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                Félix Sautié  | 
              
                      
                     
                    El discurso y la agenda 
                    para el cambio (III). Romper la inercia 
                    En continuación a la serie 
                    de artículos que ha estado apareciendo en La República con 
                    el título genérico EL DISCURSO Y LA AGENDA PARA EL CAMBIO EN 
                    CUBA, publico hoy la tercera entrega que incluye una nueva 
                    carta de Claudio Altamirano a la que planteo mis 
                    observaciones y criterios al respecto al final de su misiva. 
                    El tema es apasionante: cambio e inercia en la Cuba de hoy. 
                     
                    Estimado colega Sautié: es obvia nuestra coincidencia en la 
                    percepción de que el discurso de Raúl Castro el pasado 26 de 
                    julio no sólo incentivó, sino que encausó al debate que de 
                    manera espontánea viene acrecentándose desde mediados de la 
                    década del 80 a raíz del colapso del modelo eurosoviético, 
                    colocando la búsqueda de alternativas de renovación, 
                    rectificadoras y de perfeccionamiento del sistema instaurado 
                    por la Revolución, en los marcos de un proceso político que 
                    la dirección cubana quiere, puede y en mi opinión debe 
                    necesariamente conducir. La convocatoria de Raúl a mirarnos 
                    por dentro, sin autocomplacencias ni justificaciones, 
                    constituye la única respuesta consecuente al peligro 
                    expuesto por el Presidente Fidel Castro hace ya dos años, en 
                    su descarnada intervención en el Aula Magna de la 
                    Universidad de La Habana cuando, en esencia, alertó sobre la 
                    virtualidad de que en el contexto de las contradicciones, 
                    paradojas y adversidades por las que atravesamos surjan, se 
                    enquisten y prevalezcan tendencias antisocialistas y 
                    claudicantes hasta convertirnos en los sepultureros de 
                    nuestra propia obra. En Cuba sería impensable, estoy seguro, 
                    una "revolución de terciopelo" ni puedo imaginar tampoco 
                    comités de recepción a las puertas de las fábricas, de 
                    obreros con ramos de flores aguardando el retorno de los 
                    antiguos dueños, como ocurrió en no pocos casos en Europa 
                    oriental. Sin adscribirme a vaticinios catastróficos, el 
                    costo humano y material de una restauración capitalista en 
                    una Cuba espiritualmente desnacionalizada, es de por si 
                    razón más que suficiente para no dilatar la identificación 
                    de errores, esquemas obsoletos, normas, concepciones y 
                    estructuras que frenan o anulan el potencial creativo y de 
                    productividad fomentado por la revolución, y desembarazarse 
                    de mecanismos burocráticos generadores de formalismos y de 
                    ficticia unanimidad que conspiran contra la ya apremiante 
                    necesidad de democratización del proceso de toma de 
                    decisiones para que el gobierno de la sociedad se fundamente 
                    en un consenso real. Aludo, Sautié, de modo general, al 
                    entramado subjetivo y a la rigidez del ordenamiento 
                    económico que, como subrayara Raúl, se suman a la hostilidad 
                    y el acoso del bloqueo por parte del gobierno de Estados 
                    Unidos y, por ejemplo, explican carencias e insatisfacciones 
                    en la producción de alimentos y en los servicios de todo 
                    tipo que, cuando menos, pudieran dejar de ser críticas. 
                     
                    Nos hallamos, una vez más, ante el clásico "¿Qué hacer?", 
                    interrogante que pudiera complementarse con las variables 
                    "¿Cómo?", ¿A qué ritmo?", "¿Con cuál orden de prioridades?", 
                    entre otras. En el ámbito académico de un modo u otro 
                    asociado o comprometido con la reconstrucción de las fuerzas 
                    de izquierda, con la necesidad histórica de salvar al 
                    planeta y a la especie humana trascendiendo el capitalismo y 
                    asistidos por la convicción científica de la legitimidad de 
                    las transformaciones orientadas al socialismo ―en tanto que 
                    obra voluntaria y consciente―, no faltan exégesis sobre las 
                    causas de lo que en cubano denominamos "el desmerengamiento" 
                    del socialismo real y fórmulas salvadoras que resultan 
                    analíticas, especulativas o hipotéticas según transitan, 
                    desde el socialismo que no pudo ser, al que intenta 
                    continuar siendo y, de éste, al que nunca ha sido. Es decir, 
                    del modelo eurosoviético a las reformas china y vietnamita; 
                    de éstas a las semejanzas y diferencias entre Corea 
                    Democrática y Cuba hasta el esbozo en muchos sentidos 
                    ambiguo de un sedicente "socialismo del siglo XXI". Este 
                    último avivado a partir del triunfo electoral en América 
                    Latina de agrupaciones populares de tendencia 
                    anticapitalista distantes de la partidocracia tradicional, 
                    tanto en países potencialmente ricos como es el caso de de 
                    Venezuela, donde la clase política sostenedora de la 
                    oligarquía quemó las naves con el neoliberalismo, o Bolivia 
                    con la especificidad de la resurrección de los pueblos 
                    originarios, como en el empobrecido escenario nicaragüense, 
                    fruto de alianzas inéditas en el esquema burgués de 
                    democracia representativa y de la total desmoralización de 
                    los caudillos politiqueros. 
                     
                    Coincido también contigo, Sautié, en que no debemos 
                    menospreciar ni demonizar contribuciones y propuestas, aún 
                    cuando cuestionen facetas del modelo vigente en nuestro país 
                    pero no niegan la obra de la Revolución Cubana ni su aporte 
                    al movimiento de liberación nacional y a la revolución 
                    social, menos aún favorecen a la regresión histórica que 
                    significaría el desmantelamiento del socialismo en Cuba. La 
                    cuestión entre nosotros no se reduce a la buena o mala fe 
                    que se puedan conjeturar ante tales cuestionamientos , sino 
                    al predominio de una tendencia a enfrentar el pensamiento 
                    único que a escala global tratan de imponer ―y con 
                    frecuencia imponen― los centros hegemónicos capitaneados por 
                    Estados Unidos, oponiéndole criterios, valoraciones y 
                    perspectivas fundamentados en una interpretación también 
                    única de nuestra experiencia y de la situación en cada 
                    momento que se supone hay que compartir en el 101%. Ahora, 
                    no menos cierta es la diferencia entre la formulación de 
                    alternativas a nivel de laboratorio para que las hagan suya 
                    otros con todos los riesgos de los experimentos tratándose, 
                    como se trata, de procesos que envuelven el destino de un 
                    pueblo por un lado y, por el otro, la enorme responsabilidad 
                    de quienes empuñan, como tanto te gusta citar, "los timones 
                    de mando". Desde luego, esa responsabilidad que abarca la 
                    estrategia y la táctica de la Revolución, los avances, 
                    giros, repliegues, ensayos, rectificaciones, audacias, 
                    concesiones y desafíos, según los contextos geopolíticos, 
                    las circunstancias socioeconómicas y las coyunturas 
                    históricas, no es menor respecto a lo que puede llegar a ser 
                    autodestructivo: el inmovilismo. En este plano nosotros, 
                    Sautié, adentrándonos ya en la tercera edad en tanto que 
                    integrantes de la generación por algunos llamada 
                    "intermedia", y en la condición de ciudadanos comunes, de a 
                    pie, que vivimos, pensamos y repensamos el socialismo en y 
                    desde Cuba ―exponentes de múltiples experiencias personales 
                    y colectivas― no podemos eludir la responsabilidad moral de 
                    meditar y proyectarnos sobre la sociedad que gobernarán 
                    nuestros descendientes y de hacerlo con indeclinable 
                    voluntad de rigor y sólida fundamentación. Responsabilidad 
                    que compartimos con investigadores, estudiosos y 
                    especialistas de diversas disciplinas e inequívoca 
                    militancia por el socialismo, se desempeñen o no en 
                    responsabilidades de dirección en el país. 
                     
                    En el colectivo donde me correspondió opinar sobre los 
                    cambios que a mi juicio la sociedad cubana del 2007 demanda, 
                    en un afán de síntesis dije: dejar atrás el verticalismo de 
                    ordeno y mando, ―propio e inevitable en situaciones límites― 
                    hoy predominante como método y estilo de dirección de la 
                    economía y de la sociedad en todas las instancias y sin 
                    modificar su esencia socialista introducir progresivamente 
                    todas las modificaciones e innovaciones viables y 
                    compatibles con esta para hacer más eficiente y productivo 
                    el modelo económico. La franja que delimita hoy dos 
                    percepciones nítidamente diferenciadas en el seno de la 
                    inmensa mayoría de la población cubana, que en debates 
                    abiertos y libres donde se ha cuestionado lo humano y lo 
                    divino evidenció su identificación con el proyecto 
                    socialista, pasa entre los que creyendo en la necesidad de 
                    cambios se limitan a esperarlo todo "desde arriba" y los que 
                    conscientes de la función social de los órganos dirigentes 
                    creemos que el destino de la Revolución Cubana no puede 
                    hacerse depender únicamente de la sabiduría, la vitalidad y 
                    la ascendencia moral de su liderazgo histórico. Al cabo de 
                    medio siglo de batallar, durante el cual derrotamos a la 
                    contrarrevolución interna y a la guerra sucia y prestamos 
                    tenaz resistencia al bloqueo, se consolidó, en suma, el 
                    orden socialista plasmado en nuestra Constitución, asumimos 
                    la cultura, la madurez y la experiencia de la que hacemos 
                    gala como atributos de nuestro pueblo, y vemos en esas 
                    cualidades y virtudes la garantía de que pueden emprenderse 
                    cambios profundos sin exponer la estabilidad social ni 
                    debilitar la unidad, más bien fortaleciéndola en torno a una 
                    plataforma de democratización a fondo de la gestión 
                    económica y de un protagonismo en el proceso que no se 
                    reduzca a convalidar decisiones y políticas, propiciándolo 
                    mediante la instauración de mecanismos permanentes de 
                    consulta, de diálogo y de control popular, para todo lo cual 
                    existe en el país un ordenamiento institucional susceptible 
                    de incorporar, desarrollar y enriquecer ese contenido que no 
                    pocas veces figura en sus documentos rectores y en cuyos 
                    marcos pudieran valorarse su propia evolución o el 
                    surgimiento de nuevas estructuras. 
                     
                    En la comprensión y el espíritu de ese compromiso moral que 
                    de mutuo propio nos imponemos, Sautié, cuando incursionamos 
                    en temas tan complejos y sensibles es preciso, en mi 
                    opinión, comenzar por reconocer que no basta procesar los 
                    datos de la realidad, la observación directa de los 
                    fenómenos ni la vivencia inmediata de la situación; se 
                    requiere también de informaciones precisas, exactas, sobre 
                    todo en el orden del comportamiento real de los procesos 
                    económicos de las cuales no suele disponerse o se contraen a 
                    cifras y porcentajes de polémica valoración. Al propio 
                    tiempo, aprecio en ocasiones que obedecemos a una línea del 
                    deseo y le atribuimos el rango de teorías a frases hechas y 
                    a una batería de adjetivos amables y simpáticos con los 
                    cuales pretendemos apostillar al socialismo "nuevo" o 
                    "verdadero": democrático, autogestor, participativo, 
                    expuestos de manera tal que se infiere negamos la sal y el 
                    agua a toda la experiencia conocida de edificación 
                    socialista, incluyendo la nuestra, no ya en lo que concierne 
                    a la obra material y social sino a su legitimidad. En mi 
                    criterio, la institucionalización comenzada en 1975, con 
                    todas sus imperfecciones, lastres e, incluso, no pocas 
                    inmanencias del modelo eurosoviético, nos condujo al umbral 
                    de procedimientos, espacios y momentos de representación y 
                    participación democrática incomparablemente superiores a los 
                    que conocimos en la república neocolonial y a los modelos de 
                    la Europa socialista que sirvieron de referentes; nuestro 
                    dilema a partir de entonces radica en que si no se continúa 
                    avanzando hacia estructuras cada vez más desburocratizadas, 
                    amplias y profundas de protagonismo por parte de los sujetos 
                    sociales, y, por el contrario, se establecen normas al 
                    margen de preceptos constitucionales vigentes o dejan 
                    virtualmente de existir órganos y foros regulados por 
                    estatutos partidistas, más tarde o más temprano se comienza 
                    a retroceder, engendrándose un mimetismo autoritario hasta 
                    en la célula local de administración y poder, una de cuyas 
                    consecuencias más peligrosas y comprometedoras del futuro es 
                    la enajenación a escala social respecto a la posibilidad 
                    real de influir en los derroteros del país. 
                     
                    Aunque declino apoyarme en citas de los clásicos, permíteme 
                    evocar aquí a Rosa Luxemburgo: "La tarea histórica del 
                    proletariado cuando toma el poder es la de sustituir la 
                    democracia burguesa por la socialista y no la de suprimir 
                    toda democracia". A casi un siglo de formularse de modo tan 
                    diáfano una cuestión medular, ¿qué se pretende decir, 
                    exactamente, al abogar por un socialismo… democrático, dando 
                    por hecho que tal cualidad está ausente en las experiencias 
                    actuales? ¿Trasplantar los paradigmas de la socialdemocracia 
                    europea, algunos de ellos con monarquía incluida? 
                    ¿Democrático a la manera polaca donde medio centenar de 
                    partidos, entre ellos el de los tomadores de cerveza y según 
                    últimas noticias uno sexista integrado sólo por mujeres, se 
                    disputan un escaño en el Parlamento? ¿O democrático según la 
                    simulación bipartidista estadounidense? ¿Debemos admitir que 
                    desde los bolcheviques hasta el socialismo nonato del siglo 
                    XXI continúa siendo una utopía, aún en las sociedades donde 
                    sólo una exigua minoría aspira a la restauración 
                    capitalista, la sustitución de la hegemonía burguesa 
                    ejercida por las élites e intacta tras las diversas tramoyas 
                    nacionales, por un autogobierno de la sociedad donde la 
                    ética aporte el sentido de responsabilidad al disfrute de un 
                    abanico sin precedentes de libertades individuales y en un 
                    clima civilizatorio se vayan gradualmente extinguiendo los 
                    aparatos coercitivos propios de la maquinaria estatal, salvo 
                    aquellos destinados a combatir la delincuencia y a 
                    defenderse del enemigo externo? 
                     
                    Por otra parte, Sautié, si, como aprendimos en aquellos 
                    cursos elementales de marxismo en la década del 60 del 
                    pasado siglo, "la política es la expresión concentrada de la 
                    economía", el tema del modelo económico concierne tanto a la 
                    reproducción de la vida, a la satisfacción de las 
                    necesidades vitales y al bienestar de la población, como al 
                    ejercicio del poder y a la democracia. La experiencia 
                    histórica tiende a sostener que el único modo de sentirse 
                    dueño, es serlo. Dueños deben sentirse, sin duda, los 
                    millonarios que desde el penúltimo congreso del Partido 
                    Comunista de China engrosaron las filas de su Comité 
                    Central. Bien poco valdría todo lo vivido, esa "gloria" de 
                    la que habla Pablo Milanés en una de sus más vehementes 
                    composiciones, si para avanzar en la liquidación de la 
                    pobreza hay que ir jalonando el camino con superpotentados 
                    que pasarán como todos los mortales a la otra vida, si esta 
                    existe, en el goce de la opulencia mientras millares o 
                    centenares de millones lo harán tan pobres como nacieron. Me 
                    parece tan aberrante como darnos por satisfechos porque la 
                    gran mayoría somos decorosamente pobres, resignación más 
                    bien cínica cuando miramos en torno nuestro y advertimos 
                    tantas desigualdades ilegítimas, es decir, niveles de 
                    consumo y de prosperidad que se no corresponden con el 
                    aporte a la sociedad, cuando no se trata de parásitos y de 
                    zánganos. Sigo creyendo que en el socialismo puede 
                    alcanzarse una psicología social e individual de propietario 
                    con todas sus implicaciones en la motivación y la entrega a 
                    los deberes laborales, que por su esencia constituya un 
                    escalón más alto, un paso de avance para la civilización, 
                    donde partiendo de un patrimonio común prevalezca un código 
                    de conducta regido por la convicción de que el bienestar 
                    familiar y personal, en términos de equidad, depende de la 
                    voluntad y del quehacer colectivo. Dependencia que no se 
                    limitaría a expresarse cuantitativamente en los resultados 
                    finales de los ciclos productivos o de servicios, sino que 
                    pudiera manifestarse a lo largo de todo el proceso, 
                    abarcando sus diferentes fases porque entraña facultades de 
                    decisión legalmente establecidas que se conjugan con los 
                    intereses más generales del sector económico en cuestión, 
                    del territorio donde está enclavado y de la nación. Trato de 
                    discernir si un panorama semejante se representan los que 
                    avanzan propuestas de autogestión, cooperativas, empresas 
                    familiares y otras modalidades como alternativas a la 
                    propiedad estatal en ramas y sectores no estratégicos, si 
                    exceptuamos la producción agropecuaria de alimentos, clave 
                    para el país, donde la gestión de los pequeños agricultores 
                    y de las cooperativas ha demostrado con creces sus ventajas 
                    y el potencial para complementarse con producciones a gran 
                    escala que solo puede proponerse el estado. En mi opinión 
                    estas propuestas suelen adolecer de un enfoque unilateral, 
                    focalizado en la propiedad; hay que profundizar en otros 
                    componentes: el alcance de su objeto social (la localidad, 
                    el territorio a escala del municipio, la provincia o zonas 
                    más amplias), decantar la gestión que responde al proceso 
                    productivo de otras entidades o a necesidades de toda la 
                    población, estudiar cómo pudieran articularse el presupuesto 
                    y el cálculo económico como reflejo de estas diferencias que 
                    necesariamente alcanzarían a la aplicación de distintos 
                    modos de retribución, de pagos adicionales y de estímulos 
                    complementarios. Creo ver también una falta de visión 
                    orgánica, integral, tanto en el aspecto económico 
                    propiamente dicho como en la perspectiva de conjunto que 
                    desde el punto de vista marxista se concreta en el concepto 
                    de totalidad. Pero ya tienes material suficiente para que 
                    como tantas otras veces en casi cuarenta años de amistad y 
                    trabajo común, intercambiemos coincidencias y discrepancias. 
                    Soslayemos una vez más la paradoja de que debamos 
                    agradecerles esta tribuna a nuestros amigos y camaradas de 
                    "La República" y de otros espacios digitales foráneos, 
                    circunstancia implícita en nuestra entrega anterior, y 
                    contribuyamos con modestia y humildad a la ruptura de la 
                    inercia, sin creernos ni presumir de propietarios de la 
                    verdad. 
                     
                    Claudio Altamirano, Theo. 
                     
                    NUESTRA IDEA DE DIALOGAR EN LA REPÚBLICA. 
                     
                    Querido Theo, me parece que nuestra idea de dialogar sobre 
                    el Proceso Revolucionario Cubano en el espacio que 
                    generosamente nos facilita LA REPÚBLICA DIGITAL de España, 
                    ha llegado a un punto muy interesante con motivo de tu 
                    actual carta titulada “Contribuyamos con modestia y humildad 
                    a la ruptura de la inercia”. Eso, en mi opinión, es lo más 
                    urgente y necesario del momento, porque el tiempo transcurre 
                    sin que se pueda observar algún movimiento, por lo menos 
                    público, dirigido al inicio de las soluciones a los muchos 
                    problemas planteados por la población en un aluvión de 
                    criterios y propuestas que ante todo demostraron confianza 
                    en la legitimidad histórica del proceso Revolucionario 
                    Cubano, el que se manifiesta en una continuidad en el tiempo 
                    desde el alzamiento mambí del 10 de Octubre del 1868 a la 
                    fecha. Esta confianza no debería ser defraudada bajo ningún 
                    concepto. 
                     
                    Precisamente la preocupación que tenemos algunos por romper 
                    la inercia cuanto antes es debido a la importancia que le 
                    concedemos a que los cambios, las reformas y las soluciones 
                    necesarias para los viejos problemas arrastrados y los 
                    nuevos problemas que cada vez surgen con mayor intensidad, 
                    de lo cual has estado escribiendo en las anteriores y 
                    presente entregas, se realicen en vida del liderazgo 
                    histórico de la Revolución Triunfante de 1959 a la que hemos 
                    entregado nuestras mejores energías. Esto Theo, es muy 
                    importante, pero veo con angustia que hay quienes intentan 
                    que no se realicen cambios y que todo siga igual, lo que a 
                    la larga nos conducirá a situaciones más complicadas que las 
                    de hoy. 
                     
                    En cuanto a algunos de tus planteamientos que aluden a ideas 
                    y preocupaciones sobre las que he estado escribiendo en los 
                    últimos tiempos, estoy de acuerdo en que es obvia nuestra 
                    coincidencia de criterios sobre el Discurso de Raúl Castro 
                    (no repito textual la frase para ahorrar espacio). No 
                    obstante, muy sintéticamente quiero referirme a algunos 
                    aspectos de enfoque que considero muy importante plantear y 
                    que quizás en el futuro ameriten un mayor desarrollo, ahora 
                    a favor de la brevedad solo apunto: 
                     
                    Si la centralización ha demostrado su ineficacia, es 
                    necesario acudir sin precipitaciones totalizantes a una 
                    determinada descentralización en todas aquellas áreas donde 
                    sea posible.  
                    Si el Socialismo de Planificación Central con su secretismo 
                    y ahogo de las opiniones que planteen otras formas de 
                    construirlo e inclusive otros criterios de fondo, ha dado 
                    muestras de agotamiento e ineficacia tanto en la URSS como 
                    en el Este de Europa y nosotros también lo hemos comprobado 
                    aquí con otra intensidad e incidencias, entonces en mi 
                    opinión se hace necesario e imprescindible proceder a una 
                    transparencia y una apertura democratizadora que facilite el 
                    debate y la búsqueda del consenso dentro de la sociedad.  
                    Es lógico que queramos plantear la versión del socialismo 
                    que deberíamos construir identificándolo con algunos 
                    calificativos muy concretos, que acepto deben ser más 
                    explicados como parte de los esfuerzos de análisis 
                    científico de la sociedad. En consecuencia considero muy 
                    importante hablar de los conceptos democrático, 
                    participativo, autogestor y cooperativo, porque son formas 
                    concretas que correctamente utilizadas constituyen 
                    verdaderas soluciones al autoritarismo y la centralización 
                    extrema de la sociedad.  
                     
                    Por otra parte considero que desde el punto de vista del 
                    socialismo científico y muy en especial de su economía 
                    política, deberíamos enfrentar los problemas observados: de 
                    desinterés y abulia por la propiedad social, con un análisis 
                    de la incidencia que al respecto tiene la correlación: 
                    SALARIO, NORMAS Y PRECIOS. Las proporciones en la economía 
                    política son un concepto muy importante. En este sentido te 
                    adelanto mi criterio de que para lograr que la población se 
                    sienta efectivamente dueña de la propiedad socialista es 
                    necesario desde el punto de vista marxista algo más que la 
                    conciencia, hay que sustituir paulatinamente el concepto de 
                    mercancía que plantea el salario a la fuerza de trabajo, por 
                    el de participación a partir de la ley fundamental del 
                    Socialismo (que cada cual aporte según sus posibilidades y 
                    que reciba de acuerdo con la calidad y cantidad de su 
                    trabajo). Para esto la “participación” es el súper objetivo 
                    y para ello la cooperativización, la autogestión y los 
                    convenios de gestión obrera y de trabajadores en la 
                    propiedad dentro de aquellos sectores y centros de trabajo 
                    que es necesario por interés nacional que se mantengan 
                    centralizados, son caminos que deberían comenzarse a 
                    recorrer cuanto antes. Además de poner en práctica una 
                    adecuada política para facilitar el trabajo por cuenta 
                    propia, la empresa familiar y otras formas no explotadoras 
                    dirigidas a enfrentar aquellas actividades y servicios que 
                    por su naturaleza misma no es lógico estatalizarlos 
                    centralmente. Son acciones directas sobre el Ser Social 
                    encaminadas a calzar adecuadamente desde el punto de vista 
                    científico a la Conciencia Social.  
                     
                    Solo te apunto estas cuestiones que considero muy 
                    importantes, a reserva de que posteriormente debo 
                    desarrollarlas más, un abrazo, 
                     
                     
                    
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