviendas de los empleados americanos y colombianos,
campamentos para obreros, edificio para oficinas, casino americano,
comisariato profusamente abastecido, hospital y botica con esmerada atención
de enfermería, modestas cocinas donde los trabajadores tomaban su alimentación
y taller de reparaciones. Estaba en servicio un carreteable de 38 kilómetros
que comunicaba al campo con Barrancabermeja y se iniciaban los estudios y
consecución de equipos para la construcción del ferrocarril. Había ya
telégrafo, puesto de Policía y un acueducto que se beneficiaba del río La
Colorada. Funcionaba eficazmente el servicio telefónico con las oficinas de la
Troco en Barrancabermeja ubicadas en una típica casa de madera de dos pisos
que se construyó en el parque Bolívar diagonal a la iglesia de San Luis. El
personal de obreros ascendía al millar y su mayor parte provenía de las
montañas de Antioquia. Los extranjeros no pasaban de cien y mostraban en su
lento proceso de adaptación toda una gama de extraños lenguajes, tradiciones,
y nacionalidades que se conjugaban acordemente. El amplio hospital levantado al pie del Puerto de Galán estaba provisto
de farmacia, cincuenta catres metálicos, equipo de radiografia y era atendido
con especial esmero por un médico extranjero y un ayudante colombiano. No muy
lejos, una población bullanguera y alegre por cuyas polvorientas callejuelas
circulaban aventureros, mercaderes y gentes de todas las estampas, observaba
con sorpresa el desarrollo industrial que comenzaba a formarse en su suelo.
Barrancabermeja al igual que su refinería empezó a crecer con un ritmo
inusitado. Producción Petrolera
hasta 1926 (volver índice)
3.
Barrancabermeja,
Capital Petrolera de Colombia - (volver índice) Al despuntar el siglo XX Barranca era apenas un modesto caserío, un pueblo de pequeñas proporciones dedicado a la pesca, puerto de paso a los viajeros y mercaderes que remontaban la serranía. Sus primeros pobladores buscaban afanosamente en las entrañas de la selva virgen la tagua y el caucho que constituían en aquella época un importante y reliable renglón comercial. Poco después brotó el petróleo y con él el impulso del progreso. Llegan los geólogos americanos en vapor de lujo y se constituye la compañía. Con penosos trabajos, Colombia inicia desde 1917 su primer pozo, el Infantas 1, perforado con las pocas facilidades que la técnica en tales momentos podía ofrecer. La pesada barrena de los equipos de percusión horadaba poco a poco el corazón de la tierra y la paciencia, a golpe de martillo, accionada por un viejo y rugiente motor de vapor. El Perú nos llevaba ya un poco más de 50 años. Allí se perforó, en 1863, el primer pozo petrolero de América Latina. Los americanos distaban casi 60 años, desde que el coronel Edwin Drake perforara el primer pozo del mundo, en Titusville (1859). Barranca comienza a despegar. Lentamente se va transformando su fisonomía en una población pujante. Allí, como en Infantas, bulle presurosa una aglomeración de gentes de todas las estampas y latitudes que recorren sus calles, escogen lugar seguro y diseñan un negocio próspero. Los campamentos de madera y techo pajizo empiezan a emerger como años atrás en las montañas de Pensilvania, en las costas del Lago de Maracaibo y en los desiertos de Talara (Perú). - (volver índice) 4. Creación
del municipio - (volver índice) La visita que en abril de 1922 hiciera una comisión de la Cámara de Representantes a Barrancabermeja y a las petroleras de Infantas, exacerbó los ánimos de los suspicaces diputados a la Asamblea de Santander. Veían en aquella misión una soterrada maniobra para nacionalizar la región petrolífera y sentían, con ello, amenazadas las arcas del fisco departamental por la pérdida de participación en la explotación de los hidrocarburos. Amparada así en la Ley 5a. de 1922 expedida por el Congreso, por la cual se autoriza a la Asamblea para erigir en municipio el Corregimiento de Barrancabermeja, ésta corporación aceleró el curso de sus debates pese a que el corregimiento no reunía los requisitos para ello y promulgó la ordenanza Número 13 de abril 17 de 1922 sancionada el día 22 del mismo mes. Adicionalmente, la Ordenanza Número 25 del 21 de abril de 1922 señalaba las asignaciones mensuales de $ 200.oo y $ 120.oo para los primeros alcaldes y secretario, $ 100.oo para los maestros de escuela y $50.oo y $ 70.oo Para los dos grados del cuerpo de policía. La importancia que había adquirido Barrancabermeja con la bonanza que brindaba la incipiente industria hizo expeditos los esfuerzos de la Asamblea. en este sentido, para su erección a municipio. El puerto pasó así a la vida municipal con pasos agigantados. Toda la prosperidad y el crecimiento vertiginoso alcanzado durante la primera cuarta parte del siglo, se deben sin duda, al auge de la explotación petrolera. Barrancabermeja se convirtió, de esa manera, en la pujante y admirable ciudad que hoy se destaca en el concierto nacional por su juventud y progreso. Al momento de su erección a Municipio, Barrancabermeja contaba ya con hospital, con camino a San Vicente y Zapatoca construidos al finalizar el siglo XIX, numerosas edificaciones y un presupuesto de rentas y gastos por valor de $ 10. 100.oo. Por iniciativa de la Troco se estableció una cooperativa de consumo de carnes, y se donó al municipio el edificio de dos plantas de la plaza Bolívar. Había telégrafo y carretera a Infantas. Había trabajo y dinero. Los años 30 llegan con un incremento de la producción de petróleo. Se amplía la refinería. La topografía de Barranca se va poblando de torres metálicas y cabeceantes balancines que rinden con precisión mecánica su jornada. Los buques de la compañía atracan en el puerto dejando sus cargamentos de viajeros en busca de un empleo estable. El pito de la Refinería que marca el inicio y la terminación de jornada va creando un reflejo condicionado en el trajín y costumbres de las personas. El ronquido del tren despierta la ciudad y alebresta los sentidos. Todos llegan con dinero, con ánimos y pasiones frescas. Durante los años finales de la guerra, Barranca, la "Universidad del trabajo" como la llamara el maestro Valencia durante su campaña de 1930, también recibe el influjo de una bonanza cultural. Se le podría llamar su "época de oro". Queda atrás la población pecaminosa y surge una ciudad cosmopolita e industriosa donde crepita una hoguera de arte, producción literaria y virtudes ciudadanas. Barranca tiene un gran porvenir, escribía Calibán en 1941, en una de sus visitas. Ya no es aquella ciudad de tránsito. El que llega aquí se queda. Funda su hogar y contribuye al esfuerzo común. Dos interesantes monografías de Simón Galvis y Martiniano Valbuena recogen y cuentan parte de su historia. Los cantos, crónicas y pensamiento político del médico escritor Gonzalo Buenahora empiezan a aparecer en sus famosas obras Anverso de Barranca, Un Canto a Bucaramanga, Sangre y Petróleo y La Comuna de Barranca. La revista Pipatón, profusamente ilustrada, desborda los límites de la patria. En ella, los relatos de la ciudad, los romances, crónicas y versos de Edith Telica otros trovadores resuenan en todos los contornos y llevan el tráfago de la faena diaria. El Hotel Pipatón se abre a los visitantes en 1943, en una construcción admirable del arquitecto español Germán Tejero De la Torre y el Centro Juvenil, auspiciado por el señor Shannon de la Troco, moldea en la cultura y el deporte a las nuevas generaciones de la ciudad. Años más tarde la fiebre del oro negro se acabó, los aventureros emigraron, fueron desapareciendo los burdeles y Barranca comenzó a tener vida tranquila y sosiego. Hoy es una gran ciudad, con credencial de capital, sana y segura, poblada de hermosas construcciones y amplias avenidas. Tiene los problemas que toda urbe en crecimiento genera y en ella conviven como en sus primeros años gentes de todas las latitudes que quieren encontrar un mejor estar. Siempre ha sido joven la historia de Barranca y cada vez se remoza más con el auge de su industria y su organización urbanística. El hada de la fortuna siempre le sonrió. - (volver índice) |
FuentesAlcaldía Municipal Ecopetrol |
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