Son necesarias
definiciones y acciones
Existen especulaciones que es preciso despejar.
Velocidad y dirección en los cambios. El apoyo del
pueblo demanda claridad. El Imperialismo se prepara
para cambiar su política. Si mejoras futuras
tuviéramos que asociarlas únicamente al desbloqueo y
no a nuestros avances socialistas, el futuro de la
Revolución quedaría en manos del enemigo.
“Mejor
que estarle pidiendo favores a los Estados Unidos, es
el exigirnos más a nosotros mismos para lograr nuestra
industria”
J. A. Echeverría.
A un mes de
haber asumido el nuevo gobierno encabezado por el General de
Ejército Raúl Castro, no se aprecian pasos tangibles hacia
transformaciones paulatinas del sistema estatal asalariado
actual al imprescindible socialismo participativo y
democrático que, como conjunto de ideas, predominó en las
opiniones de los trabajadores y el pueblo en las discusiones
de su discurso del 26 de julio.
Todo apunta a
la intención de perfeccionar los mecanismos del “socialismo de
estado” pues se insiste en la planificación desde arriba, la
solución de los problemas a partir de las grandes inversiones
“estatales” y asoma constantemente el tradicional discurso
relativo a “fortalecer la disciplina”, “trabajar más”,
“ahorrar”, y combatir la corrupción con medidas represivas y
administrativas, a lo que se unen informaciones que corren
fuera de la prensa oficial sobre supuestas medidas y planes
estatales en los que el papel de los trabajadores y el pueblo
sigue siendo el de “objeto” y no el de “sujeto.
No se trata
sólo de a qué velocidad ir o hacer las cosas sin pensarlas
bien, sino sobre todo en qué dirección encaminarlas. “Cambiar
todo lo que deba ser cambiado”, sin cambiar las relaciones de
producción, es cambiar nada.
Es claro que el
viejo y fracasado “socialismo de estado” puede brindar algunos
paliativos si es mejor administrado que hasta el presente en
sus mecanismos neo-capitalistas, que sólo a partir de su sobre
vivencia podremos desarrollar el socialismo participativo y
democrático, solución de continuidad que implica su defensa, a
pesar de sus errores e insuficiencias y que todo esto
constituye un complejo de contradicciones dialécticas que
está en el centro de los debates; pero nada impedirá seguir
señalando que cada día de su extensión sin avanzar las en las
relaciones socialistas de producción, es un día más que
favorece la restauración capitalista.
A cuatro meses
de concluido el profundo, masivo e histórico debate libre,
participativo, proletario y socialista, no se han dado a
conocer sus resultados oficiales, sigue sin reflejarse
claramente en la prensa cubana la esencia del pensamiento
renovador que los caracterizó, la figura “socialismo
participativo y democrático” parece proscrita en el lenguaje
político y el periodístico oficial cubano hasta para
criticarla, con la peregrina idea –quizás- de que se ahogará
en la indiferencia. “Eppur si muove”.
Sigue sin ser
convocado al VI Congreso del Partido, aunque Raúl habló de la
necesidad de su democratización, ni tampoco aparece la tan
esperada suspensión de las absurdas prohibiciones que sólo
aguardan por un benévolo bolígrafo y, por su ausencia brilla
algún plan que se supone al gobierno, capaz de satisfacer el
conjunto de expectativas creadas. De optimizar el
Perfeccionamiento Empresarial hasta llevarlo al pleno dominio
de los trabajadores no se habla, tampoco de “organizar mejor
el trabajo, especialmente la fuerza de trabajo, para producir
más”, lo cual implicaría empezar a moverse del heredado
sistema explotador de trabajo asalariado típico del
capitalismo, a la forma cooperativo-participativa genérica del
socialismo, dar mayor espacio al trabajo individual y a formas
de propiedad más socializadas y descentralizadas.
Se acaba de
hacer la reunión con la comunidad cubana en el exterior y las
“medidas” para suavizar las restricciones a los viajes
(permisos de salida, carta de invitación, pagos mensuales al
gobierno por estar fuera del país y otros) no aparecen,
señalándose que el obstáculo principal para la normalización
de las relaciones con la emigración radica en la política
norteamericana.
Los
trabajadores que ya dijeron lo suyo, a su manera y como
pueden, siguen visiblemente “inventando” y, apropiándose de
unos pocos medios, recursos e insumos del estado, “corrupción
obrera” para el filisteo burócrata, real compensación de las
reconocidas diferencias entre los salarios y la satisfacción
mínima de las necesidades. La verdadera gran corrupción se
esconde, sabe protegerse y teme y rechaza al control obrero.
Todo empezaría a cambiar cuando se comprenda la necesidad de
dar participación a los trabajadores en la dirección, la
gestión y en el excedente en cada colectivo laboral, donde se
concreta la vida de los seres humanos.
Empiezan a
aparecer, en la prensa extranjera, oficiosas, imprecisas,
limitadas, dispersas e incoherentes propuestas que contienen
algunos de aquellos planteamientos de las bases. Así, sin
quedar muy claro de dónde sale la confidencia, se informa de
estímulos monetarios a campesinos individuales y se especula
sobre controles regionales sobre cultivos y reparticiones de
tierras a nuevos finqueros, pero no hay claridad de si esto ha
sido a costa de las Unidades Básicas de Producción
Cooperativa (UBPC), ni se conoce de acciones para eliminar las
restricciones y mecanismos que impedían el desarrollo pleno de
las UBPC como verdaderas cooperativas. Se rumora que obreros
azucareros en planes de estudio, están ahora desmontando los
campos de marabú en Camaguey, para luego introducir rebaños
ganaderos, sin precisarse la forma en que serán explotados
después estos medios y fuerzas de trabajo.
También se
“anuncian” en tales medios, cambios de “estructuras” que se
refieren sólo a compactación de ministerios y no a la base
económica, aumentos de salarios nominales o reales, otras
medidas en la esfera de la circulación de tipo monetaristas y
ventas futuras de bienes, servicios e insumos agrícolas en
moneda convertible con tendencias a beneficiar a grupos
poseedores de dinero acumulado. No se conocen planes para
integrar los dispersos nichos económicos que actúan sin
conexión en todo el espectro nacional.
Mención aparte,
merece reconocer la mejora sensible del transporte público en
Ciudad de La Habana, anunciada hace meses, uno de los
problemas más apremiantes de la capital. Se hacen grandes
inversiones para resolver los problemas de abastecimiento de
agua en zonas donde escasea, comprar maquinaria para reparar
calles y carreteras y mejorar el transporte de carga, que
tendrán impactos concretos posteriormente.
Se “ofertan”
“medidas”, a la espera de “firmas”, que si bien aliviarían
algunas presiones, son insuficientes, no eliminarían la
multitud de prohibiciones que agobian a diario al cubano ni
mucho menos resolverían el problema central hacia una economía
socialista, ni el desarrollo auto sostenible del país y que
parecen olvidar que, el socialismo no es cuestión a zanjar a
partir de la circulación o la distribución, sino de las nuevas
relaciones de producción y del control directo de los
trabajadores (manuales e intelectuales) sobre los medios de
producción, los procesos productivos, la retribución según el
aporte de trabajo y la sociedad toda.
En varios
trabajos anteriores de este autor y en otros de distintos
compañeros, especialmente el de Radulfo Páez sobre la Ley
económica que lleva al hundimiento del “socialismo estatal” y
tal y como se desprende de lo indicado por el Che en su carta
a Fidel en 1965 sobre las eventuales causas de la caída
entonces futura de la URSS y el campo socialista, el
predominio de mecanismos capitalistas clásicos en la
organización de la producción, como el trabajo asalariado, la
concentración de la propiedad, el mercado y sus palancas
económicas fundamentales, han constituido las bases para la
reversión de los procesos revolucionarios que han intentado la
vía socialista.
Esto obliga a
enfocar los cambios hacia las relaciones de producción, las
formas de propiedad y de organización del trabajo que,
heredados del capitalismo han seguido lastrando el “socialismo
estatal asalariado”, el cual, de acuerdo con la experiencia
histórica, no podrá garantizar la irreversibilidad de la
Revolución y nos conduciría al desastre restauracionista que
aquí sería inevitablemente anexionista, luego de una matanza
de comunistas.
Como algunos
siguen sin reconocer la estrecha relación existente entre las
relaciones económicas y las relaciones sociales entre los
hombres, entre la conducta social y sus condiciones de
existencia, se hace necesario seguir insistiendo en que la
diferencia esencial entre capitalismo y socialismo no se
encuentra en la esfera de la circulación ni de la
distribución, sino en la manera de organizar la producción:
asalariada en el capitalismo, participativa-cooperativa en el
socialismo y recordar que las características generales de la
sociedad le vienen dadas por las relaciones de producción
predominantes. Así, las peculiaridades antidemocráticas,
autoritarias, individualistas, explotadoras, corruptas,
mercantilistas, consumistas y el desprecio por los demás seres
humanos y la naturaleza inherentes a la concentración de la
propiedad, la gestión y la distribución propias de las
relaciones de producción asalariadas del capitalismo -clásico
y estatal- se trasladan a las instituciones políticas,
sociales, jurídicas e ideológicas de su superestructura. Lo
mismo ocurrirá con los caracteres colectivistas, democráticos,
inclusivos, solidarios y libertarios que respectivamente
portan las formas colectivas de propiedad, gestión y
distribución inherentes a las relaciones de producción
cooperativas-autogestionarias, genéricas del socialismo, las
cuales se proyectarían en todas las instituciones de la
superestructura y la ideología de la nueva sociedad.
Comienza a dar
señales la impaciencia popular, a la espera de medidas
concretas, además del transporte habanero, que aflojen las
actuales tensiones económicas y sociales que viven las
mayorías. Aparecen las conjeturas. La confianza acopiada por
las últimas intervenciones del Presidente, pudiera empezar a
debilitarse si pronto no se toman otras acciones específicas,
basadas en claros programas escalonados, con impactos
palpables en la población y especialmente en los sectores
populares más afectados. El pueblo debe ser informado, o las
especulaciones pueden ganar en credibilidad. No faltan quienes
dicen que la política ahora es hacer primero e informar
después, ¿y mientras? ¿Que cada uno se haga la idea que le
parezca? ¿Seguimos con decisiones desde las alturas sin tener
en cuenta lo que piensan los de abajo? ¿La participación se
quedó sólo en las opiniones y no se extiende a lo más
importante: las decisiones? ¿Y la Asamblea Nacional qué pinta
en todo esto? ¿Secretismo en la política pública? El apoyo del
pueblo demanda más claridad en lo que se propone hacer el
gobierno.
El imperialismo
se ha venido preparando para iniciar un proceso de desbloqueo,
que pondría a la Revolución en una posición difícil, si ésta
no ha logrado avanzar en las relaciones socialistas de
producción que garanticen el control, el comprometimiento y la
responsabilidad de los trabajadores con el proceso, en forma
capaz de evitar lo ocurrido en la URSS, cuando el pueblo no se
opuso a la restauración capitalista, o lo que en China, donde
el propio sistema estatal asalariado se encargó de
facilitarla. (*)
También la
actual amenaza de severa crisis económica en el imperio,
podría afectarnos seriamente, pues allá compramos el mayor %
de los productos de la actual canasta familiar y por vías de
las remesas y viajes de la Comunidad, nuestro país recibe
importantes aportaciones de divisa. Por otro lado el
imperialismo arrecia su ofensiva contrarrevolucionaria contra
Venezuela y los demás gobiernos progresistas de la región que
ponen en peligro la estrategia de trocar servicios por
energía. Esta y todas las estrategias del “socialismo de
estado” para intentar una sociedad de bienestar racional a
partir de intercambios externos estarán condenadas al fracaso
mientras no se basen en nuevas relaciones de producción a lo
interno del país y en el avance de un polo socialista
internacional integrado.
Existe
comprensión sobre la necesidad de acelerar las medidas que
conduzcan a una reducción de esa dependencia alimentaria y
fortalezcan nuestras capacidades auto-sustentables en todo
sentido para atenuar el impacto de estos fenómenos, pero no se
acaba de asimilar y peor, se trata de ignorar que sólo el
cooperativismo como método organizativo de la producción,
liberado de sus actuales trabas, “fomentado con medios
nacionales”, y extendido al funcionamiento de las
instituciones sociales, cambiaría todo el entorno social
cubano, lograría producciones masivas de alimentos frescos,
preparados y en conserva a bajos costos en el corto y mediano
plazo, así como de otros artículos, medios de vida y servicios
de calidad estable y excitaría el sentido colectivista y
unitario que precisa la sociedad cubana para contrarrestar el
espíritu individualista y frívolo que se ha venido apoderando
de una buena parte de nuestros jóvenes y menos jóvenes.
Pueden no
agradar las siguientes consideraciones; pero, a falta de
información, precisiones y avances, estas son algunas de las
que circulan, no precisamente en la prensa de Miami, sino en
el seno del pueblo y que deben conocerse para dar soluciones y
respuestas adecuadas a las inquietudes populares:
Unos aducen que
la falta de definiciones y decisiones es resultado de
“desacuerdos arriba” sobre el curso a seguir, a pesar de la
imagen de unidad que se proyecta. Otra explicación sería que
todavía, no se ha terminado de procesar y asimilar lo
planteado por el pueblo.
Otros sugieren
que “la dirección” no aprueba avanzar hacia el socialismo
participativo y democrático, lo cual nunca se ha afirmado;
antes al contrario, según se desprende de los últimos
discursos de Raúl. Además supondría que la misma esté
desconociendo las teorías del marxismo revolucionario, las
causas endógenas de la restauración capitalista en el
socialismo intentado en Europa y Asia, olvide el sentido de
las opiniones que dieron los trabajadores y que reniegue de
sus discursos y de la propia práctica participativa y
cooperativista impulsada desde el Moncada (**).Pero tampoco
sería ahora aceptable estimar que era más importante lo que se
calló que lo que se dijo. La revolución no es un torneo
deportivo de duración indefinida, tiene leyes y tempos y es el
pueblo el que cuenta.
También, se
sugiere que algunos gobernantes consideran imposible avanzar
hacia el cooperativismo y la autogestión generalizados
mientras tengamos al Imperialismo acechando; pero de acuerdo
con este criterio nunca se emprendería el socialismo en Cuba,
pues no debe haber dudas de que todo intento socialista aquí,
será siempre a contrapelo del imperio.
Hay –se dice-
quienes consideran que primero debería levantarse el bloqueo y
que la falta de claras definiciones puede ser una “táctica” a
la espera de los resultados electorales norteamericanos, pues
“cambios bruscos ahora, antes de claras señales hacia el
desbloqueo, podrían sugerir a EE.UU. que su política hostil y
de bloqueo ha sido efectiva y porque sería mejor llegar a los
50 años de revolución sin hacer cambios sustanciales”.
Sin embargo,
deberá haber otras explicaciones, pues ésta implicaría
subordinar nuestra política interna a los acontecimientos en
el país vecino, retardaría nuevamente -como en 1991- la
aplicación de medidas hacia más socialismo, asumiría
erróneamente que los cambios demandados por los trabajadores
y el pueblo están en la dirección democrático-burguesa de la
“transición bushniana” y no encaminados al fortalecimiento del
socialismo en sus mecanismos democráticos y participativos y,
finalmente, olvidaría que la Revolución deberá traspasar el
medio siglo y proyectarse a la profundidad del nuevo milenio.
El criminal
bloqueo norteamericano contra nuestro país debe ser eliminado
incondicionalmente, pero mal favor harían al socialismo los
que plattistamente confíen a tal levantamiento sus
posibilidades de avance o la solución a nuestros problemas
económicos y se crean que el imperio hará algo por “ayudar” al
socialismo en Cuba, cuyo progreso está sujeto –hoy- única y
exclusivamente a nuestra disposición. Ya el Comandante en Jefe
reflexionó: “Nadie se haga la menor ilusión de que el imperio
(…) negociará con Cuba”, entonces ¿a qué esperar? Sea cual
fuere, el resultado de las elecciones en EE.UU., lo que Cuba
no puede olvidar jamás es que “en el imperialismo no se puede
confiar ni tantico así, nada”.
Un lenguaje de
cambios, sin cambios reales de fondo no garantizará la
continuidad de la Revolución. Se necesitan definiciones y
acciones a corto, mediano y largo plazo que tengan el
conocimiento y el respaldo del pueblo; y ya sea para enfrentar
el levantamiento paulatino del bloqueo o su incremento, el
tiempo que nos quede antes de asumir un nuevo gobierno en
Washington, que siempre pretenderá asimilarnos, debe ser
aprovechado al máximo para emprender los cambios
imprescindibles que propicien un mejor ambiente en el país,
abran un nuevo horizonte a la sociedad cubana y garanticen el
mayoritario comprometimiento de los trabajadores y el pueblo
con el socialismo bajo cualquier nueva circunstancia.
Si eventuales
claras mejoras en nuestra economía y nuestras vidas,
tuviéramos que asociarlas únicamente al desbloqueo y no a
nuestros avances socialistas, entonces el futuro de la
Revolución quedaría atrapado en las manos de nuestro enemigo
histórico.
Socialismo por
la vida.
La Habana, 26
de marzo de 2008
perucho1949@yahoo.es
(*) Alerta
Cuba, EE.UU. puede cambiar su táctica política, no sus fines
estratégicos.
http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=40293
(**)Tomado de
la Historia me absolverá: “La tercera ley revolucionaria
otorgaría a los obreros y empleados el derecho a participar
del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes
empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo
centrales azucareros. Se exceptuaban las empresas meramente
agrícolas en consideración a otras leyes de orden agrario que
debían implantarse.”
(…)
“Un gobierno
revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con
carácter de dueños a los cien mil agricultores pequeños que
hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el
problema de la tierra, primero: estableciendo como ordena la
Constitución un máximo de extensión para cada tipo de empresa
agrícola y adquiriendo el exceso por vía de expropiación…;
segundo: repartiendo el resto disponible entre familias
campesinas con preferencia a las más numerosas, fomentando
cooperativas de agricultores para la utilización común de
equipos de mucho costo, frigoríficos y una misma dirección
profesional técnica en el cultivo y la crianza y facilitando,
por último, recursos, equipos, protección y conocimientos
útiles al campesinado.”
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